DIARIO PROGRESISTA: Entrevista a Imanol Alvarez, cofundador de EHGAM

NOTA ACLARATORIA DE IMANOL ALVAREZ: Yo he dicho “el clima de distensión surgido tras el alto el fuego definitivo de ETA”, lo de banda es un añadido de ellos con una manifiesta falta de respeto.

Profesor en Bilbao. Cofundador de EHGAM (Euskal Herriko Gay Askapen Mugimendua – Movimiento de Liberación Gay del País Vasco, durante la transición española) “Revolucionar es cambiar profunda y verdaderamente el estado de las cosas, eso no gusta a la Iglesia ni al capitalismo organizado.” 

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Imanol Alvarez

 Diario Progresista: EHGAM sigue vivo pero se le oye menos. Fue de las últimas organizaciones de gente LGTB en legalizarse al llegar la “democracia” por su supuesta vinculación con la izquierda extraparlamentaria.

Imanol Alvarez: Desconozco si fuimos de las últimas en legalizarnos. En cualquier caso, cuando nos presentamos en sociedad (principios de 1977) éramos la única organización gay en Euskal Herria -y lo fuimos durante bastantes años-, y la segunda del estado, tras el FAGC de Catalunya. Y sí, el entonces ministro del interior, Martín Villa, no quería legalizarnos; pero nunca supimos oficialmente por qué, si porque éramos gays, o por rojos, o por qué. Aunque parece que lo que menos le gustaba es que nuestro ámbito de actuación fuera todo el país; es decir, también Navarra y lo que ellos denominaban “País Vasco-Francés”. El hecho es que, aunque la solicitamos en 1979, nuestra legalización no se materializó hasta 1983, ya con un gobierno socialista.

Dices que se nos oye menos. Cuando nostr@s comenzamos, teníamos claro que deberíamos hacer tres tipos de trabajo, aunque muy interrelacionados: reivindicativo, ideológico y de ayuda. Era así porque nadie más lo hacía. Pero ahora ya existen -en gran parte impulsados por nosotr@s mism@s- en ayuntamientos, gobierno vasco, etc. servicios de información y ayuda para temas de diversidad sexual. Existen también gabinetes especializados en educación de la sexualidad, etc. Así que casi sólo nos queda el campo reivindicativo, aunque, cuando lo consideramos necesario, seguimos incidiendo también en los otros dos. Además, antes éramos los únicos; ahora hay muchos grupos…

Diario Progresista: Si bien en un principio os definíais como “revolucionarios”, hoy parece que hay gente de todos los puntos de vista; incluso algunos de vosotros os habéis casado. ¿Creéis que hemos avanzado o hemos claudicado en algunas cosas para conseguir otras?

I.A.: Esa definición permanece aún vigente. Revolucionar es cambiar profundamente el estado de las cosas. Eso es lo que queríamos, y eso es lo que queremos. Traducido a “román paladino”, por lo que siempre hemos luchado, y seguimos haciéndolo, es por una sociedad más justa e igualitaria, donde se pueda sentir y practicar la sexualidad y el amor sin opresiones ni persecuciones, ni legales ni sociales. Ese es, claro está, un objetivo a muy largo plazo, casi utópico. No obstante, sí que hemos ido consiguiendo muchísimas victorias parciales. Todas muy importantes, y algunas muy muy obvias, como, por ejemplo, la práctica total desaparición de las discriminaciones por razón de preferencia sexual en el ámbito legal, o, lo que es aún más importante, un gran cambio de mentalidad en una amplia mayoría de la sociedad. Aunque, desgraciadamente, todavía quedan reductos furibundamente homófobos, que habrá que ir desactivando.

En cuanto al matrimonio, hay que entender que en una situación como la que estábamos de negación, estigmatización e incluso castigo de cualquier sexualidad que no fuera estrictamente la pareja cerrada heterosexual, monógama y casada, reivindicar el matrimonio entre personas del mismo sexo era algo per se revolucionario. Nostr@s, desde EHGAM, fuimos l@s primeros que exigimos reivindicar el matrimonio gay -con la férrea oposición, por cierto, de algunos que luego han ido por ahí de adalides de la consecución de ese derecho- al resto de los grupos de gays y lesbianas del estado, en las reuniones preparativas de la primera gran manifestación unitaria en Madrid para exigir al gobierno socialista que se moviera y cumpliera sus promesas, ya al final de la última legislatura de Felipe González, justo antes de la llegada de la oscura era Aznar.

Desearíamos una sociedad en la que las relaciones afectivo-sexuales fueran mucho más espontáneas y libres; pero, mientras estemos donde estamos y exista el matrimonio, no puede haber diferencias ni discriminaciones entre las personas a la hora de firmar un contrato, que es lo que, en definitiva, es el matrimonio. Máxime cuando ello puede tener consecuencias en aspectos tan importantes como herencias, pensiones, etc. Nosotr@s solíamos decir “ahora toca reivindicar el matrimonio; una vez conseguido, a lo mejor haremos una campaña pidiendo a la gente que no se case”. Como filosofía esta bien, pero, hoy por hoy, pienso que aún no se dan las condiciones para poder hacer una campaña así.

Diario Progresista: ¿Cómo ves ahora la geopolítica de la homofobia en una Europa amenazada por figuras como Putin, Ana Botella o el avance de Le Pen en Francia?

I.A.: La verdad es que la situación global es preocupante, y no sólo en lo referente a las libertades sexuales. Estamos en una involución a todos los niveles, tanto en lo referente a conquistas laborales y de bienestar social como de libertades en general. Y los causantes son los de siempre, que parece haber reaccionado al unísono: el capital, la política y la religión. No pueden tolerar que el pueblo piense, decida y obre por sí mismo, pues eso pone en riesgo su secular posición de poder.

