DIARIO PROGRESISTA: Entrevista a Imanol Alvarez, cofundador de EHGAM
NOTA ACLARATORIA DE IMANOL ALVAREZ: Yo he dicho “el clima de distensión surgido tras el alto el fuego definitivo de ETA”, lo de banda es un añadido de ellos con una manifiesta falta de respeto.
Diario Progresista: EHGAM sigue vivo pero se le oye menos. Fue de las últimas organizaciones de gente LGTB en legalizarse al llegar la “democracia” por su supuesta vinculación con la izquierda extraparlamentaria.
Imanol Alvarez: Desconozco si fuimos de las últimas en legalizarnos. En cualquier caso, cuando nos presentamos en sociedad (principios de 1977) éramos la única organización gay en Euskal Herria -y lo fuimos durante bastantes años-, y la segunda del estado, tras el FAGC de Catalunya. Y sí, el entonces ministro del interior, Martín Villa, no quería legalizarnos; pero nunca supimos oficialmente por qué, si porque éramos gays, o por rojos, o por qué. Aunque parece que lo que menos le gustaba es que nuestro ámbito de actuación fuera todo el país; es decir, también Navarra y lo que ellos denominaban “País Vasco-Francés”. El hecho es que, aunque la solicitamos en 1979, nuestra legalización no se materializó hasta 1983, ya con un gobierno socialista.
Dices que se nos oye menos. Cuando nostr@s comenzamos, teníamos claro que deberíamos hacer tres tipos de trabajo, aunque muy interrelacionados: reivindicativo, ideológico y de ayuda. Era así porque nadie más lo hacía. Pero ahora ya existen -en gran parte impulsados por nosotr@s mism@s- en ayuntamientos, gobierno vasco, etc. servicios de información y ayuda para temas de diversidad sexual. Existen también gabinetes especializados en educación de la sexualidad, etc. Así que casi sólo nos queda el campo reivindicativo, aunque, cuando lo consideramos necesario, seguimos incidiendo también en los otros dos. Además, antes éramos los únicos; ahora hay muchos grupos…
Diario Progresista: Si bien en un principio os definíais como “revolucionarios”, hoy parece que hay gente de todos los puntos de vista; incluso algunos de vosotros os habéis casado. ¿Creéis que hemos avanzado o hemos claudicado en algunas cosas para conseguir otras?
I.A.: Esa definición permanece aún vigente. Revolucionar es cambiar profundamente el estado de las cosas. Eso es lo que queríamos, y eso es lo que queremos. Traducido a “román paladino”, por lo que siempre hemos luchado, y seguimos haciéndolo, es por una sociedad más justa e igualitaria, donde se pueda sentir y practicar la sexualidad y el amor sin opresiones ni persecuciones, ni legales ni sociales. Ese es, claro está, un objetivo a muy largo plazo, casi utópico. No obstante, sí que hemos ido consiguiendo muchísimas victorias parciales. Todas muy importantes, y algunas muy muy obvias, como, por ejemplo, la práctica total desaparición de las discriminaciones por razón de preferencia sexual en el ámbito legal, o, lo que es aún más importante, un gran cambio de mentalidad en una amplia mayoría de la sociedad. Aunque, desgraciadamente, todavía quedan reductos furibundamente homófobos, que habrá que ir desactivando.
En cuanto al matrimonio, hay que entender que en una situación como la que estábamos de negación, estigmatización e incluso castigo de cualquier sexualidad que no fuera estrictamente la pareja cerrada heterosexual, monógama y casada, reivindicar el matrimonio entre personas del mismo sexo era algo per se revolucionario. Nostr@s, desde EHGAM, fuimos l@s primeros que exigimos reivindicar el matrimonio gay -con la férrea oposición, por cierto, de algunos que luego han ido por ahí de adalides de la consecución de ese derecho- al resto de los grupos de gays y lesbianas del estado, en las reuniones preparativas de la primera gran manifestación unitaria en Madrid para exigir al gobierno socialista que se moviera y cumpliera sus promesas, ya al final de la última legislatura de Felipe González, justo antes de la llegada de la oscura era Aznar.
