¿Cuándo veremos un protagonista gay en un juego de gran presupuesto?
POR CARLOS CARABAÑA
Carlos Carabaña es periodista. Puedes seguirle en @ccarabanya
Lucien Soulban es un guionista de videojuegos fuera del armario. Hace un par de años, en una entrevista en el blog de Ubisoft, se preguntaba: «¿Cuándo vamos a ver un protagonista gay en un juego de gran presupuesto?». Quitando Ellie, la chica de The last of us, no parece que vaya a pasar pronto. El motivo, para Soulban, estaba claro: el posible impacto en las ventas. Aunque hay bastante gente dentro la industria que es abiertamente homosexual, cuando se repasa la lista de los personajes LGTBQ en los videojuegos, este colectivo no ha tenido mucha suerte en su representación.
Dejando de lado honrosas excepciones, los primeros tiempos fueron los más oscuros. Cuando llegó a EEUU el videojuego Final Fight, la filial estadounidense de Capcom decidió convertir a dos enemigas, Poison y Roxy, en transexuales. Les parecía mal ejercer la violencia contra las mujeres.
Según el manual del juego Super Mario 2, Birdo, un dinosaurio rosa con lacito, es un travesti que «prefiere ser llamado Birdetta». Otras veces, los personajes LGTBQ son los villanos. En Resident Evil: Code Veronica, el antagonista Alfred Ashford se traviste como su hermana Alexia, y en Final Fantasy IX, Kuja, el villano principal, es amanerado, de postura y vestido femenino.
Sin embargo, desde la década del 2000, poco a poco se fueron introduciendo personajes más complejos y menos estereotipados. El primer juego de Knights of the Old Republic permitía al protagonista tener un romance con una jedi gay llamada Juhani. Esta, además, tiene el honor de ser la primera lesbiana del universoStar Wars.
En sagas como Mass Effect o Dragon Age, ambas de Bioware, el jugador puede mantener relaciones homosexuales con sus compañeros de equipo. Gay Tony, un criminal del oscuro mundo de Gran Thef Auto, se presenta como un personaje realista. Sin ser un ejemplo a seguir como modelo de vida, sí lo es como caracterización. Un goteo en forma de secundarios y opciones, pero casi ningún papel protagónico.
Es en los videojuegos indies, realizados por estudios pequeños con menos presupuesto pero mayor libertad creativa, donde se pueden encontrar protagonistas abiertamente gays. Y Longstory es uno de los últimos en sumarse a la lista. Este juego podría ser definido como un simulador de instituto con un misterio a resolver.
El jugador, que puede escoger ser chico o chica, vuelve a EEUU después de un año en Francia. Al abrir su nueva taquilla, se encuentra con un extraño mensaje del anterior dueño. Al ser un simulador social, hay que sobrevivir en un centro lleno de adolescentes mientras se trata de solventar el enigma. Por el camino, podrán establecer relaciones amorosas con cinco secundarios: dos chicas, dos chicos y un transgénero.
«Escogimos hacer que Longstory fuera un juego ‘LGTBQ friendly’ porque creemos que es importante crear una plataforma donde los individuos de esta comunidad pueden ser ellos mismos y sentirse representados», explica por correo electrónico Madison Downey, la coordinadora de mercadotecnia de la desarrolladora. «Muchos de nuestros guionistas, especialmente los que son LGTBQ, se basaron para realizar la historia del juego en lo que a ellos les hubiera gustado vivir en el instituto».
Este juego, como Gay Tony, tiene un valor importante: la falta de estereotipos. Todos los personajes parecen gente común, sin que importe su orientación. A diferencia de juegos recientes como My Ex-Boyfriend the Space Tyrant o Gay Fighter Supreme, huye de la representaciones humorísticas y se centra en la realidad.
«Es cierto que los estereotipos pueden ser un gran problema en la representación de los colectivos LGTBQ», razona Downey, «pero existen varios juegos además del nuestro que incluyen perspectivas positivas». Life is strange es para ella un gran ejemplo. Es una aventura episódica que pone al jugador en el papel de Max Caulfield, una estudiante que tiene el poder de viajar a través del tiempo. La trama gira en torno a «la relación entre dos mujeres y enseña cómo, poco a poco, van explorando su sexualidad».
Según glosan en su web, Longstory ha recibido comentarios realmente positivos de su audiencia. «Solo quiero deciros que este juego me ha ayudado mucho. No vivo en las mejores circunstancias, pero me siento feliz cuando lo juego», «Vale cada centavo, detectives+personajes cercanos+comunidad LGTBQ+guion realista=perfección», «como trans creo que es un gran paso, hacen falta más juegos así». Downey explica que este tipo de respuestas son muy importantes para ellos.
Una muestra de la importancia que los videojuegos pueden tener para parte de esta comunidad se ve en el documental Gaming in Color. Estrenado en 2014, retrata tanto a la comunidad LGBTQ en los videojuegos como la anomalía que supone que haya tramas y personajes de esta temática en la gran industria o los eventos especializados que empiezan a realizarse. Entre estos destaca GaymerX, una convención de videojuegos que ya va por su cuarta edición y que se centra en la representación de la diversidad y las políticas inclusivas en los videojuegos.
Pero Longstory, como Life is Strange o Dragon Age, son granos de arena en un desierto. David Gaider, guionista de este último, lo explicaba muy bien en un post. «La presencia de cualquier contenido gay en un juego hace que determinada gente lo llame el ‘juego gay’», escribe, «es la misma gente para la que la mera existencia de un personaje gay, un argumento que tenga que ver con un asunto gay o algo que les fuerce a reconocer que la homosexualidad existe, es un insulto personal».
Hay ojos muy sensibles. Conviene recordar que el inocente videojuego The Sims 4fue catalogado para mayores de 18 años en Rusia. La razón que llevó a las autoridades a esta clasificación era que en el simulador social se podían mantener relaciones y celebrar matrimonios homosexuales. Una afrenta terrible.