Daniel Román, un joven de 25 años expulsado de la ONG “Nuevo Futuro Sirio” para la que trabajaba debido a su decisión de cambio de sexo, representa un caso de discriminación por parte de una organización que, en teoría, trabaja contra la exclusión y recibe una millonaria subvención de la Comunidad de Madrid.
(A cargo de Eduardo Nabal)
¿Cómo y cuándo empezaste a trabajar en esta ONG?
El motivo que me llevó a trabajar en la ONG Nuevo Futuro Sirio fue mi formación como diplomado en enfermería. En el centro de menores donde hasta el 15 de agosto he trabajado, requerían personal sanitario con esa cualificación a fin de encargarse de la preparación de la medicación, curas básicas, etcétera. En enero de 2011 hice la entrevista con ellos y para febrero de ese mismo año me ví contratado para trabajar allí hasta mediados de agosto de 2013.
Estamos ante una organización que lucha contra la discriminación de niños con problemas mentales o de personalidad. Algunos vienen de colegios especiales o centros de acogida y “Nuevo Futuro Sirio” recibe una subvención millonaria. ¿Cómo es tu trabajo? ¿En qué consiste?
Como enfermero me encargo de la preparación de la medicación, curas básicas “de andar por casa” y todo lo referente a atención sanitaria básica… lo que todos haríamos en nuestras propias casas. No obstante, y como bien se señala, al ser un centro terapéutico encaminado mayoritariamente a la reinserción social de los menores con los que trabaja, mi función principal es socio-educativa. Todos los educadores que trabajamos allí somos poco menos que hermanos mayores de los chicos y las chicas, desempeñando como quien dice el papel de familiares suyos hasta que puedan y estén capacitados para salir de allí.
Tu decisión de cambiar de sexo está amparada en la Constitución y las leyes sin poder ser objeto de discriminación alguna ¿Cómo les planteaste la cuestión?
El motivo por el cual planteé mi situación vino a raíz de tener conocimiento de que uno de mis compañeros fue a hablar con la directora, y a la vez psiquiatra del centro, a fin de transmitirle lo incómodo que le resultaba saber que yo estaba sometiéndome a este proceso. Lógicamente, todo eran rumores, pero creía que antes que nadie fuera hablar de mi vida íntima y personal, debía ir yo.
Hablé con la directora y le solicité una cita para hablar y ponerle yo en conocimiento de todo. La reunión fue de los más informal, tomando café. Al principio todo fue bien, aunque finalmente, y por los comentarios y argumentos que me exponía, supe entonces que nunca lo aceptarían y que intentarían buscar cualquier excusa para sacarme de allí o que yo voluntariamente me fuera.
El arma que han esgrimido durante todos los meses, desde noviembre de 2012 que lo dije, fueron los niños y el supuesto mal que esto les haría. Las palabras textuales fueron: “No podemos pretender someter a estos niños con problemas mentales a enfrentarse a algo así. Les haría mucho daño e incluso les causaría un trauma ya que muchos, además, han sido abusados sexualmente. No es algo ético, y yo como directora me veo en la obligación de evitarles tal trago y velar por su bien”. Todo esto me dejo absolutamente desconcertado ya que querían hacerme sentir culpable de mi identidad y propia existencia, además de ser abyecta y carente de ética cualquier tipo de interrelación de la transexualidad con el abuso de menores. Que sólo puede obedecer a dos razones, un desconocimiento supino o una maldad intrínseca.
Ellos han alegado “falta de rendimiento”, “desatención” Bueno lo típico … ¿Qué dices al respecto?
Sólo puedo decir que es rotundamente falso. En todas las reuniones en privado a las que me han citado para hablar del tema, me han reiterado hasta la saciedad lo contentos que estaban con mi trabajo y mi forma de proceder, a pesar de que al mismo tiempo me pedían que me marchara.