Diario progresista: Uno de los festivales más importantes, si no el más prestigioso, en cuanto a temática LGTB es el Zinegoak de Bilbo. Por allí han pasado joyas como “Gerontophilia”, “80 egunean” y cinematografías de otros países. Hay figuras míticas del cine vasco. Supongo que a Eloy le haría su gracia que hoy se le estudie en las universidades anglosajonas. Su cine era muy provocador, algo apresurado y no siempre fue bien recibido. Otra cuestión son películas también polémicas entonces como “La muerte de a Mikel” donde se acusaba de una cierta homofobia -no sé si ligada a la iglesia- a un sector de la llamada “izquierda abertzale”?

I.A.: Afortunadamente, hoy en el cine -de momento- se pueden ver muchas películas con temáticas referentes a diferentes tipos de sexualidad, y de diferente procedencia. En el cine vasco hemos tenido películas interesantes en su momento, y que provocaron mucho debate, como “La Muerte de Mikel”, o las de Eloy de la Iglesia, como bien dices. El cine de Eloy, efectivamente, era muy provocativo y jugaba con el sensacionalismo y lo panfletario; pero no dejaba de reflejar la realidad, o una de las realidades, de una época y de una zona geográfica, gustase o no su estilo.

Ya que lo comentas, es cierto que en la izquierda abertzale -como en la no abertzale- había problemas de homofobia, fruto de su tiempo y del desconocimiento. Pero enseguida se fue dando el cambio. Hace ya unas décadas, en una revista alemana que me pregunto por el mayor o menor apoyo de las diferentes fuerzas políticas a las reivindicaciones del entonces denominado movimiento gay (sin esa sopa de letras espantosa actual: LGBITTQ…), les constaté que cuanto más a la izquierda y cuanto más abertzale, mayor era el apoyo. Pero no me atreví a profundizar demasiado en las posibles causas; me parecía demasiado arriesgado. Y tampoco lo voy a hacer ahora. Sí es cierto que la iglesia siempre ha tenido mucho peso en la sociedad vasca, pero no creo que esa fuera ni la única ni la principal causa.

“80 egunean” es ya más actual y muchísimo más liberadora. Se muestra el descubrimiento de una manera diferente de sentir y amar por parte de una señora mayor de ámbito rural. El hecho de que fuera una historia entre mujeres, y el hecho de que éstas fueran de avanzada edad, unido al ambiente de naturalidad y positividad que emanaba, hizo que nosotros en 2010 otorgáramos a la película nuestro “Triangulo de Oro”, un premio que concedemos cada 28 de junio a quien o quienes consideremos que han contribuido de forma notoria en el camino hacia una “normalización” de las diferentes sexualidades. Este año también se lo hemos dado a una película, aún sin estrenar comercialmente: “A escondidas”, de Mikel Rueda. Pensamos que con ella se cierra, de alguna manera, un círculo, pues el tema es una relación entre dos chicos adolescentes, uno de ellos inmigrante magrebí.

Otra película reciente del cine vasco es “Ander”. Las vivencias que muestra el filme de Roberto Castón son distintas en un pueblo que en una gran ciudad.

Se ve que tu punto fuerte es el cine. Obviamente sí, las vivencias son distintas en el ámbito rural que en urbano. Pero hay que tener en cuenta, no obstante que en el País Vasco actual, la inmensa mayoría de los pueblos son ya muy urbanos, que las distancias no son muy grandes y que las comunicaciones son bastante buenas; por lo tanto, las diferencias no son tan grandes como lo puedan ser, por ejemplo, en Castilla. Bernardo Atxaga ya decía hace un montón de años que no deberíamos hablar de euskal herria (pueblo vasco), sino de euskal hiria (ciudad vasca).

La película “Ander” padece, además, de un gran error cronológico, posiblemente ocasionado por el desconocimiento que el director, de origen gallego, tiene del agro vasco. La acción sucede en el tránsito entre milenios, y no es creíble que en el año 2000 en ningún pueblo de Euskal Herria sucediera lo que sucedía en la película. Quizá en 1970 sí, pero no en 2000. A lo mejor en Galicia sí, pero aquí no. Claro que, en 1970 también hubiera sido impensable ver a un sudamericano trabajando la tierra en un caserío vasco…

No obstante yo también prefiero “80 egunean” por la ternura e inteligencia sofocadas que despiertan esas dos mujeres. ¿Siempre habéis estado cerca del feminismo como posición política?

Sí. Desde nuestros comienzos, al principio de la mal llamada transición, teníamos claro que nuestra lucha debería ir indefectiblemente unida a la del resto de los movimientos populares, y veíamos como principal aliado al feminismo. Lo que pasa es que hay muchos feminismos, y con todos no estábamos ni estamos de acuerdo. Tuvimos algunos desencuentros en el pasado, en temas como la transexualidad, la prostitución, la pornografía… Pero en la actualidad hay muy buena sintonía con el movimiento feminista vasco, al menos con su corriente mayoritaria.

Diario Progresista: Recientemente se ha montado cierta polémica en torno al documental “Asier eta Biok” de Aitor Merino (un actor y realizador que ahora triunfa en los escenarios madrileños con “Smiley”). No obstante, viendo el documental no sólo hay varios puntos de vista, sino que no legitima la violencia venga de donde venga. Además, su capacidad como actor logra disimular un presupuesto escaso. ¿Habrá un tiempo en que se puede dialogar sobre esto con calma o las posiciones se han cerrado en todos los bandos, si es que los hay?

