Política de maricones
Los estudios sobre la obra de Jean Genet aseguran que vivía obsesionado por descubrir héroes en los suburbios de las ciudades. Su estancia en la Barcelona más sórdida puede revivirse a través de ‘Diario de ladrón’ donde narra un barrio chino del que ya no queda nada en el Raval. Las calles barcelonesas que hoy están atestadas de turistas eran entonces el escenario de historias insólitas. Cuenta que presenció cómo dos “mariconas muy compuestas” se dedicaban a robar con un mono como gancho y narra, en lo que luego Juan Goytsolo ha nombrado como uno de los fragmentos más bellos del libro, la historia de ‘Las Carolinas’. No hay mucha información sobre este grupo de hombres que se vestían de mujeres en 1933, pero Genet relata con gran nitidez una de sus acciones. Durante los disturbios de aquel año, un urinario público cerca de la plaza Colón apareció destrozado y ellas “con chales, mantillas, trajes de seda y chaquetillas ajustadas acudieron en solemne delegación para depositar un ramo de flores rojas anudado por un crespón de gasa”. Cuarenta años después, José Pérez Ocaña recorría las mismas calles vestido de mujer ante la perplejidad de los y las viandantes. La mayor parte de los estudios LGTB sitúan precisamente en torno a los años setenta el inicio de los movimientos de liberación sexual. Muchas de ‘Las Carolinas’ quizá estuvieran muertas entonces.
De una Barcelona en la que también podía haber vivido Oliver Twist a un Madrid que el primer fin de semana de julio, desde hace 36 años, tiñe sus calles con los colores del arcoiris. ¿Qué ha pasado con el movimiento gay en el Estado español?
Rafael Vásquez
Rafael Vásquez nació en 1966 en Maracay, una ciudad al sudoeste de Caracas. Estudió Ingeniería Aeronáutica y se mudó a España cuando le ofrecieron un empleo. “Entonces, en Venezuela el movimiento gay trabajaba más para el propio colectivo. La división de gais y lesbianas era enorme. Me impactó mucho encontrar bares mixtos acá”. En el año 2000 formó parte del proceso de fundación del grupo ‘Hartzak’. En castellano, osos. Este movimiento, que en el imaginario social está formado por hombres fuertes, peludos y vestidos de cuero, nació para contrarrestar un único modelo de gay: “No todos los gais somos como dicen en Hollywood. Quizá nos pasamos de frenada y tanta reivindicación de la masculinidad puede tener algo de plumafobia, pero era una respuesta”.
Jaime Mendia
En 1976 surgió el grupo EHGAM (Euskal Herriko Gay-Les Askapen Mugimendua). Jaime Mendia tenía entonces 7 años. Al acabar la Universidad, en 1993, decidió acercarse a una de las asambleas del colectivo. Desde entonces, apenas ha fallado a ninguna de la reuniones. En los noventas se vivió un resurgir del movimiento gay y en EHGAM había alrededor de treinta personas. Hoy, son unos cinco. “La pluma es la piedra angular del movimiento”, asegura. Al menos, lo fue. Recuerda debates interminables porque el tema puede abordarse desde muchos puntos de vista diferentes. “Si vives en un mundo en el que todos te asumen como heterosexual, la pluma puede ser una estrategia para reconocerte”. Dice que se trata de un tema complejo y curioso, que ha dividido al movimiento entre quiénes creían en el potencia subversivo de mostrar su lado más femenino y quiénes intentaban evitarlo.
Históricamente, el movimiento de gais ha estado formado por tres corrientes: reformista, revolucionaria y radical. Las diferencias las explica Mendia teniendo en cuenta sus posturas, aparentemente irreconciliables, sobre la pluma gay: “Un reformista diría que hay que respetar a todas las personas como son, que no podemos discriminar a nadie por cómo se comporte, que hay que dejarlo estar; el movimiento radical, en los años ochenta, contaba con un lema que decía algo así como: “Nena, coge tu pluma y clavársela en el ojo, que duele”; en el movimiento revolucionario diríamos que la pluma sólo existe en la persona que está mirando. Es un proceso mental que se vive cuando no te cuadra el comportamiento de una persona con la actitud que tú crees que debería tener”.
