Los obispos alemanes se plantean bendecir las uniones gays mientras los españoles hablan de “amenaza totalitaria”

“si la Iglesia bendice automóviles y quién sabe cuántas cosas más, no debe negar la bendición a las personas del mismo sexo”, demanda la corriente católica Somos Iglesia

El arzobispo de Granada bendice unas motos.

Bendicen animales, motos, patrullas de la Guardia Civil, barcos, edificios, aviones… Incluso el túnel ferroviario de San Gotardo (Suiza), el más largo y profundo del mundo, recibió agua del hisopo. Pero jamás el amor entre dos personas del mismo sexo. Pese a las puertas abiertas que el papa Francisco parece decidido a imponer, lo cierto es que la prohibición y la condena continúan siendo el pan nuestro de cada día para aquellas uniones igualitarias que, siguiendo su fe, buscan participar, en plano de igualdad, en la Iglesia católica. Sin embargo, el debate parece más que abierto, siempre que se mire fuera de España.

¿Aceptará la Iglesia católica que sus curas bendigan a las parejas homosexuales en sus templos? “¿Quién soy yo para juzgar?”, apuntaba, hace unos meses, Francisco en una entrevista, al ser preguntado sobre el tema. Siguiendo esa tesis, el obispo de Osnabrück (Alemania), Franz-Josef Bode, ha pedido “debatir detenidamente” sobre este asunto.

Se trata de un tema que la Iglesia alemana lleva tratando desde hace años, y que ya es práctica habitual en otras iglesias cristianas, como anglicanos o luteranos, que incluso tienen algún obispo abiertamente homosexual en sus filas, y que han abierto, incluso, el debate sobre las bodas igualitarias.

La Iglesia católica no llega, ni mucho menos, tan lejos. Pero monseñor Bode sí insiste en que “deberíamos debatir detenidamente al respecto”, pues “el silencio y los tabúes no conducen a nada y crean confusión”.

¿Cómo hacerlo? “Se podría, por ejemplo, pensar en una bendición que no debe confundirse con un enlace matrimonial”, agrega el prelado, que apunta que la existencia de parejas del mismo sexo “es una realidad política y social” en todo el mundo, y que la Iglesia debe tener una palabra al respecto.

“Debemos preguntarnos cómo podemos encontrarnos con aquellos que tienen esas relaciones y que también se implican en parte en la Iglesia. ¿Cómo los acompañamos pastoral y litúrgicamente?”, se pregunta el obispo.

Condena al funeral por Zerolo

La opinión de Bode es también compartida por la corriente católica Somos Iglesia, que insiste en que “si la Iglesia bendice automóviles y quién sabe cuántas cosas más, no debe negar la bendición a las personas del mismo sexo”. En Alemania, desde el pasado mes de octubre, las parejas homosexuales alemanas gozan de los mismos derechos que las heterosexuales, incluyendo el matrimonio.

Sin embargo, en el caso de la Iglesia española nada ha cambiado, y cualquier mínimo atisbo de apertura es fulminado. Así le sucedió al conocido padre Ángel García, párroco del templo 24 horas de San Antón en Madrid, cuando ofició un funeral-homenaje al socialista Pedro Zerolo. En una abarrotada iglesia, se rindió homenaje al político socialista, con la participación (como no podía ser de otro modo) de su marido. Las protestas de los grupos ultraconservadores obligaron al cardenal Osoro –quien en público se ha mostrado a favor de la inserción de las parejas gays en la Iglesia– a reconvenir al sacerdote: su celebración había sido motivo de escándalo para muchos.

A vueltas con la “ideología de género”

Nada que ver con el ejemplo del propio Papa, quien hace unos meses bendijo por carta a la familia de un matrimonio homosexual brasileño con motivo del bautizo de sus tres hijos, o la especial relación que Francisco mantiene con el transexual español Diego Neria y su mujer. Más aún: algunos obispos españoles han comenzado una nueva cruzada contra la Ley de Igualdad de Trato y No Discriminación, que consideran “totalitaria”.

Especialmente brutales han sido los comentarios de los obispos andaluces, quienes la semana pasada emitieron un comunicado en el que subraya que la normativa (en este caso, la aplicación efectuada por el Parlamento de Andalucía), “en el fondo, asume todo el entramado lingüístico de la ideología de género, que pretende eliminar los conceptos de varón y mujer”, separando así la identidad de la corporalidad e intentando “deconstruir el cuerpo humano, el matrimonio y la familia”.

Para estos prelados, se trata de una ley que “excede con mucho su objetivo de combatir la discriminación” y consideran que “no es justo que, en nombre del bien común, se imponga una antropología y una determinada visión moral, que es de hecho una amenaza para la vida familiar, la educación y el ejercicio de la medicina”.

Se trata, en su opinión, de una ley que compromete a su juicio la libertad de pensamiento, conciencia, educación y enseñanza, además de la religiosa, cuando su misión debe ser la de “hacer crecer la justicia y no imponer legalmente una determinada idea moral”.

Por la plena diversidad

Con todo, las cosas parece que están cambiando. Así, este verano se celebrará en Dublín, con la asistencia del Papa, el Encuentro Mundial de las Familias. Uno de los obispos responsables del evento, el prelado de Limerick, Brendan Leahy, ha invitado a que “se haga espacio para la plena diversidad de las familias” en la reunión de las familias católicas.

“Estamos viviendo tiempos de cambios y la familia también está cambiando”. Una diversidad, añade, que también tendría que incluir a las familias de padres divorciados y vueltos a casar, sino también a las familias de padres y madres gays. En Irlanda, donde en 2015 se aprobó el matrimonio homosexual, la situación no es diferente a la de España. Pero sí en la Iglesia. No en vano, monseñor Leahy afirma que en el país “hemos tenido el referéndum a favor del matrimonio gay y mucha gente votó en él: todos están igual de bienvenidos a juntarse a esta celebración de la familia”.

“Mi esperanza para el evento de este verano sea para todas las familias”, finalizó el obispo Leahy. “Para las familias tradicionales y monoparentales, para personas en segundas relaciones, personas divorciadas y vueltas a casar por lo civil, gente de mucha fe y gente de poca, gente que coincide con la Iglesia y gente que no”.

