EL DIARIO:Salir del armario a los 60 no es tan sencillo

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Ramón y Jesús, de COGAM, besándose.

 

En el país del mundo donde la homosexualidad está más aceptada –un  88% entiende que los gays “deben estar integrados en la sociedad”, según el estudio que realizó el Pew Research Center–, los homosexuales mayores se sienten “invisibles”. Como ellos describen, “por ser mayores hemos perdido el derecho a vivir la identidad y sexualidad con dignidad”.

Se trata del grupo que tuvo que esconderse y sobrevivir en el contexto de la ley de Vagos y Maleantes que pretendía controlar desde 1933 todos los elementos considerados antisociales y la más tardía pero también franquista ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social de 1970. Esos conceptos, legislativamente hablando, se esfumaron el 26 de diciembre de 1978 al modificarse las leyes con la llegada de la Constitución. Una fundación dedicada a los gays, lesbianas, bisexuales y transexuales de cierta edad ha tomado esa fecha para nombrarse. Así que están de aniversario. Uno de sus miembros, Eduardo Mendicutti, explica que “la atención a los mayores LGTB está descuidada” y considera que el colectivo está “totalmente invisibilizado”.

La cuestión generacional está un poco en la base de ese pasar demasiado desapercibido para no incurrir en lo que se consideraba un delito. Se calcula que unos 4.000 homosexuales fueron arrestados legalmente durante la dictadura. “Los mayores no nos expresamos muestras de amor públicamente”, señala Ramón Arreal, responsable del grupo de Mayores de COGAM. No es de extrañar, la mencionada ley de 1970 que venía a aliviar la de maleantes incluía: “Nuevos centros de reeducación para quienes realicen actos de homosexualidad”. Así que “no se siente la necesidad de hacerlo, a no ser que sea por una finalidad militante”, según Rosa Arauzo, voluntaria y socia de la Fundación 26 de Diciembre. Y en el meollo, la herencia cultural y la educación recibida.

Así lo explica Alberto, socio de la Fundación 26D, que recuerda cómo “la gente mayor hemos sufrido la represión. Hemos pasado de correr delante de la policía a decirle: ‘Policía, aunque soy maricón, esa persona me está molestando”. Demasiado contraste para algunos. Aplicando los estudios de Alfred Kinsey a la estadística, la población LGTB mayor de 65 años podría irsa a las 61.600 personas sólo en la Comunidad de Madrid. 18.900, constituyen la franja de edad superior a los 80 años.

El lastre del Franquismo

El lastre que arrastran proviene de esas leyes impuestas en el Franquismo y que han dejado una huella difícil de borrar. “Hemos seguido llevando una doble vida. Con 60-70 años, ¿quién dice a sus familiares y amigos que es homosexual?”, explica Arreal. Porque no es lo mismo ver el ambiente que se respira hoy en barrios como el madrileño de Chueca y tener 18 años que llegar con todo ese bagaje de represión que se acumuló durante décadas. “Salir del armario ahora es difícil”, reitera este militante.

“La paradoja es que actualmente muchos mayores deben armarizarse. Por ejemplo, al entrar en residencias”, subraya Arauzo, que insiste en que el principal objetivo del colectivo debe ser conseguir empoderarse: “Vamos a intentar eliminar el victimismo”. De hecho, lo del centro residencial gay friendly es uno de los recursos prioritarios.

“Somos un colectivo débil, por el sufrimiento que hemos tenido que pasar. A las víctimas no se les ha ayudado, han sido dejadas”, denuncia Federico Armenteros, presidente de la Fundación 26D. La diputada del Partido Socialista de Madrid en la Asamblea regional madrileña, Carla Antonelli sentencia: “Si te ocultas y callas, socialmente pagas menos. Pero, al final, el coste es mayor. Es el peaje de la libertad”.