Cyborg, sacerdotisa, bruja y princesa: así es la nueva musa queer neoyorquina
Artículo publicado en Play Ground
La princesa ciberfetichista que está difuminando la frontera entre el arte, la poesía, la noche y la moda
La diferencia puede ser un principio de comunidad. La ‘inidentidad’, una forma fuerte de identidad.
La vida y la obra Juliana Huxtable parecen girar alrededor de esos ejes. Con su persona y con su actividad en el campo artístico, esta neoyorquina de adopción viene ensayando maneras de escapar de las ataduras de una sociedad masculinista y heteronormativa que casi siempre prefiere la simplicidad manejable del blanco y el negro al fulgor oscilante del color y sus infinitos matices.
Nacida con atributos intersexuales a principios de los 90 en una pequeña ciudad de Texas —un “pueblo del cinturón bíblico conservador”, en palabras de nuestra protagonista—, sus padres optaron por la cirugía reconstructiva para asignarle el género masculino. Durante su infancia y buena parte de su adolescencia, Juliana fue Julio Letton, pero aquel chico negro encajado en un entorno blanco siempre se sintió diferente al resto, como una construcción experimental levantada a base de desemejanzas demasiado marcadas.
Su forma de mirar el mundo no encajaba con lo que su sexo decía de ella. Su sensibilidad escapaba a los estereotipos del joven afroamericano instalados en la mente del ciudadano típico del sur norteamericano. En medio de aquellafricción constante, sólo quedaba una alternativa: la redefinición radical de uno mismo.
En aquellos años de incomodidad disfórica, Julio se evadía dibujando, creaba “imágenes de mujeres idealizadas, con mucha fantasía y mucho drama, como ángeles volando por el aire. Ahora me estoy convirtiendo en esas mujeres“, cuenta la artista en una reciente conversación con Vogue.
No es casual que Juliana hable en plural. Ella ve su arte en primera persona, en su trabajo usa su experiencia como punto de partida, y su experiencia es un relato de transformación y conformación de identidades que prefiere las posibilidades múltiples.
“Cuando alguien me pregunta sobre cómo me identifico, mi respuesta siempre es: cyborg, marica, sacerdotisa, bruja, princesa Nuwaubian“, confesaba Huxtable en una vieja entrevista.
Cuando Juliana nació intersexual en el seno de una familia de fuertes creencias cristianas, sus padres optaron por asignarle el género masculino
“Se me ha concedido la oportunidad de reimaginarme a mí misma, mi historia, mi lugar de origen, de múltiples maneras. Fue tras mi mudanza a Nueva York y mis primeras incursiones en la vida nocturna cuando descubrí ese potencial. Fue ahí donde conocí a Adam y Antonio y Christopher (Udemezue) y ellos se convirtieron en mi familia. Tenemos mitologías enteras para nuestros hábitos, nuestra forma de vestir y nuestro lenguaje. Todos tenemos un personaje, o varios, y las narrativas que desarrollamos se cruzan y fortalecen al otro”.
La capacidad de imaginar juega un papel fundamental en el mundo de Huxtable. Encontrar maneras de figurarse a uno mismo es una destreza básica cuando tu cuerpo y tu vida están transicionando hacia otros estados. Ahí están, como ejemplo de esa práctica de figuración creativa, sus recientes performances en torno a los deseos interraciales que se proyectan en forma de fantasía narrativa en la red, o esa serie de autorretratos bautizadaUniversal Crop Tops For All The Self Canonized Saints of Becoming en los queexplora la idea del avatar, y que han sido una de las sensaciones en la reciente Triennial del New Museum neoyorquino.
Juliana remezcla sus raíces con elementos propios de la fantasía ucrónica
Juliana ha colocado su propia transición en el centro de su experiencia artística, pero el camino hasta llegar ahí no ha sido sencillo. Cuando su pecho empezó a crecer de forma natural durante la pubertad, Huxtable llegó a considerar el someterse a cirugía reconstructiva a petición de su madre y uno de sus terapeutas. La transexualidad no era una opción viable para ella en aquel entonces.
“Tenía el cerebro totalmente lavado por toda esa mierda del Cinturón Bíblico”, cuenta en una vieja entrevista. “Pero internet se convirtió en una forma de soledad constructiva. Me dio una sensación de control y libertad que no tenía en mi día a día, porque estaba caminando en la vida y sintiéndome odiada, avergonzada, atrapada e impotente”.
“Mi transición ha sido una fuente constante de inspiración porque ha abierto mi potencial para la concepción personal de maneras que mucha gente sólo experimenta una sola vez durante la adolescencia”.
En ese proceso de auto-concepción, Juliana remezcla sus raíces con elementos propios de una fantasía ucrónica. Su nom de plume, otorgado por los miembros de su familia queer, hace referencia a esa doble dimensión .