La jueza Elósegui

No son las convicciones las que inhabilitan para juzgar sino la incapacidad para abstraerse de ellas a la hora de hacerlo. Los textos revelados por este diario, pertenecientes a la nueva magistrada electa del Tribunal de Estrasburgo en representación de España, han llevado a muchos a concluir que no es aceptable que una persona que tiene un pensamiento que se considera homófobo pueda defender adecuadamente los Derechos Humanos desde tal instancia. Como abogada de causas perdidas que saben que soy, yo quiero argumentar aquí que no son sus convicciones ortodoxas cristianas -o ultraortodoxas si quieren- las que tienen que preocuparnos sino su capacidad para juzgar aplicando la ley y sin mezclarlas en ello. María Elósegui es numeraria del Opus Dei, como otros jueces lo son en España. Nadie hace un examen ideológico a los jueces para ejercer su labor. Sólo se les exige que sus convicciones íntimas no tuerzan su mano al juzgar. Lo mismo le debe ser exigido a la nueva magistrada internacional.

Así que la pregunta que parece planear sobre la polémica es en realidad: ¿Es posible creer y defender los derechos humanos desde ciertas posiciones? Yo creo que, afortunadamente, sí. Creo que se llega a la defensa de esos valores fundamentales desde diversas ideologías o creencias y digo afortunadamente porque, en caso contrario, si sólo desde el laicismo se defendieran los principios fundamentales de nuestra convivencia, estos estarían demasiado solos y demasiado en peligro. Pero dejaré que sea la propia Elósegui quien conteste a eso: “Creo que hay unos valores comunes y universales entre todas las culturas, que se reflejan en los Derechos Humanos, y que estos deben enseñarse en las escuelas y a toda la ciudadanía. Hay una ética racional que nos une a todos. A pesar de que aumente el relativismo moral, cabe llegar a puntos comunes objetivos, que no son un mero consenso sino que forman parte del humanismo cívico”. Es algo que he comprobado en muchos debates y ocasiones. En muchos temas clave que afectan a la dignidad humana y a los derechos fundamentales del individuo, es más fácil confluir desde la izquierda con personas que proceden del humanismo cristiano que con los descarnados neoliberales. Estos creen, al final, que las leyes del mercado pueden regir también la vida humana y por eso apuestan por los vientres de alquiler, la prostitución como negocio,el capitalismo salvaje, la desigualdad o incluso en casos extremos la venta de órganos. Nunca encontrarás a un humanista cristiano en ese barco.

El caso es que Elósegui lleva años trabajando en el Consejo de Europa en temas de inmigración y que se ha interesado por los Derechos Humanos hasta centrar su carrera académica en ellos. No se si puede deducirse de ahí que los desprecia o que no es capaz de defenderlos. No he podido leer sus 17 libros y más de 100 artículos. Ha escrito tratados completos sobre “la inclusión del otro”, la “ciudadanía inclusiva”, el problema de Francia con su no aceptación de esa inclusión y ha manifestado que “los que vinculan inmigración con terrorismo, mantienen una xenofobia basada en miedos y que llega a atacar al Islam cuando muchos de esos chicos son vulnerables y son utilizados”. La catedrática mantiene una postura respecto a los delitos de odio que ya me gustaría a mi que asumiera el ministro del Interior y hasta la Fiscalía de este país. “El discurso del odio, además, debe tener como intención el incitar a otros a cometer actos de violencia, intimidación, hostilidad o discriminación contra quien va dirigido el discurso. El contenido del injusto es que se genere un peligro cierto de actos ilícitos contra esos grupos o personas”. Justo lo que muchos en este país no quieren entender, extendiendo el discurso del odio hasta lograr represiones inaceptables. Es una mujer que cree que “la Doctrina Parot se hizo a través de la jurisprudencia y no era justa”. Ya ven. Lo que le dolieron las tripas al PP con el hecho de que López Guerra estuviera sentado en Estrasburgo y fuera partidario de tumbarla. No les hubiera ido mejor ahora.

Otro de los campos de trabajo intelectual de Elósegui ha sido el tema de la igualdad. En su currículum afirma haber trabajado en un grupo de cuatro expertos con contrato del Instituto de la Mujer en la elaboración de la actual Ley de Igualdad. La indignación ha saltado ante la exclusiva de este medio en la que se descubre que ha tuneado su CV y convertido un contrato externo para realizar un estudio previo en ser redactora de la norma. Esta cuestión sí merece la exigencia de explicaciones públicas urgentes. Además, entiendo que quiénes estén habilitados podrían poner en conocimiento del TEDH esta circunstancia por si fuera motivo de cese en su cargo. En Europa son poco comprensivos con esta costumbre española del maquillaje de méritos.

No obstante, parece que el problema se circunscribe a sus opiniones sobre la homosexualidad, matrimonio igualitario, transexualidad y otras similares. Ha defendido tesis más o menos criticables en lo antropológico pero ha expresado su aceptación de la diversidad. Aquí me gustaría incluir la cuestión de si la homofobia la constituye cualquier discurso o análisis teórico que no coincida con la opinión mayoritaria y comunmente expresada por los colectivos LGTBI o si es preciso que exista “aversión” hacia estas personas como dice la RAE. Es decir, si hay personas que, fundamentalmente por un tema de creencias religiosas, no son partidarias del matrimonio igualitario o incluso que creen que es pecado, que respetando a estos colectivo y afirmando su libertad individual, están en contra de cualquier tipo de discriminación y están dispuestos a castigar a todo el que no lo respete ¿se les puede considerar homófobos? ¿Todo discurso distinto es homófobo o hace falta ese plus de la aversión y el rechazo? Elósegui termina una de sus polémicas frases diciendo: “aún con eso, cada individuo debe ser libre para desarrollar su identidad sexual como quiera”. ¿Es inaceptable esa postura para formar parte de un tribunal de Derechos Humanos? Ojo con la respuesta porque podría abrir la caja de Pandora de qué ideologías o creencias nos habilitan y cuáles no.

Preguntada por el matrimonio igualitario ha dicho: “Como juez tengo que respetar la legislación. Yo no estoy de acuerdo con el activismo judicial y he criticado sentencias por esto”. En mi opinión eso es lo único que le es exigible a un juez, que cuando se ponga la toga cuelgue en el toguero prejuicios, convicciones personales y creencias. Si María Elósegui Itxaso lo hace, será una buena magistrada.

