Caitlyn Jenner, orgullo transexual
Cuando al periodista de ‘Vanity Fair’ Buzz Bissinger lo enviaron a entrevistar al exatleta Bruce Jenner (1949), poco podía imaginar la trascendencia que iba a tener aquel reportaje. Jenner, que había ganado una medalla de oro en decatlón en los Juegos Olímpicos de 1976 en Montreal, fue durante un tiempo, en los años 70 y 80, el paradigma de la masculinidad estadounidense. Después, tras años en la sombra mediática, recuperaría la fama por ser el padrastro de Kim Kardashian y aparecer regularmente en el ‘reality’ de éxito ‘Las Kardashian’.
La razón por la que a Bissinger le habían encargado el reportaje no tenía nada que ver ni con el atletismo ni con la telerrealidad. Jenner se encontraba en pleno proceso de cambio de sexo y el periodista iba a hacer la crónica del surgimiento de Caitlyn, el ser femenino que el exatleta había escondido toda su vida. Resultó ser el trabajo más extraordinario que este ganador del Pulitzer hubiera realizado en sus 38 años de profesión. Supuso un año de preparación. ‘Vanity Fair’ llevó aCaitlyn a la portada de su edición de julio con una foto firmada por Annie Leibovitz. La imagen de Jenner embutida en un corsé, melena con brillantes reflejos y lápiz de labios tuvo un impacto inmediato. La ahora Caitlyn se unió a Twitter el mismo día en que la revista llegó a los quioscos y sumó más de un millón de seguidores en solo cuatro horas, superando el anterior récord de cuenta de más rápido crecimiento, que era la del presidente Obama. Vips como Lady Gaga, Anna Kendrick y Sam Smith le tuitearon su apoyo. Se lanzó asimismo el primer avance de un ‘reality show’ en ocho capítulos titulado ‘I Am Cait’ (soy Cait), que documentaba la transformación de Jenner (y al que corresponden los retratos que ilustran este reportaje).
En julio, Jenner subió al escenario vestida con un Versace blanco para aceptar el galardón ‘Arthur Ashe Courage’ en los premios Espy, cuyo objetivo es homenajear la valentía en el ámbito del atletismo. En un emotivo discurso, expuso en voz alta la traumática realidad cotidiana que afrontan muchos niños transexuales y fue aplaudida por un público entre el que se encontraban sus hijos, su hermana y su madre.
Por un momento, en medio de los focos destelleantes y la agitación de los medios, parecía como si el tema de la transexualidad hubiera llegado a un punto crítico de aceptación social. No era solo Jenner. Un año antes, Laverne Cox, una transexual afroamericana que protagoniza la serie de éxito ‘Orange is The New Black’, apareció en la portada de la revista ‘Time’. El reportaje que ilustraba se titulaba El punto de inflexión transexual.
En enero de este año, ‘Transparent’, una serie dramática de Amazon que refleja la reacción de una familia al descubrimiento de que el padre es transexual, ganó dos Globos de Oro y llegó a recibir 11 candidaturas a los Emmy. En mayo, Andreja Peji se convirtió en la primera modelo declaradamente transexual que salía en ‘Vogue’ y, dos meses más tarde, se anunció que la primera agencia de maniquíes transexuales del mundo iba a abrir sus puertas en Los Ángeles: Apple Model Management LA.
También está ‘I Am Jazz’, la serie de la cadena americana TLC que sigue la vida de Jazz Jennings, una chica transexual de 14 años de edad y toda una ‘celebrity’ en YouTube. Atrae regularmente a alrededor de un millón de espectadores. ‘The Danish Girl’, película basada en la vida de Lili Elbe, uno de los primeros casos conocidos de cirugía de reasignación de sexo en el Copenhague de los años 20, tiene previsto su lanzamiento a finales de este año.
No hay duda de que las cuestiones sobre transexualidad han emergido a la superficie de lo público. Durante tiempo, los ‘trans’ han recibido un pésimo trato por parte de la sociedad. El péndulo ha oscilado hacia una mayor aceptación. En determinadas zonas, el giro se ha acompañado de cambios políticos. Recientemente se anunció en Estados Unidos que tendrían la posibilidad de servir sin trabas en el Ejército, por ejemplo.
