Cuando las Ramblas quisieron ser Stonewall
Artículo publicado en Hipertextual
En 1969, la policía entraba en el Stonewall Inn con el objetivo de hacer una redada. No era la primera vez, aunque aquel 28 de junio sería diferente. En el pub gay, situado en Greenwich Village, las operaciones policiales eran frecuentes.
A la 1:20 h de la madrugada, los agentes entraron en el bar gritando que “estaba clausurado”. Habitualmente, los jóvenes salían y se identificaban. Aquellos hombres que iban vestidos de mujeres, o las pocas lesbianas que frecuentaban el bar que fueran vestidas de “forma no femenina”, eran detenidos. Pero esa noche todo cambió. Alguien gritó “no nos vamos”. Tres palabras que hicieron estallar el ambiente. Tres palabras que encendieron la mecha de los disturbios de Stonewall.
“La homosexualidad es en realidad un trastorno mental que ha alcanzado proporciones de epidemia”. Frases como ésta eran repetidas por psiquiatras y psicólogos de la época, como relatan en el documental La rebelión de Stonewall. Las revueltas en la ciudad de Nueva York marcaron un punto de inflexión en el movimiento LGTB estadounidense. Ya nada volvió a ser lo mismo desde aquel 28 de junio, fecha en la que se celebra anualmente el Día del Orgullo.
La represión española
Al otro lado del Atlántico, la situación para miles de homosexuales era todavía peor. Federico García Loca había sido fusilado en la madrugada del 18 de agosto de 1936, dos meses después de la sublevación militar contra la II República. Tras el fin de la Guerra Civil, la dictadura franquista reprimió cualquier atisbo de libertad.
Sin embargo, como señala Monferrer Tomàs, “los homosexuales no representaron un problema prioritario para el franquismo de posguerra”. En un primer momento, el control de los comportamientos considerados como “inmorales” fue delegado en la Iglesia católica. Sin embargo, las décadas de los cincuenta y los sesenta se caracterizaron por una mínima apertura al exterior, como consecuencia del aumento del turismo. Ante esta situación, la dictadura decidió tomar cartas en el asunto, considerando a los homosexuales como “una amenaza para el orden público”.
La Ley de Vagos y Maleantes, impulsada por consenso durante la II República para “el control de mendigos, rufianes sin oficio conocido y proxenetas”, fue modificada el 15 de julio de 1954. El objetivo no era otro que perseguir y castigar cualquier práctica homosexual.
Dieciséis años más tarde, el gobierno de Carrero Blanco sustituía el texto por laLey sobre Peligrosidad y Rehabilitación Social. La nueva regulación contemplaba disposiciones similares, pero incluía además “penas de hasta cinco años en cárceles o manicomios para los homosexuales y demás individuos considerados como peligrosos para que se rehabilitaran”.
Sólo un año después de las revueltas de Stonewall, el texto fue aprobado y recibido con entusiasmo por gran parte del poder judicial. El fiscal de Málaga comentaba en la Memoria del Tribunal Supremo de 1971 “el aumento del nefando vicio sodomítico, fomentado en la Costa del Sol por elementos extraños que allí se congregan”. Palabras similares a las pronunciadas por el fiscal de Las Palmas, cuando se refería al “aumento alarmante de las prácticas homosexuales al que contribuye principalmente una especial y degenerada clase de turistas extranjeros”.
A través de ese instrumento, como sostiene Monferrer Tomàs, “los invertidos sexuales se catalogaban en genuinos congénitos (o de nacimiento) u ocasionales (viciosos)”. Entre 1974 y 1975, el 6% de los informes disponibles en los Juzgados de Peligrosidad de Madrid se referían a personas homosexuales, en su mayoría varones.
Los denominados “peligrosos” eran considerados por la ley como “enfermos a quienes no se debe perdonar, sino curar”, según el investigador de la UNED. Esto hizo que las personas homosexuales no sólo fueran perseguidas y reprimidas, sino que también fueron encarceladas como “método de prevención del contagio”. Como consecuencia, los homosexuales no sólo eran sometidos al aislamiento social en manicomios y prisiones, sino que los condenados no podían reintegrarse en la sociedad hasta que no se hubiera evaluado su “curación”. En otras palabras, las personas afectadas no podían beneficiarse de indultos, amnistías, redención de penas o libertad condicional como otros presos.