De lo que estoy bastante convencida es que no será una magistrada sumisa al poder político, que no la ha apoyado, y que no aceptará ser su correa de transmisión como parece que se pretendía con Pérez de los Cobos. El resto ya lo veremos. No hubiera sido mi candidata, eso es obvio, y dentro de nueve años espero que haya un gobierno de izquierdas que mande otro tipo de ternas. No la defiendo personalmente a ella. No la conozco, pero me he pasado la juventud huyendo de las numerarias que me querían convertir. No creo que simpatizáramos. Lo que defiendo es el derecho de todos a no ser excluidos en razón de nuestros pensamientos y creencias en aplicación, precisamente, del principio contenido en el artículo 14 del Convenio Europeo de Derechos Humanos: “el goce de los presentes derechos debe ser asegurado sin distinción alguna por motivo de (…) religión, opiniones políticas u otras (…) o cualquier otra situación”.

LGTBI, Derechos Humanos y Estrasburgo

La Diputación ofrecerá talleres sobre diversidad sexual y contra la homofobia en institutos de la provincia

El reciente nombramiento de María Elósegui para formar parte del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y las informaciones que nos han llegado sobre su falso currículum, tratando de ofrecer un perfil acorde con la defensa de los Derechos Humanos, no solo muestra la predisposición de nuestros gobernantes a seguir haciendo el ridículo internacional y el escaso interés que les merece la defensa de los Derechos Humanos. No, aquí no solo se han puesto de manifiesto el enchufismo y el nepotismo a que nos tiene acostumbrados el PP.

El hecho de que esta Catedrática de Filosofía de Derecho incluyera datos falsos en su expediente, suponemos que, como mínimo, debiera provocar que se revise el procedimiento de votación para su designación, pues ésta se produjo bajo engaño. Este es un cometido de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, víctima del ardid, que esperamos reaccione y remedie y subsane como corresponde. Lo verdaderamente alarmante fue saber que la recién elegida es una fiel militante de las doctrinas deterministas acerca de gays, lesbianas y transexuales, según las cuales, estas personas tendrían tendencia a desarrollar patologías o, como en el caso de los trans, debieran ser sometidos a tratamientos psiquiátricos a fin de superar su “disforia” o descontento con el sexo que les correspondió cuando nacieron.

Estas teorías, ya superadas, establecían que la biología -degeneración genética- o el entorno social -desviación social- eran determinantes en la homosexualidad. De ahí que, inspirados en estos perversos principios pseudocientíficos, muchos países incluyeron las “prácticas” homosexuales como delitos. Esta creencia, además, entronca con todas aquellas inspiradas en la finalidad procreadora de toda relación de pareja. Más tarde, el régimen nazi, el fascista italiano y el franquismo, con diferente intensidad y variedad en la persecución, propiciaron la criminalización de estas personas no heterosexuales. Negar la dignidad como personas al colectivo LGTBI, cuestionándolo e infravalorándolo como “patología” y anomalía psicosocial es radicalmente contrario a cualquier postulado basado en el respeto a los Derechos Humanos.

En la actualidad se cuentan, al menos, 70 países en todo el mundo que persiguen y reprimen violentamente a los homosexuales, lesbianas y transexuales. Por eso, hay numerosos Convenios e Instrumentos Internacionales que recogen la preocupación por la injusta exclusión y persecución de este colectivo. Sin dignidad humana no hay Derechos Humanos. No en vano, en el Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos comienza a proclamarse que “la dignidad humana libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”. La dignidad humana es la cualidad de las personas, como sujetos de derechos, que no se adquiere ni se concede, sencillamente es inherente al ser humano. Y los seres humanos en cuanto que diferentes, diversos y peculiares, nos reconocemos y respetamos.

Reconozcamos que hay ideologías y creencias de todo signo y que la grandeza y el sustento de todos los sistemas democráticos consiste en cobijarlas a todas, aun aquellas teorías y opiniones inquietantes y contrarias a los principios de igualdad, que propugnan la exclusión de los colectivos más vulnerables, como el LGTBI. Pero que el sistema democrático tolere y no persiga la libertad de opinión y de expresión no significa que deba dar lugar preeminente a las doctrinas que fomentan la homofobia y la transfobia. María Elósegui, militante a ultranza de estos postulados contrarios a la dignidad de millones de personas no heterosexuales, perseguidas en numerosos países por su orientación y/o identidad sexual y vulnerables por el hostigamiento y rechazo que suelen padecer en nuestro entorno, no es la persona más idónea para velar por el cumplimiento de los Derechos Humanos en el Tribunal más prestigioso del mundo en esta materia.

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos incide notablemente en la vida de los ciudadanos europeos y ha logrado, incluso, modificar legislaciones internas, como es el caso de España, que no ha podido eludir sus compromisos en varios y sonados asuntos. Pero su área de influencia no sólo opera en Europa; por ejemplo, la Corte Interamericana de Derechos Humanos tiene muy presente la jurisprudencia emanada de este Tribunal con sede Estrasburgo. Por eso, que esta Catedrática de Filosofía del Derecho consiguiera su plaza en el TEDH constituye una flagrante desnaturalización del digno desempeño que realiza este alto Tribunal. El solo hecho de trascender su ideario -nada compulsivo y sí muy reflexionado y documentado- contrario a la dignidad de las personas LGTBI, ha provocado algunas reacciones   en contra. Las que salieron en su defensa, alegaban que las creencias de los jueces no deben ser determinantes a la hora de optar a sus cargos. Y eso es cierto, los jueces han de enjuiciar con sujeción al principio de imparcialidad sin que su ideología o creencia les influya o determine en sus resoluciones.

Sin embargo, cabe plantear si es posible la defensa de los Derechos Humanos por quien no los acepta. Recordemos que la base de éstos no es otra que el reconocimiento de la dignidad humana y que María Elósegui niega este Derecho a gran parte de la humanidad. Es tanto como designar ante este Tribunal a quien defiende en determinados casos la práctica de tortura o la pena de muerte. Aquí no caben equidistancias ni partidismos ni corporativismos: cada retroceso en la exigencia y cumplimiento de los Derechos Humanos nos sume en una etapa más insolidaria, perversa y e indigna que la anterior superada. Quienes ganan con estos retrocesos suelen aprender a construir andamiajes aptos para blindarse a las exigencias del cumplimiento de aquéllos. Por eso, es tan complicado reconquistar los derechos previamente arrebatados.