Tampoco ha sido buena la relación entre ‘trans’ y ciertos sectores del feminismo. Hay quien tiene la convicción de que las operaciones de reasignación de sexo no deberían otorgar el derecho a reclamar privilegios especiales más allá de aquellos por los que han luchado las mujeres que lo han sido desde su nacimiento. Pero también hay quien argumenta que la cirugía no convierte en mujeres a las ‘trans’ bajo ningún concepto. Feministas históricas como Gloria Steinem han pedido perdón por sus opiniones anteriores, tachadas de transfóbicas, aunque el silencio no siempre es señal de arrepentimiento. La escritora Julie Bindel se negó recientemente a hablar sobre la transformación de Jenner con un periódico por miedo a ser acosada por lo que ha llamado “el ‘lobby trans'”.
¿Está ligado el aumento de la aceptación de los transexuales a un simple incremento de su número? Los datos escasean, y en España más que en ningún otro sitio. Según una estimación realizada por Iratxe Herrero y Carlos Díaz de Argandoña, del Gabinete Sociológico Biker, en España, en 2009, había alrededor de 2.292 personas transexuales -1.632 mujeres y 660 hombres- y cada año se producirían alrededor de 67 nuevos casos. En Gran Bretaña y de acuerdo con la asociación Gires (Gender Identity Research and Education Society), las cifras crecen en torno a un 15% anual. En términos absolutos, Bernard Reed, fundador de esta ONG, estima que unas 65.000 personas dan cada año el paso en pos de algún tipo de transformación sexual. Las listas de espera de determinadas clínicas especializadas se alargan hasta los tres años. El número de niños de 10 años o menos que se han dirigido al servicio nacional de salud británico (NHS) por sus sentimientos transexuales se ha más que cuadruplicado en cinco años, pasando de 17 en 2009-2010 a 77 en 2014-2015.
¿Por qué este aumento? En parte, internet ha facilitado acceso a información, apoyo y asesoramiento. Eso implica también que los jóvenes se sienten más inclinados a considerar la transexualidad como algo normal y no excepcional. La visibilidad a través de personajes mediáticos como Laverne Cox y Jenner ha llevado también a una mayor aceptación, mientras que los avances médicos transmiten la idea de que transformar radicalmente el propio cuerpo no es un hecho extraordinario.
“En concreto, la historia de Jenner está teniendo un gran impacto porque ella lo ha difundido en los medios”, opina la escritora, periodista y activista británica Jennie Kermode. “Mucha gente se ha sentido más cómoda con la idea de la transexualidad cuando esta se le puso por delante en la forma de una mujer privilegiada, glamourosa. En 2010 realizamos una encuesta en la que nos centramos en los ‘trans’ y los medios de comunicación. Muchos de ellos dijeron entonces que la mayoría de sus apariciones en prensa los ridiculizaba. Eso ha cambiado en gran manera”.
Por supuesto, no hay que olvidar que detrás de esta explosión se encuentra un activismo de décadas, sobre todo en Estados Unidos, que va desde los disturbios de Stonewall en el Nueva York de la década de los 60 hasta hoy. Según Susan Stryker, profesora de Estudios sobre Sexo y Mujer en la Universidad de Arizona, lo que estamos viendo ahora no es tanto un punto de inflexión como “un reguero de agua abriéndose paso por una llanura que con el tiempo esculpe una garganta”.
Ahora bien, ¿la atención prestada a Jenner y otros ha tenido algún efecto real sobre la vida cotidiana de los ‘trans’ que viven al margen de la burbuja privilegiada de los famosos? En este punto las cosas ya no están tan claras.
Existen carencias en el entorno sanitario y también, muchas, en el educativo. Los niños son frecuentemente víctimas de acoso escolar, a veces tanto de los maestros como de los alumnos. En cuanto al empleo, lo más probable es que todavía se enfrenten a discriminación, mientras que una gran cantidad de delitos transfóbicos ni siquiera se declara y no supone un problema significativo para la policía. Una encuesta realizada el año pasado en Gran Bretaña entre más de 2.000 ‘trans’ dirigida por Pace, una organización benéfica de salud mental, reveló que el 48% de los menores de 26 años confesaba haber intentado quitarse la vida, mientras que al menos un 59% había pensado en suicidarse (entre la población general de 16 a 24 años, este porcentaje es del 6%).
Por cada Caitlyn Jenner, Laverne Cox o Jazz Jennings, hay una Lucy Meadows, una maestra transexual de escuela primaria en Accrington (Lancashire, Gran Bretaña) que tras su transformación tuvo que afrontar la angustiosa experiencia del acoso de los medios de comunicación y acabó suicidándose en marzo de 2013. O un Kyler Prescott, un chico ‘trans’ estadounidense de solo 14 años que padeció un problema grave de depresión y se quitó la vida en mayo de este año.