Desearíamos una sociedad en la que las relaciones afectivo-sexuales fueran mucho más espontáneas y libres; pero, mientras estemos donde estamos y exista el matrimonio, no puede haber diferencias ni discriminaciones entre las personas a la hora de firmar un contrato, que es lo que, en definitiva, es el matrimonio. Máxime cuando ello puede tener consecuencias en aspectos tan importantes como herencias, pensiones, etc. Nosotr@s solíamos decir “ahora toca reivindicar el matrimonio; una vez conseguido, a lo mejor haremos una campaña pidiendo a la gente que no se case”. Como filosofía esta bien, pero, hoy por hoy, pienso que aún no se dan las condiciones para poder hacer una campaña así.
Diario Progresista: ¿Cómo ves ahora la geopolítica de la homofobia en una Europa amenazada por figuras como Putin, Ana Botella o el avance de Le Pen en Francia?
I.A.: La verdad es que la situación global es preocupante, y no sólo en lo referente a las libertades sexuales. Estamos en una involución a todos los niveles, tanto en lo referente a conquistas laborales y de bienestar social como de libertades en general. Y los causantes son los de siempre, que parece haber reaccionado al unísono: el capital, la política y la religión. No pueden tolerar que el pueblo piense, decida y obre por sí mismo, pues eso pone en riesgo su secular posición de poder.
Diario progresista: Uno de los festivales más importantes, si no el más prestigioso, en cuanto a temática LGTB es el Zinegoak de Bilbo. Por allí han pasado joyas como “Gerontophilia”, “80 egunean” y cinematografías de otros países. Hay figuras míticas del cine vasco. Supongo que a Eloy le haría su gracia que hoy se le estudie en las universidades anglosajonas. Su cine era muy provocador, algo apresurado y no siempre fue bien recibido. Otra cuestión son películas también polémicas entonces como “La muerte de a Mikel” donde se acusaba de una cierta homofobia -no sé si ligada a la iglesia- a un sector de la llamada “izquierda abertzale”?
I.A.: Afortunadamente, hoy en el cine -de momento- se pueden ver muchas películas con temáticas referentes a diferentes tipos de sexualidad, y de diferente procedencia. En el cine vasco hemos tenido películas interesantes en su momento, y que provocaron mucho debate, como “La Muerte de Mikel”, o las de Eloy de la Iglesia, como bien dices. El cine de Eloy, efectivamente, era muy provocativo y jugaba con el sensacionalismo y lo panfletario; pero no dejaba de reflejar la realidad, o una de las realidades, de una época y de una zona geográfica, gustase o no su estilo.
Ya que lo comentas, es cierto que en la izquierda abertzale -como en la no abertzale- había problemas de homofobia, fruto de su tiempo y del desconocimiento. Pero enseguida se fue dando el cambio. Hace ya unas décadas, en una revista alemana que me pregunto por el mayor o menor apoyo de las diferentes fuerzas políticas a las reivindicaciones del entonces denominado movimiento gay (sin esa sopa de letras espantosa actual: LGBITTQ…), les constaté que cuanto más a la izquierda y cuanto más abertzale, mayor era el apoyo. Pero no me atreví a profundizar demasiado en las posibles causas; me parecía demasiado arriesgado. Y tampoco lo voy a hacer ahora. Sí es cierto que la iglesia siempre ha tenido mucho peso en la sociedad vasca, pero no creo que esa fuera ni la única ni la principal causa.
“80 egunean” es ya más actual y muchísimo más liberadora. Se muestra el descubrimiento de una manera diferente de sentir y amar por parte de una señora mayor de ámbito rural. El hecho de que fuera una historia entre mujeres, y el hecho de que éstas fueran de avanzada edad, unido al ambiente de naturalidad y positividad que emanaba, hizo que nosotros en 2010 otorgáramos a la película nuestro “Triangulo de Oro”, un premio que concedemos cada 28 de junio a quien o quienes consideremos que han contribuido de forma notoria en el camino hacia una “normalización” de las diferentes sexualidades. Este año también se lo hemos dado a una película, aún sin estrenar comercialmente: “A escondidas”, de Mikel Rueda. Pensamos que con ella se cierra, de alguna manera, un círculo, pues el tema es una relación entre dos chicos adolescentes, uno de ellos inmigrante magrebí.
