EL PAIS:Familias en transición de género

Padres de niños transexuales, en lugar de ignorar su identidad sexual como era habitual en el pasado, ayudan a sus hijos para que sea respetada

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Los menores transexuales suelen sufrir rechazo en el colegio. / GARCÍA-SANTOS

Ángela recuerda con pesar aquellas navidades, una tras otra, en las que los Reyes Magos cumplían escrupulosamente con las peticiones de sus dos hermanos, pero desatendían las suyas. Ni el maletín de la señorita Pepis, ni la muñeca sin pelo, ni la de la melena rubia. Al lado de sus zapatos apareció un año una espada de romano; otro, un futbolín; otro, la equipación del Athletic de Bilbao. La hija de M. no ha cumplido cinco años, pero ya el pasado consiguió por primera vez que los Reyes no le dejaran coches y camiones como otras veces sino la muñeca, el carro y la cocina que había puesto en su carta. “Ahí ya le noté el cambio, estaba loca de alegría”, recuerda su madre, que en los meses previos había convencido a la familia para que no le regalaran “cosas típicas de niño”.

Entre las frustrantes navidades de Ángela y las felices de la hija de M. han pasado más de 35 años. Las dos nacieron con genitales masculinos, pero en circunstancias muy distintas. A Ángela le llovían los gritos cuando se ponía la ropa de su hermana y la hija de M. le da las gracias a sus padres cada vez que le compran un vestido o unas horquillas para el pelo. Ángela tuvo que vestir uniforme masculino hasta los 17 años y la hija de M. es una alumna más de su clase de tercero de Infantil en un colegio concertado religioso de un pueblo del cinturón metropolitano de Sevilla. Ángela se fue de casa con 19 años para poder vivir como una mujer y M. ha hablado con los profesores y los padres del colegio de su hija para pedirles que la llamaran por su nombre femenino, le dejaran vestir el uniforme de niña y utilizar el baño de las chicas.

La petición conjunta de una docena de padres y madres de Andalucía para que los centros escolares respeten la identidad de género de sus hijos transexuales ha sacado a la luz la lucha que mantienen decenas de familias para que sus niños puedan vivir de acuerdo al sexo con el que se identifican. Un apoyo del que no disfrutan todos los menores que pasan todavía por esta situación y que no tuvo casi ninguno de los que hoy son transexuales adultos. “Ahora veo a los niños, cómo les ayudan sus padres, lo felices que son, y me da mucha envidia, pero también esperanza”, admite Marco Arias, de 34 años. “Nosotros hemos tenido que hacer casi todos la transición fuera de tiempo y fuera del entorno familiar”.

La “transición” es ese momento en el que los transexuales dejan atrás socialmente el papel masculino o femenino en el que se han visto obligados a vivir hasta entonces. Marco la hizo con 30 años, no solo por falta de apoyo familiar sino porque ni él mismo sabía que el rechazo que sentía hacia su cuerpo femenino y la conciencia clara de que era un hombre tenía un diagnóstico: transexualidad. “Es que yo no conocía qué era eso. Llevaba toda la vida sintiéndome un hombre, pero no sabía qué me pasaba”, dice.

Hasta 2009 la de Marco fue “una vida infeliz”. Se crió en un municipio de más de 40.000 habitantes de la provincia de Cádiz en el que las vecinas le decían a su madre que la niña le había salido “muy marimacho”. Iba a un colegio católico femenino y pasó por varios psicólogos, pero no porque la familia pensara que podía tener un problema de identidad de género sino porque sacaba malas notas y tenía un carácter “difícil”, un rasgo muy habitual en los menores transexuales antes de hacer la transición.

Hace cinco años conoció a varios transexuales en un viaje a Barcelona y, a partir de ahí, fue poniendo en orden su vida. Su familia se negó a ayudarle y contactó con la Asociación de Transexuales de Andalucía Silvia Rivera (Ata), donde encontró información, apoyo y referentes. “Fue mi nacimiento. Si no es por ellos no sé qué hubiera pasado”, admite.

En Ata coinciden hoy adultos con 30, 40 o 50 años que buscan el apoyo que no han encontrado en su familia y padres de niños que quieren ayudar a sus hijos transexuales pero no saben cómo hacerlo. “Yo he notado una gran apertura en la sociedad. Cada vez hay más información y también un amor y una defensa de la libertad y los derechos del hijo que antes no existían”, cuenta Mar Cambrollé, que en 2007 fundó la asociación andaluza con un grupo de mujeres transexuales.

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Carolina, Yara y Marco viven ahora de acuerdo a su identidad sexual. / j. rojas

Ella, como muchas de sus compañeras, tuvo que irse de casa siendo adolescente. “En los años setenta estábamos condenadas a salir de casa, con lo que eso conlleva de desarraigo familiar, abandono de los estudios y que, en muchísimos casos, hubiera que recurrir a la prostitución para sobrevivir”, cuenta. Ata nació pensada para los transexuales adultos, pero poco a poco fueron aumentando los casos de familias que llamaban buscando ayuda tras peregrinar por psicólogos, pediatras y unidades de salud mental. La asociación andaluza acabó creando un área de familia y menores de la que, hace unos meses, surgió la Asociación Estatal de Familias de Menores Transexuales (Chrysallis), que hoy reúne a alrededor de 55 familias de toda España.

