Violencia en el hogar: Cuando la víctima es él

El asesinato de Koldo Losada podría ser, si se termina por condenar a su marido, un ejemplo más de la violencia que sufren los hombres a manos de sus parejas. Son víctimas, igual que las mujeres, pero no cuentan con el mismo apoyo.

El maltrato ejercido por las mujeres a sus parejas suele ser psicológico, aunque también físico

El maltrato ejercido por las mujeres a sus parejas suele ser psicológico, aunque también físico. (Borja Guerrero)

MI mujer tiene problemas psicológicos. Mi mujer está pasando por muy mal momento. Mi mujer es muy temperamental”. Así suelen comenzar su relato los hombres maltratados que se sinceran por primera vez con el abogado Víctor Martínez Patón, especializado en estos casos. Nada de mi mujer me pega o me insulta. “Lo normal es que empiecen justificando lo que ella hace”, explica. Eso los que son capaces de hablar, porque la mayoría lo hacen por boca de sus acompañantes. “Una vez vino un cliente solo, lo cual ya es sorprendente, y dijo: Yo soy un hombre maltratado. Le dije: Eso ya me demuestra que no lo eres. Si vienes solo aquí y eres capaz de entrar a saco con el tema, tendrás algún problema, pero no ese”, relata.

En el despacho de Martínez Patón, con sedes en Madrid, Sevilla y Barcelona, atienden un centenar de casos al año. Algunos “muy sangrantes y dolorosos”, como el de un hombre al que su mujer amenazaba con matar. “Le decía que había asesinado a sus anteriores parejas y que él era el siguiente. Ya había recibido bastantes palizas y amenazas con armas blancas. Era una situación de riesgo objetivo, pero el juez, en un auto verdaderamente escandaloso, consideró que no se creía que una mujer pudiera pegar a un hombre. Él tuvo que huir de casa. Fue muy doloroso porque el riesgo era cierto y si hubiese sido una mujer, habría tenido ayuda, afortunadamente, porque de eso se trata”, explica.

Apenas acaparan titulares y cuando lo hacen es demasiado tarde, pero no hay duda de que los hombres maltratados existen y algunos acaban enterrados. El juicio por el asesinato del actor Koldo Losada, que se está celebrando estos días en la Audiencia de Bizkaia, pondrá de manifiesto una vez más, si finalmente su marido resulta condenado, que ellos también son víctimas de la violencia de sus parejas, aunque esta no se califique como violencia de género, sino intrafamiliar, con todo lo que esos apellidos conllevan.

La Ley de Violencia de Género ampara exclusivamente a las mujeres agredidas por parejas masculinas, por lo que quedan excluidos los hombres y las mujeres homosexuales. “No entiendo por qué no hay que darles cobertura, ayuda y apoyo a estas víctimas igual que se les da a las otras. ¿Que hay menos casos? Bien, pero ¿por el hecho de que ocurra menos veces hay que dejarlos sin protección? A la mujer hay que protegerla, probablemente incluso más, pero no por eso hay que dejar desamparados a otros”, insiste el letrado.

“MIEDO A NO SER TOMADO EN SERIO” A Imanol Álvarez, miembro de Ehgam, no le consta que ninguna persona maltratada haya acudido a su asociación, pero “existir existen”, asegura. De hecho, sabe de “algún caso esporádico” por la prensa y conoció “a una mujer que sufrió malos tratos psíquicos por parte de su pareja, que era otra mujer, pero lo dejaron y se acabó el problema. A veces desgraciadamente las cosas van por otros derroteros mucho más desagradables”, comenta.

Al igual que otros compañeros, Álvarez considera “discriminatorio” que gais y lesbianas no puedan acceder a los mismos recursos que las mujeres maltratadas por un hombre. “Si hay una víctima y hay una persona que provoca ese mal, las ayudas y las penas tendrían que ser similares”, reivindica, convencido de que la “violencia dentro de una pareja es muy grave” la ejerza quien la ejerza. No obstante, admite que a otros activistas “les parece normal” la protección extra que se brinda a las víctimas de la llamada violencia de género “porque ese tipo de violencia es el más extendido y además tiene un origen sociocultural y está muy arraigado en nuestra sociedad”.

Para Javi Regalado, presidente de Hegoak, la Ley de Violencia de género se elaboró “para poner freno” a “la violencia ligada al machismo”, que “no está presente en las parejas homosexuales”, por lo que “habría que ver la conveniencia de ampliar el ámbito de aplicación de la Ley actual o elaborar una diferente”.

El miedo al agresor o el sometimiento, dice Regalado, son universales, pero “en el caso de las parejas homosexuales está también el miedo a no ser tomado en serio, a que el policía o el juez de turno le quite gravedad al asunto alegando que, siendo del mismo sexo, no estás en inferioridad de condiciones. Todos esos miedos suponen un freno a la hora de denunciar. Tener que dar a conocer su orientación sexual puede ser que para algunas personas suponga una barrera más”, expone.

Salvo “un caso hace tiempo”, Justo Sáenz, presidente de la Federación de Euskadi de madres y padres separados Kidetza, no recuerda haber recibido “denuncias de maltrato físico a hombres. De maltratos psicológicos, sí. Algunos lo llegan a denunciar, pero muy pocos porque no creen que les vaya a solucionar nada, entienden que tampoco les van a creer y no hay un servicio específico donde les orienten”. A eso se añade, apunta, “la vergüenza que les da denunciar, más antes que ahora, que ya la gente no aguanta tanto”.

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