EL CORREO : INTERSEXUALIDAD – ¿Te imaginas lo que es llamarte Patricia y tener barba?
‘De haber sido chico, le habríamos llamado Gabriel José, igual que sus dos abuelos’. Esta cantinela se la oyó Patricia contar a su madre muchas veces. Pero es que ‘ella’ era, efectivamente, Gabriel José. Aunque en su DNI no constara como tal hasta que cumplió los 21 y se viera abocado a vivir la infancia y adolescencia de una niña… la vida de otra persona. «Con 3 años me imaginaba a mí mismo como a un chico con el traje de sheriff. Pero me ponían vestidos… Nunca me he sentido más ridículo».
Gabriel nació el 12 de julio de 1971 en un hospital militar de San Fernándo (Cádiz). Sufría un trastorno del desarrollo sexual, una anomalía catalogada como enfermedad rara que afecta «a algo menos de uno de cada dos mil bebés», según un estudio pediátrico del año 2011. «Tenía un pene muy pequeñito que parecía un clítoris, los testículos alojados en las ingles e hipospadias, la desembocadura de la uretra en lugar de al final del pene acababa en otro sitio». Pero eran anomalías que no se apreciaban a simple vista y la apariencia de sus genitales no invitaba a la duda: niña. Sus padres, ajenos al trastorno de Gabriel –entonces no se hacían exámenes médicos más exhaustivos salvo el vistazo– le inscribieron en el Registro Civil como Patricia Martín y anotaron una equis en la casilla de ‘mujer’.
En nuestra legislación el sexo es un campo obligatorio a rellenar. Mujer o varón, sin margen para las ambigüedades. Ni tiempo para dudas, ya que hay un plazo ordinario de 8 días y de 30 si concurren circunstancias extraordinarias. Y la ley española no debe de considerar ‘extraordinaria’ la ambigüedad genital…
Esto podría cambiar si la mecha que han encendido en Alemania prende. Allí va a dejar de ser obligatoria la inscripción del sexo en el Registro Civil. A partir del 1 de noviembre, cuando entre en vigor la nueva ley, los padres podrán dejar vacía esta casilla. Una medida «pionera y progresista» que venía demandando la comunidad científica. «Es razonable y prudencial, una medida de protección del recién nacido. Cuando no hay genitales definidos lo lógico es esperar. Pueden aparecer en torno a los 3 ó 4 años, o en la adolescencia», apunta Roberto Lertxundi, ginecólogo de la Clínica Euskalduna de Bilbao, que ve «con buenos ojos» este paso adelante que han dado los alemanes.
– ¿Es solo una cuestión práctica?
– No. Hay ideología detrás. Un llamamiento a no encasillar, a romper con la norma. La identidad sexual no la determinan los genitales –recuerda Mikel Resa, vicepresidente de la Asociación estatal de profesionales de la sexología–.
– ¿Podría aprobarse en España?
– Sería lo ideal, y quizá lo tengamos más fácil que de haberlo impulsado desde aquí. Porque parece que lo que viene de fuera siempre es mejor. En Alemania el bebé va a constar en el registro, pero los padres van a tener la opción de esperar a que la criatura se desarrolle y decida qué quiere ser. También podría quedarse ahí toda la vida, ¿por qué no? –apunta Benita Martínez, matrona de un centro de Lugo y sexóloga–.
Si a Gabriel le hubieran preguntado cómo se sentía se habría ahorrado todo lo demás, que ha sido mucho. «De pequeño yo me veía como una machorra aunque mi madre tenía empeño en que disimulara. A los 12 ó 13 años se rindió y empecé a usar ropa unisex, vaqueros, zapatillas…». La apariencia externa de sus genitales fue femenina hasta la pubertad. «Entonces empezó a salirme vello por todo el cuerpo, barba, la nuez, se me desarrolló el pene, me cambió la voz… No tenía pecho ni me bajaba la regla. ¡Imagínate lo que es llamarte Patricia y tener barba!».
Investigando sobre la sexualidad en un «libro carca» leyó algo sobre «pseudohermafroditismo». «Se me abrieron los cielos». Lo sabe porque llevaba 16 años instalado en el infierno.
Testículos extirpados
«La adolescencia fue una etapa esquizofrénica, lo viví como buenamente pude». Él enfadándose con el espejo –«a los 14 años me recuerdo en el cuarto de baño diciéndome: ‘Patricia, tienes que dejar de imaginarte que eres un chico’»–; su hermana (3 años menor) sufriendo con él; sus padres, no queriendo ver. Y eso que había habido un precedente en la familia. «Mis bisabuelos eran labradores y en 1908 tuvieron un bebé, el hermano de mi abuelo materno, que nació con una ambigüedad genital. Lo inscribieron como niña para que no hiciera el servicio militar, pero siempre tuvo un comportamiento viril. Aquello se vivió como un estigma y en casa repitieron el patrón conmigo».