Ante estas acusaciones y alegaciones por su parte sólo me queda invitarles a ellos o a quien lo desee a que se muestren pruebas de si he recibido algún tipo de amonestación o llamada de atención en mi puesto de trabajo. No las encontrarían. Mi expediente laboral está impoluto, absolutamente limpio.
¿Cuál ha sido la respuesta de tus compañeros ante la expulsión del trabajo? ¿Te han estado apoyando todo este tiempo?
Conozco a muchos de mis compañeros de trabajo, a unos más que a otros, y sé que no todos comparten esta decisión de echarme del trabajo simplemente por mi condición de transexual, pues eso no interfiere en nada en mi trabajo y relación con los menores o los adultos.
También intuyo que hay quienes sí se muestran a favor, pues deben de compartir la misma opinión o parecer que la directiva del centro.
Con respecto al apoyo… Sé que los que creen en la injusticia de mi despido me apoyarían sin problemas si no creyesen que pueden recibir represalias posteriores por ello por parte de la dirección. Estamos en una sociedad hipócrita, donde te puedes llegar a jugar tu puesto de trabajo simplemente por opinar distinto. Por eso creo que un manifiesto literal a mi favor de los que sí creen en mí sería impensable, saben lo que podrían jugarse, y yo tampoco soy quién ni quiero pedirles que hagan eso. Entiendo su situación en estos momentos, y me vale con saber lo que ellos opinan de mí como persona y como trabajador.
¿Crees que hay más situaciones así pero no todo el mundo se atreve a denunciar?
Sí, claro que sí. Es cierto que no es que haya casos a diario, pero no por ello significa que no existan o no sean una realidad.
El atrevimiento o no de una empresa a discriminar o no a un trabajador dependerá de si verdaderamente creen en lo legítimo, ético, moral y justo o no de ello y, por consiguiente, si consideran que eso no puede suponerles algún tipo de inconveniente en caso de que sean demandados por el afectado.
Cuando tú llegaste allí no sé si habías comenzado ya la reasignación quirúrgica o el cambio de nombre… ¿Es un proceso que puede dificultar tu trabajo?
Cuando llegué allí aún no me estaba hormonando. Fui contratado en febrero de 2011 y en abril del mismo año comencé con las hormonas.
Es evidente que la hormonación cursa con una serie de cambios físicos (en mi caso ha sido el agravamiento de la voz, nacimiento de vello facial, etc.). Pero creo que cualquiera que esté sometiéndose al proceso o sepa un mínimo del tema, es capaz de concluir que es algo que en nada afecta o dificulta tu trabajo.
Con hormonas o sin ellas seguimos siendo las mismas personas que antes o después del proceso. Con las mismas cosas buenas o malas que cada uno tenemos, y sobre todo tenemos la misma capacidad de trabajar y rendir que el resto.
A este respecto, recuerdo que se me dijo que, con motivo de mi proceso, yo ya no daba el perfil psiquiátrico ni estaba capacitado para mi puesto de trabajo. Y yo sólo me pregunto una cosa, ¿al empezar a hormonarme dejé de ser enfermero, o dejé de ser la misma persona? ¿Acaso mermaron mis aptitudes para trabajar con los menores del centro como había trabajado antes de que se supiera nada? La respuesta es clara, no. Porque lo que queda meridianamente claro es que el problema no es de los niños y niñas, tal como se ha demostrado, sino de las mentes perversas de algunos adultos con cargas ideológicas discriminatorias.
¿Crees que la vinculación de la ONG con la Iglesia puede tener algo que ver en el asunto? Porque, en cierta manera, tú lo veías venir.
No me corresponde a mí hacer juicios de valor sobre nada ni nadie. En cualquier caso, si fuera así sería debido a una interpretación equivocada e interesada de un dogma que en realidad predica amor, perdón y reconciliación, alejado por tanto de cualquier política de exclusión y discriminación. Pero es cierto lo que dices: me veía venir todo y me supe fuera de la empresa nada más contarlo todo. Pero aún así vivimos en un país democrático con un sistema jurídico y penal que impide cualquier tipo de estas discriminaciones, vengan de donde vengan, tal y como así lo consagra la Carta Magna Española y más en concreto el artículo 14 de la misma.
