IGOR YEBRA / BAILARÍN: “Muchos jóvenes dejan el ballet por los comentarios homófobos”

El bailarín Igor Yebra, tras una representación.

El bailarín Igor Yebra, tras una representación.

Igor Yebra (Bilbao, 1974) ha abandonado el Ballet de la Ópera de Burdeos después de 14 años de triunfos. En 2002 le invitaron a interpretar al príncipe de La bella durmiente y cuatro años después le nombraron su bailarín estrella; y ya no le dejaron marchar. Desde allí ha recorrido los principales escenarios del mundo, así como es uno de los bailarines más premiados y reconocidos. Pero, al contestar el teléfono, lo primero que se escucha de fondo es el llanto de su bebé. Entonces, el bailarín se ríe y comenta jocoso “a ésta no la podemos hacer callar”.

Su próxima interpretación será para dar vida a Zorba, el griego. Un sueño que se hará realidad bajo la coreografía del gran Lorca Massine el próximo mes de noviembre en Bilbao.

¿Qué ha pasado para que decida abandonar el Ballet de la Ópera de Burdeos?

El repertorio es de los grandes ballets clásicos y encima son versiones a lo Yurénev, en las que el hombre tiene un máximo protagonismo y los ballets están llenos de variaciones y muchas técnicas. Por lo tanto, ha llegado el momento de empezar a dejar de lado este tipo de cosas. Y, al tiempo, hacer otras propuestas que se parecen más a lo que soy yo y que al final tenía que rechazar porque tenía compromisos firmados con la Ópera de Burdeos. En los últimos dos años, ya no formaba parte de la compañía, estaba como artista invitado y era un caso muy atípico. A lo largo de mi carrera he bailado muchos lagos de los cines y bellas durmientes y es difícil encontrar motivaciones para seguir haciéndolo. Era el momento de pasar página y empezar a escribir otros capítulos.

¿Tiene ya pensado algún capítulo? Tiene experiencia en coreografías. ¿Qué va a hacer?

No lo sé. Nunca me ha gustado definirme de ninguna manera. He tenido la fortuna de atacar todos los repertorios, desde el clásico puro, al contemporáneo y el más moderno. Hace poco estuve en Georgia y allí tuve que bailar georgianas, la danza española de El sombrero de tres picos. Como maestro, llevo desde hace años dando clases. Lo mismo como coreógrafo. Yo lo que no hago es cerrar puertas y decir no a nada. Veremos qué me va surgiendo en el camino.

¿Algo inmediato?

Lo más inmediato es en noviembre. Tengo una gira con el Ballet Nacional de Sofía interpretando Zorba el griego. Una gira por España que empezamos el 18 de noviembre en Bilbao y recorrerá distintas ciudades españolas, con coreografía de Lorca Massine. Llevo diez años interpretando este ballet, pero el coreógrafo solo me dejaba hacer el segundo rol, el del  norteamericano. Me veía muy jovencito para afrontar el de Zorba y ahora, por vez primera, voy a poder cumplir el sueño de mi vida.

¿Va a seguir estableciendo su base en Burdeos?

Por el momento, me quedo allí porque mi mujer (Oxana Kucheruck) es la primera bailarina del Ballet de la Ópera de Burdeos. Seguiré repartiendo mi vida entre Burdeos y Bilbao, donde tengo la escuela.

Como tantos jóvenes ahora, se marchó de España para sobrevivir. ¿Hubiera llegado a ser bailarín si no toma esa decisión?

Los bailarines nos hemos ido no porque quisiéramos, sino por obligación. Ahora, nos escandalizamos porque muchos jóvenes con mucho talento se tienen que marchar porque no tienen trabajo. Nadie se escandalizó cuando nos pasó lo mismo a nosotros. Es un tema del que no se ha hablado suficiente y sobre el que se pasa por encima. Como siempre, hemos sido la hermana pobre de todo, ni siquiera la Cenicienta. Estamos muy por detrás de todo eso. Es una pena para el país, que se lo pierde sin más. Porque a nosotros, para lo que nos ha servido es para que se nos reconozca internacionalmente. Si nos hubiéramos quedado aquí, probablemente nuestras carreras no hubieran ni despegado.

