Trabajar y ser seropositivo en España
Mª José Fuster consiguió la primera sentencia de compatibilidad, por la que ahora vuelve a pelear en los tribunales
Mª José Fuster, directora de la Sociedad Española Interdisciplinaria del Sida (Seisida), contrajo sida cuando tenía 20 años. Ahora, tiene 49 y se encuentra inmersa en un proceso judicial para conservar su incapacidad y a la vez seguir desempeñando sus labores de investigadora en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). “Empecé a estudiar Psicología sin ningún ánimo específico, solo con la intención de superarme personalmente y ver la vida de otra manera. Por aquel entonces ya tenía una incapacidad, había tenido muchas infecciones, me había sometido a muchos tratamientos experimentales, e incluso pasé por un cáncer. Cuando acabé la carrera me gustaba y decidí hacer el doctorado centrándome en las personas con VIH, en su inserción laboral y en el estigma de la discriminación. El esfuerzo me fue premiado con becas de investigación, que no cotizan, y cada dos años renovaba mi situación de incapacidad”, relata Fuster.
Tras doctorarse, Fuster consiguió un trabajo en la UNED que sí le permitía cotizar. “Solicité la compatibilidad a la seguridad social sabiendo que era posible jurídicamente. Y no me contestaron”, explica. Después de dos años, en 2014, los tribunales le dieron la razón. “Fue la primera sentencia favorable en la que una persona con VIH podía compatibilizar una incapacidad absoluta con un trabajo. Todos los que trabajan en la lucha contra esta enfermedad se alegraron muchísimo porque se abría un precedente para todos aquellos enfermos que quisiesen solicitar la compatibilidad”, afirma.
A partir de este momento, las revisiones para comprobar su estado, según cuenta la presidenta de Seisida, volvieron a ser puntuales. “Contra todo pronóstico y después de haber conseguido una sentencia judicial a favor, en la siguiente revisión este año me dijeron que había mejorado y rebajaron el grado de discapacidad, por lo que volví a denunciar. Ahora, desde septiembre, estoy a la espera de que salga el juicio”. Fuster, que se considera una superviviente, aclara que aunque la enfermedad se ha cronificado sufre otras dolencias como hipertensión, infecciones, osteoporosis, envejecimiento acelerado, y efectos secundarios derivados de los medicamentos, como problemas gastrointestinales o de sueño.
Fuster asegura que el modelo de España se aleja mucho de los principios europeos e internacionales en cuanto a la inserción laboral de personas con VIH. “España demuestra que tiene una mirada muy corta. Las prestaciones son insuficientes para vivir y en muchas ocasiones las personas con discapacidad se ven obligadas a ganar dinero de otra manera. Sin embargo, compatibilizando la prestación, las personas con discapacidad se pueden integrar, aportar a la hucha de la seguridad social y mejorar su salud psicológica, lo que también repercutirá en menos gastos públicos. Imagino que hubiese pasado si Stephen Hawking hubiese tenido que elegir entre estudiar o tener que dejar de trabajar para no perder su prestación”, sostiene.
Según datos de la coordinadora Trabajando en Positivo el 50% de los pacientes seropositivos, que ahora mismo se estiman en 160.000, se encuentran en situación de desempleo, por lo que consideran que la discriminación y el estigma social que sufren las personas con VIH siguen siendo un problema en España. De ellos, aproximadamente el 63%, según el plan nacional sobre el sida en 2015, tienen entre 20 y 49 años, la franja de edad más productiva para el ser humano.
Julio Gómez, director de Trabajando en Positivo, asegura que hay pocos estudios y los que hay se quedan “un poco antiguos” para conocer exactamente las cifras de desempleo entre estos pacientes, pero en la actualidad el Ministerio de Sanidad, Cesida, CC OO, UGT y colectivos LGTBI están elaborando una encuesta para relacionar estos datos con diferentes circunstancias como la edad, el nivel de estudios, o el tiempo que llevan desempleados. “A través de nuestros servicios de orientación laboral dimos cobertura en 2015 a 1.200 personas, de las cuales 384, un 30%, lograron un empleo. De todas ellas, alrededor de un 64% además de la enfermedad tienen diferentes circunstancias que limitan su inserción laboral, como la edad, las cargas familiares, etc”, explica Gómez.
El lugar de trabajo no es una vía de transmisión
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la mayoría de las ocupaciones y puestos de trabajo no hay riesgo de adquirir o transmitir el VIH. De hecho, según apunta Cruz Roja Española, tampoco existiría un riesgo especial de transmisión en caso de una actuación de primeros auxilios como consecuencia de un accidente en el trabajo, tanto si la persona con el VIH es la que ofrece los auxilios como si los recibe.
Respecto sobre si comunicar en el entorno de trabajo la enfermedad, Julio Gómez, director de Trabajando en Positivo, detalla lo siguiente: “Las personas con VIH no tienen ninguna obligación de comunicar la enfermedad en su puesto de trabajo. Es recomendable comentarlo en los servicios de prevención de la empresa para que esta entienda los procesos de baja del trabajador, si es que los hay, pero esta situación solo sería ideal si por parte de estos servicios existiese una total seguridad de que se va a entender cada caso”, indica Gómez. Carecer de información básica sobre el VIH es una de las principales causas, según apunta, por las que existen prejuicios hacia estas personas. “A través de nuestra plataforma las empresas no contratan a gente con VIH, sino que seleccionan a personas que se encuentran en riesgo de exclusión social. La mayoría de las consultas que recibimos tienen que ver con el acceso al empleo, así que es un tema que preocupa y del que mucha gente no habla porque tiene miedo a ser rechazado”, añade.