La manifestación de las Ramblas
La persecución de la homosexualidad en España, al igual que ocurrió la noche de la redada de Stonewall, llegó a a una situación límite. Pero en nuestro caso, las protestas no fueron violentas, sino que en silencio y bajo pseudónimos, valientes como Francesc Francino (Mir Bellgai) o Armand de Fluvià (Roger de Gaimon) comenzaron a organizar los primeros movimientos LGTB.
En la década de los setenta, de Fluvià y Francino eran conocedores de los disturbios de Stonewall o las revueltas en el París de 1968 gracias a la influencia de publicaciones como la revista Arcadie. Juntos fundaron elMovimiento Español de Liberación Homosexual, un grupo compuesto en su mayoría por hombres, que empezó a editar en 1972 el boletín mensual Aghois. Eran tiempos de clandestinidad y miedo, lo que no les impidió trabajar por los derechos del colectivo LGTB.
Tras la muerte de Franco, los activistas crearon el Front d’Alliberament Gai de Catalunya, el movimiento que dio lugar a la fundación del Institut Lambda, el primer centro cultural y de servicios para homosexuales en España. El luego conocido como Casal Lambda, situado en Barcelona, fue el germen de la primera gran manifestación por los derechos de personas gays, lesbianas, bisexuales y transexuales. Era el 26 de junio de 1977, y bajo el lema “Nosaltres no tenim por, nosaltres som” (“Nosotros no tenemos miedo, nosotros somos”), 4.000 personas se concentraron en las Ramblas para solicitar amnistía para los delitos sexuales y la derogación de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social.
La noticia recogida por La Vanguardia dos días después, -los lunes no se editaba el periódico-, explicaba que “los manifestantes no habían interrumpido en ningún momento la manifestación pues circularon en orden por el centro de Las Ramblas”. A la altura de Canaletas, sin embargo, la policía dispersó a las 4.000 personas con disparos de balas de goma. Como consecuencia, tres manifestantes resultaron heridos de gravedad, y un cuarto, Oriol Martí, fue detenido en la cárcel Modelo de Barcelona.
Después de la histórica manifestación, 36 organizaciones políticas, sindicales y civiles (entre las que se encontraba la CNT o el PSUC) firmaron un documento exigiendo la liberación de Martí. El detenido, médico de profesión, PNN de la Universidad Autónoma de Barcelona y miembro de Bandera Roja, “fue maniatado a la espalda, propinándole golpes en los testículos con las rodillas”, según denunciaba El País a principios de julio. Tras 52 días preso, Oriol Martí sería liberado.
Tal y como recoge el blog L’Armari Obert, la manifestación de Las Ramblas, convocada por el entonces ilegal Front d’Alliberament Gai de Catalunya, marcó un punto de inflexión en la defensa de los derechos de las personas homosexuales. En aquella concentración, se podían leer y escuchar consignas como “Mi cuerpo es mío y hago con él lo que me da la gana”, “¡Amnistía sexual!” o “¡No somos peligrosos!”
¿Qué pasa cuando una fuerza imparable choca contra un objeto inamovible?
En la película Imagine Me & You, una de las protagonistas se pregunta qué ocurriría si una fuerza imparable choca contra un objeto inamovible. Algo así sucedió en España. La manifestación de las Ramblas fue el comienzo de algo más grande: la expansión del colectivo LGTB por el resto del país. El trabajo del Front d’Alliberament Gai de Catalunya pronto se extendió por regiones como Valencia, las Islas Baleares, Madrid, Málaga o Bilbao. Así fue como la primera concentración se repetiría con éxito en 1978 en las ciudades de Madrid, Barcelona, Bilbao y Sevilla.
La celebración del Orgullo se convirtió en algo más que una manifestación. El 26 de diciembre de 1978, el Consejo de Ministros presidido por Adolfo Suárezretiró la homosexualidad de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. Unos meses más tarde, organizaciones médicas, civiles y culturales, junto con 50 ayuntamientos catalanes liderados por el de Barcelona, exigieron la legalización del Front.