“El principal problema aquí es que no sabes por dónde empezar”, cuenta G., madre de un niño de nueve años nacido con genitales femeninos. Todavía se le entrecorta la voz cuando recuerda una conversación que mantuvo con su hijo cuando tenía siete años. “Mamá, yo no sé si tu y papá me vais a seguir queriendo, pero es que soy un niño, no una niña”, le confesó el pequeño. “Muy bien, yo ya lo sabía”, respondió G., que para entonces había asumido que el rechazo que sentía su niña hacia su cuerpo femenino no era un capricho pasajero. En la misma conversación, el niño le contó que se había enamorado de una niña llamada Rosario. “Me eché a llorar por lo fuerte y valiente que había sido”, recuerda G., que a partir de ese día se propuso acompañar a su hijo para intentar allanarle el camino.

No ha sido fácil. El pequeño, que vive en un municipio costero de Málaga, acaba de cambiar de colegio después de “un infierno” de dos años en su anterior centro, en el que tuvo que soportar “auténticas burradas”, lamenta la madre. “Los profesores se reían y el niño no tenía amigos. Yo me acercaba de vez en cuando a la hora del recreo y lo veía temblando, solo, sentado en un escalón”, recuerda G., que ha denunciado ante los tribunales el trato que recibió su hijo en aquel centro.

En el nuevo colegio el niño ha empezado una nueva vida en la que solo los profesores saben que es transexual. La orientadora le ha propuesto explicárselo a los demás niños, pero el pequeño prefiere esperar. “Lo ha pasado tan mal que aunque ahora es feliz no se siente seguro”, explica la madre. “Me dice que quiere contarlo, pero cuando todos le conozcan y le quieran tal como es”.

El miedo a la reacción de los compañeros del colegio es la razón fundamental que arguye el obispado de Málaga para negarse a respetar la identidad de género de una niña de seis años que estudia en un colegio concertado gestionado por una fundación diocesana. Pero los profesionales que trabajan con menores transexuales y las familias de los niños aseguran que los pequeños suelen ser los que aceptan la transición de una manera más natural. “Los niños tienen menos prejuicios que los adultos. Si se ríen casi siempre es porque lo ven en sus mayores. Hay casos de bullying transfóbico en los que, cuando escarbas, ves que es por información que escuchan de los adultos”, señala la psicóloga Maribel García, directora de Artea, un centro sevillano de psicología y sexología acostumbrado a tratar a menores transexuales y sus familias.

V. escuchó hace un año una conversación entre su hijo mayor, de 11 años, y un amigo al que no veía hace tiempo. “¿Pero tú no tenías dos hermanos?”, le preguntó el amigo al verle con un hermano y una hermana. “Sí, pero es que al final ella era una niña”, respondió el chico. “Ah, claro”, contestó el amigo. “Y siguieron con sus juegos”, recuerda V. Su hija, una niña transexual de nueve años, va a clase desde hace tres como una alumna más en un colegio público de un municipio del sur de Madrid. “Hablamos con el colegio y no ha habido problema. Problemas había antes, cuando la niña tenía que entrar al baño de los chicos y los compañeros le decían que qué hacía allí, que ella era una niña”, recuerda la madre.

Cuando se le pregunta a Carolina Ferrer, de 54 años, qué piensa al ver a estas familias desviviéndose hoy por sus hijos transexuales, responde con un lamento: “¡Cuánto me hubiera gustado estar en sus zapatos!”. Carolina tiene 54 años y hace solo dos que reunió fuerzas para decirle a su madre que es una mujer. A su padre no se lo ha dicho todavía. “No quiero decírselo. A lo mejor lo entiende, pero es mayor y me da miedo que no sea muy bueno para su salud”, asume. Carolina nació en Santiago de Compostela, aunque ha vivido entre Puerto Rico, de donde es natural su padre, y Sevilla, donde vive su madre.

“Yo sabía que era una mujer, pero lo ocultaba porque era consciente de los problemas que me iba a traer. No he sido muy feliz, siempre en una burbuja, aislada, sin amigos”, cuenta. De la capital andaluza se fue a principios de los ochenta para evitar hacer el servicio militar, pero volvió en 1999 dispuesta a vivir como mujer. Y, poco a poco, lo ha logrado. “Mi madre lo va aceptando. Era muy reticente, pero ya lo tiene asumido al 99%. Me llama ya por mi nombre”, dice con orgullo.

La siguiente batalla: los bloqueadores

La hija de V., nacida con genitales masculinos, vive desde hace tres años como una niña. Terminada la transición de género, lo que más preocupa a la familia es que pueda acceder a bloqueadores hormonales, un tratamiento que frena la pubertad y el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios, como la barba en los hombres o el crecimiento del pecho en las mujeres. De las nueve unidades de género que hay en España, solo las de Cataluña y Andalucía emplean los bloqueadores en casos excepcionales.

V. vive en Madrid, donde, por ahora, la sanidad pública no financia este tratamiento. “Para mí es muy importante que no se le ponga voz de chico ni le salga nuez. Sería un sufrimiento enorme”, explica su madre. Pero su situación no es facil. “Yo no me puedo permitir pagarlos por lo privado, así que me temo que nos tendremos que embarcar en otra lucha”, augura.