I.A.: En Euskal Herria eso ya se está dando. El esfuerzo de muchísimas personas -incluidas víctimas de los dos lados- y, por supuesto, el clima de distensión surgido tras el alto el fuego definitivo de la banda ETA nos están llevando a una situación insospechada tan sólo hace unos años, en la que personas, organismos e incluso partidos de ideologías diferentes y hasta antagónicas, no sólo están hablando sobre la paz, el resarcimiento a las víctimas, el final de la dispersión de los presos, etc. sino que están llegando a acuerdos en ayuntamientos y otras instituciones. Las heridas cicatrizan lentamente, pero el panorama es alentador. Espero que este clima vaya, poco a poco, contagiándose y extendiéndose también a otras partes del estado. Para ello, es imprescindible eliminar prejuicios e informarse, y ver “Asier eta Biok” se me antoja un buen comienzo.

Diario Progresista: Creo que el franquismo se cebó con violencia no solo en los niños que osaban hablar euskera fuera de casa, sino también con los niños con pluma, y es algo que sigue pasando en algunos centros escolares. ¿Qué papel juega la educación en todo esto? ¿Crees que luchar por la libertad sexual o la diversidad socio-afectiva te ha estigmatizado, o has tenido más problemas personales por reivindicar una identidad cultural para el pueblo vasco?

I.A.: En el acoso escolar -que ha existido siempre, aunque ahora lo llamemos bullying-, un componente muy habitual es el homofóbico. Esto era y es así. En principio, la educación es la mejor arma contra todo tipo de discriminaciones. Lo que sucede es que ni l@s profesor@s están siempre preparados ni se implican lo suficiente, ni la escuela es el único lugar para educar a un niño o una niña. Tanto peso o más en ese educar -que no es lo mismo que instruir o enseñar- tienen los padres y madres, la calle o los medios de comunicación. Decir esto no exime a las autoridades educativas de su responsabilidad de que la educación que se de en los centros sea integral y de que se garantice un trato igualitario hacia todas las formas de sentir y vivir la afectividad y la sexualidad. Desde luego, la reforma Wert va en dirección contraria. Espero que gran parte de l@s docentes sean sutilmente insumis@s a ella.

En mi caso personal, yo siempre suelo decir que he sido una persona afortunada. Quizá por mi forma de ser, o por la educación recibida, no lo sé, yo nunca he tenido grandes problemas con mi sexualidad. Prácticamente nunca la he ocultado, aunque tampoco he sido un kamikaze; y no he tenido problemas reales y palpables por ello. Ni en el colegio, ni en la universidad ni en la vida. Pero sé que hay mucha gente que sí los ha sufrido y los sigue sufriendo. Por eso ha sido tan importante el trabajo que nuestro grupo y otros similares hemos hecho y hemos de seguir haciendo.

D.P: ¿Hay cierto aburguesamiento del llamado “movimiento gay”?

I.A.: El movimiento gay actual (llamémosle LGBT o como se quiera), viene de los sucesos de Stonewall en New York en 1969, seguramente bebiendo también, sobre todo en Europa, del mayo del 68 francés. Es fácil entender, por lo tanto, que en sus comienzos tuviera connotaciones claramente revolucionarias. Pero, poco a poco, a medida que el sistema lo fue fagocitando, se fue convirtiendo en cada vez más reformista. Por ello, en los 90 surgió un incipiente movimiento que se llamó Antigay, que, aunque el nombre pudiera despistar, no era homófobo, sino todo lo contrario. Eran militantes del movimiento gay disconformes con el rumbo que éste estaba tomando, y decían: “si eso es ser gay, yo soy antigay”. Hay que tener en cuenta que el termino gay fue acuñado por el propio movimiento, y con connotaciones claramente liberadoras y no excluyentes y compartimentantes. Quería ser una alternativa a marica o maricón (o sus equivalentes en otras lenguas), que fueron inventados para insultar, y a homosexual, que fue inventado por la medicina. Pero sucedió que ese término se fue asimilando no en ese sentido liberador del principio, sino como simple sinónimo de homosexual, con todas sus connotaciones limitadoras y etiquetantes, aunque con un poco más de glamour.

Este movimiento no tuvo demasiado éxito ni demasiado eco, si exceptuamos que el libro que publicaron con ese mismo título, “Antigay”, tuvo bastante difusión entre muchos de los grupos organizados. Pero hay que reconocer que no era sino una relación de artículos inconexos. Al final murió por su propia inconsistencia. Sin embargo, por aquellos años comenzaba a fraguarse, posiblemente por las mismas razones, otro movimiento que se dio en llamar “queer”, el cual no sólo perdura, sino que ha ido tomando cierta fuerza y evolucionando de una forma muy interesante. Hoy se habla de la “teoría queer” y he de reconocer que, en gran medida, simpatizo con ella, pues sus postulados coinciden grosso modo con los de aquel movimiento gay del principio, por lo menos en la manera que lo entendíamos en EHGAM. Por ejemplo, ahora dicen binarismo donde nosotr@s decíamos bipolarismo, pero en el fondo la filosofía es la misma: romper con la rigidez de las categorías limitadoras de homosexual – heterosexual, de los roles activo – pasivo, de los géneros masculino-femenino, etc.

LA HETEROSEXUALIDAD ES UN PROBLEMA, POR ENRIQUE ALPAÑÉS

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Sí, has leído bien. No se trata de un titular con gancho para llamar tu atención. La heterosexualidad es, efectivamente, un problema. Un problema social grave que limita la vida de millones de seres humanos. La aseveración es dura, chocante, quizá suene un poco alarmista, sensacionalista incluso, pero adquiere un poso de seriedad al ser pronunciada por Óscar Guasch, sociólogo e historiador de la Universidad de Barcelona y autor de la Trilogía de la sexualidad (editorial Anagrama).

