“Si yo tengo un amigo gay”, “que cada uno haga en casa lo que quiera” y otros comentarios que encubren la homofobia

Seguro que lo has escuchado alguna vez. “Si yo tengo un amigo gay, pero…”, “no pasa nada por que sea lesbiana, pero ¿por qué tiene que ir diciéndolo por ahí?”, “me parece genial que celebren el Orgullo, pero…”, “cada uno en su casa que haga lo que quiera, pero…”. Se oyen en clase, en el bar, en una cena familiar, en el trabajo o en el grupo de amigos y según la campaña que acaba de lanzar la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB) se trata de una patología que afecta a la población, el llamado “síndrome del pero” que con altas dosis de ironía la organización propone combatir a través de un medicamento denominado Argumentine.

“Está entre nosotros y afecta en España a miles de personas. No importa el género ni la edad ni la clase social. Nadie está a salvo. Incluso tú puedes estar sufriéndolo”. Así presenta la FELGTB la iniciativa, que pone énfasis en ese tipo de afirmaciones que aparentan tolerancia hacia el colectivo LGTBI, pero que forman parte de un discurso discriminatorio sutil y menos evidente que las palizas, los insultos o el acoso que siguen sufriendo las personas gays, lesbianas, bisexuales y trans. Como si se tratara de una patología que amenaza a la población, la organización quiere poner sobre la mesa el daño que estas actitudes pueden acarrear. Ante ello, propone un tratamiento, el Argumentine, que emula un medicamento que actúa contra el síndrome.

Con una composición de 50 miligramos de argumentos y otros 50 de paciencia, el Argumentine no es otra cosa que una batería de argumentos que busca dotar de respuestas a todas las personas que “se encienden” cuando escuchan este tipo de comentarios en conversaciones cotidianas, ya sea en forma presencial o en redes sociales. El objetivo de la campaña, disponible en una página web, es “proponer esta reflexión a la ciudadanía y tener argumentos para poder contestar a los ‘peros’ del día a día”, señala la presidenta de la FELGTB, Uge Sangil, que apunta a que “muchas veces nos quedamos en blanco o no sabemos qué responder”.

A pesar de que no es algo nuevo, la organización no quiere dejar pasar la irrupción de discursos que cuestionan los derechos LGTBI mediante la fórmula del ‘pero’. Algo muy habitual entre los representantes de Vox cuando han tenido que pronunciarse públicamente al respecto y como ha hecho Santiago Abascal varias veces al referirse al matrimonio igualitario, que prometió derogar para impulsar uniones civiles. Es el clásico “que hagan lo que quieran, pero que no lo llamen matrimonio” que llevó al PP a recurrir la reforma del Código Civil de 2005 ante el Tribunal Constitucional.

La del matrimonio es una de las diferentes manifestaciones del “síndrome del pero” para las que el Argumentine ofrece respuestas. “Entiendo que quieran cambiarse de sexo, pero que no tenga que pagarlo yo”, “entiendo que tengan su orientación sexual, pero que lo hagan en su casa”, “el colegio es para educar, pero no para adoctrinar”, “me parece genial que hayan conseguido derechos, pero ¿qué más quieren?” y “perfecto que celebren el Orgullo gay, pero ¿y el de las personas heterosexuales?”, son el resto. Entre las réplicas, que llamar al matrimonio de forma diferente implicaría estar hablando de una categoría distinta que genera desigualdad, que “ser trans no es un retoque estético” y hablamos de derechos humanos o que visibilizar la realidad LGTBI es “imprescindible para mostrar que existe”.

“Homofobia pura y dura”

Con ello, la FELGTB pretende ayudar a combatir la impotencia que muchas veces surge como reacción más habitual por parte del que escucha estos comentarios. De hecho, que este tipo de LGTBIfobia sea más sutil que la violencia directa puede conllevar que sea más difícil de identificar y de combatir, tal y como pone de manifiesto un informe de la UNED sobre el tema publicado en 2017. Los resultados de la investigación concluyeron además que en España la discriminación sutil percibida es mayor que la manifiesta porque “a pesar de la existencia de legislación avanzada y de la aparente tolerancia, hay una amplia evidencia de que en la sociedad española aún hay prejuicios y discriminación”.

Ana Murillo, una mujer lesbiana integrante de la recién creada en Madrid Plataforma de Encuentros Bolleros, tiene claro que lo que hay detrás del “síndrome del pero” es “homofobia pura y dura” y que “el ‘pero’ que alguien pronuncia hoy es el silencio de la sociedad ante las agresiones físicas de mañana” o la existencia de terapias que pretenden ‘curar’ la homosexualidad como las del obispado de Alcalá. Su experiencia con el “síndrome” viene de lejos y recuerda que la primera respuesta que recibió cuando le contó a parte de su familia que es lesbiana fue que “me seguían queriendo, claro, pero que no había ninguna necesidad de contárselo a más gente o mostrarme abiertamente o tener muestras de cariño públicamente”.

Rubén Serrano, periodista e impulsor del #MeQueer, una etiqueta que recopila testimonios de homofobia, bifobia y transfobia en Twitter, se acuerda especialmente de su época en el instituto, donde escuchó aquel “no me importa que sea gay, pero que no mariposee delante de mí”. “Yo tenía y tengo pluma, era imposible salir del armario en ese entorno hostil”, lamenta. La plumofobia, de hecho, es otras de las discriminaciones muy relacionadas con el “síndrome del pero” y que es aquella que penaliza a las personas que se salen con su forma de hablar, vestir o expresarse de la norma que asocia a hombres y mujeres roles diferentes. El típico “gay sí, pero que no se note”.

“Es un pensamiento que vende tolerancia pero que en el fondo es pura homofobia porque no nos está respetando”, explica Serrano, que insiste en que el ‘pero’ es la punta de un iceberg que sigue viendo “lo diferente a la norma como algo raro, excepcional, irrelevante y que no merece atención o respeto”. Y es que el “síndrome” tiene consecuencias. Aunque Murillo reconoce que a sus 41 años y “como parte de una comunidad bollera que utiliza su visibilidad como herramienta” ya no se siente igual que cuando era joven, sí asume que en otra época llegó a creerse “que el espacio que acabaría habitando sería solitario, oscuro y frío –el armario, prosigue– y que para evitar la hostilidad, había que estar callada y mentir”.

El diagnóstico

No solo la campaña de la FELGTB es de utilidad para aquellas personas que quieren responder ante los ‘peros’ habituales, también incluye un test “para que toda persona interesada en saber si ha contraído o no el síndrome, pueda comprobarlo y para que en caso afirmativo, acceda al tratamiento”, explica la federación. “Cuidado, es fácil que tú también presentes síntomas” es la frase que encabeza el cuestionario formado por preguntas relativas al matrimonio igualitario, las muestras de afecto entre personas del mismo sexo o la celebración del Orgullo LGTBI. Los diagnósticos posibles son cuatro: desde el más positivo –”Ni rastro de síndrome”– al “cuidado, empiezas a mostrar los primeros síntomas” para pasar al “¡Argumentine, por favor! En el último tiempo has empeorado” y “¡alarma! no queremos asustarte pero tu caso es muy grave”.

“Si de verdad defiendes la igualdad, no cabe ningún ‘pero’ en tus argumentos porque el ‘pero’ significa discriminación. Eso sí: por la otra parte debe haber una predisposición a escucharnos porque si no es como hablar con la pared”, zanja como última receta Serrano.