Cuando el VIH golpea al cerebro

El equipo médico del doctor Jordi Blanch del Hospital Clínic de Barcelona atiende a Vicente, paciente con VIH y depresión

El equipo médico del doctor Jordi Blanch del Hospital Clínic de Barcelona atiende a Vicente, paciente con VIH y depresión. JORDI SOTERAS

Desde que se desarrollaron los fármacos antirretrovirales de alta eficacia, a finales de los 90, el sida fue desapareciendo del panorama de los países desarrollados y quedó la infección crónica, pero no mortal, por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Los controles periódicos muestran si el nivel de VIH es alto en sangre o está controlado por la medicación. Sin embargo, a veces, una carga viral baja no implica que el virus esté ausente del cerebro, un lugar donde se suele ‘esconder’, y donde puede generar una alteración de su funcionamiento. Otros pacientes sufren alteraciones psiquiátricas no vinculadas a un daño en el sistema nervioso central sino debido al impacto del diagnóstico o al estigma asociado que todavía permanece en la sociedad.

Vicente (nombre ficticio, 65 años) es una de las personas con VIH que han visto cómo su salud mental se venía abajo por, como él lo define: “dos años de horror“. Si ya de por sí tuvo que afrontar el impacto de saber que era seropositivo, a esa noticia se sumó otra no menos dura, la de que su sobrina, a la que él consideraba su hija, tenía cáncer hepático por el que falleció. A los pocos meses también murió su hermana. “En todo ese tiempo no paré, me iba del trabajo al hospital y de allí al trabajo. Al final, fue un mazazo. No pude más. Los momentos de la caída no se los deseo a nadie porque es algo horroroso. Días y noches sin poder dormir”.

El aislamiento personal o la percepción de falta de soporte social, a mediano o largo plazo, pueden provocar estados de depresión crónica, “muy prevalente entre las personas con VIH si se las compara con la población general. El mismo diagnóstico puede generar reacciones de confusión, depresión, rabia y negación“, explica Jordi Blanch, psiquiatra del Hospital Clinic de Barcelona que dirige una unidad especializada en salud mental de personas con VIH.

Esta unidad, formada por dos psiquiatras y dos psicólogas clínicas, se creó en 1992, ante la necesidad de tratar problemas específicos de este grupo de pacientes. “La prevalencia de enfermedad psiquiátrica o neurológica asociada al VIH es muy alta pero muchas veces pasa desapercibida, no se tiene en cuenta“, señala Blanch en su consulta en pleno centro de Barcelona, en la que lleva trabajando desde 1994 y donde hay unos 4.000 pacientes en tratamiento activo.

Vicente reconoce que “lo del VIH lo llevó fatal”. Él, que nunca le ha gustado tomar pastillas y que ha sido más de herbolario, lleva mal el tratamiento diario (dos pastillas antirretrovirales y otra para la depresión), “pensar que cada mañana me tengo que tomar esa mierda que, por otra parte me está salvando la vida, me come el coco”.

La sociedad tampoco ayudan. “Todavía hay mucho estigma con el VIH y con la depresión también. En el caso del VIH, parece que te lo has buscado y la gente percibe la depresión como algo de cobardes; porque todavía se ve así, una persona que tiene depresión parece que es débil y yo creo que es lo contrario: a mí me cuesta mucho llorar, tras las muertes que he tenido en mi familia me fui al día siguiente a trabajar, porque hay que seguir. Pero llega un punto en que todo te supera”.

Desde la unidad del Clinic, no sólo se ofrece tratamiento farmacológico, la atención psicológica y diferencial es uno de sus pilares. “Ayudamos a los pacientes a convivir con el VIH no a malvivir. Les ayudo a afrontar los retos del diagnóstico y los cambios que van a tener”, explica Araceli Rousaud, psicóloga clínica. La terapia psicológica “es algo que reclaman los pacientes para resolver problemas y desarrollar estrategias que les servirán de por vida para enfrentarse a distintos estresores. Prefieren esto porque ya están muy medicados y añadir fármacos les cuesta”.