La administración de bloqueadores a los preadolescentes es una de las reivindicaciones que los transexuales quieren que se incluyan en las leyes autonómicas. “Estos tratamientos, que son reversibles, se ponen a niñas con pubertad precoz. Sin embargo, se niegan a los transexuales. Por eso denunciamos que existe una discriminación”, explica Mar Cambrollé, la presidenta de la Asociación de Transexuales de Andalucía. Miguel Ángel Cueto, secretario general de la Federación Española de Sociedades de Sexología, admite que existe “controversia” al respecto. “A mí me parece bien, pero hay aún un debate científico. Habría que analizar caso por caso”, apunta Cueto.

En esa delicada fase de limar asperezas con la familia sigue sumida Yara Goreira, de 27 años. Se fue de casa con 15 para poder vivir en femenino y a los 17 decidió dejar también atrás su país. “En Brasil no tenía referentes. Necesitaba libertad, realizarme lejos de la gente que me conocía”, cuenta. Hoy ha conseguido vivir como quería, pero le falta un paso que para los transexuales es fundamental: cambiar el nombre en el DNI o el pasaporte.

La Ley de Identidad de Género permite, desde 2007, a este colectivo cambiar el nombre y el sexo en el DNI sin necesidad de someterse a una operación genital y sin procedimiento judicial, pero los inmigrantes no nacionalizados tienen que hacerlo en su país. “En Brasil es muy difícil cambiarlo, como aquí hace años”, explica Yara, que reivindica que la futura ley de transexualidad andaluza contemple una tarjeta identificativa con un nombre acorde con la identidad de género mientras dura el proceso de cambio de la documentación oficial y al margen de su nacionalidad.

La ley de transexualidad del País Vasco, aprobada en 2012, regula la existencia de un documento similar. Junto con la de Navarra, en vigor desde 2009, son las únicas aprobadas hasta ahora en España. El PSOE de Madrid registró este año en la Asamblea un proyecto de ley, pero no se ha tramitado, y el Gobierno de coalición de PSOE e IU en Andalucía se comprometió a aprobar la suya en el primer periodo de la legislatura, pero tampoco lo ha hecho. El objetivo del colectivo transexual es que las futuras normas no se inspiren en la vasca y la navarra, que regulan sobre todo la atención sanitaria, sino en la argentina, aprobada en 2012, que se convirtió en la primera del mundo en no tratar la transexualidad como una patología.

Síntomas claros de una enfermedad es también lo que, según las familias, buscan muchos psicólogos cuando se enfrentan por primera vez a un niño transexual. Los menores obligados a vivir socialmente en un género con el que no se identifican suelen mostrarse apocados, tristes, rebeldes. “Mi hija rechazaba el colegio, no avanzaba, salió del segundo año sin saber ni una letra”, cuenta M. Su niña fue a clase como un niño los dos primeros cursos de infantil y en el centro informaron a los padres de que tenía “retraso madurativo”. Este curso, el colegio dio el visto bueno para que acudiera como una alumna y su madre aún no se cree el cambio: “Está feliz, va por la letra s y lo primero que nos dice por la mañana es que nos quiere”.

DEIA: Lesbos, tan cerca pero tan lejos

Las mujeres lesbianas carecen de referentes políticos y sociales que hagan visible su opción sexual

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Dos jóvenes muestran su cariño.

Ha sido noticia, y esto ya es mucho decir, que un irundarra de 48 años haya sido el primer ertzaina en salir del armario. Casi al mismo tiempo nos enteramos del KO del púgil puertorriqueño, Orlando Cruz, en una pelea en Las Vegas con Ricky Martín como espectador de lujo. Sería poco más que un corto en cualquier periódico si no fuera porque el que cayó en lucha por el título de peso pluma no hubiera confesado abiertamente su homosexualidad, noticia mucho más impactante en un mundo de machos.

“Los hombres tienen en nuestra sociedad bastantes referentes gais. Ellos ya han salido del ámbito de lo privado a lo público: hay homosexuales reconocidos en la judicatura como Grande Marlaska; en política como Iñaki Oyarzabal y muchos otros en todos los partidos políticos; en la cultura, Boris Izaguirre, Jesús Vázquez…, en la Administracion, el Ararteko. ¿Pero por qué son siempre sólo los hombres los que hablan con normalidad de su condición sexual? La figura del gay se ha normalizado en la sociedad, mientras que las lesbianas siguen en el armario. Ellas tienen pocos referentes sociales que las visibilicen”, explica Inmaculada Mujika, psicóloga y coordinadora de Aldarte, centro de atención a gais y lesbianas del País Vasco.

A pesar de que el mundo televisivo y cinematográfico ya ha normalizado la homosexualidad en hombres famosos, las mujeres lesbianas no han logrado tener la visibilidad de ellos, por lo que a las mujeres les cuesta más salir a la luz pública. A mediados del pasado mes de junio, la entonces primera ministra de Islandia, Johanna Sigurdardottir, viajó a Pekín, donde rubricó un acuerdo de libre comercio con China, con el que confiaba ayudar a la economía de su país tras el batacazo financiero de 2008.

Nada extraño hasta ahí. El problema para los responsables de protocolo en Pekín fue que la esposa de la señora Sigurdardottir formaba parte de los actos oficiales del viaje a China, un país en el que la homosexualidad sigue siendo tabú en la práctica, a pesar de que fuera despenalizada en 1997 y dejase de ser considerada una enfermedad mental en 2001.