¿Se ha avanzado desde entonces  o la danza española y el flamenco siguen siendo la única tradición de ballet, como se ha quejado alguna vez?

Me gusta ver siempre el lado positivo. Si miramos lo que era el ballet después de Franco y lo comparamos con lo que es hoy y con el talento que ha salido desde entonces, hemos dado pasos gigantescos gracias, sobre todo, al esfuerzo individual. Es increíble porque se han conseguido cosas maravillosas. Eso te hace pensar en lo que se podría haber conseguido si hubiera más ayudas a la danza y una voluntad real de impulsarla.

Y la respuesta es que se podrían hacer cosas increíbles, como pasó con el baloncesto, con el fútbol… cuando todos trabajaron en el mismo camino se empezaron a ganar medallas. Hace años esto no pasaba en el deporte, por poner un ejemplo que todo el mundo entienda: todo el mundo entiende de deporte y pocos de cultura. Digamos que el Estado, los estamentos siguen sin apostar por la danza.

Incidiendo en la falta de apoyos y reconocimientos, hace unos años Nacho Duato decía que se sentía más cerca tomando un pulpo en Suiza que un bacalao al pil pil en Bilbao. ¿Cómo siente su conexión con España, con el País Vasco?

Yo soy bilbaino cien por cien y soy vasco cien por cien. La prueba es que a mí me gusta la gente por los hechos no por las palabras. Hay gente que se pasa la vida llorando y no hace nada, solo esperar. Hace diez años abrí una escuela cuando todo el mundo me dijo que estaba loco y que no hay escuelas de ballet que se dediquen a esto y yo aposté por ello, con eso está todo demostrado. Me gustaría saber quién dio de comer a Nacho Duato durante 20 años. Creo que fue el Estado español el que le dio de comer. ¿Por qué nadie le responde de esta manera y le dice este tipo de cosas?

Yo respeto que es un gran artista y un gran coreógrafo pero me parece un poco fuerte que haya gente que ha estado viviendo de nuestros impuestos y que haga ese tipo de comentarios. Estuvo 20 años e hizo un gran trabajo… por la danza de su estilo pero no potenció el resto de bailes, sobre todo el ballet clásico. Desaprovechó una generación de bailarines como Tamara Rojo que podía haber venido a este país invitada por su compañía y a él no le interesó. Y, eso ocurrió en los años en que había dinero porque ahora no hay dinero para eso. No creo que sea la persona más adecuada para decir estas cosas contra España.

Ha hablado de su apuesta al abrir la escuela de danza en Bilbao. Es para niños y para mujeres mayores de 30 años. Porque supongo que no habrá hombres, teniendo en cuenta los prejuicios. 

Sí, sí, (se ríe). También hay hombres. La escuela lleva abierta 10 años. Hemos sobrevivido a la crisis y eso da una respuesta. Es cierto que no había escuelas que se dedicaran  exclusivamente al ballet clásico. Había de kárate o de lo que hiciera falta, pero nada así. Nosotros estamos haciendo ahora danza contemporánea y vivimos de eso y vivimos bien. En los dos últimos años, la escuela se ha quedado pequeña en infraestructura y los que se quieren dedicar profesionalmente a la danza terminan de formarse fuera. Hemos conseguido mandar bailarines a la escuela del Royal Ballet de Londres o a San Francisco; también a una niña que ha estado en el Bolshoy de Moscú y en Hamburgo, con Marcelo Mayer.

La escuela está abierta para alumnos desde los 4 años. Quiero que la gente se dedique a la danza lo más profesionalmente posible, que lo poco o mucho que aprendan lo aprendan muy bien. Que cuando vayan a ver un espectáculo de danza lo disfruten más todavía. El ballet clásico, aunque sea a nivel amateur, es lo mejor que hay para mantener el físico. Es como un deporte de élite. Muy sacrificado y puede ser hasta nocivo para el cuerpo, pero, a nivel amateur, no hay un deporte que nos haga trabajar todos los grupos musculares, la coordinación y la elasticidad como lo hace el ballet. Y, está la elegancia, el amor por el arte. Un bailarín profesional debe ser poeta, escultor, pintor y músico al mismo tiempo porque trabaja con todas las artes, las reúne y las transforma en una.

