“Mis hijos no ven como un problema que Lucía tenga pene”

Estampa familiar del matrimonio Agus Arandia y Abi Labaien junto a sus cuatro hijos: Lucía, Bingent, Karan y Kerman.

DONOSTIA – Cumplió 6 años en diciembre y ya ha transcurrido uno desde aquella frase. “Quiero que en el cole me llamen Lucía, estoy preparada para las burlas”. Fue uno de los titulares destacados entonces, cuando esta niña de Asteasu con genitales masculinos vio cumplido el deseo de que la Justicia reconociera su cambio de nombre, convirtiéndose en la primera menor del Estado. Hoy en día hace vida normal como cualquier otra escolar, rodeada de sus amigas de siempre. Los niños, como dice su madre, son lienzos en blanco que no tienen prejuicio alguno, algo que cambia con la edad.

Lucía no ha oído hablar del autobús de la plataforma ultracatólica Hazte Oír rotulado con mensajes contra la transexualidad infantil. El autocar, que tenía prevista la visita por diferentes ciudades del Estado, incluyendo la semana que viene visitas a Euskadi, ha sido inmovilizado en Madrid, a la espera de que se pronuncie el juez de instrucción tras la investigación abierta por la Fiscalía para determinar si el mensaje del autobús transfóbico fletado es constitutivo de un delito de odio.

Entretanto, Lucía acudirá hoy a la ikastola como siempre. En su entorno no existe ningún problema. Su comportamiento y su forma de vestir ha seguido el mismo patrón durante el último año, nuevamente, ajena a cualquier prejuicio. Lo único que ha cambiado en su nombre. “Ningún amigo del colegio se extrañó, y ella siguió comportándose como siempre lo había hecho. Fue ella misma la que a una edad muy temprana lo verbalizó: “ama, ¿aunque tenga pene puedo ser una niña?”, recordaba ayer en declaraciones a este periódico su madre, Abi Labaien,

La naturalidad con la que esta familia de Asteasu vive junto a su niña con genitales masculinos contrasta con la estridencia que viene de Madrid y la indignación que suscita estos días ese autobús que sigue custodiado en una cochera, y que pretendía recorrer todo el Estado con lemas como “Que no te engañen. Si naces hombre, eres hombre” o “Si eres mujer, seguirás siéndolo”.

Detrás de esta campaña se sitúa el grupo ultracatólico más activo en España, fundado en 2001 como respuesta a las protestas ciudadanas contra el Gobierno de Aznar. La plataforma se alza como defensora de la vida, la familia y la libertad, y casi siempre le acompaña la polémica, alimentada por su carácter ultraconservador.

Hazte Oír asegura no recibir “ni un euro” de administraciones públicas o grupos políticos, y el 100% de sus recursos proviene de las cuotas de los socios y las aportaciones de los donantes. Según su Memoria de 2015, cuenta con 6.974 socios y 553.167 miembros. Cerró ese año con un saldo positivo de 32.839 euros.

Es una de las realidades que se va a encontrar Lucía en su vida, como bien sabe su madre, a la que le gusta siempre hablar claro en casa. “Mira Lucía, -le suele decir- la vida es así, para tí y para tus hermanos. Siempre nos vamos a encontrar con gente que nos quiera más y nos quiera menos. Es nuestra labor darnos cuenta de qué gente nos aporta, y rodearnos de esas personas”. Esta familia de Asteasu, una de las cuarenta que actualmente integra la asociación de menores transexuales Chrysallis, no quiere sobreproteger a sus hijos. “Les intentamos hacer ver que en ese aspecto ella es diferente, pero que todos tenemos algo diferente. Ellos lo asumen y saben que la vida es así para todos”, que lo equivocado no es el sexo sino la mirada de la sociedad.

UNA INFANCIA DE LO MÁS NORMAL Hay días en los que Lucía llega a casa y se pone a llorar porque alguien le ha dicho que es chico. Pero la pequeña encuentra siempre en sus padres el bálsamo de la palabra. El mayor, Bingent, va a hacer 9 años. Sus hermano Karan ya ha cumplido 7, Lucía tiene seis y Kerman 4. Los padres les hablan mucho sobre diversidad, pero les mantienen al margen de la actividad de la asociación. “Nunca nos ha gustado hacerles partícipes, y menos en este caso polémico. Si queremos que vivan su infancia lo más normal posible, no podemos estar hablándoles de la lucha que se libra”, cuenta Labaien.

Pero los niños no son tontos. Entienden que hay una realidad con la que tienen que lidiar, y la viven de una manera muy natural. “El mayor sí se va enterar del bus fletado por el grupo ultra. En casa hablamos mucho de lo que es la transexualidad, aunque nunca en clave de conflicto. El mayor lo va a saber, pero él mismo lo dice: ¿Por qué todas estas luchas? Si Lucía no hace daño a nadie…”. Para sus hermanos es un sufrimiento añadido. “Ellos no tienen ningún problema en que Lucía tenga pene. De hecho, el mayor suele comentar que tampoco sabe lo que tendrá el vecino.