‘Plumofobia’, así es la homofobia entre gays que se multiplica en Internet

http://www.elmundo.es/f5/comparte/2017/06/27/5950fa0a46163f5d4b8b465d.html

 

Dentro del mundo LGTB no es ninguna novedad. El discriminado hace tiempo que se ha convertido también en discriminador. Lo que ya venía siendo una tendencia al alza en el universo offline parece haber encontrado el acomodo perfecto en la esfera virtual, donde los casos de homofobia entre gays se han multiplicado con las nuevas plataformas y aplicaciones sociales.

Un estudio realizado por Cal Strode, en el que participaron 280 homosexuales de Estados Unidos y Reino Unido, dejaba poco lugar a la duda. El 37% de los gays que se autodefinía sin pluma afirmaba que los gays con plumamanchan la imagen de los homosexuales en general. Aun más llamativo era el dato que indicaba que el 35% de los homosexuales que no se veían en absoluto afeminados se identificaba más con la comunidad heterosexual al considerarla “menos extravagante”. Por si esto fuera poco, en las conclusiones de este informe se podía leer que cuatro de cada 10 gays que aseguraba no tener pluma renegaba por completo de la lucha contra la homofobia.

Encontrar ejemplos de plumofobia dentro del mundo LGTB es relativamente sencillo. Tan sólo hace falta darse una vuelta por alguno de los locales de ambiente leather, S/M u oso y leer lo que rezan muchos de los carteles de promoción de sus fiestas. En éstos es fácil encontrar advertencias del tipo “sólo tíos machos”, “abstenerse locas y plumas” y otras perlas similares. Allí, muchos ya lo saben, los hombres afeminados están muy mal vistos.

Marc Gómez, uno de los bloggers más sensibilizados con lo que él denomina LGTB-fobia, define la plumofobia como una suerte de “miedo y rechazo a la pluma” o “miedo y rechazo a los hombres afeminados”. El italiano Andrea Puggeli, otro activista, profundiza en este asunto y sostiene que “la plumofobia va en contra de aquellas personas que se salen de sus roles de género: contra las mujeres que no hacen lo que tienen que hacer las mujeres y contra los hombres que no hacen lo que se supone que deben de hacer los hombres“. Una reflexión que enlaza directamente con el cada vez más mediático concepto de heteropatriarcado, entendido como sistema socio-político en el que el género masculino y la heterosexualidad gozan de una supremacía latente y donde el binarismo de género hombre / mujer y sus desequilibrados roles son los que configuran la realidad social.

Discriminación a los roles de género

En uno de sus comunicados, la Asociación Respeta LGTBH, que en reiteradas ocasiones se ha manifestado incómoda y contraria a las etiquetas y a los estereotipos, explicaba así lo que ellos advierten como la percepción generalizada en relación a los homosexuales con pluma: “La sociedad percibe la pluma de gays y lesbianas como elemento inherente a su orientación sexual. Así lo exhiben los medios de comunicación, que al final son los que consolidan las opiniones de la masa. Por eso, la gente presume heterosexual a quien no tiene pluma. Esto invisibiliza a bisexuales y homosexuales sin pluma y, por qué no decirlo, a heterosexuales y bisexuales con pluma que son automáticamente catalogados como gays y lesbianas”.

Sobre este último asunto ya avisaba hace un par de años la guía Abrazar la diversidad, elaborada por el Instituto de la Mujer, donde se alertaba de la incipiente discriminación relacionada con los roles de género entre jóvenes de 15 a 19 años denunciando en sus conclusiones que “los hombres que no son percibidos como suficientemente masculinos sufrirán el insulto homófobo, al igual que las mujeres que no sigan los mandatos de la feminidad”.

Más allá de la plumofobia, la discriminación creciente dentro del mundo gay no afecta exclusivamente al asunto de los roles de género. Cada vez son más los homosexuales que están señalando la discriminación racial que se da en las aplicaciones para ligar. Allí, es tan fácil encontrar usuarios a la caza de hombres negros en busca del estereotipado rol de chico duro y dominante, como otros que no tienen reparo alguno en redactar en sus bios observaciones tan hirientes como “negros no”. Lo mismo que sucede con asiáticos, latinos o gitanos.

¿Autodesprecio?

Joan es un ex usuario de lo que denomina como “apps de folleteo”. Desencantado, decidió borrarse su perfil debido a la fauna que merodea por estos escaparates humanos. Allí, comenta, suele ocurrir que muchos de los que incluyen en sus descripciones de búsqueda aquello de “no negros”, “no asiáticos”, “sólo gimnasio”, “sin pluma” y otros requisitos que califica como “absurdos, excluyentes e inaceptables”, son los mismos que se construyen perfiles con identidades falsas y, a menudo, sin fotografía. “Bajo el anonimato que ofrece la cibermáscara se permiten unas licencias que en la vida real no se atreverían a tomar“, agrega, lamentando que, “desgraciadamente, igual que hay muchas mujeres machistas, también hay mucha homofobia dentro del mundo gay”.

Otro de los temas que Joan pone sobre la mesa, y que tampoco suele tratarse con frecuencia en relación al colectivo LGTB, es la misoginia que se da en ambientes abiertamente gays y más concretamente en locales en los que se trata de evitar -cuando no se prohíbe- la entrada de mujeres. Tres cuartos de lo mismo ocurre en los cada vez más concurridos festivales de ambiente en los que sólo son bienvenidos hombres musculados. Bajo el pretexto de crear espacios temáticos destinados a satisfacer los deseos de una minoría lo que encontramos son, a menudo, minorías discriminando otras minorías.

La manida frase “yo no tengo nada en contra de los gays, pero con las locas no puedo”, que seguro casi todos hemos escuchado alguna vez en boca de un heterosexual, parece haberse extendido llamativamente dentro del propio colectivo LGTB. Javier Sáez y Sejo Carrascosa, en su Elogio de la Pluma, son tajantes a la hora apuntar las posibles causas de esa latente homofobia dentro y fuera del mundo gay: “Muchos de esos supermachos plumófobos tienen más pluma que un edredón noruego, con lo cual uno se pregunta si no habrá también una pizca de autodesprecio inconsciente en ese rechazo visceral a la pluma del otro”.