OJO CON LOS REPRIMIDOS; ESTA ES UNA LUCHA POR LA LIBERTAD
Con el verano llega un rosario de fiestas que se suceden en toda Euskal Herria. Y con ellas un preocupante número de denuncias de agresiones sexuales. Los casos son más en esta época, o al menos más públicos. Las campañas de sensibilización, tan necesarias y eficaces en el plazo largo, ayudan pero no atajan en el corto. En todo caso, es evidente que actualmente las agresiones se denuncian en mayor medida que antes, entre otras cosas gracias a esa lucha histórica y gracias a esa sensibilización social. Lo cual dificulta afirmar que este fenómeno se haya agravado. En cualquier caso, su persistencia debe llevar a una reflexión más allá de la denuncia puntual. Hay que evaluar políticas y protocolos, ahondar en lo que funciona y aprender de cada caso.
De lo ocurrido en Baiona, por ejemplo, deberíamos aprender algo. Lo primero, que en este terreno debemos concentrarnos en las agresiones que realmente se han producido, en sus víctimas, en esas mujeres. No hay margen para el negacionismo o la duda perversa. Debemos sostener las campañas para denunciar esta lacra y apoyar a las personas que la han padecido. Deberíamos buscar nuevas fórmulas para evitar ese riesgo y ofrecer seguridad a las mujeres para que puedan disfrutar de las fiestas en igualdad, libremente. Pero también podemos aprender algo del caso del varón que ha realizado una denuncia falsa. Si atendemos a su declaración posterior en la que admite que la felación fue consentida, se trata de un reprimido sexual. Es, en ese sentido, una víctima común del sistema heteropatriarcal, parte del mismo fenómeno. No obstante, en un acto muy irresponsable, ha dañado seriamente esta lucha. Desgraciadamente, no es el primer caso.
Esta es una lucha contra la represión sexual, a favor de la libertad y la igualdad. Y si bien eso implica luchar sobre todo contra los represores, contra los depredadores, hay que actuar también con los reprimidos. En este caso, exigiendo que se responda legalmente de las denuncias falsas.