Javier Maroto, el alcalde de Vitoria se casa: ‘No me gustan ni los guetos gays ni los del Partido Popular’

El alcalde de Vitoria, Javier Maroto pasea con su novio Josema Rodríguez (d) por el parque del Prado en Vitoria.

El alcalde de Vitoria, Javier Maroto pasea con su novio Josema Rodríguez (d) por el parque del Prado en Vitoria. ARABA PRESS

“Presidente, le presento a Josema, mi pareja”, le dijo Javier Maroto Aranzábal (43) a Mariano Rajoy hace ahora cuatro años, el 11 de junio de 2011. Una investidura como alcalde de un joven político vasco, bregado en el cuerpo a cuerpo de la política local desde 1999 y endurecido por la presión del terrorismo etarra y su mundo que le obligó a estar permanentemente custodiado por escoltas desde los 27 años.

Rajoy estrechó la mano de José Manuel Rodríguez Carballo, Josema, y Maroto, en uno de los días más importantes de su vida, amplió su sonrisa. Cuatro años después, tras casi 20 años desde que Javier y Josema se conocieran, el mejor alcalde del PP, según los resultados de las últimas elecciones, se casa y con su boda reivindica, con la misma naturalidad que en la presentación ante Rajoy, su homosexualidad.

Su reelección -aún en el aire por culpa de EH Bildu-, la boda y las molestias de una intervención de peritonitis, que ya le ha obligado a pasar dos veces por el quirófano, no le dan tregua estos días a Maroto. Junto a él, Josema Rodríguez, un economista brillante con dos licenciaturas en Deusto, aplicadísimo estudiante de euskera (en el que roza la perfección) y gerente de un grupo de sociedades y fundaciones públicas en Durango, el pueblo en el que nació en 1965. Juntos mantienen sus rutinas como la de pasear a media tarde entre el centro de la ciudad y la basílica de Armentia, un recorrido de apenas tres kilómetros en el que la pareja recibe felicitaciones y en el que se niegan con amabilidad y firmeza a atender a LOC.

“Nunca he hablado de mi vida privada, nunca la he ocultado y nunca la voy a utilizar”, responde el alcalde en funciones exquisito en las formas mientras Josema, a su lado, escucha. Pero lo cierto es que la pareja provoca que los grupos de ‘runners’ que trotan por el paseo del Prado y los caminantes que suben y bajan entre Vitoria y el pico de Armentia se giren a su paso y cuchicheen. “¡Qué vivan los novios!”, les grita Eneko González, concursante en un reality de la televisión vasca, en un tono cargado de guasa.

“Lo que más me molesta es la renuncia al anonimato y a mi vida personal”, reconocía Maroto durante la intensa campaña electoral cuando, en charlas informales con periodistas, se planteaba la posibilidad de hacer bandera de su homosexualidad para contrarrestar las acusaciones de intolerante y xenófobo que ahora se reavivan para forzar su expulsión de la Alcaldía con un pacto político a tres entre EH Bildu, PNV y PSE-EE.

Maroto entonces dijo no. Y su historia de amor con Josema volvió a mantenerse en la privacidad de sus más íntimos. Hasta que el alcalde, con las emociones a flor de piel, confesó sus sentimientos en las primeras palabras de la noche electoral. Josema, uno más en la sala del hotel Ciudad de Vitoria en el que el PP vasco celebraba la única alegría de una jornada electoral nefasta, ya intuyó que su relación traspasaría los límites de Vitoria.

DEUSTO, EL ORIGEN

Un noviazgo que se inició en Bilbao, en una de los encuentros que propiciados por la Universidad de Deusto, donde reúne a sus ex alumnos, y que propició un flechazo inmediato. El joven Maroto dejó de lado los convencionalismos de una ciudad de provincias y se aferró con fuerza al carpe diem, su lema. Hijo de una familia de clase media y emparentado con una saga de empresarios, Maroto era pieza codiciada entre las jóvenes de los elitistas colegios del Niño Jesús, Nazareth y Ursulinas y en la ciudad se recuerdan sus efímeros noviazgos, pero el ahora alcalde mostró sin ambages sus sentimientos cuando conoció a Josema y su familia se volcó con él. Sus amigos, un grupo heterogéneo, pero en el que juegan un papel estelar el ministro Alfonso Alonso y el parlamentario Iñaki Oyarzábal, sueltan las confidencias con cuentagotas y, en vísperas de recibir la invitación para la boda del año, que se celebrará en otoño, reclaman absoluto anonimato. “Sus padres y sus hermanos Ramón y Nuria le dijeron: ‘Si tú eres feliz, nosotros también’ y Javier acertó al ser franco porque su familia le adora”, señala uno de sus íntimos.