“Actualmente, esta situación es impensable en Euskadi y en el Estado español. Es inimaginable que una mujer que llegara a ser alcaldesa de Bilbao o presidenta de una comunidad autónoma admitiera su condición de lesbiana y hablara en público con normalidad de su sexualidad”, añade la coordinadora de Aldarte.

Pocas referencias

A excepción de algunos rostros conocidos como la periodista y escritora Sandra Barneda, copresentadora del programa La Noria o la protagonista del film La piel que habito de Almodovar, la actriz Elena Anaya -que a pesar de no esconderse no ha confirmado públicamente su homosexualidad-, son muy pocas las mujeres famosas en el Estado que se hallan en la lista de “Gais influyentes”.

“Los homosexuales son unos privilegiados en un mundo patriarcal. Es cierto que cuando van dos mujeres de la mano pegan menos el cante que cuando lo hacen dos varones, porque la manifestación amorosa entre ellos no cuela como en ellas”, añade Tere Maldonado, de la Asociación FeministAlde. “Pero lo cierto, -añade Maldonado-, es que en esta sociedad los hombres tienen más poder y esto motiva una mayor aceptación cuando reafirman y reivindican su sexualidad. Hay muchas mujeres que salen a la luz, pero en el ámbito de lo privado, no de lo público”.

En Estados Unidos, el número de mujeres lesbianas aumenta, pero hay muchas aún que prefieren esconderlo o simplemente callarlo. “Recuerdo el caso de la tenista francesa de aspecto andrógino Amelie Mauresmo, que decidió no ocultar su lesbianismo. Al cabo de un mes dijo públicamente que se había arrepentido. Los ataques que recibió por parte de las jugadoras del circuito femenino fueron tremendos. La atacaban diciendo que no sabían si jugaban con una mujer o un hombre”, recuerda la coordinadora del centro Aldarte.

“salir de las cloacas” Desde la Asociación FeministAlde consideran que sería una buena noticia que mujeres lesbianas en puestos relevantes -que las hay en todos los ámbitos de la sociedad vasca y española- imitaran a sus colegas americanas. “Haría bastante bien a muchas mujeres que estos personajes públicos femeninos salieran del armario. Las animaría a que dieran un paso al frente, porque normalizaría mucho la situación del lesbianismo”, argumenta Maldonado.

En el País Vasco, tres de cada cuatro lesbianas creen que es importante que su entorno sepa su condición sexual, según un informe elaborado por Aldarte. Pero confesar que se sienten atraídas por sus iguales continúa siendo una decisión difícil o muy difícil para más de la mitad de las encuestadas. Las más jóvenes son las que suelen reclamar la importancia de manifestarlo y también, curiosamente, explica Mujika, son las mujeres residentes en municipios de menos de 5.000 habitantes las que encuentran más fácil verbalizarlo, lo que viene a desmentir el supuesto tradicional sobre la complejidad de vivir como gay o lesbiana en el ámbito rural.

“Nos encontramos en clara desventaja frente a los varones gais, hoy prácticamente representados en todas las áreas profesionales. Por ejemplo, en televisión o radios no hay programa que se precie que no tenga un gay presente”, añade con ironía. Aunque se han producido importantes avances en el aspecto legal, desde Aldarte reconocen también problemas. Así, un 49% de las mujeres denuncia haber sufrido agresiones físicas, sobre todo, en la calle. Para Ana Pérez, miembro del movimiento de Mujeres de Bizkaia, en muchos ambientes los varones gais tienen un “plus de modernidad; pero a las mujeres lesbianas se las continúa ridiculizando”, dice esta mujer vinculada al mundo educativo.

Miedo a las represalias

Al igual que el resto de las personas consultadas por DEIA, Ana Pérez considera que en Euskadi/Estado es como si no hubiera mujeres lesbianas. “Muchas mujeres que han alcanzado puestos de responsabilidad en la política, en la empresa, en la judicatura tienen miedo a manifestar su lesbianismo; miedo a represalias. Después de lo que les ha costado alcanzar puestos de responsabilidad dominados por hombres, no quieren ser objeto de discriminación ni que se las desprecie por su orientación sexual. Menos aún tras lo mucho que les ha costado romper el techo de cristal. A mí también me daría miedo, tal y como está estructurada la sociedad patriarcal, porque el lesbianismo no está aceptado socialmente y por ese se reprime”, añade.

“Por otro lado -continúa explicando- cuando dos chicos van de la mano enseguida se piensa que son homosexuales, pero si son dos chicas se piensa que son primas. La misma sociedad las tapa”, sentencia. La falta de referentes públicos es un handicap para que se vayan normalizando las relaciones entre las propias mujeres. “En las series televisivas los gais suelen aparecer en ambientes económicos elevados y sí es cierto que tienen un plus de modernidad. Sin embargo, las lesbianas no resultan atractivas para las series de los medios de comunicación. Cuando aparecen en alguna de ellas, salvo la actriz Ellen DeGeneres, es para ridiculizarlas. Los estereotipos sobre las mujeres lesbianas siguen presentes: son como hombres con bigote, feas, que se acuestan con mujeres porque no lo han podido hacer con varones. Es triste, pero estos comentarios están a la orden del día”, remacha Ana Pérez.

