Tu madre también sale del armario: qué pasa cuando la familia se enfrenta a la homofobia de su entorno

Un manifestante sostiene una pancarta durante el Orgullo Crítico de 2017 en Madrid. ÁLVARO MINGUITO

“Mi hija es lesbiana y tiene novia”. A Elena no le ha resultado fácil pronunciar estas palabras. Desde que hace casi tres años su hija le dijera que le gustan las mujeres, Elena ha atravesado un proceso en el que se ha topado con comentarios y actitudes en su entorno que denotan el grado de homofobia que sigue existiendo a pesar del escenario de avance de derechos LGTBI. Y es que los familiares de personas lesbianas, gays o bisexuales también tienen que salir del armario al hablar de la orientación sexual de sus hijos, hermanas o sobrinas en el trabajo, en el grupo de amigos o con los vecinos del barrio.

“Parece que nunca encuentras el momento, sobre todo si has escuchado hablar mal de la homosexualidad y es algo que en determinados grupos no se ha tratado con naturalidad. Te da miedo a que rechacen a tus hijos e hijas, a que les vayan a etiquetar fuera de lo que se considera ‘normal’ o a mirar de otra manera. Yo es un temor que he vivido y con el que cuesta romper”, explica Elena, que a sus casi 60 años recuerda la sorpresa con la que reaccionó parte de su entorno cuando habló del lesbianismo de su hija.

Eso entre hombres y mujeres de una generación educada en la dictadura franquista, para la que la diversidad sexual y de género era motivo de persecución y, en muchos casos, cárcel. Los avances normativos y sociales de los últimos años han querido corregir esa herencia y “en general, la cosa ha cambiado mucho porque hay más información”, dice Isabel Martínez, miembro de la Junta Directiva de la asociación andaluza Familias por la Diversidad. Sin embargo “ todavía hay una parte de la sociedad que ignora y rechaza estos temas sin conocer la realidad. En los colegios lo vemos muy claramente. Hay niños y niñas que son discriminados porque sus hermanos o hermanas son LGTBI”, añade.

Su asociación cuenta con una guía para padres y madres en la que concibe la salida del armario como familias visibles de personas LGTBI como un paso clave y una “verdadera demostración” para los hijos e hijas. Además, recomienda “decir la verdad si alguien pregunta en nuestro entorno cercano, reconociendo así a nuestros hijos para que puedan normalizar las relaciones familiares, sin tener que esconder sus sentimientos y sin tener que mentir”.

La homofobia sutil

“La gente no quiere hacer daño y por eso en mi caso desde que dije que mi hija es lesbiana la cosa ha cambiado y ya no se dicen cosas tan directas”,  apunta  Elena, que tiene claro que la diversidad afectivo sexual aún no está asumida del todo. Lo percibe en su entorno, entre sus amigas, en el trabajo, pero no en un escenario de rechazo evidente,  sino de homofobia sutil y encubierta que la hace menos reconocible. “Algunos comentarios sí se hacen, pero lo más común es el silencio. Se convierte en un tema tabú y ya nadie te pregunta. Ni siquiera aunque tu hija tenga novia…como si se hace en el caso de alguien heterosexual”.

Elena celebra los avances en derechos LGTBI de los últimos años, pero sigue notando una atmósfera en la que se deja entrever esa idea de “si mi hijo no es gay o mi hija no es lesbiana, mejor”, ejemplifica. “No hay convencimiento, hay contención. Y en ello hay un punto de peligro porque yo creo que si un día vuelve a no estar mal visto rechazar públicamente a personas homosexuales o bisexuales, mucha gente hablaría de nuevo en esos términos. Por eso es tan importante la pedagogía”.

Pepa Nolla, presidenta de honor de la Asociación de Madres y Padres de Gays, Lesbianas, Bisexuales y Transexuales (AMPGYL) y madre de un chico gay, asegura que es algo “que vivimos constantemente” y sobre lo que “hay que intervenir”. Por ello, desde AMPGYL intentan ofrecer herramientas a las familias para que puedan afrontar este tipo de situaciones. “La mayoría de gente intenta no hacerlo, pero si no han cambiado el chip de la heteronormatividad para dar paso a la diversidad es difícil porque está muy arraigado”.

Las familias en las leyes

Lo que viven muchas de estas familias se llama discriminación por asociación, que la Ley LGTBI que actualmente tramita el Congreso de los Diputados, define como la que se da como consecuencia “de su relación con una persona, un grupo o familia LGTBI”. La ley andaluza, aprobada el año pasado, quiso incluir también la realidad de los familiares de personas LGTBI y les extiende las medidas que contempla. Uno de sus impulsores, Juan Andrés Teno, a su vez portavoz de Familias de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB) asegura que se trata de “un tipo de discriminación indirecta”.

Aunque desde la FELGTB la atención se ha centrado en las situaciones que atraviesan los niños y niñas que viven en familias homoparentales, “las madres, padres o hermanos de una persona LGTBI también viven ese clima de homofobia que sigue pensando en el imaginario colectivo” y que se une al propio proceso interno, condicionado “muy claramente en el caso de generaciones anteriores” por “una herencia cultural que se lo pone difícil”. “Para mi madre mi marido no es mi marido, sino mi pareja”, ejemplifica Teno, que nombra como paradigma de la discriminación por asociación la que viven las familias de menores trans, abordada en este reportaje. “Mi hijo no ha sufrido tanta transfobia como yo”, decía la madre de un niño trans.

En este sentido, Emilio García, coordinador del grupo de familia del colectivo madrileño COGAM y padre de un joven trans apunta a algunas cuestiones relacionadas con la orientación sexual: “Hay una incomprensión de que se puede ser trans y lesbiana o trans y bisexual. A veces recibimos algunas preguntas incómodas, por ejemplo, si ven a tus hijos con personas de su mismo sexo, pueden decir ‘¿pero no se había cambiado de sexo?’ Yo creo que la clave es que depende de cómo te pregunten las cosas y la intención con la que se haga”, cuenta.

Elena hace hincapié en la importancia de intervenir ante determinados comentarios o expresiones. Algo que, en algunos casos, le han valido acusaciones de “suspicaz”.  Sin embargo, al mismo tiempo celebra la visiblidad: “para mí la conclusión tras este proceso es que hay una homofobia que no se percibe fácilmente, pero que está ahí. Y tú sientes ese miedo al rechazo pero al final hay que sobreponerse. Yo me dije a mí misma que quería ser valiente por mi hija. Y eso es lo que me ha ayudado”.