¿SOY CISGENDER?

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MORE RADICAL WITH AGE

THE PERSONAL BLOG OF REBECCA REILLY-COOPER

Soy una mujer. Esto es algo que nunca he cuestionado. Es algo que sé con casi total certeza.

Si me hubieses preguntado hace un par de años cómo soy que soy una mujer, estoy bastante segura de que (después de mirarte extrañada por haberme preguntado semejante tontería) habría mencionado mis características sexuales secundarias: el hecho de que tengo pechos y una vagina; el hecho de que menstruo, y por tanto tengo ovarios y útero; el hecho de que tiendo a acumular la grasa corporal en las nalgas, muslos y caderas. Esta respuesta sería en parte empírica, apelando al juicio científico sobre qué características definen a la hembra de la especie humana; y en parte lingüística, basada en la asunción de que la palabra “mujer” tiene un significado común y extendido: una hembra humana adulta.

En los últimos dos años, he leído mucha más literatura feminista que en el pasado y me he sumergido mucho más en las teorías contemporáneas de género. Ahora sé que hay gente para quien tal respuesta a la pregunta “¿cómo sabes que eres una mujer?” sería inaceptable. Se señalaría que estos hechos biológicos no son necesarios ni suficientes para poder concluir que soy mujer, porque hay mujeres que no tienen pechos o vagina, y hay quien tiene pechos y vagina y no son mujeres. De modo que ¿qué otra respuesta podría dar? La única respuesta alternativa que tiene sentido para mí es decir que sé que soy mujer porque todo el mundo me trata como tal, y siempre lo han hecho. Cuando nací, mis padres me pusieron un nombre que sólo se da a niñas. Me hablaban usando pronombres femeninos, igual que los demás. Me vestían con ropas que nuestra cultura considera apropiadas para niñas, y me dejaron el pelo largo. Al crecer, los demás tomaban esas características como prueba de que era una niña -y luego, una mujer- y me trataban como tal. Se me aplaudía cuando actuaba de manera típicamente feminina y me enfrentaba a recriminaciones cuando mi comportamiento era más masculino. Esto es lo que las feministas llaman la socialización femenina, y sus manifestaciones son ubicuas. Así, si tuviese que explicar cómo sé que soy una mujer sin hacer referencia a mi cuerpo, diría: “sé que soy una mujer porque todo el mundo me trata como tal”.

Algo que he aprendido en las trincheras de las guerras de género contemporáneas es que no soy sólo una mujer. Al parecer, soy una mujer “cisgénero”. Ser cisgénero, o “cis”, se considera una forma de ventaja estructural, y por tanto poseo un privilegio sobre aquellas personas que no son cis. La primera vez que me encontré con esta palabra, se me informó de que significa simplemente “que no es trans”, y realiza la misma función que la palabra “heterosexual”: sirve para nombrar a la mayoría, para que así no establecer una norma contra otros, que serían “desviados”. Todo el mundo tiene una orientación sexual, y por tanto todo el mundo tiene su etiqueta – no sólo la gente cuya orientación es minoritaria. Parece algo digno y razonable, y así la primera vez que ví esta palabra, felizmente me autodenominé cis. Pero, ¿soy cisgénero en realidad? ¿Es éste un término con sentido que se me pueda aplicar – a mí o, de hecho, a cualquiera?

Felizmente me autodenominé cis, si cis significa no-trans, porque asumí que no era trans. Asumí que no era trans porque no tengo disforia – vivo en mi cuerpo femenino sin incomodidad, sufrimiento o angustia. Bueno, en realidad esto no es verdad, y sospecho que tampoco lo es para la mayoría de las mujeres. Como mujer criada en una cultura que nos bombardea constantemente con el mensaje de que nuestros cuerpos son inaceptables, incluso asquerosos, siento una incomodidad y una angustia enorme viviendo en mi cuerpo, de forma tal que ha moldeado mi vida y continúa haciéndolo cada día. Lo que quiero decir realmente es que nunca me ha parecido que la incomodidad y la infelicidad que siento al vivir en un cuerpo femenino se relajaran si ese cuerpo fuera masculino. Aunque mi cuerpo femenino es una fuente continua de sufrimiento y vergüenza para mí, nunca he deseado cambiarlo para hacerlo menos femenino, pasar por el quirófano para hacerlo más parecido a un cuerpo masculino. Por tanto, asumí que no era trans. Y si no soy trans, debo de ser cis.