Sejo Carrascosa
Sejo Carrascosa es una marica. Nació a “finales de los cincuenta del siglo pasado”. Es uno de los fundadores del grupo Radikal Gay, que surgió en Madrid a principios de los 90. Recuerda con estupefacción el reclamo de un local hace unos años: ‘La discoteca para hombres de Madrid’, decía el cartel. “Por supuesto, ahí todos los que van son maricones”, aclara. “La loca cuestiona el género, ¿sabes? Y libertad para circular por los géneros es uno de los grandes retos que tenemos todavía”. Cree que los el movimiento de osos, donde se ensalza tanto la masculinidad, preocupa mucho más a la población heterosexual.
-¿Por qué?
-Porque no pueden diferenciarse de ellos. La homofobia interiorizada crea la identidad heterosexual. Pasa igual con las denominaciones. Si nosotras nos llamamos maricas, ¿cómo nos van a insultar ellos?
-¿Y tú qué opinas de la pluma gay?
Forma parte de la construcción de identidad. Maricas ha habido siempre en todos los saraos porque son divertidos. Los mariquitas son astutos e ingeniosos. Si además de gay, eres soso, lo tienes más difícil. La pluma y el humor se han usado como herramientas de aceptación.
Arakis
Plumafobia + misoginia
Xabier Arakistain aún recuerda una polémica manifestación del 28-J a la que se prohibió acudir a travestis. Este comisario y crítico de arte, que dirigió con mucha mano feminista el Centro Cultural de Montehermoso en Vitoria-Gasteiz, habla de cierta misoginia gay desde el origen del propio movimiento. “Después de los disturbios de Stonewall, cuando ese incipiente movimiento empieza a articularse, eliminaron a los trans de la imagen con la que querían presentarse”, asegura. “El problema real -prosigue- es que hay personas que excluyen a las mujeres de su ámbito de relaciones, de su ideario y de su imaginario. Valoran a las mujeres según el status quos y los valores hegemónicos del patriarcado”.
Cree, sin embargo, que hace mucho tiempo que se han roto las interpretaciones únicas: “Las construcciones de la feminidad y la masculinidad, así como la utilización que se haga de estos constructos, tienen que ver con el contexto. ¿Hay transformistas que hacen un uso misógino de la iconografía femenina? Claro. Pero todo depende de cómo se desplieguen los elementos discursos en el momento en el que el acto tiene lugar”
El humor es muy maricón. Frente a las tradicionales asambleas, muy habituales en el movimiento lesbianista, probablemente debido a su vinculación directa con el feminismo, las formas de hacer política de los gais han estado llenas plumas, boas, espectáculos y diversión. “El humor es maravilloso -sentencia Arakis- y muy necesario. Otra cosa es reírse del resto. Cuando se ríen de ti, por ser diferente, algunos aprendemos a no reírnos de los demás. ¿El feminismo más serio? No. ‘ ¿If I can’t dance, I don’t want to be part of your revolution’ no es humor? Las minorías han tenido siempre un humor corrosivo, ácido y contracultural.
Sejo Carrascosa, autor junto a Javier Sáez, del libro ‘Por el culo. Políticas anales’, sabe que el humor ha sido para los gais una estrategia de supervivencia. Pura y dura. Las lesbianas, en tanto que mujeres, han visto reducidas sus posibilidades en el espacio público, pero recuerda que en Europa, en la etapa de entreguerras, sí que constan reuniones de mujeres que se travestían de hombres.
Entre el humor, la misoginia y la simple performatividad de la feminidad se mueven los faranduleros, que ya forman parte de nuestro imaginario social. “Hubo un momento -asegura Jaime Mendia- que ser una marica loca y divertida era la única opción de ser pública”. Vásquez, del movimiento de osos, sí cree que el potencial subversivo del transformismo fue increíble porque consiguió romper con la idea única de cómo debe ser un hombre, pero cree que ya cumplió su objetivo.
En torno al 28-J surgen las polémicas. Primero, respecto al nombre. Algunas hablan del día del ‘Orgullo Gay’, otras prefieren hablar de una jornada de liberación sexual o del día a favor de los derechos de todas las identidades sexuales. Las denominaciones no son casuales ni inocentes. Las jornadas en torno al 28 de junio son dispares en el Estado español: en Castilla y León se celebrará por primera vez una manifestación comunitaria; en Barcelona llevan haciéndolo desde 1977; y en Madrid se celebran dos debido antagónicas. ¿Celebrar o reivindicar? ¿Son excluyentes?
