‘Sexoterapia’ para la discapacidad
- ‘Marc Xander’ mantiene relaciones por dinero con hombres y mujeres discapacitados
- Proliferan las asociaciones en defensa de esta terapia sexual
Jordi se acostó por primera vez con una chica en silla de ruedas cuando estaba haciendo el último curso de Ciencias Sociales en Barcelona. Necesitaba dinero para pagarse la universidad y recurrió al sexo de pago para ello. Unos amigos le presentaron a una mujer minusválida que buscaba a alguien que le estimulara sexualmente y jugase con su cuerpo.
¿Por qué con una discapacitada? “Estas personas no pueden acceder a una vida sexual satisfactoria y necesitan de este tipo de servicios”, dice Jordi, aunque prefiere que le llamemos Marc Xander. Este es su alias laboral, el personaje que crea cada vez que le suena el teléfono reclamando su cuerpo. Tiene 33 años, mide 1,77, es moreno de ojos marrones y afirma ser asistente sexual desde hace cuatro años. Su voz calmada y tenue le gusta mucho a David, uno de sus clientes invidentes, que paga a Marc 300 euros por una hora de servicio en la que dice que el sexo es lo menos importante. “Me hace sentir deseado y eso me da seguridad y confianza“, comenta David.
Porque el trabajo del asistente es en ocasiones muy terapéutico. “Estas personas tienen una hipersensibilidad increíble. Me piden caricias, masajes, que les duche y haga cosquillas. Necesitan este cariño carnal y yo me siento bien con ellos”, explica Marc. Sus clientes son hombres y mujeres con algún tipo de minusvalía y reconoce que para trabajar con estas personas es fundamental una buena preparación previa. “Antes de quedar con ellos tengo que saber qué tipo de disfuncionalidad tienen y en qué les puedo ayudar. Algunos no quieren sexo, sólo necesitan sentir el cuerpo de otra persona apretando el suyo y que demos forma a sus deseos más íntimos”.
Marc suele tener clientes fijos como un chico sordomudo, otro en silla de ruedas y una mujer ciega. “Me gusta quedar con ellos en los hoteles, pero muchos no disponen de instalaciones adecuadas para minusválidos y entonces voy directamente a sus domicilios”, cuenta. Contactan con él a través de su página web o de alguna asociación, con las que está al pie del cañón levantando la voz por la dignidad y la regularización de este tipo de trabajo sexual.
Porque en España cada vez hay más personas que luchan por los derechos sexuales de las personas discapacitadas. El problema es encontrar un marco legal para ello. En Europa, países como Suiza, Alemania, Holanda o Bélgica consideran la asistencia sexual como un servicio del sistema sanitario. Pero sólo Suiza lo tiene regulado de forma oficial, incluso está subvencionado.
Ese es el objetivo de varias asociaciones que han puesto en marcha en Barcelona sus servicios para poner en contacto a las personas discapacitadas con los asistentes sexuales. Aunque Francesc Granja prefiere llamarles “acompañantes”. Francesc es el presidente de Tandem Team, una asociación que nació hace un año en la ciudad condal para hacer de puente en este encuentro íntimo.
“Empezamos un proyecto para ayudar a las personas con diversidad funcional y vimos que la parte que estaba más desatendida era la sexual. Entonces decidimos hacer entrevistas para ver qué tipo de público teníamos y al principio nos sorprendió que hubiera más personas que querían ofrecerse como acompañante de las que querían solicitar el servicio”, cuenta Francesc. Su asociación trabaja normalmente con 10 asistentes y ya han organizado 180 encuentros sexuales. “No es un trabajo sencillo. Es importante el tema de la higiene, que les vista y atienda a la perfección. Para nosotros eso es más fundamental que el sexo, por eso buscamos sobre todo a gente que venga del mundo de la enfermería o de la asistencia social”.
Cuando Sandra, asturiana de 38 años, era adolescente, estuvo de voluntaria en centros de atención a discapacitados psíquicos. Aunque dice que no lo hace por dinero, esta mujer lleva tres años teniendo varias citas al mes con dos chicos con Síndrome de Down y otro minusválido.
“Puedo decir que el 70% de las veces que quedo con ellos no tenemos ninguna relación sexual plena. Muchos solo quieren ver mi cuerpo desnudo y acariciarlo. Es cierto que me lucro con ello, yo no se lo pido, pero los chicos me dan siempre algo de dinero. Quiero que quede claro que lo hago por una motivación social aunque la gente no se lo crea”, afirma Sandra que insiste en que para hacer este trabajo se necesita una buena preparación.
Por ello, en Barcelona, la Asociación Sex Asistent organiza cursos de formación para asistentes sexuales. En 2012, el colectivo formado por terapeutas y psicólogos fueron los pioneros en España en hablar abiertamente de la necesidad de acceder a una sexualidad satisfactoria de personas con discapacidad. “Entendemos la asistencia sexual como un espacio de empoderamiento para estas personas que, encasilladas como asexuales, pertenecen a un colectivo que tiene los mismos derechos sexuales que cualquiera”, afirma Rafael Reoyo, coordinador de Sex Asistent en España.
El último curso que organizaron, para el que alquilaron un aula en Barcelona, duró ocho horas y acudieron 10 personas. “No solo viene gente que se quiere dedicar a la asistencia sexual. Hemos tenido a sexólogos y chicos que trabajan en centros para discapacitados que quieren conocer mejor este tema. Les hablamos de la ética profesional, de la importancia de entender la realidad humana de estas personas y conocer las diferentes diversidades funcionales que puedan tener”, cuenta Rafael. Su asociación cuenta con el apoyo de la mayoría de los colectivos de discapacitados, que representan a 3,8 millones de personas en España, un 58% mujeres.
Como Carmen, 43 años, que lleva cinco en una silla de ruedas a causa de la esclerosis múltiple que padece. Todas las semanas recibe en su casa de Girona a un asistente personal que le ayuda a comer, vestirse, ir al baño, pero… ¿qué pasa con el sexo?
“Yo no puedo ir a una discoteca y ligar con un chico. He estado seis años sin tener ninguna relación y me sentía muy deprimida”, comenta Carmen que añade que desde que se enteró de esta posibilidad le ha cambiado la vida. “Pago por acostarme con hombres. Sí, y no me avergüenza reconocerlo. Me hace disfrutar muchísimo, no solo en el sexo. También está la afectividad, los abrazos y los mimos. Me siento más positiva y completa. He descubierto sensaciones que pensé que en la vida podría tener”.