EL CORREO:El Ararteko, según Lamarca
Es una tarde de marzo de hace diez años en la sede donostiarra de Gehitu, la asociación de gays y lesbianas del País Vasco. Su presidente, Iñigo Lamarca (Donostia, 1959), conocido por su defensa pública de los derechos de las personas homosexuales, ultima los preparativos de un congreso junto a otros activistas. Hacia las nueve menos cuarto de la noche, recibe una llamada de teléfono inesperada que cambiará su vida «profesional y personal». Al otro lado de la línea, Josu Jon Imaz. «Iñigo, hemos pensado en proponerte como candidato para Ararteko», le soltó el entonces presidente del PNV después de reconocer su labor al frente de la asociación. «Harri eta zur utzi nauzu», replicó Lamarca, capaz de detallar aquella conversación casi palabra por palabra en un ejercicio inevitable de memoria, que no de nostalgia, ahora que está a punto de cerrar su etapa como defensor del pueblo vasco. Se concedieron 24 horas de plazo. Y Lamarca dijo que sí.
Desde entonces, para muchos pasó a ser simplemente el Ararteko, una tarea que ha desempeñado con exquisita atención a sus competencias, «desde una convicción muy profunda para obrar con imparcialidad», sin cruzar la línea hacia la opinión personal, que la tiene por supuesto. «Como activista diría cosas que como Ararteko no puedo decir», corrobora ahondando en el respeto escrupuloso a su cometido independiente, ahora que acaba de finalizar su mandato y ejerce el cargo en funciones, a la espera de que el Parlamento vasco nombre a su sustituto. Abogado, desarrolló su carrera profesional primero como profesor de Derecho Constitucional en la UPV/EHU y, a partir de 1994, como letrado de las Juntas Generales de Gipuzkoa, puesto al que accedió por oposición y al que volverá una vez cese su segundo mandato, que por ley ya no se puede renovar.
Llega a la cita sonriente, vestido de manera informal pero impecable, sin traje ni corbata, ya casi aligerado del peso institucional con el que ha cargado en los últimos años. Casualidad, es la fecha de su aniversario de boda, hace saber en un momento de la charla. Está casado con Sergio Íñiguez, también activista de Gehitu. Su boda, celebrada en el Ayuntamiento de Donostia en octubre de 2005, al poco de aprobarse la ley de matrimonio homosexual, es una de las imágenes que han quedado asociadas a su proyección pública. «Me siento muy orgulloso», asiente Lamarca. Sin militancia política y curtido en una modélica lucha por los derechos sociales, ese entrenamiento previo le vino bien para enfrentarse al cargo. De alguna forma ya había dado muestras de sobra de su compromiso. «Digamos que me costó poco», bromea aparcando por momentos la seriedad y rigor que ha imprimido a su trabajo y a cada una de sus palabras que, dice, ha «cuidado mucho» para no escocer más de lo necesario.
«24 horas al día»
Ser Ararteko significa vestirse con ese traje «las 24 horas del día», un oficio que le ha obligado a estar «en tensión permanente» con la actualidad, no en el sentido de ser despertado en mitad de la noche por una crisis institucional, como puede suponerse para un alto cargo político, sino por la intensa actividad y la responsabilidad depositada en su figura de ser garante de los derechos de la sociedad vasca y vigilante de las políticas públicas. Le viene a la cabeza una anécdota de su luna de miel, que duró apenas una semana por las obligaciones del cargo. «Recuerdo perfectamente la imagen en el coche. Mientras Sergio iba conduciendo, yo iba de copiloto con el ordenador abierto. El tema era la incineradora que se quería hacer en Txingudi. El técnico que se había encargado me mantenía informado de todo. Ahí estaba yo tecleando como podía». Se ríe también al acordarse de otro episodio bastante cómico. «Un día en Bilbao crucé un paso de peatones en rojo y una señora me recriminó:’¡Ararteko!, ¡Ararteko…! ¡Vaya ejemplo!’».
Si por algo se han caracterizado sus dos mandatos estos diez años es por no haber esquivado ningún tema. Su voz, a menudo incómoda para las instituciones públicas, le ha valido la credibilidad ciudadana. Reconoce, de hecho, que ha jugado «un papel no siempre grato para las administraciones», a las que no ha dudado en tirar de las orejas en asuntos como la atención a las personas mayores, la política de VPO, la saturación de las cárceles, el Alarde mixto, las políticas familiares, el caso Cabacas, o más recientemente, las ayudas sociales. «Nunca me he puesto ningún límite, únicamente el marco de nuestras competencias. No me he cortado nunca a la hora de hacer o decir lo que creía. Siempre me he mantenido firme, incluso en momentos en que hemos dictado una resolución que ha generado controversia».
