Eddie Redmayne: a por el Oscar con ‘cambio de sexo’ incluido

Eddie Redmayne en La Chica Danesa

Eddie Redmayne en ‘La chica danesa’

Decía Otto Weininger que «la mujer no es otra cosa que sexualidad; el hombre, en cambio, es sexual». Y ahí lo dejaba. Pasiva una, activo el otro. Conceptual la primera, sensual el segundo. El austrohúngaro de la Viena de entreguerras arrojaba su reflexión en la monumental Sexo y carácter, una obra tan erudita como controvertida; tan brillante como, finalmente, misógina. Además de antisemita y, apurando, hasta disparatada. Lo tenía todo, para entendernos. Y pese a ello, Weininger no hacía más que poner luz sobre uno de los silencios más culpables de la civilización. La nuestra. De paso, anclaba en el papel buena parte de los lugares comunes que vendrían después.

Y hasta hoy. La prueba es La chica danesa, la película de Tom Hooper, que, a su manera, llega a la cartelera con la intención evidente de abrir puertas, airear el patio y refutar lugares demasiado comunes. «Obviamente, ésta no es una película política, pero sí cumple una función política. Si mi trabajo sirve para abrir una discusión, para facilitar que se hable de ello, para condenar la situación de loshomosexuales en Rusia, por ejemplo, pues bienvenida sea», dice Eddie Redmayne. Y lo dice como midiendo las palabras, dejando que cada uno de los fonemas que sale de su boca tropiecen en el aire en un gesto tan cursi como afectado; tan interesante como, admitámoslo, magnético. Se nota, en definitiva, que el actor de 33 años más premiado y aplaudido de su generación, incluido el Oscar al mejor actor por La teoría del todo (2014), está educado como dios manda. No en balde, visitó los mejores colegios de Inglaterra, aquellos que delimitan el espacio real de la real realeza.

SEDA SOBRE LA PIEL. La película, para situarnos, narra la historia de un pañuelo de seda deslizándose sobre la piel. O, por lo menos, ahí empieza. Cuenta David Ebershoff en el libro homónimo en el que hace pie el director deEl discurso del reyque un buen día la pintora de retratos Gerda Gottlieb (atentos a la perfección deAlicia Vikander en pantalla) se quedó sin modelo. Desesperada, o no tanto, le rogó a su marido y también pintor, Einar Magnus Andreas Wegener, que cubriera la vacante. Aunque sólo fuera un instante. Y así, hasta que el suave tacto del satén sobre el tobillo (o más adentro) descubrió un mundo nuevo. En ese momento preciso, Einar inició un viaje que le convertiría en Lili Elbe. Es decir, la primera persona que se sometió a una operación para cambiar de sexo. Transexual pues.

«Yo, como todo el mundo, vivo rodeado de prejuicios. Intentas mantenerte al margen, pero no es fácil. Ahora puedo decir que, desde un punto de vista personal, no sólo profesional, la experiencia de esta película ha sido una de las más intensas de mi vida», explica a modo de presentación. ¿Y qué es eso que tanto le ha cambiado? «Básicamente, lo que he aprendido es que los conceptos de masculino y femenino no son binarios, son dos conceptos fluidos que admiten muchos estadios intermedios. Todos los hombres tenemos un lado femenino, y viceversa. Por alguna razón nos han educado en que las cosas o son blancas o negras. Y eso es un gran error. El sexo, además, no es una cuestión física que tenga que ver con el cuerpo. O no sólo. Es algo mucho más emocional e interno que está directamente unido a lo que uno es», dice, se toma un respiro y concluye: «Para mí, esta película es una historia de amor, sobre el alma de una persona». Irrefutable, sin duda.

Eddie Redmayne en 'La teoría del todo'

LA IGNORANCIA MÁS ABSOLUTA. Cuenta el actor que para poder soltar sin titubear el párrafo precedente, antes tuvo que informarse. Y mucho. «Me llevó muchísimo tiempo prepararme. Partía desde la ignorancia más absoluta. No soy un actor de método, pero recopilar toda la información posible sobre lo que iba a hacer era básico», reconoce antes de ofrecer un listado detallado de todas sus lecturas y de todos los encuentros con personas que han vivido una experiencia similar a la de Lili. Esto sin olvidar su puntual conocimiento de las estadísticas del asunto. «¿Sabe que en las personas transgénero, no sólo transexuales, el índice de intentos de suicidio es del 41%? Una cifra así debería hacernos reflexionar a todos». Más allá de la pseudoautobiografía de la propia Lili Elbe (Man into a woman) y de la novela de Ebershoff citada y recientemente publicada en español (Anagrama), lleva años (más de tres) ocupando sus noches y días con toda literatura sobre el asunto que cae en sus manos. Y aquí coloca en lugar de excepción Conundrum, el libro de memorias de 1974 de Jan Morris y hasta la serie británica My transsexual summer.