MEDICUS MUNDI organiza Segundos Encuentros Internacionales acerca de “Impactos de los fundamentalismos políticos, económicos, religiosos y culturales en los derechos sexuales y reproductivos”, en Donostia, los días 28 y 29 de novienbre 2013

TRIPTICO ENCUENTROS_Página_2 TRIPTICO ENCUENTROS_Página_1

Breve explicación sobre el nuevo código penal

1. Que un antidisturbios te pegue una paliza de muerte no es delito. 

Que alguien lo grabe y lo difunda sí que lo es. 

2. Que un banco te desahucie no es delito. 

Ocupar una sucursal bancaria para protestar por haberte desahuciado: Hasta seis meses de prisión.

3. Cargarse la sanidad y la educación públicas no es delito. 

Interrumpir el transporte público: Hasta dos años de prisión.

4. Que la policía abuse de su autoridad y emplee la violencia no es delito. 

Resistirse a la autoridad: Hasta cuatro años de prisión.

5. Que los políticos agredan con sus reformas a millones de personas no es delito. 

Que una persona agreda a un político: Hasta seis años de prisión.

6. Incumplir el programa electoral, hacer lo contrario y mentir no es delito. 

Convocar manifestaciones para protestar por ello: Hasta un año de prisión.

EL PAIS: Los gais rusos se defienden de la intolerancia

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Una pareja de activistas de los derechos de los gays se besa mientras es detenida en San Petersburgo. / REUTERS (ALEXANDER DEMIANCHUK)

“Hemos pasado de la ofensiva a la defensiva”. La rusa Yelena Kostiuchenko, de 26 años, reportera del periódico Nóvaya Gazeta, resume así el ánimo de la minoría de la que forma parte (lesbianas, gais, bisexuales y transexuales rusos o LGBT). Kostiuchenko es lesbiana y salió del armario en 2011, cuando, en una declaración en Internet, proclamó su cariño hacia Annia Annenkova, su pareja, una analista de gas y petróleo, con la que, si pudiera, se casaría y pediría un préstamo-hipoteca para comprar un piso.

“Somos dos tías mayores de edad (…), ciudadanas de la Federación Rusa, que trabajan bien y mucho, que pagan impuestos, que no cometen infracciones legales y que se quieren. Deseamos registrar nuestra relación. Deseamos que el Estado nos reconozca como parientes (…) como esposas con todas las consecuencias (…), quiero que mi mujer se sienta defendida en los litigios de propiedad que puedan comenzar tras mi muerte, que pueda negarse a testimoniar en mi contra ante el juez… Tendremos hijos… de antemano los amamos y los esperamos y queremos que en los certificados de nacimiento de nuestros hijos estemos inscritas las dos…”, decía Kostiuchenko.

El matrimonio gay encabezaba la lista de prioridades de la periodista en 2011. Ahora, más de dos años después, lo más relevante para ella es evitar nuevas leyes que se sumen a las dos promulgadas este año. Una de ellas prohíbe hacer propaganda a los menores de edad de las “relaciones no tradicionales” (eufemismo para relaciones homosexuales) y la otra, la adopción de niños rusos por gais extranjeros.

Alekséi Zhuravlev (diputado del partido gubernamental Rusia Unida) retiró la semana pasada del Parlamento la ley que había presentado el 5 de septiembre para que “la orientación sexual no tradicional” de un progenitor o de ambos pudiera ser motivo para privarlos de sus derechos de padres y de la custodia de sus hijos. El texto para modificar el Código de Familia ruso llevaba al ámbito privado la tesis central de la legislación ya aprobada, a saber que la homosexualidad no es una opción equiparable a las orientaciones “tradicionales”. Según el diputado Zhuravlev, la información sobre las relaciones “no tradicionales” es “muy peligrosa para la psicología aún no fortalecida del niño y puede alterar en el futuro su autoidentificación sexual”.

La población rusa con una “orientación no tradicional” oscila entre el 5% y el 7% (algo más en las grandes urbes), y por lo menos un tercio de la misma tiene niños, explicaba Zhuravlev en la presentación del proyecto de ley ahora retirado. Un cálculo conservador con esos datos (por ejemplo un 6% de gais entre los 142 millones de ciudadanos rusos) supone la existencia de 8,5 millones con una “orientación no tradicional” y, de ellos, más de dos millones y medio con hijos.

La retirada del proyecto de ley, oficialmente para ser “elaborado”, podría indicar que las autoridades no desean tensar más las relaciones con los sectores liberales del país y con los representantes de la Unión Europea que en diversas ocasiones han planteado oficialmente a sus interlocutores el tema de los derechos de gais y lesbianas en Rusia.

Sin embargo, la comunidad gay prefiere no bajar la guardia y cree estar ante “una tregua” para distender la atmósfera ante los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi, que se celebran en febrero. Kostiuchenko dice estar preparando un informe sobre los diputados de la Duma Estatal (cámara baja del Parlamento) que son gais y amenaza con lanzar a la web datos sobre “los políticos que no se atreven a salir del armario”. También quiere organizar un gay parade durante los Juegos en Sochi. La reportera es pesimista sobre la evolución del sistema político “que ha situado la comunidad gay en la lista de los enemigos internos, junto con los inmigrantes y los defensores de derechos humanos”. “Hay que conservar las libertades que nos quedan, como educar a nuestros hijos, porque la libertad de expresión ya la perdimos”, dice.

