Vuelve a contar: La bandera LGBTI no tiene siete colores
Nació como una bandera de ocho colores, pero perdió dos por el camino
Gusta a mucha gente, incluso a aquellos que no pertenecen al colectivo, porque se sienten incluidos en los colores de la bandera LGBTI. Es un signo de alegría y también de solidaridad, que miles de personas han adoptado en las últimas semanas tras la matanza ocurrida en Orlando. Aunque sea conocida en todo el mundo como la bandera arcoíris, en realidad solo cuenta con seis colores. Esta es su historia original y así se introdujo en España.
Cuenta otra vez: rojo, naranja, amarillo, verde, azul y morado. Son seis colores y no los siete que solemos atribuir al arcoíris. Pero no siempre fue así en los casi 40 años de vida del que es uno de los símbolos más exitosos de la historia reciente. De hecho, es ya un objeto de museo: el MOMA de Nueva York adquirió la bandera original en 2015 para incluirla en su colección de diseño.
Pocos reconocerían al estadounidense Gilbert Baker por su nombre o por su rostro, pero el icono que ideó a finales de los 70 es inconfundible. “Estaba en el lugar y el momento adecuados”, reconocía él mismo al museo estadounidense. Ese lugar era el San Francisco en tiempos de revolución, durante los años en los que las calles eran escenario permanente de la lucha por la paz y las libertades.
Un día recibió una llamada de su amigo Harvey Milk. El activista estaba ultimando los detalles de la marcha por el Día de la Libertad Gay, programada para un 25 de junio de 1978. Recurrió entonces a Baker en busca de un símbolo que representara el momento, recuerda el propio diseñador en una entrevista concedida al archivo de la Universidad de Kansas.
Baker, quien había servido durante dos años en el Ejército estadounidense en la Guerra de Vietnam, se había reinventado en creador de emblemas a su vuelta a California. Disponía de poco tiempo, así que decidió coser y teñir dos banderas con ayuda de varias decenas de voluntarios. La intención era emplearlas en la manifestación que iba a convertirse en el germen del Día del Orgullo Gay. Desde entonces se convirtió en su símbolo oficial.
Hasta ese momento, se usaba un distintivo de infausto recuerdo: el triángulo rosado que el nazismo impuso a los gays. En contraposición, la primera bandera lucía nada menos que ocho colores, cada uno con un significado.
El cambio a los siete colores llegó por motivos prácticos. “Era muy complicado encontrar entonces fábricas que produjeran el color rosa a gran escala. La demanda de esta bandera se había disparado de tal forma que ya solo podía producirse en masa”, explica a Verne Miguel Brox, responsable del Centro de Documentación y Cultura de COGAM. Es una de las asociaciones más importantes en la lucha por los derechos LGBT en España.
Otros cambios llegaron casi de inmediato, coincidiendo con las marchas de protesta por el asesinato de Harvey Milk. Cuando las banderas se pegaban en los postes de luz de San Francisco, los colores centrales se confundían con el soporte. La mejor manera de solucionar el problema era reduciendo la cantidad de tonalidades de la bandera. Así se eliminó la franja turquesa.
“¿Sois ecologistas? No, somos maricones”
A finales de los años 90 seguía siendo muy complicado encontrarlas en España, recuerda Miguel Brox: “En muchas manifestaciones nos las arreglábamos con telas sueltas que la gente unía con sus propias manos. Solo era posible comprarlas de importación, porque aquí ni si quiera se fabricaban. Llamábamos a distribuidores españoles y todos nos decían que no. Y nos preguntaban que para qué las queríamos, que si éramos ecologistas. ‘No, somos maricones’, contestábamos”.
Mili Hernández y Arnaldo Gancedo habían fundado unos años antes la librería Berkana de Madrid, toda una institución para el colectivo. “Ellos se encargaban de traerlas de fuera y venderlas. Luego decidieron ir a un taller de costura del barrio y encargarlas personalmente”, cuenta el responsable de cultura de COGAM. El germen de este cambio llegó en 1995, cuando por fin la marcha del Orgullo Gay comenzó a desfilar por la calle de Alcalá y se alcanzó “la verdadera visibilidad”, dice.
No es común que una bandera se ondee con tanta frecuencia en manos de personas que no forman parte del colectivo que representa, destaca a VerneJosé Manuel Erbez, secretario de la Sociedad Española de Vexilología, como se llama al área de estudio de banderas. “La potencia del mensaje que hay detrás del emblema LGBTI es tan grande que ha desplazado a banderas anteriores”, asegura. Se refiere a otras similares como la bandera de Cuzco o la de la paz.
Y eso que no se trata de una propuesta sencilla, desde el punto de vista del diseño de banderas. “Que solo se componga de barras es una ventaja, pero nunca es recomendable emplear más de cuatro colores, porque induce a errores a la hora de colocarlos en el orden adecuado”, comenta Erbez.