Pero la cosa no acabó ahí… «Durante el rodaje de El destino de Jupiter tuve ocasión de hablar largo y tendido con el director y transexual Lana Wachowski. Ella [dice con cuidado] me sirvió de inspiración y le estoy muy agradecido. Es más, fue ella la que sugirió el estilo art-nouveau de la película como la mejor representación de una época en el que las líneas masculinas y femeninas, aunque fuera desde un punto de vista metafórico, se mezclan. Con el modernismo se feminizó todo. Fue un tiempo en el que los hombres que marcharon a la guerra dejaron a las mujeres a los mandos. Cambió todo. La cultura se volvió mucho más andrógina con los pelos cortos de ellas. Fue un tiempo de libertad que hoy, me temo, hemos perdido».

Y quizá algo de razón tiene en lo de la pérdida. Si a ella le sumamos la mojigatería o, simplemente, la estupidez, algo nos dice que vamos hacia atrás. Un detalle. Justo antes de hacer la entrevista en Venecia, donde se presentó La chica danesaen el pasado mes de septiembre, el publicista (es decir, la persona que está entre el actor y el periodista) exigió la firma en un papel en el que se especificaba que nada de lo hablado a continuación se sacaría de contexto. Y añadía: «Las opiniones del actor sobre sexo se refieren a la película. No son personales». En efecto, estamos tontos. Pero sólo es un detalle.

MOMENTO TRANS. Sea como sea, lo cierto es que la película llega a las carteleras en un momento, digamos, favorable. Sin que quede claro la razón, el clima ayuda.Los 11 Emmys a una serie como Transparent sobre un padre de familia transgénero son sin duda un indicio. Tiempo atrás películas como Brokeback mountain (2005) o, mucho más cerca, Dallas buyers club (2013), se atrevieron a romper un tabú llevando al gran público una historia generalmente reducida al estrecho margen de lo independiente, de lo invisible. Eso no evitó que el prototipo de transexual ande siempre muy cerca de la caricatura. No en balde, la película ha estado en el cajón desde hace ya 15 años. Por la dirección, antes de Hooper, pasaron los nombres de Tomas Alfredson y Lasse Hallstrom y mucho antes de Redmayne, el/la designada para interpretar a Lili fue Nicole Kidman. ¿Cómo se quedan? «Creo sinceramente que en muy poco tiempo el panorama ha cambiado mucho. El que se haya aprobado la ley de matrimonios del mismo sexo en Estados Unidos es un síntoma o una consecuencia, según se mire», comenta.

¿Y qué tiene que decir a las quejas de la comunidad LGBT sobre la inmadurez que demuestra Hollywood al dar el papel de transexual a un actor hombre como usted?

Bueno, en realidad, no es a mí a quien corresponde contestar a esa pregunta. Yo sólo puedo decir que ha sido un honor poder meterme en la piel de una persona como Lili Elbe.

Un honor y, cabría añadir, una oportunidad casi única para acercarse a ese sueño al alcance de muy pocos. Es más, sólo de uno. Fue Tom Hanks el que en 1994 y 1995 alcanzó la gloria de ser condecorado, pues de eso se trata, con dos Oscar seguidos. Primero por Philadelphia, a continuación, por Forrest Gump. El año pasado por estas fechas, Redmayne subía al estrado del teatro Kodak para emocionarse a la salud (ya muy deteriorada, todo sea dicho) de Stephen Hawking.La teoría del todo, de Jane Marsh, le valía la estatuilla y este año, si nadie lo remedia, volverá a estar entre la nómina de candidatos gracias a Lili Elbe. «Sé que este tipo de papeles, además de un reto, hace que todo el mundo se fije en ti. Intentaré vivir mi momento», dice protocolario. Recuerda que la ceremonia de los Oscar le cogió justo en el rodaje de La chica danesa. Es más, fue soltar su discurso de agradecimiento y horas después volvía en avión al trabajo. «Es muy raro. Es un chute de adrenalina en mitad de un esforzado trabajo de concentración. Creo que durante unos días me volví loco», dice.

Redmayne se sabe afortunado. Hollywood adora los papeles desmesurados, inabarcables. Para meterse en la piel de Lili se autoexigió adelgazar casi siete kilos partiendo de una fisonomía al límite. «Mi mujer [Hannah Bagshawe, con la que se casó poco antes del atracón de los Oscar] fue testigo del cambio. El problema es que si adelgazaba demasiado se pronunciaba demasiado la nuez y los pómulos. Y quedaba muy masculino. Sólo una cosa me ayudó. Siempre me quejo de que jamás podré dar vida a un tipo con barba, porque apenas me crece. Bueno, ahora, la verdad, fue una ventaja», comenta, se ríe y sigue: «De todas formas, el error, por mi parte, sería creer que todo esto gira en torno a un cambio corporal. Lili no quería ser un hombre que actuaba como una mujer; sino que era una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre. Ya había dado vida a una mujer enNoche de reyes, de Shakespeare, en el teatro isabelino eso era lo común. Pero esto es otra cosa. Y mi esfuerzo ha sido siempre alcanzar esa otra cosa».

Sobre la pantalla, el Redmayne que vemos se antoja mucho más comedido y sabio de lo que un papel como éste promete. O, por lo menos, lo que los prejuicios prometen. Weininger, en su desmedida demencia, fue de los primeros en imaginar y teorizar «los estados sexuales intermedios». En su tosquedad misógina, los nombró y ahí, y pese a él, quizá empezó todo. «Esto es una historia del alma. No de cómo se transforma un cuerpo», concluye el actor. Y le creemos.