Las palabras de Guasch se entroncan en una corriente de pensamiento que pone en duda el modelo ‘heterocentrista’ creado en las sociedades occidentales. “No es solo discriminación”, asevera el sociólogo, “son detalles, cosas que no se cuestionan nunca. Imagínate que estamos en los estados federados (en el siglo XIX). Nadie se plantea si la esclavitud está bien o mal, y quien lo hace, lo hace desde un punto de vista condescendiente”. Este heterocentrismo se basa en lo que se espera de un hombre, (heterosexual, por supuesto) y de una mujer (muy hetero y poco sexual). Hombres machos, mujeres delicadas. “Una mujer sola, con minifalda, tomándose un gin-tonic en un bar a las tres de la mañana, ¿qué es?” pregunta Óscar Guasch sin esperar respuesta. “Un hombre que está con los amigotes y rechaza irse de putas cuando los demás lo hacen, ¿qué le llaman? Calzonazos”, se responde en esta ocasión “Eso, eso es el orden heterosexual”.

En su último videoclip, Hard out here, Lily Allen critica el papel de la mujer en la industria del pop con guiños (o puñetazos) a artistas como Azealia Banks o Robin Thicke. Pero Allen también ironiza sobre el papel de la mujer en la sociedad. “Si te hablo de mi vida sexual me llamarás puta. Los chicos solo hablan de sus zorras y nadie monta un escándalo”, espeta la reina del pop británico bajo toneladas de Autotunes. Sin saberlo, Allen está reivindicando el mismo discurso que Guasch. Pone en entredicho un mundo de mujeres sumisas y frígidas regido por hombres valientes y promiscuos. Es algo más que machismo, es la exageración de los roles sexuales, el absolutismo de la heterosexualidad.

“Creíamos que íbamos a cambiar algo, pero al final nos dimos cuenta de que no”. Iván Prado habla sin derrotismo, más bien con realismo pragmático. Sabe que queda mucho por hacer. Prado alcanzó cierta notoriedad el año pasado cuando fundó, junto a su compañero de pupitre, Rodrigo Rodríguez, el blog armarios en las aulas. Se trataba de un trabajo escolar que reflexionaba sobre la homofobia en los institutos basándose en encuestas y entrevistas a alumnos y profesores. Alejandro (nombre ficticio), un profesor de 33 años, afirma en el blog que hay dos tipos de homofobia: “la interiorizada, que llevamos en nuestro propio lenguaje, donde el insulto ‘maricón’ es el más usado en muchos casos como una simple broma (…), y la homofobia radical violenta, la que hace la vida imposible a aquel que se intuye, o se sabe, que es homosexual, una homofobia que comienza con dejar a esa persona aislada, transformarla en objeto de burla y muchas veces utilizarla como forma de afianzamiento del radical… En otras palabras: para uno afirmar su carácter y su hombría (porque en muchísimos casos el ofensor es un varón)”.

Ivan Prado está de acuerdo con esta última afirmación “normalmente los que más insultan son los más heteros, los más populares, los líderes”. En la misma línea recuerda que los insultos no se profieren cuando se produce una muestra de afecto hacia alguien del mismo sexo, (algo que rara vez se da en un ambiente tan hostil como el instituto) sino cuando no se siguen los estereotipos pensados para el hombre heterosexual “por no jugar al fútbol, ir con chicas…”. El rechazo entonces no viene tanto de las preferencias sexuales de una persona, sino por no repetir los códigos de conducta que se esperan de cada sexo. Volvemos a las mujeres sumisas y frígidas y a los hombres valientes y promiscuos.

Este rechazo, más por comportamiento que por sexualidad, es el que hace que los homosexuales reproduzcan los códigos de conducta heterosexuales. Tener “pluma”, ser promiscuo, ser “camionero” está mal visto, también, en los círculos homosexuales. El “buen gay” es el que no molesta, el que se adapta a los cánones de una sociedad heterocentrista. “Los psicólogos definen a los homosexuales por una atracción sexual, pero desde la sociología hacemos otras diferenciaciones”, aclara Guasch. “Puedes ser heterosexual aunque te atraiga tu mismo sexo, reproduciendo los mismos códigos, los mismos patrones”. Una pareja monógama, -“aunque sea pura fachada, con unos cuernos bien escondidos”- responsable sexualmente y que eduque a sus hijos en los valores de la heterosexualidad.

Muchos dicen que el 15M ha muerto, pero sus estertores han dejado organizaciones y movimientos que se encuentran muy vivos. El ejemplo más claro es la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Otro, menos visible, es la asociación Transmaricabollo, un colectivo LGTB contrario al “heteropatriarcado y neoliberalismo neocolonial”. Lleva actuando desde aquellos primeros días en los que otro mundo parecía posible. Y ellos siguen pensando que lo es. Con charlas, manifestaciones como el Orgullo Indignado, o reivindicaciones que entroncan con un movimiento que parecía aletragado. Uno de los colectivos de la asociación Eskalera Karakola tiene postulados similares al defender el feminismo desde una óptica homosexual. También hay publicaciones, como Una Buena Barba o Pikaramagazine que se dedican a desmontar y analizar la teoría de género. ¿Qué significa ser hombre? ¿Qué conlleva ser mujer? La teoría queer lleva años preguntándoselo, más bien cuestionándolo.

“Vivimos en una sociedad determinista que crea fronteras como si fueran cosas acabadas”, reflexiona Guasch, “pero no lo son, son procesos”. Esta manía de etiquetar todo en compartimentos estancos nos viene heredada de la sociedad industrial, pero en la era del conocimiento en la que estamos inmersos las costuras se le quedan pequeñas y se empiezan a rasgar.

