Mirar en el corazón, no a los genitales
CON sus lazos, sus ganchos y sus vestiditos, Lucía es una niña muy querida en su pueblo natal, en Asteasu. A sus 4 años, le gustan los juguetes que socialmente están vistos como “más de niña” y todo lo que tenga que ver con las princesas. Eso sí, lo que no soporta es a los niños. “Dice que son muy burros”, apunta su madre, Abi Labaien, con una sonrisa. Lucía ahora ríe, satisfecha, cuando corretea por la calles del municipio guipuzcoano. Sin embargo, hace un año no todo era de color de rosas. “Siempre se levantaba ofuscada, llorando”, recuerda Abi. La razón: todo el mundo le decía que era un niño, no una niña.