Así que se plantó en el médico al cumplir los 18. «La enfermera me preguntó dónde estaba Patricia. Y entonces le dije: ‘Soy yo’. ‘Espera que llamo al médico ahora mismo’ –me contestó–. Le debió parecer que la cosa tenía prisa». Hoy cuenta la anécdota Gabriel con una carcajada que relaja un poco al interlocutor. «El doctor fue maravilloso, me preguntó: ‘¿Cómo te sientes?’. ‘Me siento hombre’ –le dije–. ‘Pues eso es lo que eres’. Me hicieron pruebas médicas y el estudio cromosómico confirmó la evidencia: XY».
Hoy, en caso de ambigüedad sexual se somete a los bebés a un cariotipo (patrón cromosómico), que «no miente», aunque a veces no es tan categórico como XX (mujer) o XY (varón) y conviene esperar a que se desarrollen los «caracteres secundarios» –vello, pecho…–. «¿Por qué hay que apresurar el paso?», pregunta el doctor Lertxundi. «Lo mejor es lo que han hecho en Alemania, abrir la mano y no crear un problema».
Ni psicológico… ni físico. Porque a Gabriel le tuvieron que extirpar los testículos a los 19 años. «Como los tuve alojados en las ingles tanto tiempo y no me los hicieron descender no eran funcionales y podían tumorarse. Para la testosterona me echo un gel todos los días, cuando salgo de la ducha». A los 21 le remitieron a casa un documento oficial en el que se apuntaba que «queda demostrado que es un hombre» y se advertía de un «registro inadecuado». «Me cambié el nombre de Patricia por el de Gabriel José Martín, aunque la burocracia, pese a no haber ningún problema, tardó dos años».
– ¿Y cuando oye a alguien gritar ‘Patricia’?
– Antes me daba un escalofrío, pero ya no.
También es capaz de mirar las fotos de cuando le ponían vestidos. «A los 18 las rompí todas. Pero mi madre escondió unas pocas en un sobre y cuando no me escocía las recuperé». Eso ha sido hace nada, porque el nuevo DNI supuso mucho, pero quedaba otro camino por recorrer solo. «Si eres un chico se supone que eres heterosexual. Salí con una chica de los 18 a los 30 años, pero yo empecé a darme cuenta de que me gustaban los chicos a partir de los 23. Nos separamos, empecé a preguntarme qué narices era mi vida, por qué me pasaba todo a mí…». Antes había probado a emigrar de Cádiz a Granada. «Huí del pueblo, y a la gente que conocí en Granada no le conté nada. Pero entonces vi que no tenía raíces, que no podía contar nada de mis primeros 21 años de vida. ¿Cómo explicar a mis nuevos amigos que hice la comunión con vestido?».
«No vengo a pasarte la ITV»
Así que probó a desandar el camino andado. «Llevaba toda la vida luchando contra la vergüenza y necesitaba reconstruir los lazos emocionales. Me tomé un año sabático y volví a San Fernando. Me reencontré con mucha gente que de niño me apedreaba porque yo era el bicho raro del colegio. Fueron muy cariñosos conmigo, me pidieron perdón y ahora recuerdo a esas personas con cariño y no con rabia y dolor».
– ¿Y sus padres?
– Rompí lazos, por una cuestión de higiene mental.
Gabriel ha encontrado la «paz» a la edad que muchos hombres entran en crisis y ahora trabaja como psicólogo en Barcelona, donde ha fijado su residencia. «En torno a los 40 empecé a sentirme mejor, cuando me vi a salvo de lo que me había torturado».
Aunque se sigue sintiendo «vulnerable» en algún terreno. «Tengo un pene pequeño y un hipospadias. Cada vez que voy a mantener relaciones tengo que dar explicaciones. Soy selectivo y busco hombres con la cabeza amueblada. Les pongo un café y les digo: ‘Te tengo que contar una cosa’».
– ¿Y cómo reaccionan?
– Las respuestas suelen ser agradables. Un hombre con el que luego tuve una relación de dos años me dijo la primera vez: ‘Vengo a acostarme contigo, no a pasarte la ITV’.
Y quizá fue entonces cuando Gabriel empezó a reconciliarse con Patricia…