Otra película reciente del cine vasco es “Ander”. Las vivencias que muestra el filme de Roberto Castón son distintas en un pueblo que en una gran ciudad.
Se ve que tu punto fuerte es el cine. Obviamente sí, las vivencias son distintas en el ámbito rural que en urbano. Pero hay que tener en cuenta, no obstante que en el País Vasco actual, la inmensa mayoría de los pueblos son ya muy urbanos, que las distancias no son muy grandes y que las comunicaciones son bastante buenas; por lo tanto, las diferencias no son tan grandes como lo puedan ser, por ejemplo, en Castilla. Bernardo Atxaga ya decía hace un montón de años que no deberíamos hablar de euskal herria (pueblo vasco), sino de euskal hiria (ciudad vasca).
La película “Ander” padece, además, de un gran error cronológico, posiblemente ocasionado por el desconocimiento que el director, de origen gallego, tiene del agro vasco. La acción sucede en el tránsito entre milenios, y no es creíble que en el año 2000 en ningún pueblo de Euskal Herria sucediera lo que sucedía en la película. Quizá en 1970 sí, pero no en 2000. A lo mejor en Galicia sí, pero aquí no. Claro que, en 1970 también hubiera sido impensable ver a un sudamericano trabajando la tierra en un caserío vasco…
No obstante yo también prefiero “80 egunean” por la ternura e inteligencia sofocadas que despiertan esas dos mujeres. ¿Siempre habéis estado cerca del feminismo como posición política?
Sí. Desde nuestros comienzos, al principio de la mal llamada transición, teníamos claro que nuestra lucha debería ir indefectiblemente unida a la del resto de los movimientos populares, y veíamos como principal aliado al feminismo. Lo que pasa es que hay muchos feminismos, y con todos no estábamos ni estamos de acuerdo. Tuvimos algunos desencuentros en el pasado, en temas como la transexualidad, la prostitución, la pornografía… Pero en la actualidad hay muy buena sintonía con el movimiento feminista vasco, al menos con su corriente mayoritaria.
Diario Progresista: Recientemente se ha montado cierta polémica en torno al documental “Asier eta Biok” de Aitor Merino (un actor y realizador que ahora triunfa en los escenarios madrileños con “Smiley”). No obstante, viendo el documental no sólo hay varios puntos de vista, sino que no legitima la violencia venga de donde venga. Además, su capacidad como actor logra disimular un presupuesto escaso. ¿Habrá un tiempo en que se puede dialogar sobre esto con calma o las posiciones se han cerrado en todos los bandos, si es que los hay?
I.A.: En Euskal Herria eso ya se está dando. El esfuerzo de muchísimas personas -incluidas víctimas de los dos lados- y, por supuesto, el clima de distensión surgido tras el alto el fuego definitivo de la banda ETA nos están llevando a una situación insospechada tan sólo hace unos años, en la que personas, organismos e incluso partidos de ideologías diferentes y hasta antagónicas, no sólo están hablando sobre la paz, el resarcimiento a las víctimas, el final de la dispersión de los presos, etc. sino que están llegando a acuerdos en ayuntamientos y otras instituciones. Las heridas cicatrizan lentamente, pero el panorama es alentador. Espero que este clima vaya, poco a poco, contagiándose y extendiéndose también a otras partes del estado. Para ello, es imprescindible eliminar prejuicios e informarse, y ver “Asier eta Biok” se me antoja un buen comienzo.
Diario Progresista: Creo que el franquismo se cebó con violencia no solo en los niños que osaban hablar euskera fuera de casa, sino también con los niños con pluma, y es algo que sigue pasando en algunos centros escolares. ¿Qué papel juega la educación en todo esto? ¿Crees que luchar por la libertad sexual o la diversidad socio-afectiva te ha estigmatizado, o has tenido más problemas personales por reivindicar una identidad cultural para el pueblo vasco?