“Antes sabíamos qué era una mujer, ahora hay mujeres biológicas, mujeres operadas y mujeres con pene, y el Estado las reconoce como tales a todas”, asevera Guasch. Los compartimentos ya no son estancos. “Todo es dinámico, no existen categorías estables, nada lo es. Antes el matrimonio era para siempre, el trabajo era para siempre”. Esta teoría podría entroncarse con la modernidad líquida defendida por Bauman pero Guasch va un paso más allá. “No es líquida, es gaseosa. No hay donde agarrarse; lo mismo pasa con los derechos humanos, la política, la organización…”

“Cuando era acosada de pequeña, insultada, perseguida hasta casa y a veces atacada físicamente, era por mi expresión de género. Tenía comportamientos mucho más femeninos de los que la mayoría de la gente consideraba aceptables en un chico”.

Laverne Cox, una de las protagonistas de la exitosa serie Orange is the new black, se confiesa así en una entrada de su blog en The Huffington Post. En él analiza cómo la sociedad heterocentrista utiliza los mismos prejuicios para marginar a las mujeres y a los transexuales.

“En la sociedad del patriarcado, no podemos realmente hablar sobre la erradicación del sexismo sin hablar de erradicar la homofobia”, asevera. Homofobia, transfobia y machismo forman, en realidad, parte de un todo. Un problema que nace de la obsesión con ser normal, con encajar en los estereotipos del absolutismo heterosexual. Por eso, por ello, la heterosexualidad es un problema. Y no afecta solo al colectivo homosexual. Nos afecta a todos.

Francisen oroimenez, Ehgamek zebrabidea pintatu du homofobiaren aurka

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http://errenteriagorria.blogspot.com.es/2014/07/manana-pintaran-en-errenteria-el-paso.html

 

zebrabidea 2014-16

 

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EL PAIS: Palizas al grito de “¡arriba España, maricones!”

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Adolfo Infante, tras la agresión sufrida en octubre de 2013.

 “Acabábamos de salir de la discoteca. Eran las cuatro menos diez de la mañana. Dos hombres bien vestidos, con camisa blanca, de 25 o 30 años, nos preguntaron: ‘¿Qué tal chicos?’ Dijimos que nos íbamos a casa y uno de ellos dijo: ‘¡No te vas a ningún sitio, maricón!’ y empezó a pegarnos. Fue una locura. Gritaba: ‘¡Fuera de aquí, maricones! A mi pareja le rompió la nariz. Yo tengo contusiones por todo el cuerpo”. Miguel y su novio han denunciado esta semana en los juzgados de Madrid la agresión homófoba. “Otros dos chicos que creen que fueron agredidos por la misma persona se han puesto en contacto con nosotros, pero ellos no denunciaron”, relata a EL PAÍS. Miguel prefiere aparecer sin apellidos. Tiene miedo.

A Adolfo Infante y su marido les atacaron el 12 de octubre de 2013, cuando salían de cenar de un restaurante céntrico de Palencia. “Dos hombres nos pegaron puñetazos y patadas mientras gritaban ‘¡Arriba España, maricones!’”, explica. “Estábamos tan asustados que dijimos que no eramos gais para que dejaran de pegarnos, pero siguieron haciéndolo. Los golpes se curan, pero quedan secuelas de otro tipo. Los dos estuvimos en tratamiento psicológico. Lo que más daño hace es la humillación, la impotencia”. Adolfo y su marido lo denunciaron —el caso sigue abierto—, pero no fue fácil. “La primera reacción es callarte, pero son los agresores los que deberían esconderse, no las víctimas”.

Ellos denunciaron, pero son la excepción. Las agresiones homófobas, según los colectivos gais, van a más, pero solo una minoría las denuncia. La Comisión Europea pidió en 2010 a la Agencia Europea de Derechos Fundamentales que recabara datos sobre discriminación y delitos motivados por prejuicios contra gais, lesbianas y transexuales. El informe, una macroencuesta entre 93.079 personas de toda la UE más Croacia, se presentó en mayo de 2013. Un 46% de los encuestados en España dijo haber sido atacado o amenazado con violencia en el último año (un punto por encima de la media del estudio); solo el 18% lo había denunciado (un punto menos que la media) y a la pregunta de por qué no lo habían hecho, los gais, lesbianas y transexuales agredidos en España dieron varias razones: ni se le había ocurrido (48%), porque pensó que no serviría de nada (32%); por miedo a una reacción homófoba de la policía (19%); por temor a represalias (16%); por vergüenza, porque no quería que nadie lo supiera (15%)…

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Agresiones y acoso a homosexuales o transexuales en la UE.

 “En esto está pasando como hace años con las mujeres maltratadas”, explica Raúl García, del Colectivo de gais, lesbianas y transexuales de Madrid (Cogam). Nosotros les aconsejamos que denuncien, pero no podemos obligarles”.

Cuanto más baja es la edad, más posibilidades de que la víctima no haya revelado aún su orientación sexual en su entorno. Amanda Rodríguez, coordinadora de Arcópoli, asociación de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales de las Universidades Politécnica y Complutense de Madrid, asegura que la mayoría de víctimas que no denuncian pero consultan a la asociación “no han salido del armario”. Las agresiones, añade, suelen concentrarse en “zonas de ambiente”, y el agresor suele ser múltiple: “Va en pareja o grupo”. La Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) ha lanzado la campaña No te calles, ¡denuncia! en la que anima tanto a víctimas como a testigos a no ocultar estas agresiones.

Tanto Miguel como Adolfo se quejan del trato policial que recibieron tras ser víctimas de la paliza. “Fueron desagradables”, explica Miguel. “Por eso decidimos denunciar directamente en el juzgado”. “Tienden a quitarle importancia, a tratarlo como una pelea, pero es un delito de odio”, añade Adolfo. “Y si hacen mal el atestado hay muy pocas posibilidades de que la denuncia prospere. Es fundamental que los policías reciban una formación específica y que se cree un protocolo de actuación para estos casos. Como se hizo con las mujeres maltratadas”.

