El orgullo de las mentes más brillantes

Algunos de los grandes investigadores de la Historia fueron discriminados por su condición sexual o de género

Ilustración de Friedrich Heinrich Alexander von Humboldt.

La estadounidense Elena Long, doctorada en física nuclear por la Universidad de New Hampshire (EE UU), estuvo en 2016 entre las diez personas más relevantes para la ciencia según la lista que anualmente elabora Nature. Y lo hizo por “allanar el camino para una mayor aceptación de los grupos minoritarios”; pues el hecho de ser transexual le ha generado, ya desde su etapa universitaria, más obstáculos que al resto de sus colegas de profesión.

Pese a ganar premios a jóvenes científicos y liderar experimentos con aceleradores de partículas, la doctora Long no había sido bien valorada hasta que inició una investigación pionera en la Sociedad Estadounidense de Física (APS, por sus siglas en inglés). Su estudio ‘LGBT Climate in Physics’ reveló que uno de cada cinco físicos había sufrido acoso o discriminación en su lugar de trabajo durante el año previo debido a su condición LGTBI; una incidencia que alcanzaba a la mitad de los científicos transexuales.

“Es muy difícil hacer entender que el problema existe si no se tenían datos para respaldarlo”, dijo sobre una encuesta realizada a 324 físicos de Estados Unidos que se identificaron abiertamente como gais, lesbianas, bisexuales, transexuales o de otras minorías de género. “Lo que más me sorprendió fue que casi la mitad de los encuestados transexuales tienen compañeros de trabajo que no usan sus pronombres correctos”, dijo Long. Era un ejemplo de las muchas barreras que todavía existen respecto a este tema y sobre las que el World Pride quiere concienciar, por las calles de Madrid, en su edición de este 2017.

Long, cuya encuesta mostró que las mujeres LGTBI habían sido acosadas y excluidas tres veces más que los hombres del mismo colectivo, pidió “un ambiente científico libre de prejuicios” como respuesta a dicho contexto. “Necesitamos no solo hacer una ciencia excelente, sino también ser compasivos entre nosotros”, declaró a Nature, prestigiosa revista que lleva más de un siglo reflejando en sus páginas los hallazgos de grandes pensadores e investigadores. Y muchos de ellos, también como Long, discriminados o perseguidos por no cumplir con las connivencias sexuales de sus respectivas épocas. Algunos ejemplos:

Da Vinci (1452-1519)

Numerosos biógrafos de Leonardo Da Vinci coinciden al señalar que el brillante astrónomo, pintor, anatomista, arquitecto, paleontólogo, etc., era gay. Es más, una denuncia en su contra y la posterior persecución a la que fue sometido hicieron que no pudiera mostrar su sexualidad con libertad. A los 24 años fue denunciado simple y llanamente de sodomía, en el contexto de una Florencia renacentista donde la homosexualidad estaba tan extendida que era de facto aceptada por las autoridades y por la población en general.

Da Vinci aprendió a cubrirse contra la humillación y el desprecio, ya que desde entonces se le negó casi todo lo que necesitase en sus labores de polímata. El delito de sodomía era extremadamente grave, pero a su vez era muy difícil de probar, y en un caso tan serio no se tomaban las acusaciones a la ligera. Esto lo salvó de una sentencia de muerte, pues para probar su culpabilidad hacía falta al menos un testigo y la denuncia había sido anónima. La acusación fue desestimada basándose en la ausencia de pruebas y bajo condición de que no se recibiesen más denuncias posteriormente.

Maquiavelo (1469-1527)

Estadista, matemático y precursor de la ciencia política, Nicolás Maquiavelo vivió en un marco histórico y geográfico de cierta flexibilidad sexual. Sin embargo, siempre tuvo el estigma de haber sufrido abusos por parte de uno de sus profesores; ocurrió cuando tenía entre 12 y 14 años, acorde a una carta del 16 de enero de 1515 que fue descubierta en 2005 por el historiador neoyorquino William J. Connell.

“De niño sufrió abusos por parte de un sacerdote, Paolo Sasso, que era su maestro de gramática y latín”, dijo Connell respecto a tal carta, publicada en el Corriere della Sera. “Que Maquiavelo fuera bisexual era ya sabido, gracias a los estudios realizados por el profesor Mario Martelli de la Universidad de Florencia. Pero después de haber visto con atención la correspondencia entre Maquiavelo y Francesco Vettori, su amigo de la infancia, puedo declarar sin ninguna duda que el joven Maquiavelo fue abusado por parte de su maestro y sacerdote. Y este abuso explica la hostilidad que tuvo hasta los últimos días con la Iglesia católica”, añadió Connell.

En la carta, Vettori hablaba del “depravado” maestro de su amigo y explicaba que los sentimientos de Maquiavelo hacia los hombres venían de su juventud ya con ese maestro, quien tuvo “la convicción de hacerlo a su modo” con él y de acercarlo a la poesía obscena. Por entonces, la sexualidad con menores era un pecado pero había también una fuerte subcultura de pedófilos que frecuentaban Florencia; y Vettori se refirió a ello: “Todos hacemos eso, aun los que más ordenados parecen. Pero no hay que maravillarse de que nuestros jóvenes sean tan lascivos como son, porque procede de una pésima educación”.

Años después de la carta, llegó a Florencia el hermano dominicano Girolamo Savonarola predicando fuertemente contra la sodomía y fue atacado por Maquiavelo como hipócrita, mentiroso y falso profeta. Había diferencias entre pasivos y activos, y las mujeres también recibían castigos. Sobre la homosexualidad de Maquiavelo, hubo partes de la carta donde Vettori comentaba que “los hombres declaran con la boca lo que tienen lejos del corazón […]. En el sentido de la boca, dicen que soy un hombre viril y fuerte, pero para el corazón puedo amar aunque sea a otros hombres”.