Atípico hasta para ganarse el consenso político después de un nombramiento envuelto en discrepancias –ha sido el único Ararteko en ser reelegido para un segundo mandato–, se ha sentido arropado por la sociedad y amparado por el Parlamento vasco. Niega cualquier intromisión en su labor. «Pongo la mano en el fuego. No ha habido ni un solo caso de intromisión política en una decisión del Ararteko. Ahora bien, sí ha ocurrido que una vez se publican las resoluciones, sobre todo aquellas que han generado polémica, ha habido reacciones negativas por parte del responsable político correspondiente».
ETA, «un cáncer»
El momento más feliz de sus dos mandatos se entremezcla con el más amargo:ETA. De inmediato tuerce el gesto y adopta una expresión por la que asoma el dolor. «Han sido diez años durísimos. Todos los asesinatos eran un mazazo». El primer nombre que se le cruza en el pensamiento es el de Isaías Carrasco. «Estamos en un lunch para celebrar el aniversario del Ararteko, que arrancó el 8 de marzo de 1989 –Carrasco fue asesinado un 7 de marzo de 2008–. Llegó la noticia de que habían asesinado a un exconcejal de Mondragon. Fue un shock. Me fue de inmediato para allí».
El nombre de Iñigo Lamarca apareció en un comunicado de ETA publicado un domingo de julio de 2009. A la organización terrorista no le había gustado nada el informe que la institución había elaborado sobre el reconocimiento y la reparación de las víctimas. No hizo falta una llamada oficial de Interior. Se enteró como lector. Lamarca, que se confiesa «devorador de prensa», vio estampado su nombre en el comunicado enviado al diario ‘Gara’. «Exactamente nos llamaban agitadores ideológicos de la represión del Estado». Pero se lo calló. Aquel fin de semana tenían visita en casa. Rebobina cada fotograma. «Habían venido unas amigas de Logroño con su hija. Cuando se marcharon le dije a mi marido:’Sergio, siéntate. Tengo que contarte algo’». Se aclara la voz para continuar. «Yo no pensé en ningún momento que fuesen a cometer un atentado contra mí. Pero tener escoltas te cambia la vida».
Jamás pensó ver el fin de ETA. «Yo era de los escépticos. ETA nació el año que nací yo, en 1959. Siempre decía que me iba a morir sin ver el fin de ETA». Por suerte se equivocó. Reitera su condena firme: «ETA ha sido un cáncer contra los derechos humanos. Y si yo estaba al frente de una institución de defensa de derechos humanos, no me iba a morder la lengua para condenar lo obvio, que es una organización que estaba asesinando y vulnerando los derechos más fundamentales de los seres humanos. Por encima de todo está la dignidad de las personas y los principios democráticos».
En este viaje por la memoria de sus últimos diez años, Lamarca no se olvida de mencionar a «todos y cada uno de los colectivos sociales» a quienes siempre ha abierto la puerta y atendido en sus demandas. «Siempre he intentado hablar con sinceridad, transparencia y con todo el mundo. He aprendido mucho de ellos, incluidas las críticas, que he recibido de muy buen grado», reconoce. De hecho, si algo echará de menos de su cargo será «el contacto estrecho en primera persona con esa realidad social», que a menudo late en un segundo plano y que él seguirá defendiendo como seña de identidad. La diferencia es que a partir de ahora lo hará con otro traje, el de ciudadano, y no el de Ararteko.
“Quiero escribir y recuperar la lectura y los paseos”
Aunque aún no ha dejado el cargo, y puede que su labor como Ararteko se extienda seis meses más hasta que los partidos consensúen un candidato, Iñigo Lamarca ya tiene planes para su ‘nueva’ vida. En lo profesional volverá a su puesto como letrado en las Juntas Generales de Gipuzkoa. También quiere escribir, una de sus pasiones menos entrenadas por la falta de tiempo. En 1998 «hurgó» en su intimidad para plasmar sus vivencias en el libro ‘Gay nauzu’. Ahora se decantará por los derechos sociales y la política europea como temas para futuros ensayos, desvela. Tiene otra «espinita clavada»: la tesis doctoral sobre «organización territorial interna de la CAV» que dejó aparcada. Cinéfilo, quiere volver a ser espectador del Zinemaldia. Yleer más. «Siempre leo menos de lo que me gustaría». Ahora tiene entre manos el libro de Petros Markaris ‘Pan, educación, libertad’. Echa de menos los paseos por la ciudad. «Urgull es uno de mis lugares favoritos». Y hasta se ha prometido ir más al gimnasio. «Un poco de normalidad», desea.
LOS DATOS
Periodo de transición.El segundo y último mandato de Iñigo Lamarca terminó el pasado miércoles. Desde entonces entra en funciones durante un periodo máximo de seis meses.
Interinidad.Los partidos tienen seis meses para consensuar un sustituto y lograr las tres quintas partes de apoyos en el Parlamento. En caso de no lograrlo, la adjunta al Defensor del Pueblo vasco pasaría a desempeñar el cargo sin fecha límite.
Sus predecesores.Juan San Martín (1989-1995),Xabier Markiegi (1995-2000) y Mercedes Agúndez (2000-2004, Ararteko en funciones ya que no se logró consensuar un candidato).