Un proyecto muy bonito que tengo para finales de septiembre es hacer un taller coreográfico en Deulada (comunidad valenciana) en el que vamos a estudiar qué es la escultura  y crear sobre una pieza escultórica una pieza de danza. Estos proyectos me motivan a seguir adelante. Es una manera de acercar la danza, porque estará abierto a todo el mundo. Acercar mi profesión y la escultura, que es otra de mis pasiones. Que no todo sea fútbol, con lo que a mi me gusta el fútbol.

¿Siguen existiendo, los prejuicios?

Algunos niños, al llegar a cierta edad, dejan el ballet por los comentarios. Es muy duro pero es real. Mi padre y mi madre querían ser bailarines y en su época les llamaban puta y lo otro. Yo tengo niños en mi escuela y las cosas han cambiado con respecto a lo que me hacían y decían, que era de todo. Lo que hoy se llamaría acoso escolar o bullying. Pero como yo tenía claro lo que quería ser pasaba de ese tipo de cosas.  El tiempo, afortunadamente, me ha dado la razón. En la escuela, cuando los chicos llegan a los 12 o 13 años, empiezan a abandonarla y, al indagar, veo que es por el entorno. Muchos jóvenes dejan el ballet por los comentarios homófobos.

A partir de esas edades, les miran como a bichos raros. Pero no sólo en el colegio, sino en su entorno. Eso me parece muy duro. Creo que debemos evolucionar. Aplaudimos de boquilla el matrimonio homosexual. Pero hay muchas cosas que son solo de boquilla. En lo intrínseco de la sociedad, seguimos teniendo mentalidades y prejuicios que vienen de hace mucho tiempo y que son imposibles de cambiar en cien años. Eso va a llevar su tiempo pero hay que conseguirlo.

Lo que está claro es que la culpa de lo que unos niños dicen a otros no es suya sino de los adultos, de lo que les estamos inculcando. Cuando yo decía a mi madre que yo era muy machote, algunos habrán entendido la ironía, pero la gran mayoría, no.

¿Es tan feliz como parece? Porque transmite normalidad, esa felicidad de vivir disfrutando de lo que le gusta.

No puedo no estar contento.  En la vida no hay nada ni blanco ni negro y es mejor tener un día soleado, un día con tormenta, con lluvia que no todos los días iguales. No me puedo quejar porque he vivido y sigo viviendo de lo que me gusta. Para mí lo que yo hago no es un trabajo. Es una es manera de vivir, ver y pensar. Pero, que la gente no se equivoque: no es fortuna, hay muchísimo trabajo. Hay tres palabras que siempre digo, y en la escuela las tengo como leitmotiv, aplicables a cualquier profesión. Pasión por lo que hagas, trabajo y constancia. Hasta en el amor, para conseguir cualquier objetivo. La gente lo quiere tener todo y no sabemos disfrutar de lo que tenemos.

¿Se jubila un bailarín?

Yo soy un personaje extraño, un bailarín se muere. En mi lápida pondrá “fui bailarín hasta el último momento”. Porque te puedes retirar del público, de los escenarios pero no de la danza. Hubo una época en la que sufrí una depresión muy fuerte por motivos profesionales, algo que puede ocurrir cuando vivimos tan al límite, y dejé de bailar. Entonces, Antonio Gala me dijo algo que me abrió los ojos. Hasta el día en que vivas tu profesión como una vocación no vas a salir de ese momento negro.

¿Piensa volver a Bilbao?

Puede parecer una cosa extraña  pero yo nunca me he ido. No me cuesta promocionar Bilbao. Era muy difícil venderlo cuando yo empecé a salir al extranjero. Tenía cosas feas pero yo les intentaba vender el resto de cosas maravillosas.