EL CORREO: Los lupanares, un asunto polémico desde el medievo

La inclusión de prostitución en el cálculo del PIB reabre un debate que acaloraba a reyes, munícipes y religiosos en la Edad Media

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El hisotriador Jacques Le Goff abordó el tema de la prostitución en la Edad Media

La idea de incluir los negocios de la prostitución y las drogas en el cálculo del producto interior bruto (PIB) permitirá a las autoridades endeudarse más para pagar los servicios públicos. Es una repetición suavizada, salvando las distancias, de la abolición de la ley seca en tiempos del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt. Aquella medida se tomó en 1933 para incrementar la recaudación fiscal en mitad de la Depresión. Hoy no se ha llegado tan lejos, pero la posibilidad de autorizar la marihuana y el hachís, y de hacer lo mismo con los prostíbulos ronda las cabezas de los expertos. Como ocurrió cuando se proscribieron y luego se legalizaron las bebidas alcohólicas en Estados Unidos, entre 1919 y 1933, no es un debate fiscal, sino una discusión secular sobre valores sociales.

Los dilemas que plantea, por ejemplo, la prostitución se remontan a la Edad Media. La postura ambivalente de las autoridades de aquel tiempo provocó curiosas situaciones mencionadas por el historiador Jacques Le Goff (1924-2014) en su libro ‘¿Nació Europa en la Edad Media?’ (Editorial Crítica). Su conclusión es que los lupanares fueron “un asunto polémico” entonces y hoy.

San Luis, monarca francés del siglo XIII, quiso cerrar los prostíbulos en sus dominios, pero el obispo de París le advirtió de que su empeño estaba condenado al fracaso y contravenía el “orden social”. Era una época machista, en la que los derechos de las mujeres no contaban, y en la que el norte de Europa hacía la vista gorda con las prostitutas. Aunque “en determinadas ciudades se les imponía que llevaran ropas especiales y se les prohibía que llevaran el mismo tipo de cinturones y joyas que las mujeres burguesas”, relata Le Goff.

En el sur europeo la tolerancia era más acentuada. Los municipios obtenían ingresos de los prostíbulos. “Con el desarrollo del artesanado -escribe Le Goff-, la multiplicación de ‘obreros’ pobres se reflejó en un aumento de la prostitución”. También había casas de baños, que “respondían a las necesidades de los hombres de la Edad Media preocupados por la limpieza, pero que empleaban a mujeres que, como hoy las masajistas en determinados países, eran también prostitutas”.

El crecimiento de las ciudades suavizó la percepción sobre las meretrices, y algunos religiosos llegaron a aprobar su actividad en el siglo XIII. Pero sólo en determinadas condiciones: cuando se dedicaran a ella porque no tenían otra alternativa y nunca por placer. La prostitución se ‘normalizó’ de forma paulatina como un oficio más. “Así nació una Europa de la prostitución”, resume Jacques Le Goff.