El pasado abril, siguiendo las recomendaciones del Consejo de Justicia y Asuntos de Interior de la UE, el Gobierno publicó por primera vez un balance de los llamados “delitos de odio”, que no están tipificados como tales en el código penal, sino que se consideran una agravante cuando el que delinque lo hace por racismo, discriminación por orientación sexual, creencias religiosas, discapacidad, antisemitismo o aporofobia (rechazo al pobre).

Para hacer ese estudio se modificó el sistema estadístico de criminalidad. El resultado: de los 1.172 delitos de odio registrados en 2013, la mayoría (452) habían sido motivados por la orientación sexual de la víctima, seguidos por racismo (381) y discriminación al discapacitado (290).

Según la Secretaría de Estado de Seguridad del Ministerio del Interior, más de 14.500 agentes de policía y guardia civil han recibido cursos específicos. Pero Miguel y Adolfo aún no han notado ese cambio de sensibilidad policial. El consejero de Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid, Jesús Fermosel, pide a la policía que “actúe de manera rotunda contra estos pequeños grupos de intolerantes” que atacan a vecinos como Miguel por su orientación sexual.

En Madrid se produjeron el año pasado 38 agresiones de este tipo, según el programa de atención a homosexuales y transexuales de la comunidad. El fiscal jefe dictó en octubre del año pasado una instrucción para todos los fiscales madrileños sobre los “criterios a seguir en la investigación y persecución de los delitos de odio y discriminación” para “facilitar la máxima protección a las víctimas”. La memoria de la fiscalía de Madrid, presentada este mes, habla de un “auge” de estas agresiones y coincide con la crítica de Miguel y Adolfo: “La praxis diaria evidencia que muchos de estos asuntos pueden llegar a ser considerados como hechos de trascendencia menor por fuerzas de seguridad, jueces y fiscales, siendo relativamente frecuente que se reputen como meras faltas sin que la investigación policial ni la instrucción judicial profundicen, en no pocos casos, en todo el reproche que merece la conducta”.

También la última memoria de la Fiscalía General del Estado advierte que con frecuencia este tipo de agresiones no son “debidamente catalogadas”, lo que atribuye tanto a la investigación policial o judicial como al hecho de que muchas víctimas no denuncian “por circunstancias personales, temor a represalias, sensación de vulnerabilidad, desconfianza en las fuerzas de seguridad o situación de irregularidad en España”.

Colectivos gais, víctimas y fiscales comparten, a grandes rasgos, el mismo diagnóstico: los delitos de odio aumentan y no se identifican ni castigan adecuadamente. La Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales pide al Gobierno una ley integral de igualdad de trato —estuvo en proyecto en la legislatura anterior—. “Necesitamos una ley específica, como la que lucha contra el maltrato a las mujeres”, insiste Adolfo, a punto de cumplir un año de su brutal agresión

EL CORREO: Cien latigazos o un kilo de oro, el castigo a los homosexuales en la región indonesia de Aceh

Las autoridades locales han aprobado una ley para castigar a aquellos que mantengan relaciones sexuales con personas del mismo género. La norma también prevé penas de prisión

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Mezquita de Banda Aceh / AFP

Las autoridades de la región indonesia de Aceh han aprobado una nueva ley que castiga con cien latigazos, cien días de prisión o una multa de un kilogramo de oro a cualquier que sea sorprendido manteniendo relaciones sexuales homosexuales consentidas. La nueva legislación, aprobada en virtud de la aplicación de la sharia o ley islámica, incluye también castigos por delitos sexuales, por muestras de afecto entre personas no casadas, por adulterio o por relaciones sexuales entre menores de edad.

Tras el catastrófrico tsunami que devastó en 2004 Aceh, en el norte de la isla de Sumatra, el Gobierno firmó con el grupo armado separatista Movimiento Aceh Libre (GAM) un acuerdo de paz que incluía una amplia autonomía para la zona y la aplicación de la sharia como fuente de legislación. “Cuando alguien, sea o no musulmán, vive en Aceh, debe cumplir con las leyes instauradas por el gobierno de Aceh”, ha argumentado un vecino, Mia Emsa.

La nueva policía religiosa de Aceh persigue ya a las mujeres que no utilizan el velo islámico para la cabeza, a quienes llevan ropa ajustada y a quienes beben alcohol o participan en juegos de azar. La homosexualidad y su práctica no son delitos conforme a la ley indonesia general, pero continúa siendo un tabú en el país, el de mayor población musulmana del mundo, debido a la mentalidad conservadora.

DEIA: por su palabras contra el aborto Confederación de gays y lesbianas denunciará al obispo de Alcalá por injurias

Acusó al Gobierno del PP de estar “infectado” por el ‘lobby’ de gays y lesbianas al retirar la reforma de la ley del aborto

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El obispo de Alcalá de Henares (Madrid), Juan Antonio Reig Pla, a la izquierda. (EP)

La Confederación Española COLEGAS ha anunciado hoy que denunciará por injurias al obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla, después de que éste acusara al Gobierno del PP de estar “infectado” por el ‘lobby’ de gays y lesbianas al retirar la reforma de la ley del aborto.

MADRID. La Confederación Asociaciones de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales dice en un comunicado que interpondrá una denuncia ante la Fiscalía General del Estado por unas declaraciones que, a su juicio, no son opiniones religiosas sino injurias “que podrían incitar al odio y la violencia” contra la población LGBT.

