EL CORREO:La violencia no distingue entre parejas gays y heterosexuales
- El crimen del actor Koldo Losada, que podría ser un caso de enajenación o violencia doméstica, reabre la cuestión de los malos tratos en el seno de las parejas homosexuales, una realidad “con la misma incidencia que entre parejas heterosexuales”, aseguran los expertos
- Colectivos de gays y lesbianas piden la visibilización del problema y reclaman de forma urgente una ley que proteja frente a estas situaciones
“Mi marido me ha dado una paliza”. La denuncia, frente al policía o el juez de turno supone un amargo trago por el que muy pocas mujeres se atreven a pasar. Según los últimos datos del Ministerio Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, sólo 14 de las 44 víctimas mortales de la violencia de género en lo que va de año había denunciado antes a sus verdugos. Otra estampa, igual en el fondo, diametralmente distinta en la forma. El mismo mostrador, mismo funcionario y mismo drama: sólo cambia la víctima. Si el que pide ayuda es un hombre que ha padecido los malos tratos de su pareja, otro hombre, la cosa cambia y todo se vuelve incluso más complejo y, sobre todo, más invisible. Lo mismo para una mujer lesbiana. En España ni siquiera existen estadísticas oficiales que saquen a la luz una lacra social que, por no tener, no tiene ni un término aceptado desde el punto de vista jurídico, equiparable al de violencia de género. Sólo casos como el del actor Koldo Losada, presuntamente asesinado a manos de su marido, Jon Ezkurdia, en la madrugada del pasado jueves en su domicilio de Bilbao sacan del armario el maltrato en el seno de las parejas homosexuales.
Nada más conocerse la trágica noticia del asesinato de Koldo Losada, usuarios de la red social Twitter se hacían eco del suceso. Entre palabras de pésame e indignación se colaba una pregunta que no resulta en absoluto baladí: “¿Estamos ante un caso de violencia de género?”. Si se atiende a la más estricta interpretación de la ley, la respuesta debería ser no. Según los expertos, la Ley integral contra la violencia de género “está concebida desde desde la tradición histórica de pensamiento donde la violencia se ejerce de los hombres hacia las mujeres”. “Olvida que el maltrato y la violencia en el ámbito de las relaciones afectivas sexuales no es una realdad únicamente de las relaciones heterosexuales y que en las familias y parejas formadas por dos hombres o dos mujeres se dan situaciones reales de violencia, tanto física como psicológica”, detalla Inmaculada Mujika Flores en un informe para la inclusión de la perspectiva LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales) en los planteamientos sobre violencia de género, encargado por la Asociación Aldarte.
Para definir los casos de maltrato producidos en el seno de parejas formadas por personas del mismo sexo, sociólogos especializados en temática referente al colectivo optan por utilizar el término de violencia intragénero. “En ningún caso se debería llamar crimen pasional, porque definirlo así es querer quitarle profundidad al asunto”, sostiene Javier Regalado, presidente de la asociación bilbaína Hegoak. A juicio de los activistas LGTB tampoco sería apropiado hablar de violencia doméstica, ya que el “término mezcla muchas cosas, como la violencia que se ejerce de padres a hijos y alude demasiado a la necesidad de convivencia en el hogar y está demostrado que no tiene por qué ser así”, explica la sexóloga Lourdes Bravo, que desde su blog, violenciaintragenero.com, persigue hacer pedagogía sobre el tema y, muy en concreto, en los casos de malos tratos entre parejas compuestas por mujeres.
Diferencias entre gays y lesbianas maltratados
Lo cierto es que el tema va mucho más allá de una mera cuestión semiótica. La confusa definición hace que los casos de maltrato entre homosexuales no encuentren acomodo bajo el paraguas de la ley integral de género que permite, entre otras cosas, que las víctimas se puedan acoger a recursos jurídicos y de atención específica como agentes formados (y sensibilizados) o el trámite de la causa por juzgados especiales. Tampoco a los medios que desde los municipios se ponen a disposición de las mujeres maltratadas. En el caso de Bilbao, si la víctima forma parte de una “pareja homosexual femenina sí se atienden a través del propio servicio municipal contra la violencia de género”, aseguran portavoces municipales consultados por este diario. Sin embargo, si se trata de un hombre maltratado, los casos son “atendidas a través de la colaboración con los tres módulos psico-sociales bilbaínos con cobertura en todo el término municipal”, reconoce las mismas fuentes. En el caso de Vitoria, no existen recursos específicos. “Se pone a disposición de estas personas los recursos genéricos, la casuística no justifica una respuesta específica”, sostienen las fuentes consultadas.
