DEIA: Lesbos, tan cerca pero tan lejos
Las mujeres lesbianas carecen de referentes políticos y sociales que hagan visible su opción sexual
Ha sido noticia, y esto ya es mucho decir, que un irundarra de 48 años haya sido el primer ertzaina en salir del armario. Casi al mismo tiempo nos enteramos del KO del púgil puertorriqueño, Orlando Cruz, en una pelea en Las Vegas con Ricky Martín como espectador de lujo. Sería poco más que un corto en cualquier periódico si no fuera porque el que cayó en lucha por el título de peso pluma no hubiera confesado abiertamente su homosexualidad, noticia mucho más impactante en un mundo de machos.
“Los hombres tienen en nuestra sociedad bastantes referentes gais. Ellos ya han salido del ámbito de lo privado a lo público: hay homosexuales reconocidos en la judicatura como Grande Marlaska; en política como Iñaki Oyarzabal y muchos otros en todos los partidos políticos; en la cultura, Boris Izaguirre, Jesús Vázquez…, en la Administracion, el Ararteko. ¿Pero por qué son siempre sólo los hombres los que hablan con normalidad de su condición sexual? La figura del gay se ha normalizado en la sociedad, mientras que las lesbianas siguen en el armario. Ellas tienen pocos referentes sociales que las visibilicen”, explica Inmaculada Mujika, psicóloga y coordinadora de Aldarte, centro de atención a gais y lesbianas del País Vasco.
A pesar de que el mundo televisivo y cinematográfico ya ha normalizado la homosexualidad en hombres famosos, las mujeres lesbianas no han logrado tener la visibilidad de ellos, por lo que a las mujeres les cuesta más salir a la luz pública. A mediados del pasado mes de junio, la entonces primera ministra de Islandia, Johanna Sigurdardottir, viajó a Pekín, donde rubricó un acuerdo de libre comercio con China, con el que confiaba ayudar a la economía de su país tras el batacazo financiero de 2008.
Nada extraño hasta ahí. El problema para los responsables de protocolo en Pekín fue que la esposa de la señora Sigurdardottir formaba parte de los actos oficiales del viaje a China, un país en el que la homosexualidad sigue siendo tabú en la práctica, a pesar de que fuera despenalizada en 1997 y dejase de ser considerada una enfermedad mental en 2001.
“Actualmente, esta situación es impensable en Euskadi y en el Estado español. Es inimaginable que una mujer que llegara a ser alcaldesa de Bilbao o presidenta de una comunidad autónoma admitiera su condición de lesbiana y hablara en público con normalidad de su sexualidad”, añade la coordinadora de Aldarte.
Pocas referencias
A excepción de algunos rostros conocidos como la periodista y escritora Sandra Barneda, copresentadora del programa La Noria o la protagonista del film La piel que habito de Almodovar, la actriz Elena Anaya -que a pesar de no esconderse no ha confirmado públicamente su homosexualidad-, son muy pocas las mujeres famosas en el Estado que se hallan en la lista de “Gais influyentes”.
“Los homosexuales son unos privilegiados en un mundo patriarcal. Es cierto que cuando van dos mujeres de la mano pegan menos el cante que cuando lo hacen dos varones, porque la manifestación amorosa entre ellos no cuela como en ellas”, añade Tere Maldonado, de la Asociación FeministAlde. “Pero lo cierto, -añade Maldonado-, es que en esta sociedad los hombres tienen más poder y esto motiva una mayor aceptación cuando reafirman y reivindican su sexualidad. Hay muchas mujeres que salen a la luz, pero en el ámbito de lo privado, no de lo público”.
En Estados Unidos, el número de mujeres lesbianas aumenta, pero hay muchas aún que prefieren esconderlo o simplemente callarlo. “Recuerdo el caso de la tenista francesa de aspecto andrógino Amelie Mauresmo, que decidió no ocultar su lesbianismo. Al cabo de un mes dijo públicamente que se había arrepentido. Los ataques que recibió por parte de las jugadoras del circuito femenino fueron tremendos. La atacaban diciendo que no sabían si jugaban con una mujer o un hombre”, recuerda la coordinadora del centro Aldarte.
“salir de las cloacas” Desde la Asociación FeministAlde consideran que sería una buena noticia que mujeres lesbianas en puestos relevantes -que las hay en todos los ámbitos de la sociedad vasca y española- imitaran a sus colegas americanas. “Haría bastante bien a muchas mujeres que estos personajes públicos femeninos salieran del armario. Las animaría a que dieran un paso al frente, porque normalizaría mucho la situación del lesbianismo”, argumenta Maldonado.
En el País Vasco, tres de cada cuatro lesbianas creen que es importante que su entorno sepa su condición sexual, según un informe elaborado por Aldarte. Pero confesar que se sienten atraídas por sus iguales continúa siendo una decisión difícil o muy difícil para más de la mitad de las encuestadas. Las más jóvenes son las que suelen reclamar la importancia de manifestarlo y también, curiosamente, explica Mujika, son las mujeres residentes en municipios de menos de 5.000 habitantes las que encuentran más fácil verbalizarlo, lo que viene a desmentir el supuesto tradicional sobre la complejidad de vivir como gay o lesbiana en el ámbito rural.
“Nos encontramos en clara desventaja frente a los varones gais, hoy prácticamente representados en todas las áreas profesionales. Por ejemplo, en televisión o radios no hay programa que se precie que no tenga un gay presente”, añade con ironía. Aunque se han producido importantes avances en el aspecto legal, desde Aldarte reconocen también problemas. Así, un 49% de las mujeres denuncia haber sufrido agresiones físicas, sobre todo, en la calle. Para Ana Pérez, miembro del movimiento de Mujeres de Bizkaia, en muchos ambientes los varones gais tienen un “plus de modernidad; pero a las mujeres lesbianas se las continúa ridiculizando”, dice esta mujer vinculada al mundo educativo.
Miedo a las represalias
Al igual que el resto de las personas consultadas por DEIA, Ana Pérez considera que en Euskadi/Estado es como si no hubiera mujeres lesbianas. “Muchas mujeres que han alcanzado puestos de responsabilidad en la política, en la empresa, en la judicatura tienen miedo a manifestar su lesbianismo; miedo a represalias. Después de lo que les ha costado alcanzar puestos de responsabilidad dominados por hombres, no quieren ser objeto de discriminación ni que se las desprecie por su orientación sexual. Menos aún tras lo mucho que les ha costado romper el techo de cristal. A mí también me daría miedo, tal y como está estructurada la sociedad patriarcal, porque el lesbianismo no está aceptado socialmente y por ese se reprime”, añade.
“Por otro lado -continúa explicando- cuando dos chicos van de la mano enseguida se piensa que son homosexuales, pero si son dos chicas se piensa que son primas. La misma sociedad las tapa”, sentencia. La falta de referentes públicos es un handicap para que se vayan normalizando las relaciones entre las propias mujeres. “En las series televisivas los gais suelen aparecer en ambientes económicos elevados y sí es cierto que tienen un plus de modernidad. Sin embargo, las lesbianas no resultan atractivas para las series de los medios de comunicación. Cuando aparecen en alguna de ellas, salvo la actriz Ellen DeGeneres, es para ridiculizarlas. Los estereotipos sobre las mujeres lesbianas siguen presentes: son como hombres con bigote, feas, que se acuestan con mujeres porque no lo han podido hacer con varones. Es triste, pero estos comentarios están a la orden del día”, remacha Ana Pérez.