Von Humboldt (1769-1859)

El naturalista Alexander von Humboldt fue célebre en vida hasta el punto de recibir, en sus últimos años, unas 5.000 cartas de admiradores al mes. Y siguió así durante décadas, hasta verse poco a poco eclipsado por la figura de científicos como Darwin. Aunque pocos alcanzaron a tener con su nombre tantas calles, ciudades, especies, montes e incluso un mar en la Luna, el imaginario colectivo se fue olvidando de este botánico intrépido que recorrió toda Sudamérica para desentrañarla en su influyente obra Personal Narrative.

“Es como si sus ideas hubieran adquirido tal relieve que el hombre que las engendró se ha desvanecido”, se lamentaba hace años Andrea Wulf, en el epílogo de su propio libro La invención de la naturaleza (Ed. Taurus). “No le doy mucha importancia al tema porque nunca se supo realmente si era gay o no. A nivel personal, estoy bastante convencida de que era homosexual, pero no sabemos si físicamente consumó ese amor. Lo que es cierto es que no se casó, no tuvo hijos y ninguna mujer contó que tuviera alguna historia con él. También hay quien dice que sometía a su cuerpo a situaciones tan extremas porque nunca lo satisfizo de manera física. No lo sé, son especulaciones que no están en el libro”, comentaba Wulf.

Sara Josephine Baker (1873-1945)

Fue la primera ciudadana de EE UU en recibir un doctorado en Medicina. Feminista y sufragista, como directora del sector de higiene infantil de Nueva York ayudó a reducir un 40% la tasa de mortalidad en dicha ciudad. Dedicó su vida a instaurar medidas de salud pública que mejorasen las condiciones de madres y bebés, así como a educar a la sociedad en los cuidados infantiles básicos en grandes urbes cuyas condiciones sanitarias a finales del siglo XIX eran terribles. La viruela y la tifoidea se cobraban miles de víctimas, la leche se vendía sin pasteurizar en contenedores metálicos oxidados, y a menudo adulterada con cal para mejorar su color y las ganancias.

Se calcula que, tan solo en el barrio de Hell’s Kitchen de Manhattan, 1.500 bebés morían semanalmente por disentería, malas condiciones higiénicas e ignoracia sobre cuidados infantiles. En el campo de la medicina solo se admitía que las mujeres fuesen enfermeras o comadronas, de forma que su comportamiento y su hábito de vestirse y peinarse como un hombre (con raya en medio, al estilo del presidente Theodore Roosevelt) convirtió en lugar común que fuese lesbiana.

Margaret Mead (1901-1978)

Declarada lesbiana, fue referente indispensable en una edad dorada de la antropología capaz de situar frente a frente los códigos occidentales y los de comunidades aisladas, en Samoa o las islas Trobriand, para fundamentar la revolución sexual de los años sesenta. Sus investigaciones sobre el terreno, llevadas a cabo junto a Bronislaw Malinowski, exhibieron amplias diferencias culturales en la forma de ser niño y cuestionando el concepto de desarrollo como proceso universal, así como las nociones de desarrollo normal y anormal.

Estos trabajos procuraron integrar la antropología y la psicología, a través de la incorporación de la teoría freudiana y dando paso a la escuela de cultura y personalidad. Para hacerse una idea de la repercusión en su ámbito de trabajo, basta con mencionar que en el obituario que le dedicó el New York Times se la llamó “abuela del mundo”. Compañeros de la época apuntaron que su posición era la de una participante-observadora, que realizaba un estudio etnográfico del proceso de morir como una parte de la propia vida.

Alan Turing (1912-1954)

Considerado casi como creador de la computación moderna, este informático inglés falleció en 1954 a la edad de 41 años, envenenado con cianuro en lo que fue declarado un suicidio. Dos años antes, había sido hallado culpable y condenado a la castración química por su homosexualidad, un delito que pervivió en el Reino Unido hasta 1967 y que se cobró a otras mentes geniales como el escritor Oscar Wilde.

Turing sentó las bases de la informática moderna y definió los criterios de la inteligencia artificial que todavía ahora siguen vigentes, gracias sobre todo al famoso test de Turing para medir la inteligencia de una máquina. Para el gran público, su mayor logro fue descifrar los códigos del sistema Enigma que usaban los submarinos alemanes del Atlántico Norte durante la Segunda Guerra Mundial, un descubrimiento que precipitó la caída de Hitler y su régimen nazi.

El reciente film ‘The Imitation Game ‘, con la destacada actuación de Benedict Cumberbatch interpretando a Turing, dio lustre a la figura del ya de por sí brillante matemático de Cambridge. Seis décadas después de su suicidio, el servicio secreto del Reino Unido pidió disculpas por la persecución a la que fueron sometidos él y otros homosexuales; incluso la reina Isabel II finalmente les concedió un perdón a título póstumo en nombre de la Casa Real.

El director del centro de escuchas británico, Robert Hannigan, había admitido el “horrible” trato recibido por Turing y que esa actitud persistió en el espionaje británico, que vetó la contratación de homosexuales hasta 1990. “El hecho de que fuera una práctica común durante décadas refleja la intolerancia de aquellos tiempos y las presiones de la guerra fría, pero eso no hace que fuera menos equivocada y debemos disculparnos por ello”, argumentó Hannigan antes de subrayar que los servicios secretos “no aprendieron la lección con Turing”.