OIARTZUN – Dos décadas de andadura… ¿Ha pasado rápido el tiempo? -Parece que empezamos ayer, pero la verdad es que han ocurrido muchas cosas. De los 30 años de pandemia del VIH, la asociación ha estado trabajando durante dos décadas. Yo empecé con algo más de 30 y tengo ya 52. ¿Ha perdido muchos amigos por el camino? -Murió la mitad de mi cuadrilla. En los 80, cuando residí en Manhattan, aquello era terrible. Ocurrió en el ámbito de amigos y laboral. Fui a más funerales que en toda mi vida. En todos los ámbitos en los que me movía la pérdida de conocidos era terrible. Parece que no se aprende de la experiencia. Esta misma semana se ha sabido que un hombre en Euskadi fue el origen de un brote de sida que provocó 26 contagios. ¿Qué opina del mensaje que se ha querido trasladar? -La verdad es que me ha quedado una sensación agridulce. Más bien agria… ¿Por qué? -Porque noticias así crean más alarma que otra cosa. Además, hay que decir que todos los casos de transmisiones tienen un inicio. En mi caso seguro que también hubo una pirámide. Se muestra crítico. -Creo que ese estudio no tenía que haber salido del congreso en el que iba a ser abordado. Que el tema salte a los medios aporta poco positivo a la lucha del VIH y la no estigmatización de ciertos colectivos. Si se ha querido reforzar el mensaje de que en el colectivo de hombres que tienen sexo con otros hombres hay un problema gordo, pues ya lo sabemos. ¿Por qué se han relajado las medidas de precaución? -En mi colectivo hemos sufrido mucho en la historia, y ver ahora cómo se ha ido dejando por el camino la prevención es doloroso. Ha habido cambios generacionales. Desde que en el mundo rico se ha cronificado el VIH, se le ha perdido el miedo y el respeto. He llegado a escuchar a jóvenes decir que antes o después se van a infectar y, partiendo de esa base, te dicen que sea ya, cuanto antes. También es cierto que no todos viven su sexualidad de la misma manera. Hay lugares donde las relaciones pueden ser muy fantasiosas o excitantes, pero son peligrosas. ¿Cuál es la reacción de las personas que se contagian? -Hay personas que acaban de ser testadas y necesitan que alguien les oriente. Hay quienes vienen hundidos. Vivimos en una paradoja. Los jóvenes han perdido el miedo y el respeto al VIH pero el mazazo que reciben cuando se contagian es brutal, igual al que experimentamos nosotros. El diagnóstico del VIH hoy en día es muy difícilmente gestionable por una persona. Incluso compartirlo y comunicarlo ahora es más difícil que antes. Harri Beltza surge en 1994. ¿Qué situación se vivía en Gipuzkoa? -Estuvimos acompañando a mucha gente que, lamentablemente, nos dejó. Fueron unos años muy duros. La asociación ha cambiado mucho desde entonces. Al inicio de nuestra andadura no había con qué hacerle frente al virus, y aquí nos juntábamos como si fuera esto un centro de día. La gente estaba cada día peor. La verdad es que convivíamos mucho. Ahora, con las nuevas medicinas nuestras vidas se han normalizado, y el uso de la asociación ha cambiado mucho. La gente solo viene a la asociación cuando necesita ciertas cosas puntuales. El año 97 marcó un antes y un después… -Sí, los avances médicos corrieron paralelos a mi propia situación personal. Yo perdí las defensas. No podía seguir adelante con mi vida e ingresé en el hospital. Justo en aquella época nos vino un médico proponiéndonos un nuevo fármaco a un compañero de habitación y a mí. Llego a perder las defensas un año antes y no me habría recuperado. Los antirretrovirales aparecieron en ese año, pero hasta después del 2000 no tuvimos la seguridad de que íbamos a salir adelante. Los tratamientos han mejorado muchísimo… -Sí. Recuerdo que por aquel entonces, con todas las enfermedades oportunistas que irrumpían, llegué a tomar 80 pastillas diarias. ¡80 pastillas! -Sí, enfermé de tuberculosis. Había que ir trabajando y afrontando todas las enfermedades oportunistas… Es increíble lo que es capaz de aguantar el cuerpo humano.
