Irlanda vota si sale del armario

Un grafitero realizando una imagen de campaña a favor del 'sí' en el centro de Dublín. REUTERS

Un grafitero realizando una imagen de campaña a favor del ‘sí’ en el centro de Dublín. REUTERS

“Yo era una buena chica católica, creciendo en la Irlanda de los años setenta, donde la homosexualidad se veía como una malvada perversión…” Ursula Halligan es ahora la comentarista política más famosa de la televisión irlandesa y ha decidido salir del armario a los 54 años, a tiempo para el referéndum sobre los matrimonios gays.

“Crecí llena de miedos, me odiaba a mí misma, tuve muchas veces pensamientos suicidas. Aprendí a suprimir mis sentimientos, me convertí en una homófoba, resignada a irme a la tumba con mi vergonzoso secreto. Y posiblemente lo habría hecho si no se hubiera convocado el referéndum”.

La confesión de Ursula Halligan, en una extensa carta publicada por el ‘Irish Times’ -con fragmentos intercalados de su diario de adolescente- ha puesto la nota más emotiva e intensa ante la cita histórica. Irlanda se ha convertido estos días en algo así como un confesionario colectivo. El país más católico de Europa, donde la homosexualidad era delito hasta 1993, acude a la cita histórica a sabiendas de que lo que está en juego es mucho más que una decisión política.

El “no” a los matrimonios entre homosexuales se interpreta en el fondo un voto a favor de la represión del pasado. El “sí” tiene sin embargo una connotación liberadora: se afloja definitivamente el yugo de la Iglesia católica, que con la misma tenacidad se opuso en su día a la ley del divorcio.

Famosos a favor del ‘sí’

Ursula Halligan no es la única que ha decidido dar el paso al frente. El veterano presentador televisivo Gay Byrne, el ex capitán de la selección de rugby Brian ODriscoll o el cantante Daniel ODonell (todos ellos heterosexuales) se han sumado a la campaña del “sí”, que la semana pasada convocó a decenas de miles irlandeses en las calles de Dublín y a los gritos de “igualdad”.

El “sí” va por delante en las encuestas con una holgado 58%, frente al 25% del “no” y un 17% de indecisos que introduce a última hora un elemento de suspense. Con la experiencia aún reciente del fiasco de los sondeos en el Reino Unido, los irlandeses no se fían y han decidido poner las pintas de Guinness en remojo hasta que no se confirmen oficialmente los resultados.

Los murales del “sí” han tomado las paredes de Temple Bar, el barrio creativo y rebelde por excelencia, pero los sermones todavía influyentes cardenales OReilly, Doran, Dronnan y Fleming han marcado la recta final de la campaña, en la que ha entrado también en juego la Iglesia Evangélica norteamericana a través de la Organización Nacional para el Matrimonio (NOM).

“Si logramos la victoria en Irlanda, será un impulso para el matrimonio (convencional) en todo el mundo”, puede leerse en una carta dirigida por el NOM a todos sus afiliados, instando a sus seguidores a visitar el portal de www.keepmarriage.com y a dar el apoyo al “no” a las bodas gays por todos los medios posibles.

El escritor John Waters (nada que ver con el irreverente cineasta) se ha destapado como uno de los más notorios defensores del “matrimonio de toda la vida”, a través del grupo First Family Firsy. Aunque el rostro más visible del “no” es el de otra mujer, Kate Bopp, madre de cinco hijos, que ha puesto sobre la mesa el debate sobre la adopción, apoyándose en supuestos estudios científicos que demuestran que los niños son más violentos y las niñas son más “proclives a relaciones abusivas” en hogares sin un padre.

Otra cuestión: la adopción

El derecho a la adopción y el derecho a la herencia son las dos principales reivindicaciones de las parejas gays, que reivindican la misma “protección constitucional” que hasta ahora no garantizaban las uniones civiles. Irlanda, con una devoción por las consultas populares comparable a la de Suiza, es el primer país europeo que somete el matrimonio entre homosexuales a referéndum, a diferencia de las leyes parlamentarias que impulsaron la medida en España o más recientemente en el Reino Unido.

Lejos de mirar hacia atrás con resentimiento, o de buscar un enfrentamiento directo con la Iglesia removiendo el escándalo de la pederastia, la campaña del “sí” ha intentado mantener un tono positivo y hasta cierto punto comparable con el espíritu de “independencia” del referéndum escocés.

“Amor” ha sido la consigna. Y a ese sentimiento que nos une se remite Colm Tóibín, autor de ‘La historia de la noche’, novela emblemática de la “liberación homosexual” en Irlanda en los años noventa, en otra carta a sus compatriotas ante la cita del 22-M… “Este referéndum ha servido para conocernos más a nosotros mismos y hacer ver lo “normales” que son nuestros deseos y nuestras aspiraciones. Lo único que pedimos es que nuestro amor sea igual al amor de nuestros amigos y ciudadanos que son heterosexuales”.

@cfresneda1

Ministros gays con permiso de la Iglesia

La Iglesia de Escocia mantiene la “visión tradicional” del matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer, aunque a partir de ahora permitirá a sus congregaciones que ordenen a ministros y diáconos que formen parte de una “unión civil” o que estén incluso casados “con personas del mismo sexo”. La Iglesia de Escocia se ha adelantado a otras iglesias protestantes (incluida la Iglesia de Inglaterra) con la histórica doble votación. En el margen de una semana, y cuatro años después de que admitiera la presencia de gays y lesbianas en el clero, la Iglesia de Escocia ha dado mayoritariamente su apoyo a esta medida que, según sus defensores, refleja “la diversidad y la tolerancia” de Escocia. Hace tan sólo seis años, la curia escocesa cerró filas ante el nombramiento del reverendo Scott Rennie -que reconoció en público su homosexualidad- como párroco de la Iglesia de Queens Cross en Aberdeen. Aquel episodio dio pie a un intenso debate que culminó en el 2011 con la “aceptación” de los ministros “gays” ordenados antes del 2009 y que decidieran revelar su orientación sexual. “Ha llegado el momento de dejar de ponernos etiquetas”, ha declaró el moderador de la Asamblea de la Iglesia de Escocia, reverendo John Chalmers, en el momento de ceder el testigo a su sucesor, reverendo Angus Morriso. “Tenemos que dejar de definirnos por nuestras diferencias y buscar el terreno común, nuestro bautismo en Cristo, nuestra dependencia de Dios y nuestra voluntad de servir a los pobres”.