Maroto y Josema alimentan esa excelente relación y se desplazan asiduamente desde su piso en el Ensanche vitoriano al chalé en un pueblecito de las afueras en el que viven los padres del alcalde. Su vida como pareja discurre en el centro de la ciudad sin hacer ostentosa su relación. Su afición en común: Eurovisión, que vieron el pasado 23 de mayo junto a unos amigos. El favorito de Maroto fue Suecia… y ganó. Su convivencia la iniciaron en Durango, la localidad en la que nació la pareja del alcalde de Vitoria y en la que aún trabaja como gerente de las sociedad públicas y fundaciones -Organismos Autónomos, según la denominación oficial- de este municipio vizcaínoen el que nació el ya fallecido Iñaki Azkuna y en el que residía hasta su designación como lehendakari Iñigo Urkullu. Con ambos mantenía una excelente relación Josema Rodríguez y fue él quien le presentó a Azkuna, uno de los ejemplos de Maroto de alcalde, comprometido con su ciudad.

Rodríguez inició su andadura profesional en el Banco Nacional de París, trabajó luego durante tres años en una empresa de máquina-herramienta de la zona y consiguió, ya como interventor general del Ayuntamiento de Durango (plaza que logró en concurso-oposición)reequilibrar las cuentas de un municipio que llegó a rozar la bancarrota. Muchos de los aciertos en la gestión municipal que Maroto, el único político vasco que habla perfectamente cuatro idiomas (euskera, ingles, alemán y castellano), ha puesto en marcha en Vitoria nacen de los consejos que le traslada su pareja. Durante casi tres años, Maroto se desplazaba todos los días entre Durango y Vitoria (donde formaba parte del equipo de gobierno de Alfonso Alonso) y en ese ir y venir a punto estuvo de perder la vida cuando un conductor semidormido tras una noche de fiesta chocó frontalmente contra él en Mañaria, en el arranque del puerto de Urkiola.

“Josema siempre dice que, pase lo que pase, caigo de pie”, ha reconocido Maroto en plena reflexión ante su posible (y merecida) reelección al frente de Vitoria. Un triunfo electoral que ratificó su perfil político más allá de las siglas de su partido. Frente a una caída en votos del 40% en el resto de Euskadi, Maroto multiplicó sus apoyos con la eficacia y la valentía política como bandera.

“Nada más llegar al Ayuntamiento comencé a reunirme con gente y tras 12 horas de encuentros salía a la calle pero escuchaba cosas muy distintas. ‘¿Por qué recibimos a los mismos?’, le pregunté a mi secretaria. Y ella me confesó que se filtraban las peticiones de citas. Aquello se acabó en ese momento y ahora todos los jueves recibo a vecinos que me cuentan sus problemas particulares, sus cosas… y de ahí nacen muchas propuestas y la posibilidad de saber qué piensan y qué necesitan mis vecinos», defiende este animal político al que teme el PNV porque ha sido el único en abortar su objetivo de imponerse en las instituciones vascas más importantes.

Y es que el método Maroto se ha convertido en la única fórmula con la que el PP vasco parece contar para contrarrestar su pérdida de respaldo electoral agravada por los resultados del pasado 24-M. Maroto, que sí accede a hablar de política, se sonroja cuando se le señala como el mejor activo político del PP en Euskadi y se le recuerda que sólo él y Xavier García Albiol (en Badalona) han logrado en 2015 más votos que hace cuatro años. “Escuchar a la gente y estar en la calle no es el método Maroto, es una obligación”, defiende en el exterior del Parlamento Vasco, donde ha liderado la eliminación del fraude en el cobro de las ayudas sociales que prestan las administraciones vascas.

BODA SIN GUETOS

“Cuando creo en algo, voy hasta el final”, sentencia justo cuando su secretaria en el Ayuntamiento se desplaza hasta la Cámara vasca para la firma de unos documentos urgentes. El alcalde hace un quiebro sobre su papel como político en la defensa de los derechos de los homosexuales. Crítico hacia dentro con el recurso presentado por el PP contra la ley impulsada por Zapatero sobre el derecho al matrimonio, Maroto aboga por el “ejemplo” frente a la “pancarta”.

“Sé que muchos jóvenes en Vitoria y en el País Vasco ven en nosotros que se puede vivir la homosexualidad de manera natural. No entiendo que una pareja tenga que casarse con cinco invitados y de tapadillo. Nuestra boda será en mi ciudad, en nuestro Ayuntamiento, con nuestras familias y amigos. Como cualquier pareja. No me gustan ni los guetos gays, ni los del PP. Soy anti-gueto, pero no voy a hablar más“, zanja Maroto cuando suenan las alarmas para que los parlamentarios vascos voten una resolución sobre la xenofobia tramitada para contrarrestar el tirón del alcalde de moda.

@joseanizarra