Pero para mucha gente, esto no es lo que significa ser cis, porque esto no es lo que significa ser trans. Había asumido incorrectamente que para ser trans se debe experimentar lo que con frecuencia llaman disforia de género, pero que debería llamarse disforia de sexo – un sentimiento de angustia causado por el sexo del propio cuerpo. Sin embargo, el cambiante discurso en la política transgénero insiste en que la disforia ya no se debe considerar necesaria para que una persona sea trans. Ahora puedes ser trans incluso siendo perfectamente cómodo y feliz viviendo en el cuerpo que te tocó al nacer, y no tienes deseo alguno de cambiarlo. Esto fue una sorpresa para mí, y obviamente tiene una importancia enorme porque si cis significa no-trans, necesitamos saber qué es trans. Y sospecho que mucha gente habrá compartido mi asunción de que tiene que ver con sentir disforia. ¿Qué puede significar ser trans, si no esto?

Parece que el término “transgender” se usa de diversas maneras y personas diferentes consideran que significa cosas distintas. Una definición popular dice que “transgender es un término global que abarca personas cuya identidad de género difiere de la típicamente asociada al sexo que se les asignó al nacer”. Esto sugiere la existencia de una “identidad de género”, que normalmente se define como “la sensación interna y personal de ser hombre o mujer” o “la sensación privada de alguien de su propio género, y la experiencia subjetiva del mismo”. Luego personas trans lo son porque hay un descuadre entre su sensación interna de su propio género y las normas de género típicamente asociadas al sexo con el que nacieron.

Tal vez haya gente con identidad de género. Tal vez haya gente con una sensación interna de su propio género; un sentimiento subjetivo, personal, de que son hombres o mujeres, y tal vez puedan describir esto con sentido sin hacer referencia a sus cuerpos ni a las normas sociales que dicen cómo la gente con esos cuerpos se deben comportar. Pero yo, honestamente, carezco de esto. No tengo ninguna sensación interna de mi propio género. Si me preguntas cómo sé que soy una mujer, tengo que recurrir bien a mis características sexuales secundarias, bien a las implicaciones sociales de ser vista como una persona que posee esas características. No experimento mi género como una esencia interna, una faceta profunda e inalterable de mi identidad. Quizá haya gente que sí, aunque soy escéptica respecto a cómo podrían explicarlo sin recurrir a roles de género construídos socialmente. Pero puedo conceder en beneficio del argumento que haya gente que experimente esta forma de estado mental del que yo carezco.

Eso estaría todo bien, si realmente se me permitiera negar que yo tenga identidad de género. Pero no es el caso. El propósito de la etiqueta cis es demostrar que ser trans no es anormal o de desviados, sino simplemente una de muchas identidades de género que la gente tiene. Para poder llevar a cabo esa función, cis debe referirse a la presencia de una identidad de género específica, no simplemente a la falta de tal. Ser trans es tener una identidad de género, una que difiere de la que se asocia típicamente a tu sexo de nacimiento. Y si no eres trans, eres cis, que también es una identidad de género. De modo que si las personas trans tienen una identidad de género que difiere de las normas de género para el sexo que tienen asignado, entonces presumiblemente las personas cis tienen una sensación interna de su propio género, que es el que se alinea generalmente con las normas de género asociadas a su sexo de nacimiento.

