EL PAIS: Los gais rusos se defienden de la intolerancia

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Una pareja de activistas de los derechos de los gays se besa mientras es detenida en San Petersburgo. / REUTERS (ALEXANDER DEMIANCHUK)

“Hemos pasado de la ofensiva a la defensiva”. La rusa Yelena Kostiuchenko, de 26 años, reportera del periódico Nóvaya Gazeta, resume así el ánimo de la minoría de la que forma parte (lesbianas, gais, bisexuales y transexuales rusos o LGBT). Kostiuchenko es lesbiana y salió del armario en 2011, cuando, en una declaración en Internet, proclamó su cariño hacia Annia Annenkova, su pareja, una analista de gas y petróleo, con la que, si pudiera, se casaría y pediría un préstamo-hipoteca para comprar un piso.

“Somos dos tías mayores de edad (…), ciudadanas de la Federación Rusa, que trabajan bien y mucho, que pagan impuestos, que no cometen infracciones legales y que se quieren. Deseamos registrar nuestra relación. Deseamos que el Estado nos reconozca como parientes (…) como esposas con todas las consecuencias (…), quiero que mi mujer se sienta defendida en los litigios de propiedad que puedan comenzar tras mi muerte, que pueda negarse a testimoniar en mi contra ante el juez… Tendremos hijos… de antemano los amamos y los esperamos y queremos que en los certificados de nacimiento de nuestros hijos estemos inscritas las dos…”, decía Kostiuchenko.

El matrimonio gay encabezaba la lista de prioridades de la periodista en 2011. Ahora, más de dos años después, lo más relevante para ella es evitar nuevas leyes que se sumen a las dos promulgadas este año. Una de ellas prohíbe hacer propaganda a los menores de edad de las “relaciones no tradicionales” (eufemismo para relaciones homosexuales) y la otra, la adopción de niños rusos por gais extranjeros.

Alekséi Zhuravlev (diputado del partido gubernamental Rusia Unida) retiró la semana pasada del Parlamento la ley que había presentado el 5 de septiembre para que “la orientación sexual no tradicional” de un progenitor o de ambos pudiera ser motivo para privarlos de sus derechos de padres y de la custodia de sus hijos. El texto para modificar el Código de Familia ruso llevaba al ámbito privado la tesis central de la legislación ya aprobada, a saber que la homosexualidad no es una opción equiparable a las orientaciones “tradicionales”. Según el diputado Zhuravlev, la información sobre las relaciones “no tradicionales” es “muy peligrosa para la psicología aún no fortalecida del niño y puede alterar en el futuro su autoidentificación sexual”.

La población rusa con una “orientación no tradicional” oscila entre el 5% y el 7% (algo más en las grandes urbes), y por lo menos un tercio de la misma tiene niños, explicaba Zhuravlev en la presentación del proyecto de ley ahora retirado. Un cálculo conservador con esos datos (por ejemplo un 6% de gais entre los 142 millones de ciudadanos rusos) supone la existencia de 8,5 millones con una “orientación no tradicional” y, de ellos, más de dos millones y medio con hijos.

La retirada del proyecto de ley, oficialmente para ser “elaborado”, podría indicar que las autoridades no desean tensar más las relaciones con los sectores liberales del país y con los representantes de la Unión Europea que en diversas ocasiones han planteado oficialmente a sus interlocutores el tema de los derechos de gais y lesbianas en Rusia.

Sin embargo, la comunidad gay prefiere no bajar la guardia y cree estar ante “una tregua” para distender la atmósfera ante los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi, que se celebran en febrero. Kostiuchenko dice estar preparando un informe sobre los diputados de la Duma Estatal (cámara baja del Parlamento) que son gais y amenaza con lanzar a la web datos sobre “los políticos que no se atreven a salir del armario”. También quiere organizar un gay parade durante los Juegos en Sochi. La reportera es pesimista sobre la evolución del sistema político “que ha situado la comunidad gay en la lista de los enemigos internos, junto con los inmigrantes y los defensores de derechos humanos”. “Hay que conservar las libertades que nos quedan, como educar a nuestros hijos, porque la libertad de expresión ya la perdimos”, dice.

