EL CORREO: Luis Mariano sigue llevando la voz cantante en Irún

El municipio guipuzcoano celebra estos días el centenario del nacimiento del rey de la opereta con un buen número de actos que incluyen conciertos, proyecciones cinematográficas y exposiciones sobre la vida de su vecino más famoso

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Luis Mariano

Irún se viste de recuerdo para conmemorar el centenario del nacimiento de Luis Mariano, el galán del Chatelet, el rey de la opereta que la puso en el mapa, la misma que le vio nacer el 13 de agosto de 1914 y que le rinde varios actos de homenaje en su memoria. En el día en el que se cumplen 100 años de su nacimiento, los irundarras viajarán a 1914 para recrear cómo pudo ser la mañana en la que llegó al mundo su paisano para dejar para la posteridad canciones de versos puros como ‘Amapola’, ‘Acapulco’ o ‘Maitechu’.

El protagonista de ‘El cantor de Méjico’ -última gran película del tenor irunés- fue “un gran amante de la vida, un hombre generoso y muy familiar, que entregaba felicidad”, según sus actuales vecinos, orgullosos de contar con un gran signo de identificación turística gracias a la gloria que rodea al artista. Fueron ellos los que hicieron regresar a Luis Mariano en forma de estatua a los jardines que llevan su nombre en el centro de la ciudad; una ciudad que pretende saldar la deuda que contrajo con una persona injustamente tratada en España debido en parte a sus opiniones políticas contra el régimen franquista y los rumores sobre su homosexualidad. En ese sentido, todos ellos aspiran al reencuentro definitivo entre el cantante y su localidad natal.

Y así, con ofrendas florales en cada aniversario, se va a aprovechar su centenaria onomástica para organizar un buen número de citas musicales, proyecciones de películas, una exposición, un paseo guiado y una verbena que traiga a la memoria la época en la que vivió. De hecho, la recreación histórica finalizará con la proyección de la película ‘El cantor de Méjico’, en la Plaza del Juncal.

Exilio a Burdeos

La vida de este artista polifacético se vio marcada por el exilio a Burdeos tras el estallido de la Guerra Civil, donde se dedicó a la vendimia después de inscribirse en la facultad de bellas artes. Para pagarse los estudios, trabajó en un cabaret donde conoció a André Varón, un empresario que le acompañó en sus primeras escapadas a París, donde comenzó a actuar y a conseguir cierta notoriedad. Alentado por muchos, en 1939 se apuntó al Conservatorio de música para perfeccionar su voz y en cursos de teatro para afinar su dicción.

Fue entonces cuando le presentaron al célebre tenor Miguel Fontecha y se trasladó a París, donde se inscribió en la Comédie Française para trabajar la interpretación con Maurice Escande. Al poco tiempo, pudo reemplazar a un tenor en la obra ‘Don Pasquale’ de Donizetti. Le siguieron su interpretación en afamadas obras como ‘Madame Butterfly’, la ‘Boheme’ y ‘Tosca’, pero no fue hasta el estreno de ‘La Belle de Cádix’ en 1945 cuando llegó su consagración. En el 1948 realizó una gira por Marruecos y poco después llegarían México, Canadá, Lisboa o Madrid.

Tan conocido como Édith Piaf o Yves Montand

En 1959 ya se encontraba en la cúspide de su carrera, con más de cinco millones de discos vendidos, una participación en más de 23 películas y una popularidad grandiosa que le sirvió para competir con artistas de la talla de Édith Piaf o Yves Montand. Entre los años 1962 y 1967, continuó su trayectoria artística con operetas como ‘Visados para el amor’, ‘La canción del amor mío’ o ‘El Príncipe de Madrid’.

Pero todo cambió en 1969. En las primeras representaciones de la opereta ‘La carabela de oro’, aparecen los primeros síntomas de que algo grave le sucedía. Rostro demacrado, desvanecimientos antes de entrar a escena, fatiga y cansancio… dicen que sólo su voz conservaba aún su juventud. Su negativa a dejar las representaciones terminaron por dañar su salud, y el 10 de mayo de 1970 comenzó una lucha ‘a contrarreloj’ contra la muerte, que llegó finalmente la noche del 14 de julio en el hospital de Salpétrière de París a la edad de 55 años.

Sus restos mortales reposan en el cementerio de Arcangues junto a los de algunos familiares, pero Irún siempre será la ciudad que le vio nacer y en la que siempre quiso que estuvieran sus enseres personales porque, como el artista escribió en sus últimos meses de vida: “Yo he nacido en un país maravilloso que se llama el País Vasco. Dicen que nací allí por azar… y es casi cierto. Por entonces, mis padres vivían en Burdeos, pero mi madre quiso en el último momento que su hijo naciera en Irún, en la misma casa donde ella vio la luz. Tuvo el tiempo justo en llegar”.