Pero yo no tengo ninguna profunda sensación personal de mi género. Tengo cosas que me gusta hacer y cosas que me gusta ponerme. Y por supuesto, muchas de esas cosas son típicas de mujer. Pero esas cosas no me empezaron a gustar en un vacío cultural o social, sino en un trasfondo de poderosos mensajes sociales que hablan del tipo de cosas que a las mujeres les tiene que gustar, así que no es ninguna sorpresa que me acaben gustando algunas de esas cosas. Y de todos modos no creo que esas cosas reflejen nada profundo, esencial o natural sobre mi identidad. Son simplemente mis gustos y preferencias. Si me hubiese criado en otra cultura, a lo mejor tendría gustos distintos; pero seguiría siendo básicamente la misma persona.

Además, como todo el mundo, muchas cosas que me gustan no son estereotípicas de mujeres. Muchas cosas que me gustan son típicas de hombres. Igual que todo el mundo, yo no soy un estereotipo de género unidimensional, y aún participando y disfrutando de ciertos aspectos de lo que se llama tradicionalmente la condición de mujer, hay otros muchos que rechazo por ser dolorosos, opresivos y limitadores. Incluso cuando participo deliberadamente en representaciones de feminidad, como cuando uso maquillaje o me pongo ropa típicamente femenina, no veo esto como una expresión de mi identidad de género. No, me estoy ajustando a (y tal vez al mismo tiempo modificando y desafiando) un ideal socialmente construído de qué es ser mujer. Es más, una vez desconectamos todo esto de restrictivas nociones tradicionales acerca de lo que es apropiado para un sexo y para el otro, no está claro por qué llamar a todo esto “género” en vez de “cosas que me gustan” o “mi personalidad”.

Presumiblemente se debe a la comprensión de que mucha gente no se identifica incuestionablemente con las normas de género típicamente atribuídas a su sexo el que haya aparecido todo un espectro de identidades de género – si no tienes una profunda sensación interna de que eres un hombre o una mujer, entonces te puedes identificar como “no binario” o “género queer” o “pangénero”, lo cual te permite identificarte con aquellos aspectos de la masculinidad y la feminidad tradicionales y rechazar el resto. (no está claro si no-binarios o género queers se deben considerar bajo el término global trans o no: al parecer hay opiniones encontradas al respecto). De nuevo, soy escéptica respecto a cómo se puede argüir que se trata de una identidad profunda e inalterable, porque cualquier descripción de una identidad de género no-binaria inevitablemente mencionará roles de género construídos socialmente (es notable que la mayoría de varones no binarios expresan esto experimentando con ropa y apariencia femenina, en lugar de un deseo insaciable de hacer las tareas del hogar que se asocian típicamente con la mujer). Pero quizá haya de verdad gente con una profunda sensación interna y personal de su propio género como una esencia que es tanto masculina como femenina, o que no es ninguna de las dos, de una manera tal que signifique algo más que “no soy un estereotipo unidimensional”. Pero yo no me cuento entre esa gente. A pesar de apoyar ciertos aspectos de la masculinidad y la feminidad y rechazar otros, no me autodenomino género queer ni no binaria, porque nada de esto representa ninguna faceta inalterable de mi identidad. Así que como no soy trans, y no soy no binaria ni género queer, me dicen que debo de ser cis, por defecto.

Así que la una opción para mí, si quiero rechazar la etiqueta cis, es pillar alguna otra identidad de género. No se me permite negar que tenga identidad de género. Pero esto es, en sí mismo, opresivo. Hace afirmaciones falsas sobre la experiencia subjetiva de mucha gente – gente como yo que no siente profundamente su propio género, y cuya experiencia primaria con el género es como de un conjunto de limitaciones impuesto externamente en lugar de un aspecto esencial de nuestra identidad personal. Nos fuerza a definirnos de acuerdo a cosas que no aceptamos (y, como estoy aprendiendo, si nos negamos a definirnos de esta forma, esto se considera intolerancia y falta de empatía por las personas trans, en vez de un rechazo razonable de lo que significa ser cis). Si “cisgénero” fuese la descripción de un problema médico, caracterizado por la ausencia de disforia, entonces aceptaría que soy cis. Pero si cisgénero es, como parece, una identidad de género, entonces no soy cis, porque yo no tengo identidad de género. Soy una mujer. Pero no porque, en el fondo, me sienta mujer; sino porque, en el fondo, simplemente me siento persona.