EL MUNDO: La protesta gay contra Anna Netrebko se cuela en la gran noche de la Met
CULTURA | Metropolitan Opera de Nueva York
Los escenógrafos empezaban a apagar las luces del teatro del Lincoln Center y la platea acababa de entonar las notas del himno nacional. Pero no fueron las notas de la obertura de ‘Eugene Onegin’ las que inauguraron la primera velada de la Metropolitan Opera sino los gritos de un puñado de activistas contra las leyes homófobas del Kremlin.
Una voz masculina inundó el silencio del teatro antes de las primeras notas de la obra. “¡Putin, abandona tu guerra contra los gays rusos!”, resonó sobre las cabezas de los espectadores de la platea, que intentaron acallar la rebelión y volvieron la vista hacia los palcos superiores, donde cuatro activistas fueron invitados a dejar sus asientos por los guardas de seguridad.
Antes de irse, los activistas se volvieron contra los dos protagonistas de la velada: “¡Valery Gergiev y Anna Netrebko! ¡Vuestro silencio está matando a los gays rusos!”. Unos lemas que apenas tuvieron eco entre los espectadores del teatro, donde casi nadie llevaba el lazo arcoíris que repartían a la entrada quienes protestaban contra la decisión de los responsables de la Met de no dedicar la velada a los derechos de los homosexuales rusos. Un grupo que daba vueltas delante del teatro coreando eslóganes y haciendo ondear una bandera arcoíris con el lema “apoyad a los gays rusos”.
Los activista llevaban rostros de Putin tachados y pancartas en las que acusaban a la diva Netrebko de “traicionar” a sus “fans gays”. “Yo soy consciente de que ella tiene que recaudar dinero para su arte y no la juzgo por ello. Pero sí la animo a encontrar el valor necesario para protestar contra la opresión que sufren los homosexuales”, decía a la entrada del teatro Sister Lotti Da, que lucía perilla, tatuajes en los hombros, una toca de monja y unas medias blancas.
Es imposible encontrar un evento social tan solemne como la velada que inaugura cada año la temporada de la Metropolitan Opera de Nueva York. La platea se llena de rostros conocidos, el programa se transmite en Times Square a través de una pantalla gigante y la orquesta interpreta el himno nacional antes de empezar.
Un contexto que ayuda a comprender el impacto de la protesta y merece detenerse en el perfil del hombre que la organizó: un compositor poco conocido que responde al nombre de Andrew Rudin y que lanzó hace unos días una petición para que los responsables de la compañía dedicaran su gala inaugural a la defensa de los derechos de los homosexuales.
El detonante de la iniciativa era la ley rusa que obliga a etiquetar como si fuera “sólo para adultos” cualquier artículo, libro o película que hiciera referencia a la homosexualidad. Una norma que se aprobó en junio bajo los auspicios de Vladimir Putin y que subraya la discriminación que sufren los gays y las lesbianas en ese país.
El asunto no habría atraído la atención de los melómanos neoyorquinos si no fuera porque la obra elegida este año para la velada inaugural era la ópera rusa ‘Eugene Onegin’ y porque sus dos grandes estrellas eran la soprano Anna Netrebko y el director Valery Gergiev: dos músicos a los que les une una buena relación con Putin y que respaldaron abiertamente su candidatura durante la última campaña presidencial.
Al promotor de la iniciativa contra Putin le parecía que la compañía lírica neoyorquina no debía dejar pasar la oportunidad para protestar contra el trato que reciben los homosexuales en el país eslavo. “Nuestro mejor teatro operístico abre su temporada con una de las mejores obras de un compositor ruso abiertamente homosexual y con artistas que apoyan al presidente ruso”, explicaba hace unos días Rudin a ELMUNDO.es desde su casa en Allentown (Nueva Jersey).
A Rudin le molestaba especialmente la presencia en el programa de Pyotr I. Tchaikovsky, que sufrió en vida la homofobia de la Rusia zarista y se vio obligado a vivir en secreto su homosexualidad. “Hoy su vida sería mucho peor que entonces”, decía recientemente el promotor de la petición recordando las imágenes de jóvenes gays apaleados por matones con el consentimiento del régimen de Moscú.
Rudin se crió en un pueblecito de Texas y durante años fue discriminado por su condición sexual. “Yo no supe que era homosexual hasta que no había cumplido los 20 años y me costó otros 20 darme cuenta de que el problema no lo tenía yo sino la sociedad”, decía recientemente a este diario. “Por eso me siento especialmente triste al saber que Gergiev y Netrebko interpretarán una obra de Tchaikovsky y no alzarán la voz por lo que ocurre en Rusia”.
El entorno del director ruso optó por no responder a la petición presentada por Rudin. Sí lo hizo Netrebko, que eludió en su perfil de Facebook cualquier crítica a Putin e intentó poner freno a las protestas unos días antes del estreno intentando explicar su ambigüedad: “Algunos dicen que tendría que decir más pero es lo máximo que puedo decir ahora. En mi próxima vida seré política y entonces hablamos”.
Es la tercera vez que los responsables de la Met se encomiendan a la magia de Netrebko durante su velada inaugural. En 2011 la eligieron para interpretar el papel de Ana Bolena y en 2012 para encarnar a la pizpireta Adina de ‘El elixir de amor’. Un detalle que hacía aún más difícil que la compañía accediera a la petición que planteaban los melómanos neoyorquinos. Hacerlo habría sido arriesgarse a perder el favor de la soprano que ha sido su estrella absoluta durante los últimos años y enfadar a uno de los directores de orquesta más influyentes de su generación.
Así cabe explicar la tibieza del director general de la Met, Peter Gelb, que expresaba en el programa su respeto por los gays y las lesbianas pero también su rechazo a la petición: “Estamos en contra de las violaciones de los derechos humanos que tienen lugar todos los días en muchos países del mundo. Pero la Met es una institución artística y no es el vehículo apropiado para emprener batallas nocturnas contra las injusticias en el mundo”.
Gelb recordó que en sus 129 años de historia la Met no había dedicado nunca una velada a una causa política “por muy justa que fuera” y dijo que tampoco esta vez tenía sentido hacer una excepción: “Si dedicáramos la velada de esta noche a las injusticias en Rusia, ¿cómo podríamos dejarlo ahí?”.