“Reiga Pla nos tiene habituados desde hace unos años a sus homilías que en vez de fomentar la conciliación y el diálogo en la sociedad española, difunden intolerancia, fundamentalismo dogmático y confrontación”, afirma.

Además, en el testo critica al obispo de Alcalá por emplear un lenguaje “ofensivo y desdeñoso” hacia los gays, lesbianas, bisexuales y transexuales, un colectivo que, según ha denunciado COLEGAS, siempre ha sido “un objetivo constante de sus invectivas y ataques” hacia los homosexuales y sus familias.

Por todo ello, pide que el Vaticano decrete la “jubilación anticipada” del obispo de Alcalá, al que han acusado de “encabezar el ‘lobby’ del odio y la intolerancia en la Iglesia”.

En el documento titulado “Llamar a las cosas por su nombre. Un verdadero reto para los católicos” el obispo de Alcalá criticó al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, por haber actuado con “deslealtad” a sus electores y con “insensatez” al retirar la reforma de la ley del aborto.

Además, calificó al PP de ser un partido “liberal, informado ideológicamente por el feminismo radical y la ideología de género, e ‘infectado’ como el resto de los partidos políticos y sindicatos mayoritarios, por el lobby LGBTQ”.

EL PAIS: El complicado tránsito de Lola para llegar a ser mujer

EL PAIS: Frenar una pubertad de pesadilla

  • El uso de inhibidores hormonales evita que los transexuales se desarrollen en la adolescencia
  • La falta de una normativa nacional causa desigualdades entre las comunidades autónomas
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Lola y su familia en el salón de su casa, en Gran Canaria. / Quique Curbelo

Maisie estaba bañando a su hijo de cuatro años cuando este le dijo por primera vez que era una niña y quería comportarse como tal. El psicólogo recomendó a sus padres que no se preocuparan y que dejaran que jugara y se vistiera como quisiese. Cuando creciera, ya verían. En casa, era feliz. Se ponía la ropa de su madre y siempre había muñecas por reyes. Pero en la calle seguía actuando y vistiendo como un chico. “Por miedo”, asegura ahora, con 15 años. “Miedo a no entender lo que me pasaba, miedo al rechazo… Pero fingiendo ser lo que no era me sentía mal, como si me disfrazara para salir a la calle”.

Años después, a través de una amiga, conoció a gente a la que le había pasado algo similar. “Comprendí que era transexual”, recuerda. Tenía 11 años y mucho miedo. Pero decidió empezar a ser Lola públicamente. Sus padres aceptaron su decisión; la habían visto vestirse y comportarse como una chica durante siete años y habían sido partícipes de todo el proceso. Su padre, además, es trabajador social, lo que facilitó las cosas. Para otras familias resulta más difícil aceptar la situación y los menores tienen problemas de aceptación tanto dentro como fuera de casa.

Lola asegura que lo vivió como una “liberación”, aunque fue también un camino difícil. Las burlas de sus compañeros no le hicieron la vida fácil en el instituto, y su autoestima cayó. “Sentía que nadie me iba a querer así”, relata.

A la desazón de sentirse incomprendida se sumó la preocupación por la adolescencia. Ansiedad, insomnio, pérdida del apetito… Pensar en la pubertad la agobiaba.No podía imaginarse con barba o una nuez pronunciada. “Cuando me salía algo de vello, iba corriendo a por la cera. Yo no quería eso”.

Su familia pidió entonces ayuda médica. No sabían cómo enfrentarse a lo que le estaba pasando a Lola. Su pediatra, de un centro de salud público, le recomendó que usara bloqueadores hormonales: un fármaco que inhibe la orden que el cerebro manda al cuerpo para que produzca hormonas sexuales. La idea es que se paralice el desarrollo hasta que el menor tenga edad para decidir si quiere comenzar un tratamiento hormonal más definitivo —16 o 18 años según la comunidad autónoma—. Hace unos cinco años que los inhibidores empezaron a utilizarse en España con este fin. Su efecto es reversible. Si en algún momento Lola dejara de tomarlos, su cuerpo desarrollaría caracteres sexuales masculinos. “Cuando el tratamiento se retira, la naturaleza sigue su curso”, afirma Javier Martínez, su endocrinólogo.

Para empezar a ponerse estas inyecciones, la joven necesitó un informe psiquiátrico que garantizase su transexualidad. Este es, para muchas familias, un aspecto esencial. ¿Cómo saber si tu hijo o hija, que apenas está empezando a vivir, es realmente transexual? Los psiquiatras explican los parámetros que estudian en sus valoraciones: la aversión que estos niños suelen presentar hacia sus genitales; el malestar que les provoca que se refieran a ellos en el sexo contrario al que sienten; y, sobre todo, la persistencia en el tiempo de estos comportamientos.

En el caso de Lola, un psiquiatra de la sanidad pública acreditó la transexualidad. Antes, ya habían redactado sus valoraciones un psicólogo y un pediatra. Tras un último examen del endocrino, pudo comenzar a los 13 años el tratamiento con inhibidores hormonales, que ha pagado íntegramente la sanidad pública. Durante los dos últimos años, Lola ha recogido las inyecciones en el hospital y su madre, enfermera, se las ha puesto en casa. En este tiempo, la adolescente ha continuado creciendo, pero sin desarrollarse sexualmente. Su vida ha cambiado a mejor, asegura. “Soy muy feliz, y, en gran medida, gracias a los inhibidores”, relata.

Lola vive en Canarias, una comunidad autónoma que permite y sufraga el uso de bloqueadores hormonales para adolescentes transexuales, que se dispensan solo si existe autorización de los padres. Pero la situación es totalmente distinta en otras regiones. No existe en España una política ni directriz común al respecto. La normativa estatal solo prevé este tratamiento para niños con pubertad precoz —que se desarrollan sexualmente demasiado pronto—, pero no para adolescentes transexuales. El Ministerio de Sanidad afirma que es competencia de las autonomías y cada una de ellas lo ha organizado de una manera. Algunas lo autorizan y otras no. Y las condiciones son distintas en cada uno de los casos.