“A mí separar la fiesta de la política me parece un discurso fácil. Me niego a no celebrar las cosas. Me niego a ponerle un marco construido desde una sola perspectiva a unas reivindicaciones tan amplias como las del sexo, género y sexualidad. Lo que me parece patético es la mercantilización de las protestas. El problema es la perspectiva neoliberal en esta reivindicación. La perversión absoluta de la política contemporánea es representar las reivindicaciones políticas en términos mercantiles”, sentencia Arakis. Carrascosa cree imprescindible hacer dos lecturas: “El Orgullo en Madrid, por ejemplo, está totalmente despolitizado. Es una cabalgata y la gente se acerca a ver el espectáculo, pero aún es friccionante. Es tocarles las pelotas a los sectores más rancios de las sociedad”. Una de las carrozas del desfile, que este año se celebrará en Madrid el 5 de julio, está a rebosar de osos, pero a Rafa Vásquez eso tampoco le va demasiado: “Responde a un modelo que viene arrastrándose desde los años 50. Se ha estereotipado al gay con el dinero, con la asequibilidad monetaria, los viajes, la bohemia”.
La solución, interseccionalidad
Jaime Mendia, que forma parte del primer colectivo LGTB de Euskal Herria, sabe que la aceptación pasa por el estatus. Los gais que pueden vivir en esta sociedad sin sufrir demasiado son los que han conseguido un nivel económico que les proteja. Todos coinciden en que la clase es ahora más determinante. “Si tienes dinero, la homofobia es de bajo nivel y eso se aguanta. El ser humano aguanta mucho. Sabemos que ser un cuerpo que ha vivido exclusiones o represiones no hace que aumente la solidaridad. Tenemos que lograr visiones más globales. Eres maricón, pero perteneces a una clase social, quizá a una minoría lingüística o corporal. No somos compartimentos que vamos liberando”, dice Carrascosa.
¿Ha favorecido el movimiento gay la normativización de las identidades sexuales en contra de la diversidad? Probablemente, pero todos coinciden en no desprestigiar esa normalización: “La normalidad es tener unos derechos adquiridos y disfrutar de ellos. Lo que no podemos obviar es que la calidad de vida de gais, lesbianas o transexuales ha mejorado en vez de empeorar. El derecho a la igualdad es un derecho sacrosanto. Seremos iguales únicamente cuando haya el mismo número de tontas que de tontos en el Gobierno. Esa es la medida real. Lo mismo con las identidades sexuales”, asegura Arakis. En la misma línea, Sejo Carrascosa recuerda que una de las grandes premisas del movimiento LGTB es luchar por poder ser tan “ordinarios y vulgares como las heterosexuales”.
-En este proceso de normalización, que en el Estado español se ha dado especialmente tras la aprobación del matrimonio igualitario, ¿ha muerto el movimiento gay?
-Rafael Vásquez: Puede que sí. Hay que sentarse a pensar cuáles son los objetivos, hacia donde queremos ir y hacer muchos cambios.
-Sejo Carrascosa: El movimiento no está haciendo nada. No plantea nuevos modelos de familia y está muy anclado en los privilegios de raza y clase. Ahora que nos casamos y podemos adoptar, ¡alquilamos vientres de alquiler! ¿Para qué? Para seguir con la consanguinidad como estructura familiar. Me parece perverso.
-Xabier Arakistain: Creo que este es un buen momento para aclarar que yo no me considero gay, yo soy feminista; pero creo que hay que reconocer a quiénes se lo han currado por la comunidad LGTB. Hicieron un trabajo lo mejor que pudieron y algunos lo pagaron con sus vidas. Es de bien nacido ser agradecido y, a veces, se nos olvida.
-Jaime Mendia: Creo que sí, porque tenemos un discurso maravilloso hacia dentro, pero no hemos salido articularlo fuera. Pregunta a ese señor a ver qué es el transfeminismo o la Teoría Queer.
No hicimos la prueba.