“El asesinato de Harvey Milk fue un sacrificio para los que sobrevivimos”
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El fotógrafo y activista Dan Nicoletta documentó hace 40 años el alzamiento político de Harvey Milk y el famoso movimiento LGTB de San Francisco
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Sus fotografías llegan por primera vez al Colegio de Arquitectos de Madrid en el marco del Orgullo Mundial
“Si una bala atraviesa mi cerebro, dejad que esa bala destruya las puertas de todos los armarios”. Como un siniestro presagio, Harvey Milk recibió cinco tiros en la cabeza por considerar el respeto a la orientación sexual un asunto de Estado.
Este funcionario de San Francisco había logrado por primera vez movilizar a la multitud LGTB por un fin político: derrocar la iniciativa Briggs, que instaba a despedir a los profesores gays por “tener el perfil de abusadores de niños”.
Ese verano de 1978, las calles rugieron como nunca antes en Estados Unidos durante un desfile del Orgullo. Mientras la masa se colaba por cada recoveco de Castro Street, un muchacho de grandes ojos azules captaba la euforia a través de su objetivo. Daniel Nicoletta se había convertido cuatro años antes en el fotógrafo de campaña de Harvey Milk y pronto empezó a firmar la mejor colección de imágenes del colectivo LGTB.
Las fotografías de Nicoletta celebran la visibilidad tras años a la sombra del armario o, en su caso, de una familia católica y profundamente homófoba. No hay discriminación, solo colores brillantes, besos y muestras de apoyo al primer político abiertamente gay de Estados Unidos. Cuando fueron tomadas eran poco más que un bonito homenaje a una comunidad vapuleada, pero cuarenta años más tarde se han convertido en un símbolo a nivel mundial.
“Espero que mi fotografía sirva como puente a la inspiración para los futuros líderes de esta causa”, dice Nicoletta a eldiario.es. El veterano activista se encuentra estos días en Madrid para celebrar el Orgullo Mundial y presentar su colección por primera vez en nuestro país, que acoge una muestra del Colegio de Arquitectos hasta el 2 de julio.
“Orgullo Mundial, dos simples palabras que conforman un nido para cuestiones mucho más complejas, como los derechos de los transexuales, la lucha por la adopción de las parejas del mismo sexo y otros estigmas que necesitan salir al debate público”, opina. El fotógrafo habla con cariño del pasado y con decisión del futuro, donde deja espacio a los jóvenes para portar la antorcha de los que perdieron la vida luchando.
“La visibilidad siempre ha sido el corazón del movimiento, pero tiene un precio”, dice de la brutal represión que continúa existiendo sobre la comunidad LGTB. Solo en Madrid, cada dos días se registra una agresión por homofobia o transfobia y, al otro lado del charco, masacres como la de Orlando o la aniquilación de los transexuales mexicanos demuestran que la situación no es mejor.
“Es sano que haya resistencia. Siempre la hay cuando una sociedad se encuentra en transición. Hay que conseguir una vía pacífica para reconciliar nuestras diferencias”, reflexiona Nicoletta. Piensa que es un círculo vicioso que se remonta a los años 70, cuando los que se atrevían a reivindicar su pluma se enfrentaban a una buena paliza. “La visibilidad genera una reacción violenta de algunos y esa violencia visibiliza las injusticias”, resume. Lo que no se puede permitir, defiende, es que ese sacrificio quede impune escondiéndose de nuevo en el armario.
“El asesinato de Harvey Milk fue un sacrificio para aquellos que sobrevivimos. Hay que tenerles siempre presentes y obrar para honrarles”, cuenta sobre su buen amigo. Cuando habla del político, Dan Nicoletta vuelve la vista cuarenta años atrás para describir su llegada al barrio de Castro, en San Francisco, donde Milk y los suyos le acogieron en el peor momento de su vida.
Cuidando la huella
El gayborhood, como lo reconoce Nicoletta y los que en los años 70 establecieron allí su santuario de libertad, se considera hoy lugar de peregrinación para todo el colectivo gay. En 1974, un joven de 19 años cruzó el umbral de la tienda Castro Camera sin saber que se estaba adentrando en el centro de operaciones del movimiento LGTB de San Francisco.
Dan Nicoletta empezó a trabajar en el negocio como mozo de almacén, hasta que Harvey Milk observó su don con la cámara y le nombró fotógrafo oficial durante su campaña política de 1975. En Castro, el muchacho aprendió las distintas formas de vivir la sexualidad y que sentirse atraído por gente del mismo sexo no era pecado, como le advertía su educación ultracatólica.
“Harvey y su compañero me atraparon por completo con su carisma”, recuerda el fotógrafo. “Lo bueno de haberme criado sin cariño e inseguro sobre mi sexualidad es que ahora me siento feliz de que se apoye y visibilice tanto a los niños que pasan por lo mismo. Al final fui afortunado, pero me plantee muchas veces el suicidio”, admite como muestra de la importancia de atender a los más pequeños.
Entre los grandes logros de Harvey Milk, Nicoletta rescata el sentimiento de unión y felicidad que transmitía a los que le rodeaban. “La política, a veces tan difícil y negativa, necesita una dosis de diversión para llegar a cambiar el mundo”, afirma sin dudarlo. Él quiso captar esa satisfacción con su cámara y espera que ahora sirva de combustible a las nuevas generaciones. “La aparente frivolidad es solo una forma de romper los tabús y de animar al resto: salid, está bien ser como sois, y divertíos”, razona.
También considera el Orgullo como parte inherente de la visibilidad y, por tanto, de la política. “Gracias a esto, el grueso de la sociedad conoce los detalles de nuestra vida y puede decidir qué grado de compromiso quieren alcanzar”, piensa el activista. Según él, las personas LGTB tienen en su mano el poder de cuidar la huella para épocas venideras. “En eso, lo considero análogo al movimiento medioambiental. La gente del colectivo debe ser muy consciente de su impacto y crear un mundo más seguro, pero sin olvidar la foto grande. Es decir, a los mayores que pelearon antes o a los otros países que aún reivindican sus derechos humanos más básicos”, dice respecto a los 80 países donde la homosexualidad es condenada como un delito.
“Cuando me vaya de este mundo, quiero haber dejado una huella bonita como hombre y como gay”, sentencia. De momento, Harvey Milk, Grace Jones, Allen Ginsberg y otros miles de hombres y mujeres desconocidos quedarán para siempre en la memoria de la lucha LGTB gracias a sus fotografías. Puede que no exista una huella mejor.