Entra a una tienda de Santander a pedir ayuda por una hemorragia y desata la alarma al saberse que es portador del VIH

Los bomberos incineran los muebles del comercio para eliminar el riesgo de contagio y las dependientas esperan el resultado definitivo del test de anticuerpos

Un hombre que sangraba ligeramente por la boca entró el sábado 19 de marzo a pedir auxilio en un comercio de los alrededores del Ayuntamiento de Santander. Las cuatro personas que atendían en ese momento la tienda no dudaron en ayudarlo, especialmente cuando el afectado informó de que era hemofílico: una enfermedad genética que dificulta la coagulación de la sangre y provoca fuertes hemorragias. Tras acomodarlo en un sillón, llamaron al 112 y al 061 y trataron de frenar la pérdida de sangre mientras esperaban a los servicios sanitarios. Pero la hemorragia iba a más y el afectado, que empezó a echar sangre de manera profusa por la boca, terminó desvaneciéndose sobre el sillón. Así que una de las dependientas salió a la carrera para pedir ayuda en el puesto de la Policía Local en el Ayuntamiento.

Cuando llegó la ambulancia del 061 y se llevaron al paciente al Hospital de Valdecilla, todo lo que quedaba por delante era un dura tarea de limpieza. Según describió a El Diario Montañés una persona cercana a los dueños del comercio, la tienda parecía «el escenario de una película de terror, con todo el suelo manchado de sangre, el sillón chorreando y muebles, uniformes y mercancías salpicados».

Mientras las dependientas se esforzaban por limpiar la sangre con todas las precauciones lógicas, como el uso de guantes y lejía, y se deshacían de la mercancía salpicada, la propietaria recibía una llamada del hospital: el hombre al que habían auxiliado era portador del VIH –el virus que puede terminar desarrollando la enfermedad del sida–.

La alarma se desató en la tienda. «Desasosiego, dudas, angustia», detalló la persona allegada al negocio. En el momento del incidente, alrededor del mediodía, no había clientes en la tienda, pero las cuatro personas que atendían el comercio (propietarios y dependientes) habían entrado en contacto con la sangre y no sabían cómo actuar. Varias preguntas surgieron entonces: ¿Nos hemos podido contagiar? ¿Dónde dejamos el mobiliario empapado de sangre? ¿En un contenedor al alcance de cualquiera?

Finalmente, «después de varias horas de llamadas pidiendo soluciones que no llegaban», fueron los bomberos del Ayuntamiento de Santander, avisados por la Policía Local, los que resolvieron el problema al llevarse el mobiliario manchado de sangre para incinerarlo.

Los test de VIH, aún provisionales, dicen que no ha habido contagio.

El personal de la tienda también intentó encontrar consejo sanitario, y el lunes, dos días después del incidente, consiguieron contactar con la persona que resolvió sus dudas: Manuel Galán, jefe de servicio de Salud Pública. A preguntas de este diario, Galán explicó que no existe un protocolo de actuación en estos casos. «Hoy en día, toda la sangre derramada debe ser recogida con las mismas precauciones sanitarias. Hay un protocolo sanitario para hospitales y centros de salud, pero si pasa en la calle son los servicios de limpieza municipales los que se hacen cargo». En este caso ocurrió en un comercio y ninguna administración supo ofrecer respuestas a los afectados en las primeras horas tras el incidente.

Riesgo «prácticamente nulo»

La conversación del lunes con Salud Pública alivió en cierto modo el desasosiego de las cuatro personas que atendieron la emergencia en la tienda. «Les dije que habían actuado correctamente porque de forma intuitiva se habían puesto guantes y habían usado papel absorbente y lejía. Todo bien, pero luego tenían un sillón que estaba lleno de sangre y era irrecuperable. Por eso empezaron a llamar para ver quién se hacía cargo del mueble, y se encontraron con que nadie les ofrecía una solución hasta que llegaron los bomberos y lo quemaron. Estaban indignados por no tener manera de deshacerse del mueble sin riesgo».