Canarias, Andalucía, Asturias, Navarra, Castilla y León y la Comunidad Valenciana permiten que estos jóvenes puedan acceder al fármaco en cuanto su cuerpo comienza a cambiar. En Extremadura solo se recetan a partir de los 14 años, y en Murcia, Cantabria y Baleares a partir de los 16. Los protocolos suelen ser parecidos. El pediatra hace de primer filtro. Si cree que el niño puede ser transexual, lo remite a un psicólogo y a un psiquiatra. Este último es el que confirma la transexualidad del menor. Y, finalmente, un endocrino certifica que no hay ningún motivo médico por el que se desaconseje el bloqueador hormonal.

Por otro lado hay autonomías en las que ni se regula ni se sufraga. País Vasco y La Rioja no tienen un protocolo de actuación. Afirman que nunca se les ha presentado un caso así. Galicia no autoriza su uso para adolescentes transexuales: exige que sean mayores de edad para poder tomarlos. Aragón no tiene ninguna normativa. Deja el tema a criterio de cada médico y los facultativos, por si acaso y, ante la falta de seguridad jurídica, no los recetan. Castilla-La Mancha y Cataluña no han ofrecido datos.

Madrid está preparando un protocolo con la Fiscalía de Menores de asistencia a estos jóvenes. Incluir o no la dispensación del fármaco es uno de los temas que se están estudiando. Por ahora, esta terapia no se aplica. El PP rechazó el pasado mayo una proposición de ley que los partidos de la oposición (UPyD, IU y PSM) llevaron a la Asamblea de Madrid y que establecía, entre otras cosas, el tratamiento con bloqueadores y una documentación administrativa donde figurase el nuevo nombre y el sexo sentido por el menor. Otra dificultad con la que se encuentran estos jóvenes: Lola no quiere sacarse el bono del autobús porque figuraría el nombre que le dieron al nacer y tendría que dar explicaciones.

No hay un registro de menores transexuales en España. La asociación de padres y madres de niños transexuales Chrysallis ayuda a más de 150 familias y afirma que la cifra aumenta cada semana. Ana Belén Gómez, psicóloga del Programa de Información y Atención a Homosexuales y Transexuales (PIAHT) de la Comunidad de Madrid, opina que probablemente haya muchos más casos de los que se conocen: “Hay niños que aprenden a esconder cómo se sienten por temor al rechazo”.

Patrick tiene 12 años y es de Benasque, un municipio de Huesca de unos 2.000 habitantes. Su madre, Natalia, cuenta que la primera vez que acudió al sistema sanitario aragonés para pedir información sobre la transexualidad, no había especialización: “Nosotros investigábamos a la par que ellos y nos informábamos mutuamente”.

Todos los que rodean a Patrick aseguran que, a pesar de tener genitales femeninos, es un chico. Una percepción familiar que le ha permitido vivir una infancia feliz. Pero cuando la pubertad llamó a su puerta, comenzaron los terrores nocturnos. A pesar de tener un informe que confirmaba la transexualidad de su hijo, Natalia no consiguió que ningún endocrino, ni público ni privado, le recetara bloqueadores en Aragón, una de las autonomías sin protocolo de actuación.

La familia se desplazó hasta una clínica privada de Barcelona para acceder al fármaco. El joven recibió su primera dosis en julio y los terrores nocturnos desaparecieron. “Estoy pagando por que mi hijo reciba un tratamiento que otros niños tienen gratis”, critica Natalia, quien lleva gastados casi 2.500 euros entre gastos médicos y viajes. Las familias piden igualdad de condiciones para todos y comprensión para estos menores. “Que les dejen crecer tranquilos, como a todos los niños”, dice una de las madres.

Crecimiento y fertilidad

La relación entre los bloqueadores hormonales y el crecimiento está sujeta a debate. Los endocrinos tienen una vasta experiencia en el uso de estos tratamientos en niños con pubertad precoz y no han observado que afecte a la estatura final, según Itxaso Rica, jefa de sección de Endocrinología Pediátrica en el Hospital de Cruces de Barakaldo (Bizkaia). Pero la situación con adolescentes transexuales podría ser diferente: la edad de los pacientes y la duración del tratamiento son distintas y, al parar el desarrollo hormonal, el estirón de la adolescencia podría no producirse.

Rica opina que aunque no pueden estar seguros de si los bloqueadores influyen en la talla final, ella no lo considera un problema; “realizar revisiones al adolescente y tratar cada caso de manera individualizada es necesario para aplicar un medicamento que tiene mayores beneficios emocionales y psicológicos que posibles desventajas”, señala la endocrina. Rica añade que en caso de detectar algún problema, habría tratamientos para combatirlo.

Javier Martínez, el endocrino de Lola, una chica transexual de Canarias, defiende sin embargo que al retrasar la pubertad se prolonga el crecimiento. De este modo, se sigue ganando altura hasta el posterior proceso de hormonación y el estirón.

Otro efecto secundario que se alega es que podría causar esterilidad. Martínez explica que esto no es completamente cierto: “Al frenar la producción de hormonas sexuales, causamos una infertilidad temporal, pero desaparece al retirar el fármaco”.

Pero es un tema polémico porque muchos adolescentes pasarán directamente de los bloqueadores a tomar un tratamiento hormonal más definitivo —que podría provocar una esterilidad permanente— en cuanto cumplan los 16 o los 18 años, dependiendo de la comunidad autónoma.