¿Cómo puede enroscarse una asociación que recibe mucho dinero público y lucha para contra la exclusión para justificar una discriminación?
La batalla aún no está ganada, más bien está en sus inicios y aún queda mucho por decir. Yo solo quiero mi trabajo, y voy a luchar por él. No aceptaré nunca la vulneración de mis derechos y que haya sido despedido por el mero hecho de ser una persona transexual. No obstante, resulta escandaloso que una ONG financianda en su mayor parte con semejante cantidad de dinero del contribuyente y que se supone que lucha contra la discriminación social, discrimine y rechace a un trabajador por un motivo así.
Si te reincorporas, ¿crees que te tratarán bien “tus superiores “o te da igual porque lo importante es tu trabajo y la gente con la que lo haces?
Estoy convencido de que tendrán que readmitirme porque el despido será declarado nulo, y llegados a eso no sé cómo me tratarán los superiores o compañeros que esto no lo han visto nunca con buenos ojos.
Lo ideal y legítimo sería que me trataran como a cualquier otra persona más, sin etiquetarme por ser esto o lo otro, cumpliendo con sus propios y tan reiterados preceptos de transparencia, igualdad y respeto.
¿Cómo fue tu relación con los menores en todos tus años de trabajo?
La definiría en una sola palabra: excelente. Los niños y niñas siempre han tenido una relación estupenda conmigo, y yo con ellos. Aún cuando ya notaban que se estaban sucediendo ciertos cambios físicos en mí, siguieron acogiéndome igual de bien pues, a diferencia de ciertos adultos, ellos sí que vieron más allá de lo físico y se quedaron con lo único importante: la persona.
A pesar de ello, la dirección del centro siempre ha querido explotar este “recurso” para argumentar que los niños sentían rechazo y miedo hacia mí por no considerarme ni hombre ni mujer. Cuando me ofrecí a sentarme a hablar con ellos, los menores, y explicarles todo de la manera más natural, se me denegó en rotundo…
¿Qué estrategias y acciones has ido tomando para enfrentarte a la situación?
He estado en contacto con abogados. Uno de ellos de un programa específico de Atención e Información a Homosexuales y Transexuales de la Comunidad de Madrid, Don Manuel Ródenas Pérez. Así mismo, desde la UTIG del Hospital Ramón y Cajal he recibido todo tipo de ayudas, consejos y asesoramiento para llevarlo todo.
Por otro lado, me puse en contacto en el mes de diciembre con la diputada socialista de la Asamblea de Madrid, Carla Antonelli activista incansable en la materia concerniente a la LGTBfobia en nuestro país. Ella misma me ha dado permiso, llegado el caso, de presentar como prueba en el juicio los correos que intercambiamos y que demuestran que desde todo ese tiempo han querido que me fuera del trabajo a razón de mi propia condición. Así mismo, la diputada socialista ha registrado una pregunta parlamentaria donde se le pide saber al Gobierno si va a renovar el contrato público con una ONG que vulnera la Constitución Española. Finalmente, cuando todo empezó a torcerse exponencialmente, acudí al asesoramiento y apoyo sindical de manos de UGT. Allí fui atendido desde el principio con una entrega absoluta y un apoyo incondicional en todo el proceso de defensa que, más tarde, se ha plasmado en una demanda más que firme y contundente contra la ONG que me ha despedido y acosado desde noviembre de 2012. El trabajo que el propio sindicato ha desarrollado desde que me puse en contacto con él ha sido extenso y constante, transmitiéndome en todo momento la seguridad, tranquilidad y determinación de plantar cara con firmeza y decisión a esta discriminación y, así mismo, luchar hasta el último aliento a fin de conseguir que mis derechos fundamentales no sean sometidos a tal atropello discriminatorio por parte de la ONG.