Las hostias de Abel
Ni es la primera vez ni será la última en la que un artista utilice símbolos religiosos para denunciar determinadas actitudes de la Iglesia, bien sea la situación de la mujer en esa institución, el trato que dispensa a personas divorciadas y homosexuales o el comportamiento de algunos representantes de esa iglesia que se revuelven ante imágenes que considera sacrílegas pero que no reacciona ante injusticias, desigualdades o, directamente, delitos.
Abel Azcona, un artista navarro que sabe utilizar como nadie las emociones y sentimientos ajenos, provocarlos y convertirlos en el mejor fenómeno publicitario a su favor, ha revolucionado a la feligresía.
“Amen” es la última de sus exposiciones y ha levantado los rosarios de buena parte de la sociedad navarra y de quienes han visto en ella un ataque directo a sus más firmes convicciones. Para quienes no la han visto, decir que Amen es un recopilación de 242 hostias consagradas que Azkona ha colocado en una superficie formando la palabra “pederastia”. El material lo consiguió asistiendo a misas en Madrid y en Navarra, yendo a comulgar pero guardándose las sagradas formas para utilizarlas posteriormente en su trabajo.
La movilización de los ofendidos no se hizo esperar. Petición en change.org por parte de la Asociación de Abogados Cristianos para que se suspenda la exposición, querellas por profanación y titulares tan al nivel de la supuesta ofensa de Azcona como: “El Santísimo profanado y secuestrado”, “Español gay mentalmente enfermo profana hostias” o “ El Ayuntamiento de Pamplona en manos de Satanás”. La Delegación del Gobierno de Navarra tercia en el asunto y mueve ficha por si la expo pudiera ser constitutiva de delito y Abel se frota las manos viendo como su trabajo adquiere una dimensión inesperada. O no tan inesperada… Aún se siguen rezando rosarios a las puertas de la exposición, como si esto fuese a hacer desaparecer las hostias.
Abel Azcona nunca ha querido ser un artista cómodo y siempre ha sido claro respecto a sus intenciones. Opina que la religión ha matado a más gente que muchas enfermedades, algo que, por cierto, se oye mucho cuando se habla de otras religiones pero que algunos no toleran cuando se critica a la propia.
Su historial profesional está lleno de acciones polémicas: se encerró durante dos meses en una galeria oscura, documentó graficamente sus encuentros sexuales con actores porno y llegó a hormonarse para prostituirse como travesti.
Hay quien sugiere a Azcona que se atreva a meterse con otras religiones que no sean la católica. Ya lo hizo. En su proyecto “Eating Koran” se comió literalmente un ejemplar del Corán. Entonces estuvo un años con escolta por las graves amenazas de muerte que recibía. A mi me parece que las amenazas de hoy no difieren mucho de las de entonces. Solo las diferencia la religión a la que se dirigen.
Ha habido otros artistas que se han enfrentado a situaciones similares. Recordemos el caso de Ube, el artista vasco al que le llovieron todo tipo de críticas por sus fotografías de una mujer desnuda en el altar de una iglesia. El no lo contó, pero incluso la revista Interviú le ofreció hacer una sesión fotográfica similar sumándose así al éxito de la obra surgido de la crítica de los más religiosos.
Puede que utilizar los símbolos religiosos para denunciar situaciones que se dan dentro de la propia iglesia no sea lo más acertado a menos que no nos importe ofender a los creyentes. A mi me parece que la utilización de hostias consagradas para denunciar los casos de pederastia dentro de la iglesia es, cuando menos, original.
Nadie dijo que el arte fuese cómodo. Hay muchos artistas comprometidos que saben a lo que se exponen cuando arriesgan y denuncian. Me gusta lo irreverente. Y Abel Azkona, lo es.