La petición se hizo realidad el 16 de julio de 1980, veintiséis años después de la modificación de la Ley de Vagos y Maleantes por parte de Franco. El Front d’Alliberament Gai de Catalunya dejó de trabajar en la clandestinidad, pero la persecución al colectivo homosexual continuaba. Como explica Antonio Poveda, antiguo presidente de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), los homosexuales seguían expuestos a las redadas y detenciones por parte de las fuerzas de seguridad del Estado.
Las últimas, según la propia Federación, ocurrieron en Barcelona antes delMundial de Fútbol de 1982. El Delegado del Gobierno en Barcelona decidió cerrar algunos bares de ambiente, con el objetivo de mostrar “una
buena imagen de la ciudad a los visitantes del Mundial”. Como protesta, los empresarios LGTB decidieron colocar la bandera del arcoiris con el símbolo del Naranjito abanicándose en las puertas de los establecimientos. “Lo nuestro sí que es mundial”, ironizaba el lema de las movilizaciones.
La lucha contra la homofobia
Lo que aquellos manifestantes no sabían es que algo mundial iba a volverse en contra del movimiento homosexual. Algo invisible, imperceptible, mortal. El VIH
Muchas personas fallecieron a causa de un síndrome que apagaba su sistema defensivo. Freddy Mercury, el líder de Queen, confirmaba en 1991 que estaba infectado por aquel virus maldito. La lucha contra la represión política en España se transformó en un movimiento para tratar de frenar los contagios, que afectaron sobre todo en un principio a varones homosexuales. La estigmatización del colectivo LGTB se disparó, hasta el punto de que sus efectos se siguen observando todavía hoy, como demuestra la reciente prohibición de donar sangre a hombres que hayan mantenido relaciones con personas de su mismo sexo.
El VIH no sólo infectó y mató a millones de personas de todo el mundo. También fue el gran culpable de las campañas que alimentaron el miedo y el odio al diferente. El 6 de octubre de 1991, un grupo de neonazis asesinaba en el Parc de la Ciutadella a Sònia Rescalvo, una transexual de 45 años. La ciudad en la que había despertado el movimiento LGTB veía con horror cómo seis jóvenes ultraderechistas pateaban hasta la muerte a la mujer en la glorieta de los músicos. 22 años después de su asesinato, el Ayuntamiento de Barcelona decidió renombrar aquella plazoleta en su recuerdo.
La historia de la homosexualidad en España es un eterno vaivén de luchas y conquistas. La manifestación de las Ramblas fue sólo el comienzo, dado que a diario miles de personas deben convivir con sus propios Stonewall, en forma de agresiones y ataques homófobos. La aprobación del Código Penal de 1995 fue un nuevo hito para el colectivo, al incluir la protección de la orientación sexual en los artículos 510, 511 y 512, considerando como agravante de delito la homofobia.
El 30 de junio de 2005, el Congreso de los Diputados hacía posible un sueño que jamás imaginaron aquellos manifestantes de las Ramblas. La aprobación de la Ley 13/2005, gracias a la inestimable labor de activistas como Pedro Zerolo, convirtió a España en el tercer país del mundo en dar luz verde al matrimonio homosexual, después de Holanda y Bélgica. Estados Unidos dio también luz verde el pasado viernes almatrimonio igualitario. Estos textos no sólo han permitido que parejas del mismo sexo puedan casarse, sino que además ha visibilizado la realidad de miles de hogares.
Según datos del Pew Research Center, España es el país donde mayor aceptación hay de la homosexualidad (88%) en el mundo. Las luchas del colectivo LGTB continúan todavía hoy a base de pequeñas grandes conquistas, como la aprobación de la ley de derechos de personas gay y lesbianas y contra la homofobia del Parlament de Catalunya. Si Stonewall marcó un punto de inflexión en la historia de Estados Unidos, algo similar ocurrió con la manifestación de las Ramblas de 1977. Aquellas 4.000 personas comenzaron a andar un camino que continúa hoy en favor del respeto a la igualdad y a la diversidad.
se expandió rápidamente en la década de los ochenta por todo el mundo, estigmatizando todavía más al colectivo. La lucha contra el virus que causa el SIDA sigue siendo hoy un reto para millones de pacientes, científicos y médicos que buscan mejorar su prevención, diagnóstico y tratamiento.