EL CORREO: El niño que siempre fue niña

Nahiane, de seis años, es uno de los quince menores transexuales que en el País Vasco recorren el camino hacia su verdadera identidad sexual

nino-siempre-nina--490x490

«El médico se equivocó, yo no soy niño», asegura desde siempre.

 Cuesta imaginar a una niña más femenina que Nahiane, más similar a la imagen idealizada de una princesita. Con su rubísima y larga melena sujeta por una gran lazada, su vestido de guipur blanco y rosa, sus facciones delicadas, sus gestos de coquetería, su bolso y sus inseparables muñecas… Lástima que el médico que la trajo al mundo, hace casi siete años, no supiese ver más allá de sus genitales y la etiquetase erróneamente como un varón. “Pero es que él no era mago para saber que yo era una niña”, le justifica Nahiane, mientras acicala con un diminuto peine a una de las seis ‘monster high’ que la acompañan.

Nahiane, que hasta hace un año respondía al nombre masculino de Nahier, es una de los quince menores que el Gobierno vasco acompaña en el complejo y doloroso tránsito hacia su verdadera identidad sexual, a su identificación con el sexo que en realidad sienten y no con el que les ha tocado en la ruleta biológica. Son niños transexuales de entre 5 y 12 años (7 vizcaínos, 6 guipuzcoanos y 2 alaveses); algunos de ellos, como Nahiane, ya han emprendido el proceso de adaptación externa aparente –que no física– y son tratados y aceptados como deseaban: les llaman por su nuevo nombre, se visten de acuerdo a su verdadera condición sexual y en el colegio acuden a los baños y vestuarios donde no se sienten intrusos. Casi a partes iguales están escolarizados en la red pública y la concertada y, a diferencia del caso ocurrido en Málaga –donde una menor tuvo que abandonar el centro religioso donde estudiaba–, en Euskadi, al menos de momento, los procesos se desarrollan “con normalidad”.

Un día especial

Convencidos ya de que no había marcha atrás y con la ayuda del centro sexológico Emaize, Nerea y Óscar acordaron dar el paso a la transición en el verano del año pasado y anunciarlo en el colegio antes de acabar el curso. Nahiane está escolarizada en un centro religioso concertado de Vitoria, donde va a cursar 2º de Primaria. Ya desde los dos años, las andereños han estado atentas por sí había variaciones en su comportamiento. Pero nunca las hubo. Así, tras la mediación del Ararteko y responsables del berritzegune y del área de Política Familiar del Gobierno vasco, la dirección del centro aceptó despedir a Nahier y dar la bienvenida a Nahiane. “Convocamos a una reunión con los padres, que empatizaron mucho con nosotros”. Unos días después, la andereño leyó en la clase un cuento escrito por la propia Nerea para explicar que Nahier no había existido nunca. “En general no se sorprendieron, la han aceptado y no la han juzgado”. Al salir de clase, fueron a ponerle pendientes.
“Pasamos un duelo para despedir a nuestro hijo”. ¿Y el futuro? “Espero que en la pubertad le pongan bloqueadores hormonales para frenar su desarrollo masculino. Por ahora intento que no odie sus genitales”. ‘Eso’, como llama Nahiane a su pene. Y de mayor llegarán las inyecciones de estrógenos, las valoraciones psiquiátricas y quién sabe si la cirugía. “Ojalá esto revirtiera y no tuviéramos que pasar por eso. Pero no hay en Nahiane ninguna duda”. Para la familia, dar el paso a la transición ha sido una “liberación” tras años de angustia en los que “hemos llorado mucho”. Por eso a Nerea le gustaría que en los centros escolares se hiciese más hincapié en la educación en diversidad sexual para que los niños supiesen –y también los padres– que, a veces, los médicos también se equivocan.