Pero Vicente es sólo un ‘tipo de paciente’ de los que tratan en esta unidad. “Aunque la depresión es lo más prevalente, detrás de este problema le siguen otros generados por las alteraciones del virus en el cerebro. El VIH produce una reacción inflamatoria que puede provocar psicosis, depresión, trastornos cognitivos, problemas para dormir, etc. Por otro lado, también se dan psicopatologías asociadas al consumo -cuando lo ha habido- de drogas o sustancias tóxicas como el tabaco o el alcohol. Y por último, están los efectos secundarios que pueden aparecer en algunas personas por la ingesta de algunos antirretrovirales”, explica Blanch.

Averiguar las causas

Los diferentes síndromes psicopatológicos que pueden darse en pacientes con VIH van desde los trastornos adaptativos, del estado del ánimo (depresión, manía…), de ansiedad, de personalidad (trastorno paranoide, esquizoide…), psicóticos (alucinaciones, delirios…), alteraciones de las funciones fisiológicas (trastornos del sueño, sexuales…) y las manifestaciones neuropsiquiátricas.

Silvia Cañizares, psicóloga clínica y experta en neuropsicología clínica, se encarga de valorar con pruebas específicas a los pacientes que llegan a esta unidad para determinar si existen problemas y qué tipo de problemas son. “A través del empleo de test psicológicos específicos y otras pruebas averiguamos si el virus, el tratamiento, una enfermedad psiquiátrica u otras causas (una coinfección por hepatitis C, presencia de diabetes o hipertensión, etc.) pueden contribuir a que su cerebro no funcione correctamente en algunos aspectos”, argumenta esta experta.

Las típicas funciones que pueden estar afectadas en las personas con VIH con alguno de los factores mencionados son la capacidad de memoria, la de organización, la atención, la psicomotricidad fina, la fluencia verbal o la capacidad para procesar la información. “Dentro de estas disfunciones hay grados. A veces la alteración es tan ligera que ni el paciente la percibe, en otras ocasiones la disfunción puede tener consencuencias pero que son menores, y en otros casos estas afectaciones pueden interferir gravemente en el día a día”, señala Cañizares.

Para tratar adecuadamente estos problemas, los integrantes de esta unidad del Clinic insisten en que es importante contar con un profesional especialista para que pueda tomar una decisión adecuada y establezca un tratamiento que puede consistir en cambios en el estilo de vida, estrategias para la rehabilitación neuropsicológica o métodos compensatorios que permitan suplir de algún modo el impacto de este déficit.

“Lamentablemente no suele haber suficientes recursos en todas las ciudades para poder implementar esto en el día a día. Nosotros somos afortunados porque tenemos una unidad donde hay especialistas que se dedican a esto, en muchos lugares no hay gente con una formación específica“, apunta Cañizares.

Por este motivo, expertos del Grupo de Estudios del Sida (GeSIDA) de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), la Secretaría del Plan Nacional sobre el sida, la Sociedad Española de Psiquiatría y la Sociedad Española de Infectología Pediátrica han elaborado el primer documento de consenso que se publica en nuestro país para un abordaje diferenciado de las alteraciones psiquiátricas y psicológicas en pacientes con VIH.

“El aumento de la complejidad de los tratamientos antirretrovirales, sus efectos secundarios psiquiátricos y sus interacciones con psicofármacos obligan a que el psiquiatra deba estar muy informado sobre la infección por VIH y trabaje de forma muy cercana al infectólogo”, señalan los autores del consenso. Idea en la que también insiste Blanch, que forma parte del grupo que ha elaborado este documento, “es importante que en los sitios donde haya psiquiatras esté al menos uno formado en VIH, como es una enfermedad en constante evolución es necesario que haya alguien formado”.

Vicente ha sido uno de los pocos afortunados en España que ha recibido atención psiquiátrica de una unidad especializada en VIH. “Jordi [Blanch] me ha tratado como un amigo, he venido muchas veces a hablar con él”. Ahora se encuentra mejor que este verano, y sigue yendo al gimnasio todos los días, al cine cuando puede sin dejar de lado la música o la lectura. El último libro en el que está enfrascado es El Hotel Nirvana, de (Manuel) Leguineche, “es la historia del mundo a través de los mejores hoteles del mundo. Muy bueno, te lo recomiendo. Es un libro que cuando tienes un momento ofuscado, vale la pena”.