“A las dos horas de decir que tenía el VIH me despidieron”

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Daniel junto el lazo rojo de la plaza de Vázquez de Mella en Madrid.

Dos horas le duró a Daniel la alegría de creer haber dado con una jefa comprensiva en su nuevo puesto de trabajo. El tiempo que pasó entre que le confió que es seropositivo y la entrada en su teléfono móvil de un mensaje que le despedía. “Yo se lo dije en confianza tras una jornada de trabajo: ‘Quiero que sepas que tengo el VIH y que un día al mes tengo que ir al hospital a por mis pastillas’, le comenté”, cuenta el propio Daniel. “A las dos horas me despidió”.

La empresa niega que ese fuera el motivo del despido: “Llevaba un día y medio de trabajo y se encontraba mal, sudando mucho. Le dije que se fuera a casa y que se necesitaba a alguien en plenas facultades porque en el verano es temporada alta, no alguien delicado”, cuenta la encargada de la coctelería donde fue contratado Daniel.

Daniel Jiménez entró a trabajar de barman en un local del copas de Madrid llamado Mokai “el 7 de mayo pasado aunque el contrato tiene fecha de día 12”, recuerda. Un bar de ambiente ‘cool’ en la plaza de Vázquez de Mella. El mismo espacio urbano escogido en 2005 por el exalcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, para plantar en 2005 un gran lazo rojo permanente como símbolo de “la lucha de la ciudad contra el sida”. La plaza es la puerta de entrada al barrio de Chueca, que protagoniza, justo esta semana, las fiestas del Orgullo Gay en la ciudad.

El 14 de ese mes, relata Daniel, “le conté a mi superiora mi enfermedad y, la verdad, la reacción en el momento fue muy buena. Me preguntó que cómo lo llevaba y que qué mala suerte”.

Los mensajes telefónicos que esgrime Daniel contradicen la defensa de la empresa. Tan solo dos horas después, la misma jefa le comunicaba su despido: “Siento mucho lo que te ocurre pero no me parece justo que no me lo hayas comunicado antes de contratarte. Tengo un negocio de restauración y, al menos, me podías haber contado esto. No puedo arriesgar”, le informó, según los textos intercambiados por la aplicación whatsapp. “Mañana hablaré con la gestoría y le comunicaré tu baja. Me parece un golpe bajo por tu parte”, añadía.

La encargada repite a eldiario.es que “es incierto que me dijera en ningún momento que tuviera la enfermedad. Sólo busca el dinero de una indemnización”.

El barman recuerda que “justo acababa de decirle a mi madre lo bien que se habían tomado en el trabajo mi situación cuando llegó el mensaje”. La Coordinadora Estatal VIH-sida (Cesida) recuerda que “en los trabajos que conllevan la manipulación de alimentos, ni la normativa estatal ni la comunitaria justifican la exclusión de las personas con VIH”.

El reglamento de la Unión Europea sobre higiene de los alimentos únicamente hace referencia a que “las personas que padezcan o sean portadoras de una enfermedad que pueda transmitirse a través de los productos alimenticios,o estén aquejadas, por ejemplo, de heridas infectadas, infecciones cutáneas, llagas o diarrea, no deberán estar autorizadas a manipular los productos alimenticios”.

El sida no se transmite por los alimentos. Ese grupo lo configuran, según recuenta el Instituto de Salud Carlos III: el botulismo, la fiebre por E.coli, el tifus, la hepatitis A, la listeniosis, la salmonelosis, la shigelosis, la triquinosis, la yersiniosis, la campilobacteriosis y la criptosporidiosis.

“Derecho a contratar a gente sana”

La cuestión es que Daniel se ha quedado en la calle. “Conmigo no has actuado de buena fe”, le recriminaba por escrito la encargada del local a lo que el trabajador contestó, también en mensajes: “Mañana paso por el juzgado a denunciar la discriminación”. A partir de ahí, el tono de las comunicaciones ya es más elevado. La jefa reaccionó, de acuerdo con los mensajes grabados en el teléfono de Daniel, y le dijo que “me parece indignante que seas capaz de decir que te he discriminado cuando ni siquiera has tenido la delicadeza de informarnos de que estabas enfermo antes de hacerte el contrato”.