En la sociedad rusa las actitudes negativas hacia los gais se han intensificado, según el centro sociológico Levada. En un sondeo en abril, un 35% de los interpelados consideraba la homosexualidad como una enfermedad o el resultado de un trauma psíquico y un 43%, la veían como un síntoma de depravación o malas costumbres, mientras el 12% opinaban que se trata de una orientación como otras. La gran mayoría (73%) querían que el Estado atajara las manifestaciones públicas de homosexualidad.

En San Petersburgo, la “ventana a Europa” de Rusia, la legislación local antigay (iniciativa del diputado Vitali Milónov) gravita sobre el ambiente. “Proyectos culturales interesantes no se realizan porque sus promotores temen que surjan problemas con las autoridades, y, en cambio, personajes mediocres usan el escándalo para obtener publicidad barata”, señalan medios culturales peterburgueses, que constatan “la disminución de los vínculos de nuestra ciudad con los centros occidentales”. En privado, funcionarios rusos confiesan a sus interlocutores europeos su incomprensión por el peso que ha adquirido la situación de los gais en la relación de Moscú con Occidente. “Se exige a Rusia más de lo que puede asimilar un país dominado por el conservadurismo”, señalan.

El diputado y jefe de la comisión legislativa del Parlamento de San Petersburgo, Vitali Milónov, impulsó la ley local contra la propaganda de la homosexualidad entre menores, precedente para la legislación aprobada a escala estatal. Este político de Rusia Unida, el partido gubernamental, asegura que “rezaría e intentaría corregir el vicio”, si un hijo suyo le dijera que tiene una “orientación sexual no tradicional”.

El nivel de tolerancia varía en una misma ciudad y en la geografía del Estado. El 12 de octubre, en el Campo de Marte de San Petersburgo, en un espacio habilitado a modo de speaker’s corner de Hyde Park, cosacos, hinchas futbolísticos y nacionalistas arremetieron contra un grupo de gais que organizaban una salida del armario. Pero, pese a rechazos como este, en las dos grandes ciudades de Rusia los gais pueden hacer su propia vida, a diferencia de las zonas de tradiciones patriarcales como el norte del Cáucaso, donde muchos gais o lesbianas ocultan su identidad sexual o huyen de familias, que pueden obligarles a casarse, imponerles una “violación correctiva” e incluso amenazarlos de muerte, según Tatiana Vinnichenko, una profesora en la Universidad de Arjangelsk, una ciudad de 350.000 habitantes. Vinnichenko es activista de la LGTB, la mayor organización de defensa de los derechos de los gais en Rusia, con central en San Petersburgo y ramas en 18 de las 83 provincias del Estado. “El año pasado teníamos muchas consultas sobre cómo formar una familia o cómo hacer una inseminación artificial, ahora nos preguntan sobre la emigración”, dice Vinnichenko, según la cual en emigrar piensa “uno de cada tres activistas de nuestra organización local, de 120 personas”. “Para lograr un clima de mayor tolerancia, haría falta una mayor información, pero como la información es equiparada a propaganda, estamos en un círculo vicioso”, explica.

“Las minorías sexuales son sólo uno de los grupos afectados por el problema de la tolerancia en Rusia”, afirma Vladímir Pribylovski, especialista en el estudio de grupos racistas, xenófobos y nacionalistas. “Quienes se dedicaban antes a pegar y perseguir a los emigrantes, se dedican ahora a perseguir a los gais, ya que estos están más indefensos”, opina el experto.

En la vida cotidiana los gais pueden encontrar respeto y comprensión. Mijaíl Tumásov, un traductor de 38 años procedente de Samara, vive con Denis, de 26, desde hace ocho años y está agradecido a su madre, que “jamás ha preguntado” sobre su sexualidad y que acepta que ambos duerman juntos en la misma cama. Kostiuchenko no cree que Rusia sea especialmente homófoba, a pesar de los golpes que ha recibido cuando participa en piquetes. “La gente siente curiosidad y cuando les cuento que vivo con una chica, pero que la ley nos prohíbe casarnos, se interesa sobre cómo cocinamos y cómo hacemos el amor…”, dice. En su opinión, una “salida masiva del armario” ayudaría a los homosexuales. Dos periodistas televisivos se han “destapado”. Anton Krasovski, en enero de 2012, y Oleg Dusáev, de 33 años, el pasado agosto. “Soy un cristiano creyente y estoy convencido de que Dios me ha creado y me quiere tal como soy”, dijo este periodista del prestigioso canal estatal Kultura.

EL PAIS: La inesperada lucha judicial de una pareja gay para casarse en Francia

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El francés Dominique, de frente, y su novio marroquí Mohamed, de espaldas.

¿Se casarán Dominique, de 56 años, y Mohamed, de 22? Dominique es francés y Mohamed marroquí y ambos residentes en Francia cuya Asamblea Nacional (Parlamento) votó en abril el matrimonio gay. Aun así no es seguro que puedan contraer matrimonio. La nacionalidad de Mohamed lo dificulta y podría hasta impedirlo. Francia y Marruecos siguen paso a paso el folletín judicial de esta pareja.

