El fúbol no es gay friendly
columnista Susana M. Oxinalde
EN 1981, el londinense Justin Fashanu se convirtió en el jugador negro más caro de la historia, su traspaso al Nothingam Forest costó más de un millón de libras. En dos años perdió siete veces su valor. Fue el primer jugador de fútbol de categoría superior que salió del armario en 1990 en la portada de The Sun y se suicidó después de pasar por 23 clubes en 16 años. Han pasado casi tres décadas y no terminarnos de creernos que en Europa no haya futbolistas gais pero sí que son muy discretos, excepto para rodearse, claro, de las más buenorras del planeta. La teoría de la imposible convivencia entre rudeza y maricones tampoco se explica en la Europa progresista que contrasta con los conservadores EE.UU., donde grandes ídolos deportivos ya han confesado su homosexualidad doblando su valor: como referentes deportivos y emblemas de la diversidad y la valentía. Es la semana del Orgullo LGTB, en Madrid dos millones de personas entonarán ese gran escape de libertad y en los grandes recintos deportivos seguirá respirándose el miedo a los insultos, a las burlas, a la falta de renovación, al fin de los contratos con las multinacionales y al silencio, también sí, de los aficionados gais. Tal y como lo expresó John, el hermano de Justin también futbolista, que no lamentaba el acoso sufrido por su hermano sino el fin de sus contratos tras aquella escandalosa portada. 30 años después parece increíble que algo así siga pateando fuerte, lo mismo a la testosterona que al factor humano. Feliz Orgullo.