En este sentido, tras conocerse el asesinato de Losada, la confederación LGTB española Colegas no tardó en reclamar a través de un comunicado una ley de protección de parejas formadas por personas del mismo sexo. “Esta asociación lleva pidiendo desde 2004, cuando se aprobó la actual ley, una modificación de la norma para la inclusión de las parejas LGTB”, apuntaban los responsables del colectivo. La integración en la normativa actual es un anhelo también compartido por la asociación vizcaína Aldarte, que aboga por no crear una ley específica que regule la violencia intergénero. “Planteamos dichas modificaciones desde la defensa de la igualdad real entre las parejas formadas por dos mujeres o dos hombres con las parejas heterosexuales”, explican. No todos los activistas están de acuerdo con este extremo. “Al mezclar los dos tipos de violencia se puede llegar a diluir. Parece que sólo tenemos que tener una ley y no tiene por qué ser así”, reclama Lourdes Bravo.
Otra de las reclamaciones de este colectivo tiene que ver con la creación de un órgano dentro del Ministerio del Interior que contabilice cada uno de los casos. Aunque en España no existen estadísticas oficiales que puedan dar una idea del verdadero alcance de la violencia intragénero, sucesos como el brutal asesinato del actor bilbaíno o el del hombre que en 2009 se quitó la vida tras matar a su exmarido en un pueblo de Almería, evidencian que el maltrato no sólo es cosa de hombres y mujeres. De hecho, apoyándose en datos de otros países en los que sí se realizan estudios específicos sobre los episodios que afectan a gays y lesbianas, los expertos llegan a equiparar este problema con el de la violencia machista. “Estos casos tienen una incidencia muy similar a los que se dan en las parejas heterosexuales”, asegura Raúl García, responsable de SOS homofobia del colectivo de lesbianas, gays y transexuales Cogam. La afirmación no parece descabellada. Un estudio realizado en 2010 por la asociación Aldarte, financiado por la Diputación de Bizkaia, aseguraba que el 59,1% de los encuestados (sobre una pequeña muestra de apenas un centenar de personas) había sufrido en sus carnes en alguna ocasión algún tipo de maltrato.
Doble ‘armario’
Insultos, humillaciones, palizas y, en los casos más extremos, la muerte. Las consecuencias de la violencia machista (también de la que algunas mujeres ejercen sobre los hombres, no conviene olvidarlo) no son diferentes a las que derivan de los episodios de violencia intragénero. “El resultado es el mismo, sólo que en estos casos no se da ese desequilibrio que viene del género”, apunta la sexóloga Lourdes Bravo. “No está el componente machista, pero sí el de sometimiento del más débil por posición, por capacidad…”, abunda Javier Regalado, presidente de Hegoak. “De todas formas sí hay estrategias diferentes que no se dan en las parejas heterosexuales, como es el caso de los chantajes relacionados con sacar al otro del armario”, desvela la sexológa.
Y es que, para muchos pedir ayuda tras sufrir episodios violentos en el seno de la pareja supone una suerte de ‘doble’ salida del armario: implica reconocer a la vez su condición de homosexual y de maltratado. “Es cierto que pueden darse estas situaciones, pero lo más común es que los episodios se produzcan en parejas que tienen una trayectoria, por lo que se entiende que ya han reconocido su situación, al menos, ante su entorno más cercano”, matiza Regalado. Sin embargo, el factor del reconocimiento público sí puede resultar determinante a la hora de acudir a las autoridades para formalizar una denuncia. “Supone exponer tu condición sexual, con el consiguiente miedo a encontrarte con las reacciones del policía o el juez de turno y que te pueda tocar algún homófobo”, explica Bravo. “Por eso es tan importante que existan recursos específicos, hay gente que ni se imagina que estas cosas puedan llegar a pasar”. Y aunque no existan cifras que demuestren que el de Koldo no es un caso aislado, los muertos mientras se acumulan en el armario de la violencia. Llámela como quiera.