OIARTZUN – Dos décadas de andadura… ¿Ha pasado rápido el tiempo?
-Parece que empezamos ayer, pero la verdad es que han ocurrido muchas cosas. De los 30 años de pandemia del VIH, la asociación ha estado trabajando durante dos décadas. Yo empecé con algo más de 30 y tengo ya 52.
¿Ha perdido muchos amigos por el camino?
-Murió la mitad de mi cuadrilla. En los 80, cuando residí en Manhattan, aquello era terrible. Ocurrió en el ámbito de amigos y laboral. Fui a más funerales que en toda mi vida. En todos los ámbitos en los que me movía la pérdida de conocidos era terrible.
Parece que no se aprende de la experiencia. Esta misma semana se ha sabido que un hombre en Euskadi fue el origen de un brote de sida que provocó 26 contagios. ¿Qué opina del mensaje que se ha querido trasladar?
-La verdad es que me ha quedado una sensación agridulce. Más bien agria…
¿Por qué?
-Porque noticias así crean más alarma que otra cosa. Además, hay que decir que todos los casos de transmisiones tienen un inicio. En mi caso seguro que también hubo una pirámide.
Se muestra crítico.
-Creo que ese estudio no tenía que haber salido del congreso en el que iba a ser abordado. Que el tema salte a los medios aporta poco positivo a la lucha del VIH y la no estigmatización de ciertos colectivos. Si se ha querido reforzar el mensaje de que en el colectivo de hombres que tienen sexo con otros hombres hay un problema gordo, pues ya lo sabemos.
¿Por qué se han relajado las medidas de precaución?
-En mi colectivo hemos sufrido mucho en la historia, y ver ahora cómo se ha ido dejando por el camino la prevención es doloroso. Ha habido cambios generacionales. Desde que en el mundo rico se ha cronificado el VIH, se le ha perdido el miedo y el respeto. He llegado a escuchar a jóvenes decir que antes o después se van a infectar y, partiendo de esa base, te dicen que sea ya, cuanto antes. También es cierto que no todos viven su sexualidad de la misma manera. Hay lugares donde las relaciones pueden ser muy fantasiosas o excitantes, pero son peligrosas.
¿Cuál es la reacción de las personas que se contagian?
-Hay personas que acaban de ser testadas y necesitan que alguien les oriente. Hay quienes vienen hundidos. Vivimos en una paradoja. Los jóvenes han perdido el miedo y el respeto al VIH pero el mazazo que reciben cuando se contagian es brutal, igual al que experimentamos nosotros. El diagnóstico del VIH hoy en día es muy difícilmente gestionable por una persona. Incluso compartirlo y comunicarlo ahora es más difícil que antes.
Harri Beltza surge en 1994. ¿Qué situación se vivía en Gipuzkoa?
-Estuvimos acompañando a mucha gente que, lamentablemente, nos dejó. Fueron unos años muy duros. La asociación ha cambiado mucho desde entonces. Al inicio de nuestra andadura no había con qué hacerle frente al virus, y aquí nos juntábamos como si fuera esto un centro de día. La gente estaba cada día peor. La verdad es que convivíamos mucho. Ahora, con las nuevas medicinas nuestras vidas se han normalizado, y el uso de la asociación ha cambiado mucho. La gente solo viene a la asociación cuando necesita ciertas cosas puntuales.
El año 97 marcó un antes y un después…
-Sí, los avances médicos corrieron paralelos a mi propia situación personal. Yo perdí las defensas. No podía seguir adelante con mi vida e ingresé en el hospital. Justo en aquella época nos vino un médico proponiéndonos un nuevo fármaco a un compañero de habitación y a mí. Llego a perder las defensas un año antes y no me habría recuperado. Los antirretrovirales aparecieron en ese año, pero hasta después del 2000 no tuvimos la seguridad de que íbamos a salir adelante.
Los tratamientos han mejorado muchísimo…
-Sí. Recuerdo que por aquel entonces, con todas las enfermedades oportunistas que irrumpían, llegué a tomar 80 pastillas diarias.
¡80 pastillas!
-Sí, enfermé de tuberculosis. Había que ir trabajando y afrontando todas las enfermedades oportunistas… Es increíble lo que es capaz de aguantar el cuerpo humano.