La versión de los hechos cambia profundamente tras la investigación de Armin Fuhrer
Los noticieros radiofónicos habían emitido por la mañana una noticia que se esparció por los comercios y las tabernas berlinesas a lo largo del día. Un joven refugiado judío, según aquella información, había matado en París a un diplomático alemán, Ernst von Rath, miembro del partido nazi, en represalia por la deportación de su familia a Polonia.
Fue la chispa que prendió la mecha al antisemitismo alemán y esa misma noche arrancó un violento acoso orquestado por el régimen nazi y que impulsó a muchos alemanes a lanzarse a las calles incendiando sinagogas, destrozando comercios judíos, saqueando cementerio, hospitales, escuelas y hogares. Aquella noche, bautizada después como la ‘Noche de los cristales rotos’ y de la que se cumplen ahora 75 años, se saldó con un centenar de judíos muertos y más de 30.000 detenidos por el delito de “ser judíos”, pero sus consecuencias se extendieron mucho más allá en el tiempo.
El gobierno impuso una multa de mil millones de marcos a la comunidad judía de Alemania. Los judíos fueron obligados a limpiar y reparar los desperfectos y los pagos de las aseguradoras fueron confiscados. Y fue solo el principio. Sólo 7 años después, seis millones de judíos habían perecido bajo una persecución monstruosa y como fruto de un proceso de eliminación sistemático que comenzó un 9 de noviembre, la noche en que los alemanes se entregaron obscenamente a una espiral de destrucción de la que todavía siguen arrepintiéndose.
Pero la versión de los hechos que conocíamos hasta ahora sufre una significativa modificación a raíz del descubrimiento que, después de años de investigación, ha hecho ahora el historiador y periodista Armin Fuhrer . Con motivo del 75 aniversario de la Kristallnacht publica un libro cuya tesis central consiste en que la vida del diplomático Ernst von Rath pudo ser salvada en París y que fue el mismo Hitler el que propició su muerte y se hizo con la excusa que necesitaba para soliviantar a las masas contra los judíos.
“Está probado con testimonios tomados pocas horas después que Herschel Grynszspan, que tenía 17 años, entró el 9 de noviembre de 1938 en la embajada alemana en París y pidió hablar con un funcionario y que durante ese encuentro Rath recibió cinco disparos”, confirma Fuhrer. “Pero hay varios documentos que prueban que el estado del diplomático mejoró durante las primeras horas tras el atentado”, justifica. El giro en los acontecimientos se produjo cuando Hitler, como gesto de apoyo, envió inmediatamente a su médico personal Karl Brandt para que se ocupase de sus cuidados. Las órdenes secretas que llevaba Brandt a París habrían sido, sin embargo, ocuparse de que Rath muriese como mártir y el hecho es que “solo cuando él se hizo cargo del paciente la situación empezó a agravarse a pasos acelerados hasta que se produjo su muerte”, añade Fuhrer, “por lo que todo apunta a que dejó morir o empujó a la muerte a Rath por órdenes superiores”.
Entre los documentos de los que habla Fuhrer hay dos telegramas del ministro de Exteriores de Hitler, Joachim von Ribbentropp. El primero, que no llegó a enviarse, estaba dirigido al propio diplomático y en él lamentaba el atentado, le deseaba pronta recuperación y expresaba su alegría de que las heridas no fueran graves. El segundo de los telegramas, dirigido y enviado a los padres del diplomático, tenía otro tono y hablaba de la necesidad de tener entereza ante la tragedia. “Entre los dos telegramas pasaron unas horas cruciales en las que la noticia del atentado había llegado a Alemania y estaba empezando a calentar los ánimos. Posiblemente la reacción no hubiera sido la misma de haber resultado Rath solamente herido, y su muerte proporcionaba el elemento que faltaba para desencadenar la persecución masiva a los judíos”.
“A lo largo de 1938, dentro del partido nazi había malestar puesto que muchos consideraban que la política contra los judíos no era lo suficientemente drástica“, recuerda Fuhrer. “El atentado proporcionó una oportunidad para invocar un mártir e impulsar un pogramo contra los judíos, escenificado como si fuera una reacción popular espontánea”.
Herschel Grynszpan, mientras tanto, fue detenido por la policía francesa, tras la ocupación de Francia por parte de los nazis, fue entregado a Alemania donde estuvo primero preso en la cárcel berlinesa de Moabit, luego en el campo de concentración de Sachsenhausen, y posteriormente su pista se pierde.
“En Sachsenhausen tuvo un tratamiento privilegiado y eso no se debió, como se creyó durante algún tiempo, a que hubiera sido un agente de los nazis sino el plan de Goebbels y Hitler para que fuera sometido a juicio después de la guerra, en un proceso mediático espectacular que justificase las acciones contra los judíos“, dice el historiador. Ese proceso, que comenzó a planificarse paralelamente a la conferencia de Wansee y la “solución final” para los judíos, nunca llegó a celebrarse “porque Grynszpan, en uno de los últimos interrogatorios a los que fue sometido, aseguró que el atentando no había tenido motivos políticos sino sentimentales y que él había tenido una relación homosexual con Ernst von Rath”, explica Fuhrer.
Esta versión nunca llegó a ser conocida por el pueblo alemán, y la Noche de los Cristales Rotos detonó el mayor crimen de la historia de Alemania. La mañana siguiente, intuyendo lo que estaba a punto de ocurrir, todos los judíos que podían permitírselo buscaron la forma de emigrar. El resto hizo cola desesperadamente ante embajadas extranjeras en busca de un asilo que en la mayoría de los casos no les fue concedido.