Los mecanismos de defensa o resistencia a la aplicación de los Derechos Humanos suelen pasar por procesos de “normalización” en los que la ciudadanía ya ni reacciona, como ha sucedido en este caso de la nominación de María Elósegui. A poca gente le ha alarmado, incluso, se han invocado argumentos muy elaborados sobre su derecho a ser juez ante el TEDH, muy a pesar de su militancia contra la dignidad humana -enfocada contra el colectivo LGTBI-. El hecho de que ella falseara su currículum desmonta todos estos planteamientos: ella edulcoró y reelaboró su trayectoria académica y profesional, a fin de simular una apariencia de idoneidad, sabedora de que, de no hacerlo, no llegaría a ser elegida.

Salvo honrosas excepciones, no hemos visto que ningún representante político se haya levantado de su cómodo asiento para denunciar públicamente esta grave anomalía, que una persona que no cree en los Derechos Humanos nos va a representar ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, como miembro de la judicatura en los siguientes 9 años. Como un verso suelto, tan sólo Marina Albiol, eurodiputada y portavoz de la Delegación de la Izquierda Plural en el Parlamento Europeo ha reclamado a la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa que se subsane este grave error; la pena es que la responsabilidad, humanidad y solidaridad de su acción no se ha visto apoyada por nadie. Por más que la defensa de los Derechos Humanos ha de ser transversal, plural y universal.

EN WASHINGTON La comunidad LGBTQ protesta contra el Gobierno de EE.UU. frente al Hotel Trump

WASHINGTON. El acto, que fue organizado por distintas organizaciones de la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales y personas transgénero (LGBTQ), tuvo como objetivo defender, con un ambiente claramente festivo, el hecho de que cada uno es dueño de su cuerpo

“La Administración Trump busca silenciar y dejar de lado a numerosos individuos, especialmente a gente homosexual y transexual, negros, inmigrantes, trabajadores de la industria del sexo y personas con incapacidades, los cuales sufren mayores niveles de violencia sexual”, denunció esta semana en un comunicado una de las instituciones organizadoras de la protesta, WERK.
Pese a la gravedad de estas acusaciones, los manifestantes lograron hacer de la protesta una fiesta gracias a sus coloridas vestimentas, los cánticos y al uso de confeti biodegradable.
Desde que el presidente Donald Trump asumiera la presidencia, hace poco más de un año, numerosas organizaciones sociales han señalado al mandatario por sus mensajes y decisiones faltos de sensibilidad con algunos grupos minoritarios.
Como ejemplos, cabe destacar, la decisión de Trump de no permitir que personas transexuales se alisten en las Fuerzas Armadas, medida que, por el momento, ha sido frenada en los tribunales, o sus reciente controversia por referirse a algunos países de América Latina y África como “agujeros de mierda”.
También la falta de una postura clara contra los numerosos casos de acoso sexual que vienen aflorando desde hace meses en el país, y que han salpicado al propio mandatario, le ha valido una oleada de críticas.
“La protesta sirve para elevar las voces de los supervivientes y para reclamar la autonomía de nuestros cuerpos”, explicaron los organizadores.

Mamá, no soy niño

“En mi partida de nacimiento pusieron ‘varón’, nunca me preguntaron”, dice Carmen. Padres y menores transexuales relatan su experiencia y el camino que queda para la normalización

Riley (derecha), niño de 12 años de género no binario, abraza a su madre, Rosa, en su casa el pasado miércoles. Álvaro García

Un sábado de abril de 2016, en su piso de Madrid, Carmen García de Merlo se puso unos pantalones vaqueros ajustados, una peluca larga, un niki a rayas y unas botas azules que había comprado a domicilio. Tardó 50 años en llegar desde su cuarto hasta la calle. Fue el tiempo que pasó hasta que Carmen decidió mostrarse públicamente como había sido siempre, mujer. Cruzó así vestida el pasillo de casa, y a los 50 años de espera le añadió media hora pegando la oreja en la puerta para no cruzarse con algún vecino. Recuerda que era una tarde agradable, que la Gran Vía estaba llena de sol y de luz, y que la clandestinidad había hecho mella: con los pantalones tan ajustados, fuera de casa necesitaba el bolso que nunca llevaba dentro. Recuerda también que se subió a un autobús para ir a Kinépolis, que por primera vez hizo cola en el servicio de mujeres, que en el metro la miraban sin disimulo y que a ella le daba igual porque, después de más de medio siglo, “estaba contentísima de ser yo”.

Carmen es abogada y enfermera. Habla en la sede del Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid (COGAM) mientras atiende las últimas demandas del colectivo transexual referidas a la Ley Integral de Transexualidad de esa comunidad. “Yo me crié en Valdepeñas en los años sesenta. Empecé a ser consciente de que no era un niño a los cuatro años. A esa edad jugaba a intercambiarme ropa con mi hermana, luego lo seguí haciendo sola. A los 11 me encerraba en mi cuarto y me vestía con su ropa, me miraba en el espejo, me reconocía a mí misma. En aquellos años lo que me pasaba no tenía nombre. Yo era mujer. ¿Pero transexual? Entonces esa palabra no se escuchaba en ninguna parte. Empezó a hacerse familiar en los ochenta”. Una semana después de la conversación con EL PAÍS, Carmen le escribió una carta a la juez María Elósegui, famosa esta semana por sus declaraciones homófobas. “Aunque en mi partida de nacimiento escribieron ‘varón’, nunca me lo preguntaron: pasé toda una vida de represión hacia mí misma”.

Rut y Mario, nombres supuestos de una pareja que vive en Roma, decidieron que le iban a preguntar a su hijo de qué genero se sentía. O más bien, dejar que el niño lo descubriese por sí mismo. Cuando Rut se quedó embarazada, los dos se enfrascaron en un debate sobre la educación de su primer hijo. Mario, profesor catalán, se pone al teléfono para hablar de su bebé de cinco meses, razón por la que prefiere proteger su identidad. “Primó que vivimos en Roma y no en Suecia”, dice para referirse a la libertad con la que una de sus mejores amigas, que vive en el país nórdico, educa a sus hijos. “Pero al nuestro”, dice Mario, “vamos a intentar hacerle ver desde el principio que no existe una esencia totalmente masculina ni femenina”. De momento, no corrigen a nadie cuando les dice “qué bonito el niño” o “qué bonita la niña”, y la ropa, heredada, se la ponen indistintamente sea de niña o niño. Los primos del bebé lo siguen haciendo a los siete años: dependiendo del día se ponen falda o no, según les apetezca, sin atender a roles convencionales. “Hay dos formas de explicar el hecho trans. Una, más clásica, dice que se ha nacido en el cuerpo equivocado. Hay otra, de Paul B. Preciado, que prefiero: las personas son demasiado complejas para reducirlas a una esencia femenina o masculina; se actúa como hombre o como mujer, a veces como las dos cosas, a veces como ni una cosa ni la otra”, dice Mario, que recuerda que es más conveniente hablar de ‘comunidad trans’, el colectivo que incluye a transgéneros, identidades de género que no se corresponden al género asignado al nacer..

“No todo es rosa o azul”

Rosa supo que tenía un bebé diferente. “No sé si esto es común, pero desde el principio supe que era distinto”. En el colegio, cuando representaron Caperucita, todos los niños eligieron ser el cazador y todas las niñas Caperucita. Riley eligió ser la abuelita. Lo que ocurría es que Riley no era niño, pero tampoco estaba seguro de ser niña. Su madurez a los 12 años es asombrosa: es un menor trans no binario que está encajando en un universo que no concibe oficialmente a nadie como elle, género neutro con el que se denomina a las personas no binarias; un universo dividido en dos sexos de acuerdo a sus genitales. A los baños del instituto Riley prefiere no entrar porque sólo tener que elegir, le agobia. Aparece en el salón de su casa con una bata morada. Dice señalándosela: “No todo es rosa o azul, también hay otros colores”. Rosa, como Emilio, como Belén (madre de una menor trans que ha preferido no hablar de su hija para este artículo), se encuentran con un problema común: la falta de referencias. Que en el caso de Rosa y Riley es mucho más evidente. Hasta que Riley no se encontró a los 10 años con Pau, un monitor de campamento, no supo quién era. Hablando con Pau, 12 años mayor, supo que había más gente que no se sentía niño ni niña, menores y mayores para los que la identidad era algo más complejo y abierto que la tradicional separación de géneros. A propósito de la polémica de las drag queen en la cabalgata de Vallecas, Belén rescata un tuit de la poeta Álex Portero: “A mí, niña transgénero de los ochenta, me colocas en la cabalgata a La Prohibida en aquellos años de dolor constante y creo en la magia durante el resto de mi vida. Y hasta pensaría que puedo ser bonita y querida en lugar de dar vergüenza”.

“No había nadie”, coincide Rosa. “Y a mí no me habían enseñado nada de esto. Tienes que aprenderlo tú y tu hije solos. Si yo hubiese visto antes muchas cosas lo hubiera hecho mejor”. Con 10 años, Riley le dijo a su madre que tenía claro que no era un niño, pero no sabía si era una niña. En el Ramón y Cajal de Madrid no tuvieron suerte: “La persona que lo atendió creo que no supo encontrar las palabras con Riley. Básicamente le dijo que no se juntase con niños como él, que se relacionase con gente normal. Salí de allí espantada”. Antes de despedirse le presta al periodista Tránsito (Bellaterra, 2015), un libro de Bermúdez y Cantero. “Esto nos ayudó. Y El sexo sentido, el documental sobre la transexualidad en menores”.

Emilio, padre de Jonay, llenó su biblioteca de libros sobre transexualidad. Hoy divide su vida entre su trabajo y el activismo, ayudando a otras familias desde COGAM, como hace Carmen. “Yo no salí del armario, yo salí del trastero”, dice recordando su matrimonio, cuando se vestía de mujer en un trastero. Jonay, que ya ha hecho la transición y es chico a efectos administrativos, tiene un nuevo frente: mantiene su cuerpo abierto a la posibilidad de quedarse embarazado. La ley estatal que regula el acceso a la reproducción asistida se refiere sólo a mujeres; en Madrid, y alguna otra comunidad, se menciona a “personas con capacidad gestante”, otra contradicción administrativa a la que hacer frente. Mario, desde Roma, advierte de que no está criando a su bebé para que sea transexual, sino para que tenga toda la información y libertad para sentirse quien es cuando tenga la capacidad de serlo, y no se encuentre con un mundo preconfigurado en el que no encajar. Riley, antes de irse a cenar, responde a la pregunta de por qué eligió ese nombre: uno de sus significados es “valiente”, dice.

Una concesión que no termina

Hace 15 años, Emilio García y su mujer se encontraron con que la que ellos creían su niña de cuatro años quería ir al colegio con pantalones. “Se quejaba, lloraba”, cuenta él en una hamburguesería del Paseo de la Castellana. No le dio mucha importancia. En el colegio exigían uniforme, y se resignó. Fue la primera de muchas resignaciones; ser transexual es una concesión que no termina, ni siquiera con la transición acabada y los papeles: siempre hay una explicación más que dar o una claudicación ante algo o alguien. Las señales con el tiempo se hicieron evidentes. A Jonay, su nombre, le espantaban las fotografias. Solía encerrarse en su cuarto, donde se desarrollaba su identidad a salvo del resto. El mundo da por hecho que el haber nacido con genitales de mujer le convertía en mujer. Eso es difícil de asumir porque él siente, vive y sabe que es un hombre; por tanto o el mundo es monstruoso, o el monstruo era él. Tuvo, como otros niños en su situación, problemas de autoestima, y todo se aceleró en casa cuando en el colegio se le encontraron autolesiones. “A mi hijo, como a cualquier transexual, le habían dicho que no existía. Y lo que los demás veían, desde su propio nombre, él no lo sentía como propio”. Para ser reconocido como hombre o mujer, un trans tiene que presentar un certificado de disforia de género y acreditar dos años de tratamiento. La mayor Unidad de Género de España, la del Hospital Ramón y Cajal, cumplió el pasado año una década: 1.500 consultas y 400 cambios de género.

¿Está a favor del matrimonio homosexual?: “No voy a contestar”

La nueva magistrada del Tribunal de Estrasburgo defiende que sus creencias no se reflejarán en las resoluciones judiciales

María Elosegui en su despacho de la Facultad de Derecho de Zaragoza. Foto: Andrea Comas

María Elósegui Itxaso (San Sebastián, 1957) es “atípica”, según se define. Es la primera mujer española designada para ocupar un puesto como juez en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH). Horas después se conocieron algunas de sus consideraciones homófobas. Es doctora en Derecho y Filosofía. Obtuvo, entre otras, una beca de la Fundación alemana Alexander von Humboldt. Es profesora visitante en universidades de Canadá y Estados Unidos. Ha colaborado en proyectos legislativos con el PSOE, el Partido Aragonesista y el PP. Y, entre otras cosas, ha trabajado durante cinco años en la comisión europea contra el racismo y la intolerancia.

Pregunta. Es la primera española en ser designada como juez del Tribunal y partía como la peor posicionada, ¿se siente cuota?

Respuesta. No, aunque tampoco me molestaría serlo. Tengo habitualmente más currículum que los varones con los que compito. He llegado a los mismos sitios, no solo con igualdad, sino con el doble de currículum en general. Por eso, no me preocupa que se pueda hablar o decir que es por acción afirmativa en igualdad de méritos y no tengo ningún temor a que se pueda decir que me han regalado la plaza por ser mujer.

P. ¿Cómo pasó a ser la candidata con menos posibilidades a la elegida?

R. No tengo datos ni información privilegiada sobre cómo ha sido el proceso de designación. No me presentaba en igualdad de condiciones por el tema de influencias, pero en la asamblea parlamentaria ya me conocen. He estado trabajando allí y las cosas se demuestran trabajando. Los juristas me han visto trabajar. Han leído el curriculum y no se han dejado llevar de clichés o estereotipos. Creo que eso es lo que ha pasado. No sé si llegaré a saber quiénes me han votado.

P. ¿Qué cree que puede aportar al tribunal?

R. Mi sensibilidad en la lucha por los derechos humanos, no solo desde el punto de vista teórico y académico, sino que también he intentado contribuir a cambios sociales reales con técnica, sin implicarme en activismo político o social, pero sí contribuir a la ley de igualdad o pelear por el permiso de un mes de baja por paternidad, por ejemplo. También en cuestiones referentes a la no discriminación por cuestiones de raza. He trabajado mucho en temas de inmigración y de minorías regionales, culturales o étnicas, es decir, sensibilidad hacia la unidad con la diversidad. He tratado con personas de diversas culturas y religiones y puedo aportar esa sensibilidad. No es solo un tema académico.

P. Está en una comisión contra la intolerancia, pero hay frases textuales de trabajos suyos con consideraciones muy tajantes en las que dice, entre otras cosas, que la homosexualidad es una patología.

R. La homosexualidad no la he trabajado especialmente. Sí la transexualidad. Hay que estudiar estas cosas con rigor, ver lo que dice la ciencia y la medicina. Dentro del propio colectivo hubo distintas posiciones con la ley de cambio de sexo. Unos estaban de acuerdo con la exigencia de una operación irreversible y querían que la Seguridad Social se hiciera cargo de ella y otros querían una transformación, pero no una reasignación quirúrgica irreversible. Consulté consecuencias médicas y me posicioné más en la línea de no exigir una operación irreversible. Eso sí lo he dicho y en este momento se puede manipular. Hay que escuchar la película completa. No creo que haya dicho las frases que se me atribuyen. Las habrán tergiversado.

P. Pero, ¿cree que la homosexualidad es una patología?

R. No, no creo que la homosexualidad produzca patologías. Creo que está en investigación los orígenes de la homosexualidad y hay distintas teorías. Creo que no hay una probada. También hay distintas posturas dentro de los colectivos gay. Las personas pueden hacer elecciones en su vida y esta es una elección más.

P. También dijo que está “en contra de la ideología gay”.

R. No puedo haberlo dicho porque no utilizo el término ideología. Hay distintas posturas antropológicas y las va a haber siempre. Es una cuestión de antropología y no de ideología, es una filosofía de vida.

P. Pero ¿cree que hay una “filosofía de vida” común a los homosexuales?

R. Algunos piensan que el sexo es cultural, que se puede construir y que no hay nada previo que nos condicione, ningún condicionante previo biológico, esa es una teoría. Cuánto viene dado por naturaleza y cuánto por cultura. Unos que dicen que es genético y otros dicen que es voluntario. No tienen solo una teoría y eso también es normal. Hay una evolución, un debate y cosas que ni entre ellas casan.

P. Es conocedora de las distintas teorías, pero ¿qué piensa? Porque sus consideraciones pueden verse reflejadas en las resoluciones judiciales que adopte ahora.

R. La teoría antropológica que yo mantenga es indiferente porque yo tengo que aplicar el convenio europeo y la normativa vigente con independencia de lo que yo piense. Como juez tengo que aplicar la normativa, no puedo aplicar teorías. No hay peligro, no puedo ser sesgada, tengo que aplicar lo que hay, me guste o no. No se puede discriminar a nadie por orientación sexual u orientación de género. El público se puede quedar tranquilo.

P. ¿Está a favor del matrimonio homosexual?

R. Es una pregunta comprometida. No es estar a favor o en contra. No voy a contestar. No voy a dar una respuesta blanco o negro. Como juez tengo que respetar la legislación. Yo no estoy de acuerdo con el activismo judicial y he criticado sentencias por eso.

P. Pero ya se había manifestado en contra.

R. Habrá que ver qué he dicho.

P. No parecen existir referencias en las que se haya manifestado a favor.

R. Bueno, yo tendré que aplicar la ley, independientemente de lo que me guste. No es una cuestión de gustos y opiniones. La gente no pero yo creo que da igual.

P. Entonces, ¿considera que las creencias no condicionan la aplicación de esas normas? La ley es interpretable.

R. Hay unos márgenes de interpretación pero también en la norma hay unos núcleos duros que no dejan lugar a dudas. El juez no puede tergiversar una normativa para aplicarla en una línea a favor de opiniones personales. No debe de hacer activismo judicial.

P. ¿Cree que las sentencias del TEDH están suficientemente motivadas?

R. Se ha intentado mejorar la argumentación y la motivación. Hay un principio de ponderación de los derechos en conflicto pero hay técnicas que se pueden mejorar. Hay sentencias más coherentes que otras. Hay que mejorar la motivación.

P. ¿Es lento el tribunal?

R. Sí. Tiene una media de resolución de entre tres y cuatro años. Se están poniendo medios para agilizar, pero es complicado porque se quiere atender cada caso. Se ha planteado seleccionar pero como el derecho de cada individuo es clave para el tribunal, se descartó. En cuanto en un país hay problemas políticos, hay más demandas.

P. ¿Cuál es el punto débil de España respecto a los derechos humanos?

R. Suelen ser temas de garantías procesales y de dilación en la emisión de sentencias. El Poder Judicial tiene que modernizarse y ser más rápido. En España el Poder Judicial es garantista, los jueces son independientes, no son corruptos y existe una carrera judicial saneada.

P. ¿Opina que se protege suficientemente la libertad religiosa? ¿Hay un doble rasero con el cristianismo y el islamismo?

R. Creo que no se protege suficientemente la diversidad religiosa. Por ejemplo, que falta sensibilidad para aplicar ajustes en los puestos de trabajo teniendo en cuenta la diversidad religiosa. Hasta ahora el tribunal ha estado de parte del empleador. Eso no puede ser en una sociedad plural. No creo que haya un doble rasero sobre las religiones.

P. ¿Pertenece al Opus Dei y ha contado con el apoyo de la organización como lobby?

R. Son cuestiones que pertenecen a la vida privada. Una persona puede tener valores y convicciones y por eso no va a ser menos democrática. Y ojalá hubiera tenido lobbies que me apoyaran. Me he sentido sola ante el peligro.

P. Ha trabajado mucho en temas de igualdad. ¿En qué ámbito cree que la desigualdad es mayor?

R. En la asunción de tareas de cuidado y en el ámbito familiar. Las mujeres asumen más horas y tienen menos tiempo para la promoción profesional o para el ocio.

P. Ese será el ámbito más extendido pero ¿el más grave?

R. La discriminación laboral indirecta e invisibilizada de los méritos de las mujeres. No va en los genes que el varón sea soberbio, no es genético ni biológico pero sí cultural.

P. ¿Se considera feminista?

R. Tengo que reconocer que sí pero no estoy en contra del varón.

P. ¿Ha hablado con su antecesor, Luis López Guerra? ¿Le va a pedir consejo sobre si uno se puede preparar para críticas como a las que fue sometido por la sentencia que anulaba la doctrina Parot?

R. He hablado con él y sí, le pediré consejo sobre todo lo que quiera decirme. Sé que hay muchísimas presiones e informaciones que no son correctas pero no es posible contestarlas a todas. Las sentencias son irreversibles, decides la vida de mucha gente y soy muy consciente, me supone una responsabilidad y un peso que espero poder llevar.

La nueva jueza española en el Tribunal de Derechos Humanos vincula la homosexualidad con las patologías

María Elósegui, de claro perfil conservador, defiende también que los transexuales deben someterse a “terapias psicológicas y psiquiátricas”.

La catedrática ha concedido durante una entrevista a la Agencia EFE. | JAVIER BELVER

María Elósegui, la nueva jueza española en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) de Estrasburgo, estrenará su cargo acompañada por la polémica: eldiario.es informa que Elósegui, catedrática de Filosofía del Derecho “ha vinculado la homosexualidad con distintas patologías” y ha defendido que los transexuales deben someterse a terapias psicológicas y psiquiátricas”según eldiario.es.

La información de eldiario.es se basa fundamentalmente en una entrevista que le hicieron a Elósegui en la web almudi.org, vinculada al Opus Dei. En esa entrevista Elósegui afirmaba entre otras cosas: “Quienes construyan y realicen su comportamiento sexual de acuerdo a su sexo biológico desarrollarán un.a conducta equilibrada y sana, y quienes se empeñen en ir contra su biología desarrollarán distintas patologías. Eso está claro”.

Elósegui en su momento se mostró contraria a que se llamara matrimonio a las uniones entre homosexuales.

La información de eldiario.es también alude a un artículo que Elósegui publicó en 2014 en el diario El Comercio de Perú en el que se mostraba contraria a que el Estado pague las operaciones de cambio de sexo y aboga por “las terapias psicológico-psiquiátricas” para los transexuales.  ejor salida para una persona transexual y desliza como solución “las terapias psicológico-psiquiátricas” apoyándose en la supuesta existencia de “numerosas revistas científicas” que así lo defienden.

Nacida en San Sebastián en 1957, Elósegui obtuvo el apoyo de 114 diputados, frente a los 76 votos de José Martín y Pérez de Nanclares y los 37 de Francisco Pérez de los Cobos.

La elección se produce contra pronóstico, ya que Martín y Pérez de Nanclares había sido el candidato preferido de la comisión parlamentaria que examinó a la terna y Pérez de los Cobos, expresidente del Tribunal Constitucional, parecía contar a priori con opciones. La jurista Elósegui será la primera mujer jueza a título de España en el Tribunal de Estrasburgo.

Colectivos LGTB acusan a la nueva juez española en Estrasburgo de “tener un pasado homófobo”

La juez María Elosegui, miembro del Tribunal Europeo de Derechos Humanos Javier BelverEFE

Los colectivos de defensa de los derechos de los homosexuales y transexuales consideran “lamentables y estigmatizantes” las opiniones de la nueva juez que representará a España en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, María Elósegui, quien vincula la homosexualidad con “mayores riesgos de enfermedades de transmisión sexual”, relaciona la transexualidad con “distintas patologías”, critica la píldora del día después, afirma que “el aborto ilegal no trae más muertes de mujeres” y se muestra contraria al reconocimiento de la unión homosexual como “matrimonio”.

El presidente de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB), Jesús Generelo, ve “muy preocupante” que, aunque no era el nombre preferido por el Gobierno, Elósegui formara parte de la terna de jueces que el Ejecutivo de Mariano Rajoy propuso al tribunal europeo: “El Gobierno debe decir si comparte esas declaraciones y esa perspectiva y debe explicar por qué presentó ante Europa a una persona con un pasado homófobo y tránsfobo, por qué España tendrá en Estrasburgo una jueza homófoba. ¿En España no hay más jueces con currículo de defensa de los Derechos Humanos? ¿El Gobierno pensaba que esta jueza valía para un puesto como ese?”.

También Izquierda Unida y Podemos han reaccionado tachando a María Elosegui de “homófoba”. Alberto Garzón, coordinador federal de IU: “No es justo para la ciudadanía española tener una representante que haya hecho este tipo de declaraciones profundamente bochornosas. Se ha elegido a una mujer contraria a los derechos civiles y a la libertad sexual”.

El senador de Podemos Ramón Espinar ha escrito en redes sociales: “Representar a España no es compatible con estas barbaridades. La amplia mayoría de nuestra sociedad celebra los derechos LGTBI que tanto ha costado conquistar y los que aún quedan. Espero que nos encontremos en el siglo XXI”.

 

María Elósegui, catedrática de Filosofía del Derecho en la Universidad de Zaragoza, se convirtió el martes en la primera mujer que España aporta al Tribunal Europeo de Derechos Humanos al ser elegida por unanimidad en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa.

Elósegui, que desde 2013 pertenece a la Comisión contra el racismo y la intolerancia del Consejo de Europa, sostiene en su libro Diez Temas de Género, Hombres y Mujeres ante los Derechos Productivos y Reproductivos, editado en 2002, que “quienes construyan y realicen su comportamiento sexual de acuerdo a su sexo biológico desarrollarán una conducta equilibrada y sana, y quienes se empeñen en ir contra su biología desarrollarán distintas patologías. Eso está claro”.

En un pasado de artículos, entrevistas y libros citados por eldiario.es, Elósegui cuestiona la “ideología liberal de género” y vincula los comportamientos no heterosexuales a “patologías”.

En una entrevista concedida a la revista Almudi.org, Elosegui habla de ciencia y homosexualidad: “Yo no me manifiesto explícitamente y como punto de partida en contra de la ideología gay. Lo que sí que explico es la base científica de la sexualidad, de la que se deriva cuáles son las conductas sanas y deseables y por lo que nos muestra la ciencia el estilo de vida homosexual conlleva mayores riesgos de enfermedades de transmisión sexual. Pero aún con esto, cada individuo debe ser libre para desarrollar su identidad sexual como quiera, aunque no puede eludir sus consecuencias”.

En esa misma entrevista, la juez española del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sostiene que en su libro aclara “algo muy simple, como la tesis de que no hay ningún tercer sexo y que todo hombre o mujer es eso, hombre o mujer”.

En su libro, Elósegui afirma que “el término género ha sido manipulado por ciertas ideologías”. “Especialmente en las conferencias de Naciones Unidas se le ha querido dar un significado concreto siguiendo un modelo de las relaciones entre los sexos basado en ideologías del liberalismo anglosajón o en el marxismo, que aunque en sí sean planteamientos antagónicos, acaban uniéndose para defender unos mismos objetivos”.

También en el artículoTC y transexualidad, publicado el 26 de mayo de 2014 en el periódico peruano El Comercio, Elósegui apuesta por las terapias “psicológico-psiquiátricas” para personas transexuales: “En Europa sigue habiendo una gran controversia sobre si la cirugía de reasignación de sexo es lo más recomendable o no (…) En España han sido los propios colectivos de transexuales los que han influido en que la ley española de marzo del 2007 no exija la previa cirugía transexual. No hay consenso en cuál sea la terapia más oportuna. Existen numerosas referencias científicas recientes que abogan por las terapias psicológico-psiquiátricas y testimonios de los propios transexuales al respecto”.

Para la FELGTB, las tesis de Elósegui son “lamentables, estigmatizantes e ignorantes”. “Esta señora está muy confundida. Se manifiesta contraria a los criterios científicos y demuestra muchos prejuicios hablando de enfermedad en la homosexualidad o la transexualidad y confundiendo orientación sexual con identidad de género. Es muy ignorante y muy osada. Es lamentable que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos apueste por alguien que no cree en la igualdad. Es cierto que tiene un currículo de defensa de algunos derechos, pero hay otros en los que directamente no cree”.

También el Observatorio Madrileño contra la LGTBfobia se muestra alarmado: “Que el Gobierno haya propuesto a una jueza con un currículo tan alejado de la legislación española en materia de diversidad deja patente el estado actual de la Justicia en materia de igualdad LGTB y la falta de interés por cambiarlo”.

En otros artículos, Elósegui critica las políticas públicas de “control de la población”. Por ejemplo, en La píldora de cinco años después, publicado en noviembre de 1999 en aceprensa, critica ese método anticonceptivo: “Al hablar de los métodos anticonceptivos, un nuevo término que se intenta acuñar es el de contracepción de emergencia (emergency contraception), es decir, el uso de una píldora después de haber tenido una relación sexual con el fin de evitar un embarazo no deseado. Este contraceptivo impide la implantación del huevo fecundado (en definitiva de un embrión) en el útero. Los partidarios de introducir este término en el texto del documento, como un método contraceptivo más, no quieren reconocer su carácter abortivo. La manipulación lingüística es importante”.

En el artículoLa incultura no es laica, del 19 de noviembre de 2003, la magistrada asegura: “No es cierto que el hecho de que el aborto sea ilegal implique más muertes de mujeres por abortos clandestinos. Por ejemplo, en Irlanda el aborto está prohibido y apenas hay muertes de madres por esta causa, mientras que Estados Unidos, donde el aborto es legal, registra las cifras más altas de muertes por complicaciones del aborto».

Elósegui, que en 2007 participó en el borrador de la Ley de Igualdad, defiende la equiparación de la mujer con el varón “en jerarquía de puestos y salarios” y la presencia de las mujeres “en el espacio público, los parlamentos, la legislación, los sindicatos o los puestos directivos”, pero afirma que “no por una defensa de la liberación y emancipación de la mujer. Las mujeres hoy no quieren emanciparse de nada. Pero es la sociedad, el Estado y el mercado laboral los que necesitan la presencia de las mujeres para humanizarlo y además tienen derecho a estar ahí en pie de igualdad con el hombre porque las mujeres constituyen la mitad de la humanidad”.