EL PAIS: “Mientras se compre sexo, las mafias seguirán esclavizando mujeres”
- “Mientras se compre sexo, las mafias seguirán esclavizando mujeres”
- Paloma, la superviviente, ofrece su testimonio para luchar contra el tráfico de personas
- Es el segundo caso que existe; la primera víctima obtuvo el estatus de refugiada en 2013
A Paloma le tiembla la voz. “Allí quedan muchas más”, se lamenta. Viste de negro riguroso, lleva una peluca del mismo color y unas grandes gafas oscuras le tapan la cara. La red que la esclavizó durante semanas en México la aterroriza. Hace ya varios años desde que logró escapar del horror y llegar a España. Ahora, la Oficina de Asilo y Refugio –que depende del Ministerio de Interior– le acaba de conceder la protección internacional. Es la segunda vez que una víctima de trata con fines de explotación sexual logra la condición de refugiada. Pero Paloma (nombre supuesto), una luchadora y una superviviente, aún tiene miedo de que sus captores la encuentren.
Los cárteles tienen los tentáculos muy largos, pero explica que ha decidido hablar para que lo que le ocurrió a ella no le suceda a ninguna otra. “Me encantaría ser la única”, remarca la treintañera. Trata de disfrazar el acento suave de su México natal, se esfuerza por pronunciar las eses y las ces como si fuera del Norte de la península. “Me encantaría poder decir que solo yo pasé por esto. Pero mientras exista gente, mayoritariamente hombres, que compran mujeres y niños, seguirá sucediendo. Son ellos los que realmente hacen funcionar el motor de la mafia. Mientras tengan esa falta de moral de comprar sexo y consumir drogas esto continuará en cualquier parte del mundo”, afirma, pañuelo en mano.
La policía estima que unas 12.000 mujeres son esclavizadas o explotadas sexualmente en España, y que ese negocio puede mover al día unos cinco millones de euros; casi al nivel del narcotráfico y el tráfico de armas. Un informe de la ONU publicó en 2009 que el 79% de los casos de trata tienen como objetivo la explotación sexual, en su mayoría mujeres y niños. Según ACNUR, 1,2 millones de menores de edad son víctimas de trata al año. El informe de Naciones Unidas también destacó el “desproporcionado” número de mujeres traficantes: “Las mujeres delincuentes desempeñan un papel más destacado en la esclavitud moderna que en casi todas las demás formas de delincuencia”, detalla el documento, resaltando “los casos en que las antiguas víctimas se han tornado en autoras de los delitos”.
Paloma fue captada en México, el lugar donde nació y que siempre consideró un buen lugar para vivir. Acababa de mudarse a una nueva ciudad cuando una mujer le ofreció empleo en un restaurante. Y aceptó. Pero todo era un engaño. Cuando la llevaron donde supuestamente debía empezar a trabajar solo encontró un local lleno de hombres armados y mujeres que eran obligadas a prostituirse. Ahí empezó su cautiverio. La red que la secuestró, dedicada al narcotráfico, la obligó a consumir drogas, a mantener sexo con los miembros de la banda –algunos dentro de la cárcel, mientras cumplían condena–; también a practicar “ritos satánicos de culto a la santa muerte”, explica Marta Ortega, la abogada de la organización especializada Accem, que la ha ayudado y acompañado en todo el proceso en España.
Logró escapar. De “milagro”, dice; no quiere aclarar cómo. Pero su pesadilla no terminó ahí. Intentó volver con su familia, pero entonces comenzaron a llegar las amenazas. Llamó a tantas puertas como pudo, remarca. Pidió ayuda a las autoridades –“recurrí hasta a la procuraduría general de la República”, asegura, el órgano que investiga y persigue delitos federales—; pero todo sin éxito. “Los mismos policías me decían: ‘Puedo enviar tu caso, pero puede caer en una mesa buena, o en una mala”.
Finalmente, terminó dejando su país y hace dos años se mudó a España donde, gracias a la modificación de 2009 de la ley de protección al refugiado, el mes pasado finalmente consiguió el asilo. No ha sido fácil, dice la abogada de Accem. Hasta ahora, solo una joven nigeriana y su hija pequeña habían conseguido el estatuto de refugiadas por este motivo, en octubre de 2013. Pero ese caso, explica Ortega, era distinto porque había un proceso judicial abierto en España –donde el delito de trata con fines de explotación sexual, laboral o para el tráfico de órganos se incluyó en el Código Penal en diciembre de 2010— contra la red que había captado, agredido y obligado a prostituirse a la mujer durante los dos años que duró su trayecto desde su país a España, donde llegó en patera. La joven nigeriana aceptó colaborar con las autoridades en el caso, algo muy poco habitual según las organizaciones que trabajan con mujeres que han sido esclavizadas, debido al miedo que tienen.
Se otorgan muy pocos estatutos de este tipo porque “Hhy que ir superando poco a poco las trabas que siempre encontramos al aplicar las novedades legislativas”, explica Ortega. “Estos casos no salen solos. Hace falta mucho trabajo para conseguirlo”. Su organización está estudiando otro caso, y recientemente obtuvo la protección subsidiaria para otra víctima nigeriana de trata, explica.
“Sigo muy indignada con mi país, porque yo he pagado impuestos. Tenía mi vida. No fue solo el hecho de estar allí recluida, de todo a lo que me vi sometida y forzada”, insiste Paloma. Su relato se entrecorta. Respira hondo. Baja la vista y se limpia con el pañuelo. La voz le tiembla de nuevo, pero continúa firme. “Lo peor es saber de primera mano que llega un policía y avisa a un jefe de un cártel de que vienen a por él, y le rinde una pleitesía que, con perdón, no se merece”.
Paloma se toma largas pausas entre una declaración y otra. Por la ventana entra el rumor de la calle, roto por alguna sirena de ambulancia. Critica que las redes en México campan a sus anchas con la connivencia de todo tipo de funcionarios; desde la policía a algunas altas instancias. “No va a haber manera de terminar con la trata mientras toda la corrupción no se limpie” dice. Su tono se endurece y dirige sus palabras contra quienes deciden comprar sexo: “Felicidades, están enriqueciendo a las mafias. Gracias a ustedes, miles de niñas y mujeres en este momento están secuestradas para que ustedes puedan ir a disfrutar como quieran. Las mafias las conseguirán de todos los tamaños, altas, bajas, rubias, blanca o morenas”. Deja de hablar un momento y entre sollozos exclama, “Por Dios. Son seres humanos, son niñas, iguales a vuestras hijas. Madres, iguales a vuestras madres. Hermanas, tías, abuelas”.