Los novios tenían previsto contraer matrimonio el 14 de septiembre en el ayuntamiento de Jacob-Bellecombette, un pueblo de la región montañosa de Saboya. Dos días antes la fiscalía de Chambéry, la ciudad más cercana, se lo prohibió. Argumentó que “los convenios internacionales priman sobre el código civil y la ley [del matrimonio gay]”. Así lo estipula el artículo 55 de la Constitución francesa, recalcó.

El convenio civil al que alude es el que suscribió París con Rabat en 1981 que ya veda el matrimonio de marroquíes con personas del mismo sexo aunque residan en Francia. París tiene firmados acuerdos similares con otros diez países (Argelia, Túnez, Camboya, Polonia, Eslovenia, Kosovo, Montenegro, Serbia etcétera) y se sabe de al menos un camboyano al que el ayuntamiento le denegó el matrimonio con un francés.

La ministra de Justicia, Christiane Taubira, quiso dejar claro que pese a la nueva ley los convenios bilaterales seguían vigentes. El Gobierno francés no tenía intención de renegociarlos para adaptarlos a los nuevos tiempos. A finales de mayo envió una circular recordando a los fiscales la validez de esos textos. Las asociaciones de defensa de los gay como SOS Homofobia lamentaron la distribución de una circular “discriminatoria”.

Dominique y Mohamed no se dieron por vencidos. Recurrieron el veto del ministerio público a su unión y, el 11 de octubre, un tribunal de Chambéry les dio la razón. La ley sobre el matrimonio gay, explican los jueces, ha “modificado implícitamente” las relaciones jurídicas internacionales de Francia. Queda así justificado “desprenderse del artículo 5 del convenio franco-marroquí” que veta el matrimonio homosexual.

“Se trata de una decisión histórica que creará jurisprudencia y pondrá de verdad el matrimonio al alcance de todos los homosexuales”, se alegró Didier Besson, el abogado de la pareja gay ante las cámaras de la televisión. Su regocijo fue de corta duración. La fiscalía anunció el pasado martes que recurría el fallo del tribunal. Al enterarse de la noticia el letrado reaccionó afirmando que sus clientes padecen “una persecución judicial”.

Los convenios que Francia ratificó con algunas de sus antiguas colonias, como Marruecos, Túnez y Argelia, también prohíben el matrimonio de un musulmán con un no musulmán, pero, sin embargo, este artículo no se aplica.

Algo parecido es “inimaginable” en España, asegura Iván Jiménez-Aybar, profesor derecho de la Universidad Autónoma de Barcelona. “Tanto el artículo 14 de la Constitución –que rechaza la discriminación por razón de nacimiento o religión- como el Convenio europeo de derechos humanos, ratificado por España, lo impiden”, añade. “Otras cosa es que tal matrimonio no sería reconocido por Marruecos”.

EL PAIS: La “cláusula de conciencia” no vale para negarse a celebrar bodas gays en Francia

El Constitucional advierte a los ediles de que están obligados por ley a oficiar estos enlaces

Los alcaldes franceses y sus adjuntos no podrán acogerse a una “cláusula de conciencia” para negarse a celebrar matrimonios entre personas del mismo sexo. Así lo decidió este viernes el Consejo Constitucional, al que había recurrido un colectivo de alcaldes contrarios a la ley aprobada la pasada primavera por el Gobierno del presidente François Hollande. Antes de que se aprobara la norma, el propio mandatario había evocado esta posibilidad, aunque luego dio marcha atrás. Los ediles contrarios a la legislación anuncian ahora que recurrirán al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. La decisión constitucional espera así también zanjar el agrio debate que dividió a Francia en los meses anteriores a la votación de la ley.

“El consejo ha considerado que respecto a las funciones de oficial de estado civil en la celebración del matrimonio, el legislador no ha atentado en contra de su libertad de conciencia”, declaró la mayor instancia jurídica francesa en su sentencia, en su respuesta a la petición formulada por siete alcaldes y respaldada por el Colectivo de Alcaldes por la Infancia, que asegura contar con el apoyo de 20.000 ediles. Los denominados sabios del Constitucional concluyen que el “legislador ha querido garantizar la aplicación de la ley para sus agentes y asegurar así el buen funcionamiento y la neutralidad del servicio público del estado civil”.

“Es una decisión mala, no me parece sano respecto a la democracia”, reaccionó Michel Villedey, alcalde independiente de la pequeña localidad de Thorigney d’Anjou, en el oeste de Francia, y uno de los siete ediles que lideró la iniciativa ante el Constitucional. “Yo ya he dicho que no aplicaré la ley y pido que se respete mi libertad de conciencia, es lo mínimo”, añade. “No estoy aquí para acatar órdenes y no tengo miedo a las sanciones previstas. No tengo ganas de vivir en Moscú en la época soviética. De hecho, ahora en Moscú hay más libertad que pronto en Francia…”, concluyó.

“El Constitucional da a entender que los alcaldes deben hacer lo que se les dicta sin pensar en lo que hacen, y creemos que eso es una falta de consideración respecto a los alcaldes”, indicó por su parte Franck Meyer, edil centrista (UDI) de la ciudad Normanda de Sotteville-sous le Val y portavoz del Colectivo de los Alcaldes por la Infancia. “Cuando la gente vota por nosotros, lo hace porque nos considera capaces de administrar un Ayuntamiento, y también nos vota por nuestras opiniones”, recordó. “Creo que el Constitucional se toma un poco demasiado a la ligera el papel que desempeñamos”.

