EL CORREO: ISLA MUJERES – Micromachismos a la orden del día

Hay distintos grados de machismos. Los hay más evidentes, no aceptados por la mayor parte de la sociedad, y los hay en actitudes arraigadas en nuestro acervo cultural, de menor gravedad pero con el mismo tronco. ¿Los sabemos diferenciar?

micromachismos

La semana pasada, los 53 líderes mundiales congregados en Holanda durante la Cumbre Nuclear fueron atendidos durante el almuerzo plenario de trabajo solo por camareros varones. Hans van der Linde, dueño de la empresa de catering encargada del servicio, dijo que había optado por “uniformidad” de género del equipo. “Si añades tres rubias platino a un grupo de 20 hombres, la imagen que queremos dar se estropea”, justificaba. La decisión desató una gran polémica en un país respetuoso con la igualdad. Sobre todo, porque las camareras sí pudieron trabajar en las mesas del resto de las delegaciones de los mismos países. Este es un ejemplo de lo que se conoce como micromachismo (a partir de aquí utilizaremos la abreviatura ‘mM’’), un término acuñado en 1991 por el psicoterapeuta argentino Luis Bonino Méndez para dar nombre a prácticas que otros llaman ‘pequeñas tiranías’, ‘terrorismo íntimo’, ‘violencia blanda, suave’ o de ‘muy baja intensidad’, ‘machismo invisibles’, ‘sexismo benévolo’ o ‘microagresiones’ basadas en el género, maniobras más o menos puntuales de lo cotidiano y casi imperceptibles y ocultas para las mujeres que las padecen. Los mM no son ‘micro’ por poco importantes, sino por cotidianos, normalizados, por muchas veces justificados y legitimados, por el “no habrá sido para tanto”, por la vergüenza que una mujer siente de contarlo, por el malestar denso y pegajoso con el que se queda. Desde entonces, el concepto de mM ha sido incluido y considerado desde un punto de vista teórico en la literatura sobre violencia contra las mujeres.

Otro ejemplo de mM sería, sin ir más lejos, el que aparece en el último anuncio de un conocido detergente, en el que la mujer está definida por como va vestida: “Tu ropa eres tú”. Está también ese spot de una marca prestigiosa que publicita “pañales para mamis primerizas”. El de los vaqueros que no están hechos en Bangladesh, aunque su modelo sí… En la Teletienda, anunciando productos de cocina, dicen “llama ya y serás la reina de las tortitas”. Todas las farmacias venden cremas antiarrugas y rejuvenecedoras… en avisos con fotos de mujeres. ¿Es que ellos no se arrugan? Y fuera de la publicidad, en el día a día, hay numerosas muestras más de abusos: hombres que se detienen a mirar cómo aparca una mujer mientras niega con la cabeza, o peor aún, cuando te dicen ‘¿te lo aparco?’ si ven que el sitio es pequeño; el regalo para chica y para chico en el menú infantil de las hamburguesas; el apellido ‘sexy’ en todos los disfraces de mujer; los anuncios de trabajo en los que “se busca camarera/dependienta” frente a los que “se busca encargado”; estar pagando en el supermercado y que la persona que le cobra a la mujer le mire a su pareja, varón, y le diga: ¿ticket de parking?; cuando nace un bebé y alguien dice ‘los niños son más nobles que las niñas’, los sujetadores con relleno y push-up para niñas…

“Muchos de estos comportamientos no suponen intencionalidad, mala voluntad ni planificación deliberada, sino que son hábitos de funcionamiento frente a las mujeres que se realizan de modo automático, sin reflexión alguna. Otros en cambio sí son conscientes, pero en uno y otro caso siempre atentan contra la autonomía personal de la mujer”, en palabras de Bonino, especializado desde los 80 en el abordaje clínico y preventivo de las problemáticas de mujeres y varones asociadas a su socialización de género. “Las mujeres se sienten deterioradas en su estima personal y autonomía y los hombres sufren las consecuencias de no conseguir someter plenamente a la mujer”, concluye. Con objeto de describirlos adecuadamente, Bonino establece una tipología de los mM que se dan en las parejas, clasificándolos en cuatro categorías. Si son tan invisibles, ¿cómo si no darnos cuenta de cuáles son?

Los mM directos, aquellos en los que el hombre usa la fuerza moral, psíquica, económica o de su personalidad para intentar doblegar a las mujeres y convencerlas de que la razón no está de su parte: atemorizar a la mujer mediante el tono de voz, la mirada o los gestos; tomar decisiones importantes sin contar con ella; anular las decisiones que ella ha tomado; controlar su dinero o sus gastos; monopolizar el sofá y el mando de la tele; obtener lo que se quiere de ella por cansancio, ganarle por agotamiento.

Los mM indirectos, maniobras súper sutiles que llevan a la mujer en la dirección elegida por el hombre y se aprovechan de su pensamiento confiado: silencio, aislamiento y mal humor manipulativo, puesta de límites, desautorización, dobles mensajes afectivo/agresivos, autoindulgencia y autojustificación, echar balones fuera, hacerse el tonto y el bueno, engaños y mentiras, no respetar sus sentimientos, controlar sus horarios, sus citas y sus actividades, poner pegas a que salga o se relacione con su familia o amistades, poner en duda su fidelidad, considerar que es como una niña que necesita ser cuidada y protegida, poner excusas para justificarse (yo no quería, no me di cuenta, ha sido culpa de mi trabajo).

Los mM de crisis: hipercontrol, rehuir la crítica y la negociación, victimismo, darse tiempo, dar lástima. Engañarla, mentirle o no cumplir los acuerdos; amenazar con abandonar la relación o con iniciar una aventura con otra; no valorar o no dar importancia a las tareas o actividades que ella realiza; dar lástima (sin ti no sé qué hacer, si tú no estás me pasará algo malo).

Los mM utilitarios: considerar, por ejemplo, que su papel fundamental en la vida es ser madre; desanirmarla o impedirle que estudie o trabaje; no asumir la responsabilidad o las tareas de la casa, del cuidado de los hijos…

Micro o macromachismos, según se mire.