Llamar a lo de Caitlyn Jenner punto de inflexión “ayuda muy poco, por no decir nada”, opina el mencionado Bernard Reed, “porque hace que la gente piense: ‘¡Ah, ya está hecho el trabajo!’. Lo que sí se puede decir es que ahora hay muchas personas que se sienten más seguras porque pueden declarar quiénes son, pero todavía queda mucho trabajo por hacer”.
Para los ‘trans’ comunes y corrientes, la historia tiende a ser la de la supervivencia diaria. La británica Leah Gaynor, de 42 años comenzó a vivir como mujer a los 39. Se ha hormonado durante dos años y está en lista de espera de una intervención quirúrgica de reasignación de sexo después de someterse a psicoterapia.
El suyo ha sido un viaje difícil. Pasar por la pubertad, explica, fue “un infierno. Quería cortarme a mí misma en cachitos”. Sin embargo, trató de vivir de acuerdo con un patrón ideal de masculinidad. Se casó y tuvo tres hijas. Practicaba artes marciales y deportes extremos y se formó como electricista, trabajando en un ambiente decididamente masculino. Como Jenner, se travestía secretamente en la intimidad, no por razones sexuales, sino simplemente por sentirse mujer cuando no había nadie en casa y podía fumarse un cigarrillo sola en el jardín.
El matrimonio de Gaynor terminó en un amargo divorcio. Ella se ha visto separada de sus hijas. Su interés en hablar en este reportaje es el de relatar “cómo es la vida de las personas ‘trans’ que no tienen cantidades de seis cifras en el banco”. Jenner, subraya, se sometió a cirugía de feminización facial, cosa más allá del alcance de la mayoría; ella está en una posición de privilegio, la que le brinda su clase socio-económica.
“Cuando tienes tantos millones como Caitlyn es realmente fácil conseguir que te realicen la cirugía”, afirma Gaynor, pero existe una gran cantidad de trans, especialmente mujeres, que no son tan afortunados. “Tengo una amiga que mide 1,88 m, con unas manos como palas y una cabeza enorme, típicamente masculina”. Lo más probable es que a estos transexuales los increpen por la calle y los conviertan en objeto de burla y agresión. La razón por la que estamos dispuestos a aceptar a Jenner, al menos en parte, es por la persistente idea de que ser guapa es la primera condición de aceptabilidad para ser mujer.
“Eso es misoginia de la buena, a la antigua”, opina Eric Plemons, antropólogo cultural cuyo trabajo se centra en el cambio de sexo. “Sin embargo, a las chicas trans se les exige aun más: que representen el papel de mujer para demostrar que realmente son del sexo femenino. Se ha puesto el listón tan alto que lo único que se consigue es que no lo superen. Estuve viendo un programa de debate organizado en torno a la portada de Jenner en ‘Vanity Fair’; los contertulios hacían todo lo posible por clasificar correctamente su género. Y entonces uno de ellos dijo: ‘Por supuesto, esconde las manos'”.
La mencionada Leah Gaynor se considera a sí misma “una afortunada”. Es menuda y asegura comportarse “de manera femenina. Nadie me mira dos veces”. No obstante, le preocupa que se esté exhibiendo a Jenner como la cara pública de la transexualidad, porque esa historia en particular, representada bajo la deslumbrante luz de la atención pública, con el apoyo pleno de su familia y sus hijos, con cada uno de sus movimientos seguido por cámaras y difundido a los hogares de todo el mundo, nunca puede ser auténticamente representativa. Jenner no sabe lo que es vivir en la marginalidad, ser despreciado, o intimidado o agredido físicamente, o forzado a prostituirse para ganarse la vida.
La transformación de Jenner no ha proporcionado todas las respuestas a un conjunto enormemente complicado de preguntas. No obstante, es otro ladrillo más en la pared. Marca la celebración de la diferencia sobre la uniformidad, de la liberación sobre la rendición, de la aceptación del auténtico ser de uno mismo sobre la identidad propia construida socialmente. Tal vez lo que ha empezado a enseñarnos, como dice Leah Gaynor, es que nadie es él mismo, y tampoco deberíamos esperar que los demás lo sean.
Mientras tanto, en España…
La transexualidad también quiere visibilidad aquí. Y no es fácil cuando, de entrada, no existen datos oficiales ni fiables del número de personas trans que hay en nuestro país, “y mira que lo hemos solicitado veces en las Unidades de Trastornos de Identidad de Género (UTIG) y en el Registro Civil”, indican desde la Federación de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB).