Más de la mitad de los menores homosexuales han sufrido algún tipo de acoso en las aulas

Advierten de que este problema se prolonga durante años y permanece invisible en la mayoría de los casos

MADRID – Más de la mitad de los jóvenes homosexuales sufren acoso escolar por orientación sexual, según la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (Felgtb), que urge a abordar con seriedad este problema que se prolonga años y que permanece invisible en la mayoría de los casos.

El porcentaje de acoso es superior en el caso de los niños transexuales, y un triste ejemplo de ello es Alan, que se suicidó hace unos días por “la presión e incomprensión” que sufría en el ámbito escolar, a pesar de contar con el apoyo de la familia y haber obtenido la autorización de un juez para cambiar su nombre en el DNI y en los documentos oficiales. El presidente de la Federación, Jesús Generelo, asegura que al menos el 55% de los jóvenes LGTB afirmaron, en un estudio realizado por este colectivo, haber sufrido algún tipo de violencia psicológica o física en el ámbito educativo.

VÍCTIMAS DESDE LOS 5 AÑOS “Hicimos otra investigación para saber las consecuencias sobre la salud de los chicos acosados y con una muestra sobre 700 jóvenes que lo sufrieron concluyó que el 43% idearon el suicidio, el 35% lo prepararon con algún detalle y el 17% lo había intentado en alguna ocasión”, explica Generelo, quien recuerda que estas cifras duplican las cifras de riesgo de suicidio de la población de adolescentes en general. El mayor porcentaje de acoso se da entre los 12 y 15 años, pero la federación tiene datos de víctimas desde la temprana edad de 5 años. En el caso de los niños transexuales, destaca que el porcentaje de víctimas de acoso es superior porque “son víctimas más visibles, y eso les hace exponerse a un mayor riesgo”.

“En el colegio, les llaman con el nombre equivocado o se les viste con el uniforme equivocado, usan unos vestuarios en los que no se sienten cómodos; es una permanente puesta en cuestión de lo que se espera de ellos”. “Es exigirles que tengan mucha fortaleza, que aguanten heroicamente y que perseveren en lo que ellos saben que está equivocado”, asegura Generelo. Además, algunos de los jóvenes transexuales “no quieren ir al médico porque allí también se les llama con un nombre diferente con el que las familias les conoce, si lo tiene ya aceptado”.

Para superar estos obstáculos, el presidente de la Felgtb reclama una ley integral de la transexualidad que garantice “que no son personas enfermas, sino que el daño viene del entorno”. – Efe

Más de la mitad de los jóvenes homosexuales sufre acoso escolar

La pasada Nochebuena un joven transexual se suicidió en Barcelona por “la presión e incomprensión en el ámbito escolar”. Un estudio de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales, sobre una muestra de 700 menores acosados por su orientación sexual, asegura que el 43% pensaron en el suicidio.

SOCIEDAD ALAN TRANSEXUAL QUE SE HA SUICIDADO CAPTURAS DE LA WEB DE CHRYSALLIS ASOCIACION DE FAMILIAS DE MENORES TRANSEXUALES

Imagen de Alan, el joven transexual que se quitó la vida la pasada Nochebuena.

MADRID.- Más de la mitad de los jóvenes homosexuales sufre acoso escolar por orientación sexual, según la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (Felgtb), que urge a abordar con seriedad este problema que se prolonga años y que permanece invisible en la mayoría de los casos.

El porcentaje de acoso es superior en el caso de los niños transexuales, y un triste ejemplo de ello es Alan, que se suicidó hace unos días por “la presión e incomprensión” que sufría en el ámbito escolar, a pesar de contar con el apoyo de la familia y haber obtenido la autorización de un juez para cambiar su nombre en el DNI y en los documentos oficiales.

El presidente de la Federación, Jesús Generelo, asegura que al menos el 55% de los jóvenes LGTB afirmaron, en un estudio realizado por este colectivo, haber sufrido algún tipo de violencia psicológica o física en el ámbito educativo.

“Hicimos otra investigación para saber las consecuencias sobre la salud de los chicos acosados y con una muestra sobre 700 jóvenes que lo sufrieron concluyó que el 43% idearon el suicidio, el 35% lo prepararon con algún detalle y el 17% lo había intentado en alguna ocasión”, explica Generelo, quien recuerda que estas cifras duplican las cifras de riesgo de suicidio de la población de adolescentes en general.

El mayor porcentaje de acoso se da entre los 12 y 15 años, pero la federación tiene datos de víctimas desde la temprana edad de 5 años. En el caso de los niños transexuales, destaca que el porcentaje de víctimas de acoso es superior porque “son víctimas más visibles, y eso les hace exponerse a un mayor riesgo”.

“En el colegio, les llaman con el nombre equivocado o se les viste con el uniforme equivocado, usan unos vestuarios en los que no se sienten cómodos; es una permanente puesta en cuestión de lo que se espera de ellos”. “Es exigirles que tengan mucha fortaleza, que aguanten heroicamente y que perseveren en lo que ellos saben que está equivocado”, asegura Generelo.

Además, algunos de los jóvenes transexuales “no quieren ir al médico porque allí también se les llama con un nombre diferente con el que las familias les conoce, si lo tiene ya aceptado”.

Para superar estos obstáculos, el presidente de la Felgtb, que agrupa a los principales colectivos homosexuales de España, reclama una ley integral de la transexualidad garantice “que no son personas enfermas, sino que el daño viene del entorno”.

A su juicio, la norma debería establecer la creación de unidades de tratamiento o de identidad de género en el ámbito sanitario “y no de trastorno”, además de establecer “el derecho a la autodeterminación de la identidad para todos, para que no tenga que ser un médico después de dos años el que decida la identidad del joven”.

“La ley debe unificar el tratamiento que se da a estas personas en toda España, establecer un mismo criterio educativo y formar a funcionarios, trabajadores sociales y otros profesionales para que conozcan esta realidad y les sepan dar la atención que merecen”, añade.

Para el responsable de la Federación, “es un problema de una gravedad inmensa, generalizado en todas las comunidades autónomas y no se está abordando con la seriedad y la estructuración que requiere”, ha añadido. “No se puede abordar la lucha contra este acoso por los casos que surgen, porque eso sólo es la punta del iceberg. Debe hacerse de manera preventiva y con criterios de identidad de género”.

En este sentido, plantea que “los alumnos en general deben saber que se trata de una circunstancia que parte de la diversidad humana y que debe ser respetada y los alumnos LGTB han de saber que tienen unos derechos y que no es normal recibir insultos y percibir esa sensación de marginalidad”.

Según la encuesta de la Felgtb, la violencia verbal -burlas, insultos o rumores- afecta a un 64% y normaliza una violencia de tipo psicológico que degrada y menosprecia al menor por el hecho de ser LGTB.

Le sigue, por la incidencia, la violencia social -mecanismos de rechazo, exclusión y aislamiento hacia la persona por parte del grupo- que la sufren hasta un 37% a los que se les impide su participación y un 39% a los que no se les deja hablar o se les ignora.

Respecto a la violencia física, el 5% dice haber recibido palizas, un 6% acoso o agresiones sexuales, un 23% amenazas, a un 36% le han tirado cosas, ha recibido golpes o empujones y un 14% ha sufrido algún tipo de violencia por el hecho de ser homosexual a través de internet o móvil.

Más de la mitad de los jóvenes homosexuales han sufrido acoso en las aulas EFE – Madrid 30/12/2015 – 12:27h

Más de la mitad de los jóvenes homosexuales sufren acoso escolar por orientación sexual, según la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (Felgtb), que urge a abordar con seriedad este problema que se prolonga años y que permanece invisible en la mayoría de los casos.

El porcentaje de acoso es superior en el caso de los niños transexuales, y un triste ejemplo de ello es Alan, que se suicidó hace unos días por “la presión e incomprensión” que sufría en el ámbito escolar, a pesar de contar con el apoyo de la familia y haber obtenido la autorización de un juez para cambiar su nombre en el DNI y en los documentos oficiales.

El presidente de la Federación, Jesús Generelo, asegura a Efe que al menos el 55 por ciento de los jóvenes LGTB afirmaron, en un estudio realizado por este colectivo, haber sufrido algún tipo de violencia psicológica o física en el ámbito educativo.

“Hicimos otra investigación para saber las consecuencias sobre la salud de los chicos acosados y con una muestra sobre 700 jóvenes que lo sufrieron concluyó que el 43 por ciento idearon el suicidio, el 35 por ciento lo prepararon con algún detalle y el 17 por ciento lo había intentado en alguna ocasión”, explica Generelo, quien recuerda que estas cifras duplican las cifras de riesgo de suicidio de la población de adolescentes en general.

El mayor porcentaje de acoso se da entre los 12 y 15 años, pero la federación tiene datos de víctimas desde la temprana edad de 5 años.

En el caso de los niños transexuales, destaca que el porcentaje de víctimas de acoso es superior porque “son víctimas más visibles, y eso les hace exponerse a un mayor riesgo”.

“En el colegio, les llaman con el nombre equivocado o se les viste con el uniforme equivocado, usan unos vestuarios en los que no se sienten cómodos; es una permanente puesta en cuestión de lo que se espera de ellos”.

“Es exigirles que tengan mucha fortaleza, que aguanten heroicamente y que perseveren en lo que ellos saben que está equivocado”, asegura Generelo.

Además, algunos de los jóvenes transexuales “no quieren ir al médico porque allí también se les llama con un nombre diferente con el que las familias les conoce, si lo tiene ya aceptado”.

Para superar estos obstáculos, el presidente de la Felgtb, que agrupa a los principales colectivos homosexuales de España, reclama una ley integral de la transexualidad garantice “que no son personas enfermas, sino que el daño viene del entorno”.

A su juicio, la norma debería establecer la creación de unidades de tratamiento o de identidad de género en el ámbito sanitario “y no de trastorno”, además de establecer “el derecho a la autodeterminación de la identidad para todos, para que no tenga que ser un médico después de dos años el que decida la identidad del joven”.

“La ley debe unificar el tratamiento que se da a estas personas en toda España, establecer un mismo criterio educativo y formar a funcionarios, trabajadores sociales y otros profesionales para que conozcan esta realidad y les sepan dar la atención que merecen”, añade.

Para el responsable de la Federación, “es un problema de una gravedad inmensa, generalizado en todas las comunidades autónomas y no se está abordando con la seriedad y la estructuración que requiere”, ha añadido.

“No se puede abordar la lucha contra este acoso por los casos que surgen, porque eso sólo es la punta del iceberg. Debe hacerse de manera preventiva y con criterios de identidad de género”.

En este sentido, plantea que “los alumnos en general deben saber que se trata de una circunstancia que parte de la diversidad humana y que debe ser respetada y los alumnos LGTB han de saber que tienen unos derechos y que no es normal recibir insultos y percibir esa sensación de marginalidad”.

Según la encuesta de la Felgtb, la violencia verbal -burlas, insultos o rumores- afecta a un 64 por ciento y normaliza una violencia de tipo psicológico que degrada y menosprecia al menor por el hecho de ser LGTB.

Le sigue, por la incidencia, la violencia social -mecanismos de rechazo, exclusión y aislamiento hacia la persona por parte del grupo- que la sufren hasta un 37 por ciento a los que se les impide su participación y un 39 por ciento a los que no se les deja hablar o se les ignora.

Respecto a la violencia física, el 5 por ciento dice haber recibido palizas, un 6 por ciento acoso o agresiones sexuales, un 23 por ciento amenazas, a un 36 por ciento le han tirado cosas, ha recibido golpes o empujones y un 14 por ciento ha sufrido algún tipo de violencia por el hecho de ser homosexual a través de internet o móvil.

Profesorado, sistema educativo y acoso escolar: ¿Dónde estamos y qué está fallando?

Gracia Trujillo es Doctora en Sociología y profesora de la Facultad de Educación de la UCLM. Mónica Redondo es profesora de Matemáticas en el IES San Isidro de Madrid.

Volvemos de la concentración por la muerte de Alan, un chico trans de 17 años que no soportó el acoso escolar y se suicidó hace unos días en Barcelona. Con una mezcla de indignación y tristeza, comentamos algunas ideas y reflexiones que compartimos desde hace bastante tiempo como profesoras y activistas. La primera es que hablamos poco de acoso escolar, hablamos menos del papel del profesorado en estas situaciones, y todavía menos del papel del profesorado no heterosexual.

El acoso puede darse, y se da, al alumnado “diferente”, y esto puede ser por muchos posibles “motivos”: ser trans, marica, bollera (o parecerlo), ser gordx , demasiado grande o demasiado pequeñx, cuatro ojos, ser diversx funcional, ser leídx como “débil” por alguna razón… Muchxs podemos recordar tristemente insultos o situaciones que no eran agradables en el patio del colegio, a la salida del instituto, en clase… Por eso cuando decíamos en la concentración, y en las redes, #YoTambiénSoyAlan, sabemos que este hastag es algo más que una expresión solidaria: es una realidad que nos remueve recuerdos de nuestra infancia y adolescencia, y nos obliga a pensar, todavía más, sobre nuestro papel hoy como docentes.

El context o actual es bastante preocupante: el profesorado está sobrecargado de trabajo, falta formación, especialmente sobre educación sexual y temas de género(s) y sexualidad(es). En el caso de Madrid no hay cursos desde hace bastantes años, y en otras comunidades, como la manchega, la situación no difiere mucho. Estas cuestiones se acaban trabajando por parte de los profesorxs, en el mejor de los casos, de manera voluntarista y autodidacta. Falta también, como sabemos, reconocimiento social a la labor del profesorado, y faltan apoyos y recursos en la escuela pública, algo que se ha agravado mucho en estos años de austericidio.

Los contenidos transversales y la Educación para la Ciudadanía han desaparecido con la LOMCE. Sí estaban en la anterior ley, la LOE, y su presencia en el currículum escolar nos “blindaba” de alguna manera para poder hablar de estas cuestiones en nuestras clases. La omnipresencia de la asignatura de Religión, el ataque a la asignatura de Filosofía, junto al ninguneo de asignaturas como la Música y la Educación Plástica y Visual suponen mermar de manera drástica las posibilidades de la escuela pública como lugar de debate y reflexión, como motor de pensamiento crítico. Pero al Ministerio de Educación y a su último fichaje, J.A.Marina, parecen importarles más la “ productividad” del profesorado y la promoción de valores religiosos, militares y de competitividad empresarial en las aulas. Así, se nos invita a “producir” alumnado competitivo y “emprendedor”.

Por otra parte, lo que no se suele considerar en los análisis sobre acoso escolar es que el propio profesorado LGTBI (lesbianas, gays, trans, bisexuales e intersexuales), que podría jugar un papel de primer orden a la hora de enfrentar el acoso escolar, también es vulnerable al acoso por parte de compañerxs, del alumnado, de las familias… Tenemos una verdadera espada de Damocles encima de nosotrxs, y más en el contexto de precariedad laboral en el que estamos: tratar estos temas en el aula nos expone a varias vulnerabilidades, la laboral entre otras. Esto dificulta el poder actuar explícitamente en apoyo de nuestro alumnado LGTBI. Muchxs prefieren no intervenir, tienen miedo de mojarse demasiado, son temas complicados y quizá es mejor no entrar. El profesorado LGTBI, en general, actuaría más si no tuviera las manos tan atadas.

Y si lxs profesorxs no heterosexuales tenemos difícil intervenir, el resto se encuentra bastante perdido, sobre todo por la falta de formación que comentábamos anteriormente, y muchas veces no ve siquiera la necesidad de dicha intervención. Pero la educación sexual, el hablar de identidades de género y sexuales, de familias de muchos tipos, de actitudes lesbohomotránsfobas y un largo etcétera no son cuestiones, obviamente, que sólo atañen al profesorado y alumnado no heterosexual. No es necesario formar parte de la comunidad LGTBI para trabajar estos temas en el aula y en los centros, para prevenir situaciones de violencia y detectar posibles acosos; la responsabilidad es de todxs. Lo que sí es necesario, de nuevo, es concienciar, apoyar y formar en estos temas a todo el profesorado. Se necesita más formación, y más empatía.

El alumnado diferente es vulnerable, y entre ellxs, especialmente, lxs menores trans. No obstante, parte del acoso que se produce no es sólo al alumnado rarx, no heterosexual. Muchas veces el acoso es contra chavales que tienen pluma , lo que puede ser indicativo de una opción sexual distinta a la hetero, o no. Simplemente, el salirse de las expectativas de género (que un chico quiera bailar o una chica jugar al fútbol, por ejemplo) puede suponer el principio de un acoso.

El denominado “grupo de iguales”, en un momento de reafirmación adolescente de sus identidades de género y sexuales, puede ser terrorífico frente al diferente, a la que no encaja, o al que cuestiona la rigidez del binarismo chica- chico, masculino- femenino. Por eso es tan importante que enseñemos y trabajemos las cuestiones de género y coeducación junto con las relativas a las sexualidades, y cuanto antes mejor (desde Educación Infantil en adelante). Y aquí es fundamental incorporar la interseccionalidad: la clase social, la etnia, la diversidad funcional, la edad… etc., que no son cuestiones ajenas a las de género y sexualidad. Estamos todxs atravesadxs por ellas.

Necesitamos enfrentar todas estas cuestiones de manera urgente. Hay que dejar de pensar la Educación en clave competición-producción neoliberal, con centros de élite frente a centros gueto-problemáticos, y fomentar el aprendizaje colaborativo, el pensamiento crítico y sensible y el respeto a las diferencias. Todxs somos diferentes, y es maravilloso que así sea. Dejemos de problematizar, de una vez por todas, a la gente diferente: alumnado, profesorado y familias. Eduquemos en la libertad, en la igualdad y en el respeto a esas diferencias. Este es uno de los retos, y para ello necesitamos la implicación de toda la comunidad educativa y de toda la sociedad. Hagámoslo por Alan y por todxs sus compañerxs.

Nota: Utilizamos la X a lo largo del texto como forma de cuestionar el binarismo sexual y las categorías hombre- mujer, femenino- masculino; muchas personas no se sienten incluidas, o son críticas con ellas, y sobre esto, entre otras cosas, trata el artículo.

Machismo y violencia: misoginia, homofobia y transfobia

Del mismo modo que los árboles no nos dejan ver el bosque, las violencias protagonizadas por los hombres con frecuencia no dejan ver la frondosidad del machismo que hay detrás, ese lugar oscuro donde crecen las bestias más peligrosas y terribles, aquellas que luego escapan o esperan para golpear a quien transita por el camino animado de la sociedad.

Violencia contra las mujeres, violencia contra homosexuales, violencia contra transexuales, violencia contra extranjeros, violencia contra personas de otras razas o grupos étnicos, violencia contra quienes tienen otras ideas y creencias… Da igual el adjetivo, el nombre siempre es “violencia”, y el “hombre” casi siempre su autor. Y no es casualidad.

La cultura es el machismo disimulado, la presentación de una serie de valores e ideas impuestas desde la visión masculina de la realidad que son tomadas como referencia común y universal en a cada contexto social. No se trata sólo de una serie de pautas y normas para convivir, sino de la creación de una identidad que decide los estrechos márgenes de lo que es “ser hombre” y lo que significa “ser mujer”, la cual lleva a actuar de una determinada manera sin necesidad de que existan normas o pautas explícitas para comportarse de ese modo. La cultura “obliga” a esas conductas y el tiempo las consolida y refuerza a través de la normalidad, la costumbre, la tradición, el “qué dirán”… Y cuando a pesar de todo hay comportamientos que no se controlan o se escapan a ese control, la violencia normalizada por la propia cultura actúa para restablecer el “orden perdido” y para castigar.

Por eso el machismo utiliza de forma directa la violencia contra todo aquello que cuestiona la identidad impuesta en cada contexto social, no es tanto el castigo individual lo que busca, aunque es uno de los objetivos, sino la lección general para la sociedad. El machismo y los hombres violentos que siguen sus dictados actúan, sobre todo, contra quienes cuestionan la referencia de la identidad masculina y los valores asociados a ella. Una identidad que es representada en el hombre heterosexual, de raza predominante en esa sociedad, status reconocido, por supuesto original del país, y con unas ideas y creencias sintónicas, o al menos armónicas, con las existentes en el lugar. Por eso ven al extranjero, al homosexual, a la mujer que rompe con los roles otorgados, al transexual, al de otra raza, a la persona de otras creencias… como un ataque al modelo de identidad y a todos los valores asociados a él que la cultura, o sea, el machismo, ha impuesto como referencia. De ahí la discriminación y la violencia que desarrollan contra cada una de las personas del grupo, y contra lo que representan como crítica al patrón masculino considerado, puesto que su mera presencia ya indica que otros modelos y referencias son posibles. Y eso es lo que les duele, puesto que la historia ha sido construida sobre la falacia de que sólo un modelo es válido y debería ser aceptado: el suyo.

Una de las trampas del machismo ha sido hacer creer que su influencia y expresión se reducía a las cuestiones entre “hombres y mujeres”, para luego cuestionar sólo el exceso en su manifestación según se considere en cada momento la sociedad. Para la mayoría de la gente, por tanto, el machismo es una actitud discriminatoria hacia las mujeres que sólo se cuestiona cuando sobrepasa ciertos límites en su expresión, por ejemplo, un piropo especialmente borde, un chiste claramente obsceno, un golpe fuera de lugar… Pero esta actitud al mismo tiempo permite que dentro de la normalidad se produzcan otros piropos, se cuenten chistes “no tan fuertes”, o se den golpes en privado y bajo “determinadas razones”; y sobre todo, sitúa fuera del machismo el resto de violencias que se ejercen desde el poder de la referencia masculina, con el objeto de defender la identidad de los hombres que el machismo impone.

Por eso todas estas violencias, cada una con sus características y circunstancias, tienen en común el actuar desde el odio contra el diferente, y buscan el objetivo de restablecer el orden alterado que las personas que las sufren han “provocado”.

Lo vemos y lo hemos hablado en multitud de ocasiones en la violencia de género, ejercida contra las mujeres, y lo vemos también en la violencia homofóbica y transfóbica, como ha ocurrido con el acoso sufrido por Alan hasta llevarlo al suicidio. La mayoría de estas violencias son llevadas a cabo por hombres, o son incitadas por ellos o en nombre de las ideas predominantes en la sociedad bajo el manto de la cultura androcéntrica.

Por eso, la mayor parte de la violencia homofóbica se desarrolla por hombres contra otros hombres homosexuales, a diferencia de las mujeres, que en general no ejercen una actitud de acoso y derribo contra mujeres lesbianas. Y por ello la violencia transfóbica también es protagonizada fundamentalmente por los hombres.

Los hombres ven al hombre homosexual como una persona que ataca la referencia identitaria de los hombres, esa masculinidad hegemónica situada en el lado opuesto a la homosexualidad, de ahí que respondan con violencia homofóbica. Del mismo modo que hacen contra las personas transgénero, bien por la misma razón de ver a un hombre que renuncia a su identidad masculina cuestionando el modelo, o bien porque una mujer intenta presentarse “como hombre” cuando para el machismo nunca puede serlo, entendiendo que “desnaturaliza” su construcción.

Las violencias machistas son las violencias que se desarrollan desde las ideas y valores de la cultura patriarcal para alcanzar los objetivos de castigar a quien se aparte del modelo, y para aleccionar a la sociedad con su mensaje lleno de violencia. De ahí que la violencia sea contra la persona considerada como “diferente”, y que sea tanto más intensa cuanto más amenazada vea la identidad y el status masculino.

El hecho de que mayoritariamente sean violencias ejercidas por hombres no quiere decir que sea una violencia “de los hombres”, como tantas veces se ha dicho al intentar diluir la responsabilidad de cada uno de los hombres violentos en la condición natural de ser hombre. Esa ha sido otra trampa del machismo, intentar hacer pasar que los hombres son violentos por naturaleza y no por cultura para “echarle la culpa” a la testosterona o al estrés, y así ocultar sus ideas y voluntad en la planificación y desarrollo de las violencias, cada una bajo sus razones y para alcanzar sus objetivos, pero todas ellas enraizadas en las referencias que impone la cultura sobre las identidades de hombres y mujeres.

El machismo no soporta al diferente, entendiendo por tal a aquella persona que siendo distinta se sale del lugar diseñado para ella por la cultura, por eso se ha encargado de que siempre hayan existido hogares, “armarios” y fronteras para que mujeres, homosexuales, transexuales, extranjeros, personas de otras razas y creencias… se mantuvieran lejos de sus calles.

Estamos cuestionando los resultados sin abordar las causas, y eso no acabará con las violencias enraizadas en la cultura machista. Erradicar el machismo y traer la Igualdad es la única forma de instaurar la Paz y la convivencia para todas las personas, con independencia de lo que decidan desde su libertad a la hora de desarrollar su identidad y elegir sus espacios y relaciones.

“Lo de Alan no es un suicidio, es un asesinato social”

BARCELONA 27 12 2015  Sociedad   Concentracion por el suicidio de un transexual de 17 anos por acoso escolar          FOTO de RICARD CUGAT

Concentracion por el suicidio de un transexual de 17 años por acoso escolar

En un ambiente de rabia y tristeza, un millar de personas se concentró este domingo en la plaza de Sant Jaume para recordar aAlan, el menortransexual de 17 añosque se suicidó la víspera de Navidad, y para exigir a la sociedad que plante cara ante la transfobia y evite más casos como el suyo. “No es un suicidio, es un asesinato social”, rezaba un manifiesto que se leyó dos veces.

La concentración fue convocada por Chrysallis, asociación que agrupa a familias de menores transexuales, y que la familia de Alan descubrió hace solo un mes. “No le pudimos ayudar pero él nos ayudará mucho”, afirmaba la presidenta de la entidad, Natalia Aventín. Los congregados encendieron velas y guardaron cinco minutos de silencio y estuvieron allí más de una hora y media.

Alan había logrado hace un mes modificar, vía decisión judicial, su DNI. Casi un hito, a la vista de que solo 25 menores lo han conseguido en España: por ley hay que ser adulto y llevar dos años en tratamiento de hormonación. Pero no fue suficiente para paliar todo el dolor de Alan. El menor había sufrido acoso en varios centros, también en el último al que llegó, en Sant Cugat. Allí, lamentaban en la concentración varios participantes, sufrió el acoso por parte de tres chicas.

De hecho estaba ingresado por depresión. Le dejaron salir para las fiestas navideñas, aunque según alguna versión si no le volvieron a ingresar el mismo 24 de diciembre fue por falta de camas. Muchos de los asistentes consideraban que se podía haber hecho más, empezando por el colegio. Fuentes de Ensenyament, el colegio y la familia estaban en contacto para abordar el problema del acoso escolar. Y agregan que se había fijado una reunión para después de las vacaciones navideñas y no antes porque el menor estaba ingresado.

LA PRIMERA Y ÚLTIMA NAVIDAD

“Esta era la primera Navidad que Alan vivía de acuerdo a su identidad. Era también la primera en la que celebrar un DNI recién estrenado. Pero, trágicamente, ha resultado ser la última. La transfobia en el ámbito escolar ha podido con Alan. Sufrió mucha transfobia a lo largo de su vida; como su madre dice, lo ocurrido no es resonsabilidad de una sola persona, sino que cada día durante años, alguien se ocupó de que supiera que su diversidad no era aceptada. Entre todos le mataron. No ha sido un suicidio, sino un asesinato social”, explicaba el comunicado que se leyó, que subrayaba que las personas transexuales y sus familias sufren de forma cotidiana “actos de microviolencia tanto social como institucional que se acumulan y que, como le pasó a Alan, se convierten en una carga insoportable”.

Los padres de Alan no acudieron a la concentración. Por la mañana, hubo un velatorio en el tanatorio de Rubí al que acudieron algunos miembros de Chrysalis. Luego, ya en la intimidad familiar, el cuerpo fue llevado al crematorio. A la concentración acudieron representantes de algunos partidos y la secretaria de Família, de Benestar Social i Família, Dolors Gordi.

Los frentes de batalla del colectivo transexual y de sus familiares son varios. Por un lado, la ignorancia general sobre su situación. Por otro, las trabas administrativas para lograr un cambio de documentación, que puede resultar clave para algunos menores (y adultos). Pero sobre todo, la protección de los transexuales frente a agresiones de todo tipo. “Desde Chrysallis, exigimos a los poderes públicos, a las administraciones educativas y sanitarias, a los encargados de registros civiles, a los grupos parlamentarios y partidos políticos, y en general a toda la sociedad, que se proteja a los menores transexuales, haciendo que se reconozca y respete su identidad sexual”, proseguía el comunicado, que concluía así: “La transfobia nos mata a todos.Todos somos Alan”.

El derecho al género en la infancia transexual

Las personas ‘trans’ menores de edad se encuentran en España en un infernal limbo

A la memoria de Alan.

«¡Es un niño!». Estas palabras, breves y familiares, pronunciadas por un profesional de la medicina ante una ecografía, producen la idea de que ese «niño» lo será para siempre. Y lo es simplemente porque sus genitales se acomodan a las normas que conforman el binarismo (hombre-mujer) en el que estamos instalados. Se es hombre y se es mujer biológicamente predeterminados y socialmente manifestados. Todo aquel que no encaje en una de las dos columnas de la sociedad será sometido a los consiguientes castigo y corrección. Por eso las personas intersexuales (antes denominadas hermafroditas) son sometidas a dolorosos procesos quirúrgicos a los que debemos llamar «mutilaciones»(Naciones Unidas lo hace desde el 2013). Por eso las personas transexuales son patologizadas para poder acomodar su documentación administrativa al sexo sentido. Y en esta realidad los menores transexuales son el colectivo LGTBI más vulnerable y que mayor violencia (individual e institucional) sufre, junto a los menores intersexuales.

«Es un juego, ya se le pasará». Esta es, en muchas ocasiones, la sentencia emitida ante el caso de un menor transexual. Porque es un menor, y como tal, su voz queda lapidada ante un sistema binario y adultocéntrico. Excluidos de la sanidad pública. Excluidos del sistema jurídico. Las personas trans menores de edad en nuestro Estado se encuentran en un infernal limbo. Y eso a pesar de la reciente ley 26/2015 (que modifica el sistema de protección del menor), que reconoce como principio rector de los poderes públicos «el libre desarrollo de su personalidad conforme a su orientación e identidad sexual».

La ley española 3/2007, que permite la «rectificación» registral del nombre y el sexo en el DNI (previo diagnóstico de disforia de género y tras dos años de tratamiento hormonal, con los riesgos que conlleva: esterilización, cardiopatías, cáncer), no permite su aplicación a los menores (tampoco a los extranjeros y a las personas sin «capacidad suficiente»). Un menor debe ir a la vía judicial, costosa emocional y económicamente, para cambiar su nombre. Porque la identidad parece que solo es patrimonio que se adquiere al cumplir 18 años.

La sanidad pública, aparentemente universal, hace que el capricho de nacer en un lugar u otro permita acceder a mejoras en la vida. Es así que, excluida la cirugía en menores trans (y de las UTIG -Unidad de Tratamiento de Identidad de Género-: espacios en los que se dan prácticas poco respetuosas con los derechos humanos), los bloqueadores hormonales (para retrasar la aparición de caracteres sexuales secundarios) sean legales en unas comunidades autónomas e ilegales en otras.

Debemos ser conscientes de que la identidad es un continuo que se construye a lo largo de la vida. No podemos mantenernos en la peligrosa idea de la existencia de un sistema cerrado, como si el género y el sexo fueran algo natural, universal y ahistórico. Si de lo que se trata es de propiciar las condiciones de posibilidad de vidas vivibles (que merezcan la pena ser vividas), la sostenibilidad de la vida ha de situarse en el centro. Para ello se hace urgente un cambio constitucional que reconozca el derecho a la autodeterminación de las personas, independientemente de su edad o nacionalidad, previa despatologización de la transexualidad (y de la intersexualidad).

Pero no solo hay que apostar por la estrategia de la reforma jurídica basada en el reconocimiento, ya que por medio de la inclusión y la asimilación se produce una estrategia de secuestro de la resistencia: la violencia se entiende meramente individual y no estructural, de ahí que el racismo, la homofobia, el sexismo, la transfobia, la interfobia o el capacitismo se mantengan intactos en el marco del aparato administrativo (hospitales, colegios, sistema fiscal, registro civil, sistema penitenciario, hogares de acogida, empresas, transporte…). Es necesario desmantelar el sistema de violencia de Estado que sufren las personas transexuales. Nuestro futuro, presente para los menores, está en juego.

Daniel J García López

DANIEL J. GARCÍA LÓPEZ

Profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad de Granada y autor del libro ‘Sobre el derecho de los hermafroditas’. Analista de Agenda Pública.

El acoso escolar: un obstáculo más para los menores transexuales

Un 90% de estos menores se sienten discriminados, un 40% ha pensado en el suicidio y un 20% lo ha intentado, según datos del Colectivo LGTB

Todavía hay institutos en los que adolescentes gritan “¡Viva Franco!”. Todavía hay jóvenes que creen que “la transexualidad es una enfermedad que se cura”.

Estas opiniones no desentonaban en los años en los que Mané Fernández Noriega empezó a luchar por los derechos LGTB. Ahora, es el portavoz de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales y hace talleres sobre transexualidad en institutos. La intolerancia sigue ahí y Fernández Noriega lamenta que la política no ayude a erradicarla: “No podemos tener comunidades donde las personas transexuales tengan reconocidos algunos derechos y comunidades autónomas donde las personas transexuales no tengan reconocido ningún derecho. Todas las personas transexuales en España tenemos que tener los mismos derechos“.

Una sociedad que no se preocupa por los derechos de los transexuales es cómplice de la transfobia. Así lo cree Eugeni Rodriguez, Presidente del Observatorio contra la Homofobia de Cataluña: “Esa insuficiencia hace que se banalice la transfobia. Existe esa España de pandereta donde en todos los colegios hay un ‘mariquita’ o un transexual del cual nos reimos y no pasa nada”.

Los datos del Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid le dan la razón: un 90% de estos menores se sienten discriminados. Un 40% ha pensado en el suicidio y un 20% lo ha intentado. Otros ni siquiera piden ayuda. Ese porcentaje es el que preocupa a Isidro García, trabajador social y sexólogo de la Fundación Daniela: “Solamente un 17% de los chavales que sufren acoso escolar se lo cuenta a a un adulto. Ahí está el problema. Es complicado identificar el problema e intervenir“. La Fundación Daniela trabaja con más de 150 familias y más de 70 jóvenes. Son afortunados porque tienen apoyo familiar y profesional para conseguir que se reconozca su identidad sexual. Pero eso no quita que los adolescentes trans vivan con preocupación el acoso en las aulas. Allí se suspende en tolerancia.

Here’s What Sex Looks Like From INSIDE The Vagina

Warning: This video is not safe for work. Or home. Or the bus. Or prison. Basically, it’s completely obscene – but since it counts as science, we’re going to show it.

A couple of participants had cameras attached to all of their saucy parts and jiggly bits, and then were filmed having sexual intercourse in the missionary position. Via a tiny lens placed inside the vagina itself, viewers can get a close-up of the penis as it enters, stimulating the clitoris and the front vaginal wall, where the G-spot is located.

Further cameras placed on the woman’s nipple and the man’s penis provide different perspectives on the effects of sex on the body, which, unsurprisingly, tends to get rather excited before making a mess all over the camera, thus bringing the scientific experiment to a close.

While all this is going on, the woman may experience an orgasm of her own, which announces itself in a number of ways, including muscular contractions and a sensation of being able to feel one’s own heartbeat in the vagina. This happens as a result of direct stimulation of the clitoris, which, as viewers can see, is one of the missionary position’s big selling points.

Both the clitoris and the glans (the head of the penis) contain a high number of nerve endings, which send sensory information to the brain when they become stimulated, resulting in the release of large amounts of dopamine and oxytocin. These are responsible for the feelings of pleasure and intimacy that accompany orgasms.

Fallece a los 83 años Robert Spitzer, el psiquiatra que sacó la homosexualidad del listado de trastornos mentales

Robert Spitzer

Hasta el año 1973 la homosexualidad fue considerada una “perturbación sociopática de la personalidad”. Pero un psiquiatra, empeñado en clasificar empíricamente las enfermedades mentales, la sacó de la lista. El doctor Robert Spitzer, el hombre que trabajó para que la homosexualidad no fuera diagnosticada como una enfermedad mental, falleció este pasado viernes, 25 de diciembre, a los 83 años de edad. Fue su propia esposa y compañera de trabajo, la profesora emérita de la Universidad de Columbia, Janet Williams, quien comunicó que el psiquiatra murió debido a problemas cardiacos. Spitzer estaba involucrado en múltiples ediciones del Manual de Diagnóstico y Estadísticas de los Trastornos Mentales, o DSM según sus siglas en inglés; el libro que enumera y recoge los principales trastornos.

En 1973, después de reunirse con activistas gays, el doctor Spitzer expuso a sus colegas la necesidad de sacar la homosexualidad del listado de la DSM. Entre las razones que argumentó, el psicólogo explicó que “el deseo por alguien del mismo sexo no puede ser una enfermedad mental si las personas LGBTI no tienen problemas por aceptar su propia sexualidad y se sienten cómodos al igual que los heterosexuales”. Así, Spitzre planteaba la necesidad de asumir públicamente que la homosexualidad es buena para la salud.

En lugar de apelar a la autoridad de Freud (padre del psicoanálisis), el doctor Spitzer, en una entrevista que le hicieron en la revista New Yorker en 2005 planteaba las siguientes incógnitas sobre si la homosexualidad era un trastorno psicológico: “¿Existen estudios?, ¿qué pruebas hay de que lo sean?”.

Un trastorno médico debe estar asociado a angustia subjetiva, sufrimiento o discapacidad de la función social. ¿Realmente la homosexualidad es genética?”, explicó Spitzer al Washington Post.

En 2001, publicó un estudio de apoyo a las “terapias reparativas”, una teoría que defendía que la sexualidad se podía cambiar. Pero en 2012, se disculpó por este trabajo en un artículo que se publicó en el New York Times. “Al leer estos comentarios (sobre el estudio) yo sabía que esto era un problema, un gran problema, y no podía responder. ¿Sabe de alguien que haya cambiado realmente de orientación sexual?”, se planteaba el psiquiatra. Spitzer aseguró que esa investigación era lo único que lamentaba de su carrera.

El doctor Allen Frances, profesor emérito de psiquiatría en la Universidad de Duke y editor de una edición posterior del DSM, dijo al New York Times ‘”Spitzer fue de lejos el psiquiatra más influyente de su tiempo. Sus miles de pacientes avalan su trabajo y, a excepción de una crisis de credibilidad, elevó sus estándares científicos y los rescató de la arbitrariedad y de las opiniones sin fundamento”. “El hecho de que hoy se permita el matrimonio gay se lo debemos en parte a Bob Spitzer”, asegura el psicoanalista Jack Drescher.

Antes del DSM, un diagnóstico variaba de un especialista a otro. La redacción de un manual basado en información empírica como el que desarrolló Spitzer es “el mayor hito de la profesión”, le dijo Janet Williams, su mujer y colega a la agencia de noticias AP.