Galán aseguró que, tal y como actuaron, el riesgo de contagio es «prácticamente nulo». «Estaban muy nerviosas y angustiadas y hemos intentado tranquilizarlas. El riesgo nunca es cero, pero deben estar tranquilas porque así no es como se transmite el VIH. Se transmite por dos vías: la sexual y al clavarse una aguja infectada. Y la experiencia que tenemos hoy en día sobre el VIH es que así (por contacto directo con la sangre) no se transmite». Además, un portador del virus en tratamiento es «técnicamente no contagioso» y, en este caso, según las fuentes de Galán, «el afectado está bien tratado».

Ahora bien, el jefe de servicio de Salud Pública reconoció que las personas que atendieron al portador del virus no podrán estar tranquilas hasta que no tengan una prueba negativa del test de VIH. «Deben esperar un tiempo, tres o cuatro semanas, hasta que el sistema inmunológico pueda reaccionar en caso de contagio y empiece a producir anticuerpos, que es lo que determina la presencia del virus VIH». Las primeras pruebas, aún provisionales, dicen que no ha habido contagio.

Un anillo vaginal reduce un 30% el riesgo de infectarse por el VIH

El dispositivo libera un antiviral y permite a las mujeres protegerse sin consultar al varón

Un anillo vaginal liberador de antivirales

Un anillo vaginal liberador de antivirales.

Por primera vez, dos ensayos de anillos vaginales (dispositivos similares a los anticonceptivos) han demostrado cierta capacidad de proteger contra la transmisión del VIH. En ambos ensayos, que se presentaron en la Conferencia sobre Retrovirus e Infecciones Oportunistas (CROI) que se ha celebrado en Boston, se ha observado que su uso reduce la tasa de infecciones por el VIH alrededor del 30% (un 27% en uno y un 31% en otro).

En ambos casos el mecanismo de actuación es similar: el dispositivo se inserta y va liberando un antiviral (la dapivirina) de manera que cuando la mujer tiene una relación sin protección, el VIH que le puede transmitir el hombre se encuentra con el fármaco, que impide la transmisión.

Uno de los ensayos, The Ring Study, lo ha patrocinado IPM (Grupo Internacional para Microbicidas) y, el otro, Aspire, es de MTN (Red de Ensayos en Microbicidas), lo ha publicado New England Journal of Medicine y tiene como primer firmante a Jared Baeten. Se trata de dos trabajos en fase III, que son ya a gran escala, lo que quiere decir que es el paso previo a su potencial uso sobre el terreno. En concreto, en The Ring Study han participado 1.959 de Sudáfrica y Uganda, y en el Aspire lo hicieron 2.629 de Sudáfrica, Uganda, Malaui y Zimbabue.

Aunque la cifra general de protección es baja, Baeten afirma que “las mujeres necesitan estrategias efectivas que reduzcan su riesgo de contraer el VIH, y el anillo puede ser una de ellas”. Este tipo de aproximación, como los geles vaginales (los microbicidas que son el principal objetivo de las organizaciones que han desarrollado estos ensayos), tienen la ventaja de que las mujeres pueden usarlos de manera autónoma. No dependen, como en el caso del preservativo, de la voluntad de sus parejas masculinas, que en entornos muy machistas o tradicionales a veces es muy difícil de negociar. Además, no impiden la concepción, lo que también es importante en ciertos entornos culturales.

Además, se ha visto que la protección sube hasta más del 50% en las mayores de 21 años, lo que indica que el método, bien usado, tiene una alta eficacia. Baeten no descarta que pudiera aumentarse su eficacia combinando varios antivirales, aunque advierte de que “el uso de dos pastillas contra el VIH no eran significativamente mejores que una sola”, por lo que es posible que un anillo con solo una sustancia, si es la adecuada y se usa con rigor, sea suficiente.

“Estos hallazgos dan nuevas esperanzas a muchas mujeres que están en un serio peligro y necesitan más opciones efectivas para protegerse del VIH”, ha dicho Zeda Rosenberg, directora de IPM. El ministro de Salud de Sudáfrica, Aaron Motsoaledi, ha añadido: “Cada avance científico que da más poder a las mujeres para protegerse del virus debe estudiarse para una pronta entrada en acción”. África sería el continente más beneficiado si se usaran masivamente estos anillos vaginales. Cada año hay en ella más de 1,2 millones de nuevas infecciones, de las que más de 600.000 son en mujeres. Una reducción del 30% en el número de nuevos casos supondría 180.000 infecciones menos.