I.A.: En el acoso escolar -que ha existido siempre, aunque ahora lo llamemos bullying-, un componente muy habitual es el homofóbico. Esto era y es así. En principio, la educación es la mejor arma contra todo tipo de discriminaciones. Lo que sucede es que ni l@s profesor@s están siempre preparados ni se implican lo suficiente, ni la escuela es el único lugar para educar a un niño o una niña. Tanto peso o más en ese educar -que no es lo mismo que instruir o enseñar- tienen los padres y madres, la calle o los medios de comunicación. Decir esto no exime a las autoridades educativas de su responsabilidad de que la educación que se de en los centros sea integral y de que se garantice un trato igualitario hacia todas las formas de sentir y vivir la afectividad y la sexualidad. Desde luego, la reforma Wert va en dirección contraria. Espero que gran parte de l@s docentes sean sutilmente insumis@s a ella.
En mi caso personal, yo siempre suelo decir que he sido una persona afortunada. Quizá por mi forma de ser, o por la educación recibida, no lo sé, yo nunca he tenido grandes problemas con mi sexualidad. Prácticamente nunca la he ocultado, aunque tampoco he sido un kamikaze; y no he tenido problemas reales y palpables por ello. Ni en el colegio, ni en la universidad ni en la vida. Pero sé que hay mucha gente que sí los ha sufrido y los sigue sufriendo. Por eso ha sido tan importante el trabajo que nuestro grupo y otros similares hemos hecho y hemos de seguir haciendo.
D.P: ¿Hay cierto aburguesamiento del llamado “movimiento gay”?
I.A.: El movimiento gay actual (llamémosle LGBT o como se quiera), viene de los sucesos de Stonewall en New York en 1969, seguramente bebiendo también, sobre todo en Europa, del mayo del 68 francés. Es fácil entender, por lo tanto, que en sus comienzos tuviera connotaciones claramente revolucionarias. Pero, poco a poco, a medida que el sistema lo fue fagocitando, se fue convirtiendo en cada vez más reformista. Por ello, en los 90 surgió un incipiente movimiento que se llamó Antigay, que, aunque el nombre pudiera despistar, no era homófobo, sino todo lo contrario. Eran militantes del movimiento gay disconformes con el rumbo que éste estaba tomando, y decían: “si eso es ser gay, yo soy antigay”. Hay que tener en cuenta que el termino gay fue acuñado por el propio movimiento, y con connotaciones claramente liberadoras y no excluyentes y compartimentantes. Quería ser una alternativa a marica o maricón (o sus equivalentes en otras lenguas), que fueron inventados para insultar, y a homosexual, que fue inventado por la medicina. Pero sucedió que ese término se fue asimilando no en ese sentido liberador del principio, sino como simple sinónimo de homosexual, con todas sus connotaciones limitadoras y etiquetantes, aunque con un poco más de glamour.
Este movimiento no tuvo demasiado éxito ni demasiado eco, si exceptuamos que el libro que publicaron con ese mismo título, “Antigay”, tuvo bastante difusión entre muchos de los grupos organizados. Pero hay que reconocer que no era sino una relación de artículos inconexos. Al final murió por su propia inconsistencia. Sin embargo, por aquellos años comenzaba a fraguarse, posiblemente por las mismas razones, otro movimiento que se dio en llamar “queer”, el cual no sólo perdura, sino que ha ido tomando cierta fuerza y evolucionando de una forma muy interesante. Hoy se habla de la “teoría queer” y he de reconocer que, en gran medida, simpatizo con ella, pues sus postulados coinciden grosso modo con los de aquel movimiento gay del principio, por lo menos en la manera que lo entendíamos en EHGAM. Por ejemplo, ahora dicen binarismo donde nosotr@s decíamos bipolarismo, pero en el fondo la filosofía es la misma: romper con la rigidez de las categorías limitadoras de homosexual – heterosexual, de los roles activo – pasivo, de los géneros masculino-femenino, etc.