En la sociedad rusa las actitudes negativas hacia los gais se han intensificado, según el centro sociológico Levada. En un sondeo en abril, un 35% de los interpelados consideraba la homosexualidad como una enfermedad o el resultado de un trauma psíquico y un 43%, la veían como un síntoma de depravación o malas costumbres, mientras el 12% opinaban que se trata de una orientación como otras. La gran mayoría (73%) querían que el Estado atajara las manifestaciones públicas de homosexualidad.

En San Petersburgo, la “ventana a Europa” de Rusia, la legislación local antigay (iniciativa del diputado Vitali Milónov) gravita sobre el ambiente. “Proyectos culturales interesantes no se realizan porque sus promotores temen que surjan problemas con las autoridades, y, en cambio, personajes mediocres usan el escándalo para obtener publicidad barata”, señalan medios culturales peterburgueses, que constatan “la disminución de los vínculos de nuestra ciudad con los centros occidentales”. En privado, funcionarios rusos confiesan a sus interlocutores europeos su incomprensión por el peso que ha adquirido la situación de los gais en la relación de Moscú con Occidente. “Se exige a Rusia más de lo que puede asimilar un país dominado por el conservadurismo”, señalan.

El diputado y jefe de la comisión legislativa del Parlamento de San Petersburgo, Vitali Milónov, impulsó la ley local contra la propaganda de la homosexualidad entre menores, precedente para la legislación aprobada a escala estatal. Este político de Rusia Unida, el partido gubernamental, asegura que “rezaría e intentaría corregir el vicio”, si un hijo suyo le dijera que tiene una “orientación sexual no tradicional”.

El nivel de tolerancia varía en una misma ciudad y en la geografía del Estado. El 12 de octubre, en el Campo de Marte de San Petersburgo, en un espacio habilitado a modo de speaker’s corner de Hyde Park, cosacos, hinchas futbolísticos y nacionalistas arremetieron contra un grupo de gais que organizaban una salida del armario. Pero, pese a rechazos como este, en las dos grandes ciudades de Rusia los gais pueden hacer su propia vida, a diferencia de las zonas de tradiciones patriarcales como el norte del Cáucaso, donde muchos gais o lesbianas ocultan su identidad sexual o huyen de familias, que pueden obligarles a casarse, imponerles una “violación correctiva” e incluso amenazarlos de muerte, según Tatiana Vinnichenko, una profesora en la Universidad de Arjangelsk, una ciudad de 350.000 habitantes. Vinnichenko es activista de la LGTB, la mayor organización de defensa de los derechos de los gais en Rusia, con central en San Petersburgo y ramas en 18 de las 83 provincias del Estado. “El año pasado teníamos muchas consultas sobre cómo formar una familia o cómo hacer una inseminación artificial, ahora nos preguntan sobre la emigración”, dice Vinnichenko, según la cual en emigrar piensa “uno de cada tres activistas de nuestra organización local, de 120 personas”. “Para lograr un clima de mayor tolerancia, haría falta una mayor información, pero como la información es equiparada a propaganda, estamos en un círculo vicioso”, explica.

“Las minorías sexuales son sólo uno de los grupos afectados por el problema de la tolerancia en Rusia”, afirma Vladímir Pribylovski, especialista en el estudio de grupos racistas, xenófobos y nacionalistas. “Quienes se dedicaban antes a pegar y perseguir a los emigrantes, se dedican ahora a perseguir a los gais, ya que estos están más indefensos”, opina el experto.

En la vida cotidiana los gais pueden encontrar respeto y comprensión. Mijaíl Tumásov, un traductor de 38 años procedente de Samara, vive con Denis, de 26, desde hace ocho años y está agradecido a su madre, que “jamás ha preguntado” sobre su sexualidad y que acepta que ambos duerman juntos en la misma cama. Kostiuchenko no cree que Rusia sea especialmente homófoba, a pesar de los golpes que ha recibido cuando participa en piquetes. “La gente siente curiosidad y cuando les cuento que vivo con una chica, pero que la ley nos prohíbe casarnos, se interesa sobre cómo cocinamos y cómo hacemos el amor…”, dice. En su opinión, una “salida masiva del armario” ayudaría a los homosexuales. Dos periodistas televisivos se han “destapado”. Anton Krasovski, en enero de 2012, y Oleg Dusáev, de 33 años, el pasado agosto. “Soy un cristiano creyente y estoy convencido de que Dios me ha creado y me quiere tal como soy”, dijo este periodista del prestigioso canal estatal Kultura.