Carmen y Lola, gitanas y lesbianas
Llega a los cines la ópera prima de la bilbaína Arantxa Echevarría, la crónica de un amor prohibido. El rodaje cambió la vida a sus protagonistas, Rosy Rodríguez y Zaira Romero
Rosy Rodríguez tiene 21 años y vive en Ciempozuelos. Se casó a los 17 y ahora no trabaja. «Quiero esperar a que salga la peli y que la gente la vea», dice. Zaira Romero, 18 años, es de Villaverde. Trabajó como esteticién pero está en paro. En el horizonte, una película en la que hará de nieta de Carmina Barrios. Rosy es gitana y Zaira merchera. Ellas son Carmen y Lola, las dos protagonistas del primer largometraje de la bilbaína Arantxa Echevarría, que tardó seis meses en encontrar a sus actrices tras ver a 1.250 gitanos. Este viernes se estrena en los cines tras pasar por el Festival de Cannes y ser seleccionado para representar a España en los Premios del Cine Europeo junto a ‘Handia’ y ‘Petra’.
‘Carmen y Lola’ es una película pequeñita pero estará entre las grandes del año. Se atreve con valentía a abordar un tema tabú en la comunidad gitana: la homosexualidad. Lo hace con una mirada casi documental y con la verdad que desprenden dos mujeres que se la han jugado por aceptar besarse y tocarse ante la cámara. En la ficción, Zaira estudia y pinta grafitis de pájaros en las paredes del madrileño barrio de Hortaleza. Chatea a escondidas en un cíber con otras lesbianas, pero nunca se atreve a dar el número de móvil. Un día de lluvia en el mercadillo, Carmen le sonríe empapada y luminosa. Ella ya está «pedida» a un gitano y sueña con montar una peluquería.
«No nos parecemos en nada a nuestros personajes», advierte Rosy. «Carmen es muy echada para adelante y yo soy muy tímida en la vida real». Zaira asiente. «Lola es muy masculina y yo lo contrario. Me gusta pintarme, arreglarme, alisarme el pelo… Ponme una cámara y te hago una pose. A mí me gusta ir comiéndome el mundo». Ambas disfrutan estos días de las entrevistas y el jaleo promocional. Cuando fueron a Cannes perdieron el avión. Una vez allí se sintieron «princesas». «Había una cola para entrar a un cóctel y se apartaron para dejarnos entrar. Nos subió mucho la autoestima».
Tatuajes y piercings
Arantxa Echevarría no es nada complaciente en el retrato de una sociedad patriarcal, machista y anclada en las tradiciones. Los padres que aparecen en la película viven de la venta ambulante. No quieren que sus hijas estudien, sino que se casen cuanto antes y tengan muchos hijos. El culto evangélico, mayoritario en la comunidad gitana hoy en día, tampoco sale muy bien parado.
«Mi marido al principio se enfadó un poco, no por Lola, sino por el chico con el que me voy a casar en la peli», recuerda Rosy. «No lo entendía, pero le convencí de que era todo ficción, una tontería». Zaira, por su parte, no aceptó el papel hasta que su abuelo dio el plácet. Las dos dicen conocer gitanos homosexuales. «Yo tengo una prima merchera por parte de madre y gitana de padre. Es lesbiana y vive con su pareja y su hija. El hermano de la mujer de mi primo también es homosexual. No es como antiguamente, ya no está tan tapado», asegura Zaira. La familia de Rosy nunca había hablado con un primo gay. «Le he llamado pidiéndole perdón, de hecho va a venir al estreno».
El rodaje de ‘Carmen y Lola’ no fue fácil. El equipo recibió insultos y algún que otro escupitajo cuando algunos gitanos se enteraban de qué iba la historia. El pase en Pamplona en una muestra de cine de mujeres se anuló tras las presiones del colectivo Gitanas Feministas para la Diversidad. Sin embargo, para sus protagonistas la experiencia ha cambiado sus vidas. «Vinimos de la nada y hemos aprendido mucho en muy poco tiempo. Y no solo trucos de interpretación. Aunque resulte paleto decirlo, nos han enseñado muchísimos valores. Educación. No nos daban nada si no decíamos por favor y gracias. Ahora lo decimos todo el tiempo…».
El mapa de la piel de Rosy y Zaira también habla de la película. Arantxa Echevarría tuvo que prometerles un tatuaje gratis si se abstenían de hacerse piercings durante el rodaje. Zaira se regaló un colibrí y el nombre de su difunto padre; Rosy tatuó en su pierna: «Mi madre, mi marido, mis hermanos, mi latido». Ambas abominan del retrato que el programa de Cuatro ‘Gipsy Kings’ hace de la comunidad gitana: «No somos tan superficiales». Saben chistes de gitanos, pero no contarán ninguno. «Todos son ofensivos». ¿Por qué los gitanos deberían ver ‘Carmen y Lola’? Rosy: «Es una película muy especial que cuenta que el amor puede existir en cualquier persona». Zaira: «Puede abrir los ojos a muchos. Los homosexuales son personas con derechos, como nosotros».
El terremoto de tocar por primera vez al ser deseado
«Por no tener, las gitanas no tenemos ni sueños», lamenta Lola en un momento del filme, ahogada por el peso de una cultura que la condena a vivir sin amor. La historia de dos amantes de mundos opuestos, Romeo y Julieta, se ha contado muchas veces. Arantxa Echevarría obra el milagro de que veamos con otros ojos a una comunidad que siempre ha estado ahí, tan lejos, tan cerca.
Su cámara penetra en los mercadillos y en las casas de gitanos que se interpretan a sí mismos. El empleo de actores no profesionales a veces chirría, pero la mayor parte del tiempo inunda la pantalla de naturalidad y potencia dramática, como es el caso de los padres de Lola.
La realizadora bilbaína no solo se muestra didáctica en la descripción de los usos y costumbres de la comunidad gitana: la pedida de mano, los cantos y bailes, el culto evangélico… También inunda de emoción y poesía el drama del primer amor, el vértigo de saberse diferente, el terremoto de tocar por primera vez al ser deseado.
‘Carmen y Lola’ es un espejo que no gustará a quienes se reflejan en él, pero nadie podrá acusar a Echevarría de buscar el morbo o el tremendismo en su delicada e impecable puesta en escena.