Desde que se aprobó la ley la pasada primera, después de meses de crispación y de movilizaciones en contra y a favor, casi 600 parejas formadas por personas del mismo sexo han podido oficializar su relación con un matrimonio civil. En la gran mayoría de los casos lo han hecho con total normalidad. Sin embargo, ante la sonada negativa de algunos ediles a oficiar las ceremonias, el Ministerio del Interior emitió una directiva en la que insiste en la obligación de cumplir con la ley. Recuerda que negarse supone un “delito de discriminación” que se puede castigar con hasta cinco años de cárcel o 75.000 euros de multa.

Aunque la legislación prevé que un alcalde puede delegar la celebración de una boda en su adjunto y, en caso de que ambos estén ocupados, en un consejero municipal, la directiva del ministerio recuerda que dicha operación no puede motivarse por “la orientación sexual de los esposos”. Meyer calcula, sin embargo, que en Francia hay entre 2.000 y 2.500 Ayuntamientos (sobre algo más de 36.000) en los que tanto el alcalde como sus adjuntos desearían acogerse a su libertad de conciencia. Por ello su movimiento proponía que en dichos casos la gestión fuera delegada a un funcionario elegido por el delegado del Gobierno.

De cualquier forma, el colectivo asegura que no se da por vencido. Además de ante el Constitucional, ha recurrido ante el Consejo de Estado, y ahora prevé hacerlo ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, algo que podría hacerse en los próximos meses.

EL PAIS: Por cada persona diagnosticada de VIH se evitan tres nuevos afectados

Hacerse la prueba es el primer paso para recibir atención y frenar el virus

De los entre 130.000 y 150.000 personas con VIH que se calcula que viven en España, un tercio no lo sabe, según las estadísticas oficiales. Y eso es un problema con varias vertientes. Primero, para ellos mismos, que no acceden a un tratamiento que les permitirá, “sin casi efectos tóxicos”, llevar una vida normal, ha dicho esta mañana el director del Centro Sandoval de Madrid, Jorge del Romero. La segunda es que a ellos se atribuye el origen de aproximadamente el 50% de los nuevos infectados. Y es que se calcula que cada persona que sabe que tiene el VIH, bien sea porque empieza a ser más cuidadosa con sus relaciones o porque recibir tratamiento, deja de infectar a otras tres, dijo el director de la coordinadora estatal de VIH/Sida (Cesida), Antonio Poveda.

Las declaraciones se efectuaron durante la presentación de la campaña PrueVa se escribe con v de vida, que intenta animar a las personas que han mantenido alguna conducta de riesgo a hacerse la prueba. Y, sobre todo, a dos grupos, jóvenes y hombres que tienen sexo con hombres, ya que son los más afectados. Los datos del Plan Nacional sobre Sida indican que la mayoría de los 4.000 diagnosticados al año tiene menos de 35 años, y que también aproximadamente la mitad atribuye su infección a relaciones entre hombres (aunque Del Romero cree que podrían ser más, ya que puede haber pacientes a los que les avergüence admitir que ha tenido prácticas homosexuales).

Este asunto de la vergüenza o el miedo a la discriminación fue destacado por la presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (Felgtb), Boti García Rodrigo, como uno de los motivos por los que las personas son reacias a hacerse la prueba. “Hay que quererse y aprender a cuidarse, y a los gais, lesbianas, transexuales y bisexuales no se nos enseña”, añadió.

Ese no es el único obstáculo. Los inmigrantes se encuentran con otro desde el año pasado, destacaron Del Romero y Poveda. El decreto que deja a los que están en situación irregular sin tarjeta les hace “muy difícil, si no imposible” acceder al tratamiento, dijo el médico. “El acceso a la prueba lo tienen en centros como Sandoval, donde no se piden papeles, o en las ONG que hacen la prueba rápida, pero eso es solo el primer paso”.

Otro, más general, es la falta de ayudas estatales. El presupuesto del Plan Nacional del Sida (que ha desaparecido) pasó entre 2011 y 2012 de 14,8 millones a 3,5 millones, y, dentro de eso, las ayudas a ONG de 4,8 millones a un millón, destacó Poveda. Ello no solo ha hecho que cierren servicios, sino que dificulta la prevención. “Es miopía”, dijo Poveda, ya que si no se hacen pruebas, luego habrá que gastar mucho más en tratamientos.

Los anuncios de la campaña, que fueron presentados por el cineasta Santiago Zannou tienen dos versiones, una para el público general y otra para los hombres que tienen sexo con hombres, en los que la principal vedad es que a estos se les recomienda hacerse la prueba una vez al año (salvo que se sea un monje, matizó Del Romero). El director de cine, premio Goya por El truco del manco, destacó que todavía en la gente joven hay miedo.

Si entre los de menos edad y los gais hay más incidencia, la conjunción de ambos factores puede ser decisiva. Aunque Sandoval es un centro especial (gratuito, no exige papeles), pero es de los lugares de España que más pruebas del VIH hacen y suele detectar tendencias antes que el resto. En este sentido, un reciente informe destaca que de más de 500 hombres que habían tenido sexo con hombres menores de 21 años que acudieron entre 2007 y 2012, la tasa de pruebas positivas ha pasado del 1% al 10%.