“Mi imaginación siempre ha estado vinculada de una manera herida a las fantasías de la aristocracia negra americana; hablo de esa energía colectiva de la juventud negra posterior a la lucha por lo derechos civiles que ha sido agraciada con el sentimiento de tener derecho a ascender a la América de las clases media y alta. La familia Huxtable (la familia protagonista de La hora de Bill Cosby) representa un momento muy específico y muy poderoso en cuyo espíritu yo fui educada. A la vez, soy el producto de una realidad económica contemporánea y soy testigo de cómo las fundaciones financieras y aspiracionales de esas fantasías rápidamente se deterioran. Hay cierta osadía en reclamar ese nombre, y eso ha insuflado a mi trabajo y a mi propio yo un sentimiento de realeza”.
“Estoy interesada en la intersección entre la ciencia ficción y la teología”
En su obra, la fantasía aspiracional a la que alude la artista se proyecta hacia el futuro en, por ejemplo, las ideas del nuwaubianismo, un culto religioso inspirado en el Islam y en las mitologías del Antiguo Egipto que predica la superioridad de la raza negra y el origen extraterrestre de las diferentes razas humanas y las especies animales.
“En particular estoy interesada en la intersección entre la ciencia ficción y la teología“, explica. “Canonizarme como una deidad Nuwaubian en un futuro alternativo o en otro planeta donde el dimorfismo no existe: esas son las clases de ideas que se han convertido en la base de cómo visto, hablo, bailo, escribo y los personajes a los que han dado luz esas ideas se han convertido en una parte integral de mi identidad personal”.
Esa identidad es la que ha convertido a Huxtable, a sus 27 años, en uno de los personajes más visibles de la nueva escena queer neoyorquina. Sus labios pintados de azul se han convertido en símbolo de una modernidad mutante, polímata, fluida, que apuesta por un futuro más allá del género.
“Muchas de las cosas que me asustan como persona que está cambiando de género es verme privada de privilegios que la mayoría de la gente dan por hecho —deseabilidad, respetabilidad, empleabilidad, seguridad, etc—. Mi nombre es mi armadura y es mi voluntad para crearme a mí misma de acuerdo a la imagen en la que veo que encajo“.
Sus labios pintados de azul se han convertido en símbolo de modernidad mutante y fluida
Quien no encaja, siempre termina encajando entre los que no encuentran su sitio. Por eso, la historia de Huxtable no se entiende sin el grupo, sin la familia.
Buena parte de la inspiración y el trabajo artístico de Juliana se desarrolla en torno a la web, pero lejos de caer en ese culto ciberfetichista que lleva a la fragilización de las relaciones sociales, ella aboga por la conectividad más allá de la red.
Como principal fuera motriz del colectivo artístico House of LaDosha, Juliana está difuminando las fronteras entre la moda y el arte. En los últimos tiempos la hemos podido ver desfilando para DKNY, Eckhaus Latta y Chromat, o prestando su poesía ciberfuturista —la escritura es otro de sus talentos— a la bandas sonora de alguno de los desfiles-performance de Hood By Air.
Junto a su actividad como artista y musa de la moda amiga de lo fluido, Huxtable también se ha ganado una merecida fama como DJ y agitadora nocturna gracias a su club SHOCK VALUE, un espacio que la artista gusta de definir como un “proyecto de género en un contexto de vida nocturna”.
El trabajo de Huxtable es figurar futuros distintos en los que quepan todos
“Quería crear un espacio donde todas las ideas que tenía del mundo, y la comunidad de personas que las inspiran, pudieran reunirse. ¿Por qué hay tantos locales gay de hombres que son hostiles a las lesbianas? ¿Por qué hay tantas raves en Bushwick llenas de ‘bros’ que bailan con ritmos de vogue pero sólo hay tres reinas negras en el club? ¿Dónde esta la noche operada por mujeres, por personas cisgénero, por transexuales?“, cuenta Juliana aDazed.
Aceptación e inclusión. Ya sea a través de su práctica artística, sus poemas, sus incursiones en la moda o sus veladas de club, el trabajo de Huxtable esfigurar futuros distintos, en los que quepan todos. Futuros en los que el amor se derrama más allá del ‘egoísmo en pareja’ de las estructuras monógamas y en el que la creatividad es una vía para reinventarnos de forma constante.
“Deterioro, renacimiento: una re-aplicación de la obsolescencia del cuerpo que lo re-privilegia como plataforma superior para la mediación social“, escribe Andrew Durbin en relación a Juliana. “El deterioro da significado a las cosas: tu yo-en-la-vida-real que se vuelve obsoleto, no tu yo-online que se replica infinitamente. Si la condición del mundo es, efectivamente, Post-Internet, y si vamos a seguir creyendo en su potencial liberador, entonces es el momento de mirar hacia ese horizonte de aperturas y forzar a sus alternativas homogeneizadoras a apagarse detrás de nosotros a medida que nos vamos acercando”.