¿I de invisible? No, de intersexual
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A pesar de que está bajo el paraguas del colectivo LGTBI, la intersexualidad es menos visible que el resto y sigue siendo objeto de desinformación
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“El secreto es habitual. Te dicen que es mejor que ni se lo cuentes a tu criatura ni a su entorno”, explica Laura Pérez, madre de un bebé intersexual
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Amnistía Internacional y la ONU se han opuesto a las cirugías que exceden los motivos médicos para hacer encajar a alguien que nace con genitales ambiguos en uno u otro género
Está bajo el paraguas del colectivo, pero sigue siendo la letra más olvidada de sus siglas. Ha sido la última en incorporarse a LGTBI, la forma de nombrar la diversidad sexual y de género más frecuente, sin embargo, a pesar de estar cada vez más presente en medios, discursos, conversaciones y pancartas, sigue siendo menos visible que el resto y la pregunta se ha convertido en habitual: “¿Qué significa la I?”.
La I de LGTBI hace referencia a las personas intersexuales, que según define la organización Human Rights Watch son aquellas que nacen con características sexuales que no encajan con las nociones binarias típicas de los cuerpos considerados masculinos o femeninos. “La intersexualidad se utiliza para definir a un amplio abanico de situaciones que a veces incluso no se perciben físicamente en el momento del nacimiento”, explica la jefa de pediatría del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, Beatriz García Cuartero.
La comunidad médica suele contabilizar más de 40 variaciones intersexuales que pueden mostrarse en los cromosomas, los genitales, las hormonas o en órganos sexuales secundarios. Así, entrarían casos como el de una persona con genitales considerados femeninos, pero que internamente posee testículos; un bebé que nace con el clítoris más grande de lo habitual o una persona que tiene células con cromosomas XX y otras con cromosomas XY, entre otros ejemplos.
“Hay muchos tipos, algunas incluso no son visibles, algo que provoca que haya personas que se mueran sin saber que son intersexuales y otras que lo descubran, por ejemplo, la primera vez que les hacen una ecografía o en la adolescencia con los cambios corporales”, explica Daniel J. García, jurista especializado en intersexualidad y autor del libro Sobre el derecho de los hermafroditas (ed. Melusina).
En la publicación, J. García analiza cómo el tratamiento de las personas intersexuales ha pasado del ámbito jurídico al médico al culminar con las investigaciones del psicólogo John Money, que inspiró en los años 70 los actuales protocolos por los que se rige el tratamiento de la intersexualidad. El investigador sentó las bases de las intervenciones quirúrgicas que suelen realizarse a bebés intersexuales con el objetivo de asignarlos a uno u otro género.
¿Qué suele ocurrir cuando nace un bebé intersexual?
La doctora García Cuartero explica que cuando nace un bebé con características intersexuales un equipo multidisciplinar de profesionales se encarga de “valorar la situación de cada paciente y la posible necesidad de cirugías. Estas se realizan en momentos diferentes dependiendo de las características” de cada persona. J. García considera estas operaciones en su mayoría “mutilaciones genitales” porque “la práctica médica hegemónica no lo ve como una muestra de la diversidad humana y propone cirugías invasivas e irreversibles para adecuar las características físicas”.
Así le ocurrió a Lucía Pérez (nombre ficticio) y su marido, cuando hace dos años y medio dio a luz a su bebé. La criatura nació con características intersexuales, lo que motivó que “al día siguiente los médicos vinieran a la habitación y nos dijeran que había que operarle porque había nacido con una fusión en los genitales”, explica. Sin embargo, “nos dieron poquísima información, solo que lo iban a hacer allí mismo”, prosigue Pérez, que prefiere no dar el nombre del hospital ni la ciudad en la que tuvo la experiencia.
“Cada vez que venían a la habitación nosotros nos negábamos porque no había razones médicas, la criatura estaba sana”, explica la mujer, que insiste en que en aquel momento no sabían lo que estaba ocurriendo. Siete días después fueron citados para realizar al bebé una analítica “que derivó en que el médico le cogió, le desnudó y le midió los genitales con una regla. Fue ahí cuando nos informaron de que tenía una malformación que se arreglaba con una operación normalizadora y que si le educábamos en ese sentido –hombre o mujer– eso es lo que sería”.
Al llegar a casa, Pérez y su marido comenzaron a buscar información en internet para descubrir que su bebé era intersexual. “Pasamos por un proceso en el que nos sentimos muy solos porque, aunque desde el principio rechazábamos la operación por un motivo que no es médico sino estético, piensas que solo te está pasando a ti”, dice Pérez. “La falta de información, el secreto y el silencio es habitual. Te dicen que es mejor que ni se lo cuentes a tu criatura ni a su entorno”, explica.
La oposición de organismos internacionales
En ocasiones existen razones relacionadas con la salud para intervenir a los bebés, e incluso hay situaciones que requerirán control médico en el futuro –el bebé de Laura y su marido le hacen una vez al año una ecografía de sus gónadas–. Pero hay otras denunciadas en las que son los estereotipos de género los que motivan las cirugías. Estas han sido objeto de denuncias por parte de la ONU, que las tacha de “innecesarias” en dos informes y asegura que pueden tener “consecuencias físicas o psíquicas” o provocar discriminación y estigma.
Por su parte, Amnistía Internacional presentó el pasado mes de mayo el informe En primer lugar, no perjudicar circunscrito a Dinamarca y Alemania en el que denuncia que los bebés intersexuales “corren peligro de ser sometidos a una serie de intervenciones médicas innecesarias, invasivas y traumatizantes”. Este tipo de operaciones, recoge la organización en su estudio, pueden tener “efectos potencialmente dañinos”, explica.
“Hay muchas personas que llegado un punto rechazan el sexo que les han construido o cuando se enteran piensan que les hubiera gustado ser consultadas”, apunta J. García, que apuesta por esperar y dejar que sea la propia persona intersexual la que decida en el futuro. El jurista cree que lo que hay detrás de la mayoría de intervenciones médicas es un sistema “que necesita constantemente definir a las personas en un binario” y si no lo hacen “son sometidas a violencia”.
Estas violencias, explica J. García, “proceden del mismo foco que las que sufren otras personas del colectivo LGTBI. Es decir, la idea de construir un modelo heterosexual binario y ser penalizado cuando no respondes a sus cánones afecta igual a una lesbiana que a un intersex”. Sin embargo, prosigue, “existe un debate dentro del colectivo intersexual sobre la pertinencia de estar o no en el LGTB porque en ocasiones se priorizan unas luchas sobre otras y a veces es meramente testimonial”.
La invisibilidad y el silencio, tanto dentro como fuera del colectivo LGTBI, es uno de los primeros estigmas con los que las personas intersexuales quieren romper. Para ello, analiza Pérez, “es necesario que los médicos, que son las cabezas de turco del sistema, y a los padres, que tienen que tomar una decisión difícil en un momento complicado, entiendan que existe la genitalidad diversa y la diferencia humana”.
Por su parte, J. García indice en que “es fundamental el desarrollo de una legislación que garantice la prohibición de este tipo de cirugías” cuando no atienden a razones de salud “tal y como hace Malta, Chile y la Comunidad de Madrid”, explica el experto, que denuncia que a pesar de que en la región española se han prohibido estas prácticas “existe opacidad y no sabemos qué está pasando”.