Preguntada por este medio, la superior repite que “a mí no me dijo nada de ese problema antes de ponerse a trabajar. Y estando todavía en pruebas, tras un día y medio de trabajo, fue cuando se le despidió”.

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Mensajes almacenados en el teléfono de Daniel.

Daniel Jiménez entró a trabajar de barman en un local del copas de Madrid llamado Mokai “el 7 de mayo pasado aunque el contrato tiene fecha de día 12”, recuerda. Un bar de ambiente ‘cool’ en la plaza de Vázquez de Mella. El mismo espacio urbano escogido en 2005 por el exalcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, para plantar en 2005 un gran lazo rojo permanente como símbolo de “la lucha de la ciudad contra el sida”. La plaza es la puerta de entrada al barrio de Chueca, que protagoniza, justo esta semana, las fiestas del Orgullo Gay en la ciudad.

El 14 de ese mes, relata Daniel, “le conté a mi superiora mi enfermedad y, la verdad, la reacción en el momento fue muy buena. Me preguntó que cómo lo llevaba y que qué mala suerte”.

Los mensajes telefónicos que esgrime Daniel contradicen la defensa de la empresa. Tan solo dos horas después, la misma jefa le comunicaba su despido: “Siento mucho lo que te ocurre pero no me parece justo que no me lo hayas comunicado antes de contratarte. Tengo un negocio de restauración y, al menos, me podías haber contado esto. No puedo arriesgar”, le informó, según los textos intercambiados por la aplicación whatsapp. “Mañana hablaré con la gestoría y le comunicaré tu baja. Me parece un golpe bajo por tu parte”, añadía.

La encargada repite a eldiario.es que “es incierto que me dijera en ningún momento que tuviera la enfermedad. Sólo busca el dinero de una indemnización”.

El barman recuerda que “justo acababa de decirle a mi madre lo bien que se habían tomado en el trabajo mi situación cuando llegó el mensaje”. La Coordinadora Estatal VIH-sida (Cesida) recuerda que “en los trabajos que conllevan la manipulación de alimentos, ni la normativa estatal ni la comunitaria justifican la exclusión de las personas con VIH”.

El reglamento de la Unión Europea sobre higiene de los alimentos únicamente hace referencia a que “las personas que padezcan o sean portadoras de una enfermedad que pueda transmitirse a través de los productos alimenticios,o estén aquejadas, por ejemplo, de heridas infectadas, infecciones cutáneas, llagas o diarrea, no deberán estar autorizadas a manipular los productos alimenticios”.

El sida no se transmite por los alimentos. Ese grupo lo configuran, según recuenta el Instituto de Salud Carlos III: el botulismo, la fiebre por E.coli, el tifus, la hepatitis A, la listeniosis, la salmonelosis, la shigelosis, la triquinosis, la yersiniosis, la campilobacteriosis y la criptosporidiosis.

“Derecho a contratar a gente sana”

La cuestión es que Daniel se ha quedado en la calle. “Conmigo no has actuado de buena fe”, le recriminaba por escrito la encargada del local a lo que el trabajador contestó, también en mensajes: “Mañana paso por el juzgado a denunciar la discriminación”. A partir de ahí, el tono de las comunicaciones ya es más elevado. La jefa reaccionó, de acuerdo con los mensajes grabados en el teléfono de Daniel, y le dijo que “me parece indignante que seas capaz de decir que te he discriminado cuando ni siquiera has tenido la delicadeza de informarnos de que estabas enfermo antes de hacerte el contrato”.

Preguntada por este medio, la superior repite que “a mí no me dijo nada de ese problema antes de ponerse a trabajar. Y estando todavía en pruebas, tras un día y medio de trabajo, fue cuando se le despidió”.