Sexo y series: la revolución sexual sí será televisada
La televisión se baja las bragas y, en su afán de transgredir, se ha dejado puestos los calcetines. La pantalla por fin refleja qué sucede al beso. La cámara renuncia a mirar hacia otro lado, a elevar el plano a esa elipsis de fuegos de artificio, y se coloca a la altura de la cama, del sofá e incluso del suelo, si la urgencia de los cuerpos lo demanda. Quién iba a decir, desde luego ningún etimologista, que elsexo tiene menos de sexy que de crudo, violento, ridículo, cómico y triste, y que la narración podía beneficiarse de una nueva estética que cambia hermosura por realismo. La mentira se desviste y, para alivio general, esta vez no suena Joe Cocker.
«Vivimos en un paradigma telerreal. Se ha roto el tabú del cuerpo: en Girls, enOrange is the New Black y en Masters of Sexaparece naturalizado», expone Jorge Carrión, autor del libro Teleshakespeare (Errata Naturae). «Hay una nueva relación con el sexo, pero la revolución no está en mostrar, que ya se hacía, sino en unareivindicación de la naturalidad. Es un fenómeno reciente. Las series están ayudando a entender al público su sexualidad a partir de las relaciones humanas», indica Raquel Crisóstomo, profesora de universidad y especialista en series.
«Se empieza a superar esa necesidad de preguntarse en las cadenas y productoras: ‘¿De quién nos vamos a enamorar?, ‘¿Con quién vamos a ejercer ese proceso de proyección?’. He trabajado en series en las que ese criterio se establecía», reconoce Iván Escobar, guionista y uno de los creadores de Vis a vis(2015) , ficción española sobre una cárcel de mujeres. «No resultamos confortables. Maca y Rizos, las protagonistas, son dos chicas guapas, pero en una de las primeras secuencias enseñamos un cacheo a mujeres con el culo en pompa. Es una secuencia sin grado sexual, de la rutina de la cárcel, muy incómoda y agresiva. También, nada más entrar Maca en prisión, se encuentra desnuda a Sole, una cubana de pechos enormes. Queríamos mostrar la realidad, la normalidad, no cuerpos modélicos», añade.
La voracidad bajo sábanas de Samantha (Kim Catrall), una de las protagonistas deSexo en Nueva York (1998), supone a día de hoy una ruptura relativa. Crisóstomo pone en duda la labor por la igualdad de una ficción considerada pionera en su día. «Sexo en Nueva York reivindicaba posiciones de feminismo mal entendido. Se suponía que trataba de la liberación femenina, de la ‘tercera mujer’ de la que habla [Gilles] Lipovetsky [sociólogo del posmodernismo], pero lo que movía a Carrie (Sarah Jessica Parker) era la búsqueda, casi la persecución, de la idea de príncipe azul. Y luego nos quejamos de Disney…».
La primera serie en que la pareja protagonista compartía cama fue The Adventures of Ozzie and Harriet, aunque los actores estaban en realidad casados. Por lo tanto, tal mérito habría que atribuirlo a Embrujada(1964). Billy Crystal encarnó en Soap (1977) a un personaje abiertamente homosexual. En los primeros 90, La ley de Los Ángeles sellaba el beso de dos mujeres; una década después, en 2001, Dawson crece haría lo propio con dos varones. Desde 1994,Friends venía bromeando sobre las relaciones íntimas, si bien en 1992 Seinfeld ya había centrado un capítulo al completo (The Contest) en la apuesta de los protagonistas para ver quién aguantaba más tiempo sin masturbarse («¿Todavía eres el maestro de tus dominios?», se preguntaban, sin pronunciar la palabra prohibida). Ellaine, la única mujer del grupo, tenía que aportar más al bote porque el resto de la pandilla entendía que su condición femenina le daba ventaja. Machista o no, la competición no la auparía, ni mucho menos, como ganadora.
Veinte años después, en el primer capítulo de Girls (2012), la escritora interpretada por la artífice de la serie, Lena Dunham, se sujeta los pies boca abajo en el sofá, con las nalgas al descubierto por petición de su novio. En los primeros bamboleos, Hannah pregunta si su oscilación es la adecuada, inicio de una conversación que amenaza con prolongarse durante el coito. «Su cuerpo no es perfecto y eso requiere valentía, pero me gustaría que sucediera lo mismo con el género masculino, con el que hay más reticencias para romper tabúes», recalca Cristóstomo. El erotismo deja paso a la verosimilitud. La realidad cobra fuerza en detrimento del amor, pero también de la pornografía, puesto que bastarían un par de clics para encontrarla en la misma o en otras pantallas. Hannah, la autora empeñada en erigirse como la voz de su generación, habla a veces más de la cuenta, pero desde luego dice mucho sobre la nueva televisión que representa.
Frank Underwood (Kevin Spacey), político capaz de mear, y esto es literal, sobre la tumba de su padre, no podía seguir un comportamiento sexual dentro de los cánones. House of Cards (2013) apenas aborda las relaciones íntimas, aunque cuando se lo propone también perturba. La serie, vale la pena recordarlo, pertenece a Netflix, una plataforma online que acerca producciones de autor a un público segmentado, un paso más allá en el camino emprendido por cadenas de pago como HBO, AMC y Showtime. A este último canal pertenece Masters of Sex(2013), serie que mejor resume esta nueva mirada a los órganos, corazón incluido.«Supone el protagonismo de una mirada científica, no erótica», subraya Carrión. Crisóstomo apunta: «De los dos papeles protagonistas, el de ella, Virginia Johnson (Lizzy Caplan), es mucho más poderoso y con más atributos».
«Puede ser causa de la intersección de los realities, del post porno y del soft porn», plantea Carrión sobre esta vaharada de realismo. «Cuando surgió Juego de Tronos (2011), no era apta para todos los públicos, pero en cinco temporadas se ha extendido y normalizado. El espectador no busca la cara bonita o el cuerpazo, pese a excepciones como True Blood (2008)», afirma Crisóstomo. «Hay tantos públicos posibles que ya no es necesario el protagonista blanco o blanca, joven, apuesto. La ficción se abre a otras razas y edades», cree Carrión.
«Si hacemos un repaso de las últimas secuencias de sexo que hemos visto en el cine, son tan parecidas que resultan aburridas. El otro día hablaba sobre la ausencia de sexo en Breaking Bad (2008), salvo algún beso y algún polvo. No ha sido tan exitosa por la tensión sexual, sino por ser puñeteramente inteligente. Antes nos encontrábamos con la necesidad de una tensión sexual ordinaria y que el personaje fuera un héroe. Ahora puede ser un antihéroe; lo único que no le permites es que sea aburrido», concluye Escobar. Efectivamente -y sin que sirva de coartada-, dejarse puestos los calcetines es propio de antihéroes.
La pantalla transparente
El arrojo de Queer as Folk (2000),, sobre un grupo de amigos homosexuales, y deThe L Word (2004), protagonizada por lesbianas, se evidencia en el legado televisivo de la siguiente década. Orange is the New Black gira en torno a una mujer bisexual, cuenta con la actriz transexual Laverne Cox y ha dado la bienvenida a la andrógina Ruby Rose. Sense 8 ha llegado con una transexual en la producción (Lana Wachowski) y otra en el reparto (Janie Clayton).Transparent narra cómo un padre de familia afronta la transexualidad en su senectud. Según la asociación GLAAD, de los 813 personajes fijos en el prime time estadounidense en 2014-15, 32 forman parte del colectivo LGBT. En la oferta de cable, la presencia LGBT se dobla: 64 .